Un blog de literatura y de Madrid, de exposiciones y lugares especiales, de librerias, libros y let

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viernes, 14 de marzo de 2025

Pasear con "pa" de pájaro

 



Pasear Madrid, temprano, es un regalo para los sentidos. 

Sentir el viento en la cara y, bajo los pies, las aceras casi vacías, despejadas. 

Caminar deprisa pero tan en silencio que ni los pájaros se inquieten cuando pasas por su lado. Pidiéndoles casi permiso por invadir su hora y su paz.


Pasear. 

Sentir como los alborotados pensamientos van posándose despacio dentro de la cabeza, livianas hojas, frágiles plumas, notas de música que, al fin, encuentran su melodía. 

Pasear. Pensar en ti. Encontrarle a todo un sentido. 

Con esa "pa" de pájaro, de paciencia, de pausa y paz.

Pasear.










viernes, 7 de marzo de 2025

Noé en Madrid

 


"Noé era un hombre bueno en un mundo donde la gente se había vuelto muy mala. Dios decidió enviar un gran diluvio para limpiar la Tierra, pero eligió a Noé y su familia para salvarse por su bondad. Le pidió construir un arca grande y llevar en ella a su familia y una pareja de cada tipo de animal.

Cuando el arca estuvo lista, empezó a llover durante 40 días y 40 noches. El agua cubrió toda la tierra, pero el arca flotó segura. Cuando la lluvia paró, Noé soltó una paloma para ver si la tierra estaba seca. Al final, la paloma no volvió, lo que significaba que ya podían salir.

Dios prometió que nunca más enviaría un diluvio así y puso un arcoíris en el cielo como señal de esa promesa."







sábado, 1 de marzo de 2025

"La hermana de" y Liberty Valance

 



E
n ese grupo donde yo soy "la hermana de" hasta mi nombre está ya pillado. 

Pero, lejos de importarme, disfruto mucho del título.  

Porque cuando una es de papelitos secundarios o incluso, desde aquellas lejanas funciones del cole, es feliz con ser solo voz, hasta lo agradeces. Así que cuando me toca ejercer de "hermana de", que es a menudo porque en casa teníamos aquel carné de familia numerosa, no solo estoy cómoda sino que me siento arropada y sobre todo orgullosa. Yo sería mucho peor si no hubiera tenido los hermanos que tengo. Pero en ese grupo, decía, donde ejerzo de añadida, nos juntamos hijos, padres, hermanos, amigos de los amigos del que nació detrás de mí. Y cuando ocurre, miro a mi alrededor y admiro la variedad armoniosa de edades, parentescos, querencias, y me sonrío. Es bonito, imagino que lo sabrán, el logro de juntarnos a tantos diferentes para algo lúdico. 

Esta vez nos apretujamos en una pequeña sala de cine. Ya en otra ocasión había disfrutado con ellos de "Atraco a las 3". Qué buena. "Fernando Galindo, ¡Un admirador, un amigo, un esclavo, un siervo!"

Pero ahora tocaba una del oeste. El bueno de James Stewart y el mítico John Wayne luciendo esas posturitas suyas de vaquero de pocas palabras pero valiente hasta morir, apoyándose sobre una pierna mientras humea el cigarro entre sus dedos. "El hombre que mató a Liberty Valance". Un clásico que, sin embargo, yo no había visto, qué infeliz, y disfruté un montón. 

Cuando comenzaron las citas cinéfilas solo eran para los del grupo, se trataba de que los hijos conocieran y valoraran pelis antiguas. Afortunadamente, y con el tiempo, pensaron lo de la sala pequeña de cine y engordaron el grupo con la familia, los amigos... Y ya sabes: Al principio parece que se va a quedar la sala medio vacía y al final hay que recortar que no cabemos. Y que si yo llevo a éste y tú a aquel, total 43 butacas pero espera que hay que sumar un montoncito de sillas plegables. 

¿Y esa suerte de acabar en un cine solo para los "de casa"? Todas caras conocidas, familiares o casi familia, asistiendo juntos y expectantes, en la oscuridad, al triste destino del hombre que mató a Liberty Valance. 

En ese grupo de amigos donde yo solo soy "la hermana del que nació detrás de mí", supieron encontrar el secreto para seguir juntos a pesar de tantos vaivenes, el paso del tiempo y los trabajos, las bodas y los hijos, los azares de la vida. Qué ejemplo de amistad y saber vivir. 

Qué mérito. Ole.






viernes, 21 de febrero de 2025

Las cañitas de los viernes

 


Eran aquellos tiempos en los que, aún, todos íbamos de lunes a viernes a trabajar a la oficina. ¿Teletrabajo? aquello era ciencia ficción. Aunque, en realidad, para algunos lo sigue siendo... Pero ¿para qué desviarnos con cuestiones amargas? si lo cierto es que hablábamos de entonces, cuando nos veíamos a diario, cuando coincidíamos al menos ocho horas compartiendo "penas y madrugones" de la vida laborable. 

Quizá poco tuvieran que ver una interesante Jefa de Pagaduría con la champiñona de Información y Registro, el atractivo conductor del Parque Móvil con el simpático y reivindicativo ordenanza, y el enrolladillo chaval del pendiente de Habilitación con el pibón de los ojos azules de Seguridad. 

No compartíamos ni labores, ni vidas pero ¡bendita coincidencia! lo de vivir todos de aquel río con un nombre tan paradójicamente similar a "trabajo". Íbamos al "Tajo", pero no hubo receta mágica, salvo el trato y la conversación, las risas y los viernes. Sobre todo ¿os acordáis? esas cañitas antes de irnos de fin de semana. ¡Benditas cañas!

Pronto las cañitas de los viernes se convirtieron en la comida de esos viernes, y luego la copita, y después cenar y ya total: lo que sigue. Y terminábamos viendo amanecer y saltando juntos abrazados mientras cantábamos aquello de ¡nos queremos! La pura y etílica exaltación de la amistad con nadie la he vivido como con ellos. 

Me atrevería a decir que ninguno de nosotros pensaba que treinta años después seguiríamos buscando fechas para coincidir. En taytantos años ocurren muchas peripecias vitales. Las casadas se separan, los solteros se casan y algunos nos enamoramos y desenamoramos y volvemos a enamorar sin dar demasiadas explicaciones salvo a quién importa. 

Y ellos me importan tanto...

Aquellas frases de "Aquí va a pasar algo bonito" o "Muy mal se nos tiene que dar para que esta noche..." de haber sido ciertas fue con ellos. "Iba Lobo López tragando saliva" o "Que gustito pa mis orejas". Hemos bailado, cantado, reído... Guardan memoria tantas fotos de nuestra alegría.

La vida nos ha zarandeado de acá para allá a su santa voluntad mientas nos hemos ido curtiendo. Y perdimos cabellos y ganamos canas, perdimos cañas y ganamos fiestas de agosto, perdimos amaneceres, pero ganamos atardeceres tras todo un día juntos reordenando y recontándonos qué pasó desde que lo aparcamos. Hasta la próxima. Que tenemos que repetir ¿eh?

Y todo para continuar con esta certeza de que, aunque siga compartiendo con ellos mi vida a saltos, aunque la vida nos haya juntado a otros, aunque ya alguna viva el júbilo del jubilado, los demás estemos en otros trabajos mucho mejores, ole, y algún despistado se nos distrajera, aunque hayan pasado diez trienios os prometo que yo seguiría saltando abrazada a ellos, vaya si seguiría, como cuando éramos locos y gritábamos ¡Nos queremos!



jueves, 13 de febrero de 2025

Día Mundial de la Radio. 13 de febrero.

 



Radio Hora diciendo el tiempo minuto a minuto: Y mientras escuchábamos a pedacitos el cuento corto del día, mojábamos las galletas con la precisión exacta para que quedaran blanditas, pero sin llegar a perder un solo trozo ni dentro de la leche ni camino de la boca. La radionovela de Lucecita sonando de fondo mientras mamá así planchaba, así, así, mientras el aroma a limpio la envolvía. La sintonía de cabecera del programa de Garci con la canción "Luna de miel" de Gloria Lasso, mientras nos poníamos el pijama e íbamos acostándonos cada uno en su habitación. La tertulia de "La Tarántula" de Antonio Herrero, con Carrillo, Ernest Lluch y Rodríguez de Miñón en mis oídos entreteniéndome tanto mientras tecleaba frenéticamente en aquel trabajo de grabadora. Cuando llamó ¡Jordi Barcia! de "El ojo crítico" para decir que había ganado aquel lote de libros por mi relato de una insolación. Aquellas mañanas en las que escuchábamos, antes de desayunar juntos, la misma emisora y luego comentábamos las noticias, estirando a coro la letra "r" de la palabra "mieeeercoles" como aquel locutor. Lo que aprendí de poesía escuchando "La estación azul" cada domingo. La compañía de Pepa Fernández desde hace tantísimos años mientras se van ordenando la casa y mi cabeza. Cuantos programas de Documentos, descargados y escuchados, mientras me mataba en la elíptica del gimnasio. Lo que echo de menos a Carles Mesa y "los suyos" desde que se le llevaron a Radio 4. ¿Te acuerdas de aquellas gratas excursiones para leer nuestros textos en Radio Morata y Radio Círculo en el Círculo de Bellas Artes? La sonrisa que me regala cada domingo la Tertulia de los Maduritos interesantes con Aberasturi y Garci. ¡No os perdáis ese nuevo programa de historia de los fines de semana en RNE de dos y media a tres en el que te cuenta cualquier día de cualquier año pasado como si ocurriera en ese momento...!

Cuánta vida, toda, trenzada a mis emisoras y programas favoritos.

Podría vivir sin la tele, pero sin la radio no, sin la radio no podría.

13 de febrero. Día Mundial de la Radio.


viernes, 7 de febrero de 2025

La tarde del viernes.

 



Alguien debería levantar un monumento a la tarde del viernes. Ponerlo en el centro de una plaza con árboles y bancos en los que sentarse al sol. Se merece un monumento, al menos una placa que rezara: "A la tarde del viernes, la mejor de toda la semana". 

Déjate de monumentos y pamplinas, y aprovéchala, te dices. Es fin de semana. Te espera una alfombra roja de tiempo y planes, descanso y disfrute. Vamos, tira, puedes empezar ya a desplegarla, sin prisa, sin Cronos azuzándote. Una alfombra mágica que se desenrolle por delante ti, despacio, despacio, poniendo a tus pies mil y una bondades para el fin de semana.

Respira. Deja que el blando silencio se haga hueco entre tus neuronas, deja que vaya deteniendo el atropello que aún corre vertiginoso por dentro de tu cabeza, no se te olvidó nada, deja que se despegue la prisa de las yemas de tus dedos y de tus pensamientos, que calme, calme. Ya quedaron las tareas hechas, el reloj de fichar te hizo una reverencia al salir entre las voces alegres que te desearon "Buen finde". Y tú te fuiste paseando, a tu paso, ni alegre, ni triste, dejando que la lluvia te empapara sin prisa. Solo era lluvia, lluvia mansa tras el chaparrón. 

Quédate tranquila. Que la actividad vaya posándose despacio, que encuentre mullido acomodo en el suelo de este atardecer plácido. La semana laboral fue intensa, volvieron caras del pasado y otras se dieron a conocer para que pudieras pegarlas a un nombre escrito, a una voz. Si lo piensas, es bonito que te quieran conocer, cuando no hay un por qué que urja. Semana llena, llenísima de malo, de regular, de bueno, la vida. 

Pero contenta de haber conseguido que no te arrastrara del todo su atolondramiento laboral y urgente, contenta de estirar un poco más el tiempo de vida para nuevas exposiciones, leer bastante, reseñar e inventar otra historia que vivir en el papel. Contenta de haber sacado la cabeza por encima de la vorágine para lograr hacer biografía, que diría David. ¡Eh! ¡Alto! que yo soy más que una tarjeta de fichar.

Alguien debería levantar un monumento a la tarde del viernes. 


martes, 28 de enero de 2025

Cuarenta y tantos años

 



V y A

 

Nos unió el orden alfabético y después el puro y bendito azar. 

Nacidos en el mismo año de la década que más críos engendró nuestro país y seleccionados entre la A y la H de los matriculados aquel lejano curso, fuimos a coincidir en aquella clase de pupitres diminutos, ¿eran verdes?, y grandes ventanales. 

Recién empezaban los 80 en un Instituto de barrio, trece y catorce años, las caras salpicadas de granos y casi todo aún por vivir. 

Ya no recuerdo quién se sentó primero. A nosotras, la timidez nos aplastó al fondo y contra la pared mal pintada de esa clase de 1º A donde los conocimos.  El pelo más oscuro, la cara más redonda, dos adolescentes del montón en el último pupitre de la fila de en medio. 

Ellos, dos flacos chavales, todavía a medio hacer, se sentaron en el pupitre de delante. Al más moreno le comenzamos a llamar por el apellido, era corto y sonoro, y así se quedó para la vida entera, al segundo le acortamos el nombre por la mitad más elegante y victoriosa. Y comenzaron a ser dos con una y griega en medio. Llegábamos de colegios distintos que tampoco estaban cercanos, no nos habíamos cruzado por el barrio, no nos conocíamos de nada, pero por alguna extraña razón ya toda la vida cuando pensara en ellos no podría evitar una sonrisa espontánea de sincero cariño. 

No éramos su tipo y ni ellos los nuestros, qué gran suerte es eso a ciertas edades. Durante dos años cada día de lunes a viernes vimos más sus espaldas que sus caras, pero la espontaneidad y la risa campó a sus anchas en ambas direcciones. “¡Pero tía ¿tú le has oído? ¡Que me ha llamado mandril!” Desde el pupitre de detrás los vimos aterrizar con la voz más grave tras el primer verano, también fuimos testigos mudos de sus azoramientos torpes de amor. Crecíamos. 

Pero aquel lejano 3º de BUP llegó para partir el mundo entre las Ciencias y las Letras. Y unas tempranas decisiones académicas, más o menos acertadas, nos sacaron de la clase con la primera letra del alfabeto. Nuestro destino se ensanchó, se pobló de más caras, de más idas y venidas con otros protagonistas que probablemente nos llenaron o dolieron más y la vida nos dispersó. 

Cómo iba a imaginar yo que tantos años después, se iban a dar las circunstancias para que, junto a más amigos, volviéramos a sentarnos juntos. El pelo más claro en virtud del paso del tiempo o los beatíficos tintes, las arrugas bien salpicadas disimulando aquellos granos que dejaron marcas fuera y dentro, pero intactas las risas que encontraron su camino y otra vez iban y venían entre retazos de conversaciones. Cómo imaginar que volveríamos a compartir una tarde que ni era de Ciencias ni de Letras, mientras descontábamos la vida. 

A veces la vida te echa el brazo por encima de los hombros, te acerca cariñosa a ella, y sientes que vale la pena revivirla. Seguían ahí, detrás de su mirada y su voz. Y tú que no puedes evitar sonreír, sonreír sin más, porque ni tan siquiera necesitas recordar. Simplemente, están, están ahí mismo, como si no hubieran pasado cuarenta y un años.


@Rocío Díaz Gómez


 

 


viernes, 24 de enero de 2025

Tus pendientes. 24 de enero.

 


Si supieras la de veces que te he escrito... Pero nunca me gustan mis palabras, se quedan cortas, flacas, escasas, y acabo dejándolas volar, volar solas, ya llegarán donde estés.

Pero otra vez es 24 de enero y te habrías tomado el día libre como siempre hacías y pienso que te habría comprado unos pendientes, de esos que cuelgan, geométricos, de plata, con algo turquesa, unos bien bonitos que pegaran con tus ojos. Con los pendientes siempre podía acertar. O con un pañuelo. Y había que ir a lo seguro o corría el riesgo de naufragar con el regalo de cumple. Ya lo sabes, te tocó una cuñada muy pesada con que existieran regalos. Todo lo contrario que tú. 

Sería muy infantil volver a si la vida es justa o injusta. Quizá tomemos cada vez menos azúcar con el café para ir acostumbrándonos a su amargor. Bah. Esta vida es como es. Una pastilla bien gorda que uno aprende a tragar.

Otro 24, pero déjame volver a pensar que te fuiste muy, muy, a destiempo. No te tocaba. No. Me quedaban muchos regalos por comprarte. Muchos. 

Si supieras la de cosas que te contaría... Que aun te cuento. Sintiendo que me contestas con ese sentido del humor socarrón tan tuyo. Tan de todos nosotros. 

El mundo es más feo sin ti, Rosa. 

Pero ahí vamos. 

Queriéndote igual. 





viernes, 10 de enero de 2025

"Pescado" de Aureliano Cañadas

 


Hoy me acordé de aquel poema de Aure (Aureliano Cañadas 1936-2024), aquel que siempre le dije que me conmovía, que me calaba muy dentro por su sencillez, por su profundidad, por su ese diminutivo "despacito" que se te va clavando como un eco que no deja de martillearte el corazón mientras se alejan los poquísimos versos.

Se titula "Pescado" y en está su poemario "Doble vida".

Y después de rememorar el poema ya no logré detener ese tropel de recuerdos, envueltos en su voz suave, que llevo semanas evitando: 

Cuando me dijo "Niña hoy te voy a laurear como te mereces" y me trajo aquella maceta con un laurel pequeñito recién plantado. Cuando al principio solo venía para los recitales de fin de curso para participar casi el último y le temblaban la voz y los papeles. Esa forma suya de entrar cada miércoles a la tertulia despacio, en silencio, abrigadito, con su media sonrisa y su carpeta llena de papeles. Cuando me enviaba sus poemas por guasap, y me decía a continuación las correcciones y por qué era así o asá. El jaleo ese que tenía con su fecha de nacimiento. Cuando tomaba la palabra para liarnos en otra aventura con sus ideas para hacer exposiciones o libros. Cuando nos regalaba sus cuadros de flores secas que iba trayendo a poquitos cada vez a un compañero. Cuando esperaba con José Antonio las magdalenas de las 6 en época de pandemia. Cuando hablaba de asonancias y dragones, de traducciones y gorriones. Cuando siempre me decía a solas: "Niña tú tienes que publicar, pero ya, ya tenías que haberlo hecho hace mucho. Venga . Me voy corriendo."

Y se ha ido. Mi blog tiene varias entradas dedicadas ya a los poemas de Aureliano Cañadas, no necesitaba que me faltara para dedicarle el espacio que merecía. Aure fue mi cómplice muchas veces en las letras, me pedía opinión, valoraba mi juicio, y su poesía la sentí siempre certera, elaborada y de verdad. Pero tras su poema, tras los recuerdos, hoy volví a pensar que tenía que escribir una entrada, otra, aunque en el fondo sabía que por el hueco que nos ha dejado se me iban a caer las palabras, las frases, los poemas y tantas ocasiones compartidas. Y así no, así no debía escribir sobre Aure, con tristeza no, porque él era quién nos empujaba, quién nos animaba tanto a pelear por y con la literatura. 

Por eso nada más quería contaros que hoy me acordé de aquel poema de Aure:


PESCADO

Y me enganchó la boca

con el terrible anzuelo de su boca,

me arrastró hasta la luz del sol, el aire,

y me dejó morir sobre la arena,

                                                  despacito. 


Aureliano Cañadas. Poeta. (Almería 1936 - Madrid 2024)

domingo, 5 de enero de 2025

5 de enero. La noche de los sueños

 

¿Y tú con que sueñas?



No hay noche que sume más sueños. No hay noche en la que todos los soñemos a la vez. 

Ojalá todos pudieran ser cumplidos, ojalá a todos nos hicieran caso y nos volviéramos felices a un mismo tiempo. No habría diferencias entre nosotros. El mundo sería otro, uno a estrenar.


Ya los hemos visto llegar, ya hemos celebrado con villancicos, risas y caramelos que entraron en el barrio. Les espera una larga noche yendo casa por casa, ojalá que la lluvia otra vez les preste unas horas de bonanza, como hizo con nosotros mientras les recibíamos. Aunque, pensándolo bien, no tenemos que preocuparnos, si son mágicos seguro que la lluvia no les moja. 

Eso conté a la niña de las fotos en cuánto volví a casa. Juntas hemos acercado lo más posible a los Reyes al niño y juntas nos hemos puesto el pijama, mientras no dejábamos de conversar de lo larga y chula que ha sido la cabalgata. He visto otra vez sus ojos brillantes, su sonrisa tímida y le he ofrecido un vaso de leche caliente con un pedazo enorme de roscón. Su sonrisa se ha estirado desde las comisuras hasta límites insospechados. ¿Hasta la estrella de Belén?

Me he prometido que cuidaré de ella hasta el fin de mis días. Que no la perderé de vista, que viviré a través de sus ojos cada Navidad. Con la misma ilusión y esas ganas de ver solo el lado bueno de la vida.

Mientras mojaba en el vaso de leche no he podido evitar preguntarle:

"No hay noche más bonita que la de hoy. ¿Verdad? La del 5 enero. ¿A que sí?"

Y ella, con la boca llenita de roscón, me ha sonreído, ha asentido varias veces, y cuando por fin ha podido tragar todo cuánto tenía en la boca, me ha contestado: "¡Pues claro!" 

Y ha seguido zampando roscón tan tranquila. Aunque, seguramente, también pensando: "¿Por qué me preguntas lo que ya sabes?"















jueves, 26 de diciembre de 2024

Los días llenos

 


Los días de Navidad son días llenos. 

Llenos de presencias, reencuentros, risas y regalos. 

Pero en los días llenos se advierten más los huecos, las ausencias, el eco de aquella voz y su olor.


Los días de navidad son días de fabricar recuerdos, de hacer biografía, de brindar y abrazar.

Días tramposos. Días de brillos y adornos de quita y pon. 

Días que permites, con alegría, que te pongan la zancadilla el tiempo y la nostalgia. 


Los días que más nos arropamos, por fuera y dentro, son días de intemperie. 

Días al sereno que cuánto destemplan. 


Qué cuento tan bien escrito el de la Navidad. 






jueves, 19 de diciembre de 2024

"Darse la mano. Escultura y color en el Siglo de Oro" Exposición temporal en el Museo del Prado

 



Nos volvimos a ver, qué bueno, y aprovechamos para ir a ver una de las exposiciones temporales del Museo del Prado. Nos lo habíais dicho: "Cuando quedemos, nos vemos una de las expos del Prado, que para eso somos Amigos del Museo" ¿Y quién dice que "no" a volver a ver "El Jardín de las Delicias" o "Las Meninas" o "La familia de Carlos IV"? Sería un pecado. 

Tal y como esperábamos, el sábado por la mañana el Prado estaba bien concurrido. Pero no importaba. Total no éramos más que cuatro cuerpos más, y si nos quedábamos con ganas ya volveríamos, que hasta marzo continuaba la expo. 

"Darse la mano. Escultura y color en el Siglo de Oro", una exposición para poner de relieve lo bien que empastaban ambas artes, lo que mejoraba el resultado con la escultura policromada. La creación artística del Siglo de Oro. 

Siete secciones dispuestas en forma de cuadrado que fuimos recorriendo una a una: 1. Dioses y hombres y bulto y de colores, 2. Escultura para la persuasión, 3. Artífices y mediadores divinos y humanos, 4. Volumen y policromía, 5. negro de luto en un juego de espejos, 6. Escultura, teatro y procesión y 7. El círculo cerrado: de la traza al trampantojo a lo divino. 

Nos lo tomamos con tranquilidad, paseábamos la exposición con calma, mientras conversábamos. "Igualito, que el Arqueológico de Corfú ¿verdad? Si estábamos casi solos...", "¡Y cómo llovía aquella tarde...!", "Además que sí, y luego viendo el cementerio británico todo embarrado...". Qué tarde más provechosa e inolvidable en Corfú. Y qué mañana de reencuentro tan agradable en el Prado. 

El Cristo de las Penas me impactó. Esa espalda cuajada de heridas de pronto ahí. Qué importante el color en la escultura. Después, los Cristos de Gregorio Fernández, el yacente, con esos dientes... Y Berruguete. Y Luisa Roldán o La Roldana, la primera escultora española, que también estaba allí. Me acordé de cuando leí la primera vez sobre ella: ¿Fue en el libro de Carlos del Amor? Ahora dudo... Pero la habíamos visto no hace tanto en la Galería de las Colecciones Reales con el Arcángel San Miguel venciendo al demonio. Dicen que al Arcángel le creó con su cara y al demonio con la de su marido. Pero vete tú a saber... También estaba un San Juan Bautista de Juan de Mesa, maestro de la escultura barroca. Vimos tantas esculturas barrocas bien chulas... ¡Y acuérdate de que estaba el cuadro de la Virgen de la Soledad! ¿Y quién dijo que ¡Mira está mi cuadro!? Las esculturas que solo tenían parte de delante porque iban colgadas en los retablos, los pasos procesionales, las esculturas de madera, el Museo de Corfú y el de Valladolid. 

Después hicimos el recorrido acostumbrado por lo que más nos gusta del Prado: El Jardín de las Delicias, etc, etc. Y por supuesto, había que detenerse en el cuadro Juana la Loca, de Francisco Pradilla, menuda historia, ahora rodeado de un grupo a quién se lo estaba explicando una guía de forma más que pormenorizada.

No nos faltó detalle para que la mañana fuera completa. 

Después, como siempre fuimos a comer. Qué casualidad que yo hubiera comido ahí tantas veces durante la pandemia. Otra vida, parecía. Madrid, a veces, es tan pequeño que asusta. Y luego nuestro café, por supuesto, donde mojamos otra de nuestras largas e interesantes conversaciones. 

Qué gusto volver a veros, de verdad, que agradable estar turisteando de lujo por Madrid, poniéndonos al día. En cuánto pase la Navidad, repetimos, y esta vez que no pasen tantos meses ¿vale? ¿Prometido? Prometido. 








domingo, 8 de diciembre de 2024

Mis piratas

 


Ya de muy niños, mis piratas comenzaban a surcar sus vidas encarándolas con un ánimo muy distinto.

El mayor, el moreno, nació el más atrevido, el más intrépido de los tres. De pequeño nadaba el más rápido y no ha parado de moverse, atesorando méritos y experiencias, para trazarse recto su camino, el que va desde aquella espada hasta pilotar su propio navío. Mi valiente y autónomo niño mayor. 

El del medio, el rubio, nació como su padre y, plácido, hace malabares con los silencios hasta que le da por contar y contar. Sigue siendo el más callado, el que mastica y se traga los sinsabores con aparente, solo aparente, estoicismo. Nos lo secuestraron las pantallas y siguen pidiéndonos un rescate por soltarlo. 

Y al pequeño todavía puedo verlo llegando a casa siempre con muñequitos en las manos y una sonrisa  pegada en su carita. El más sociable de los tres, echaba a caminar por la arena de la playa y tan campante se iba y se iba y se iba, y como no estuvieras atento le veías ya como un punto en el infinito. Un punto ufano y feliz.

Solo se llevan un año y siguen siendo tan diferentes como eran. Treinta años después me conmueve ver como han crecido, las compinches que buscaron, el destino al que, seguros, van encaminándose buscando su sitio. Mis piratas siempre me hacen sonreír.

A media tarde me llegó un guasap: "Tía estoy jugando a las categorías y me acuerdo mucho de ti". Me ha regalado una carcajada. No es fácil tener una tía tan pesada como yo con las palabras. Si yo lo comprendo. "Estas navidades jugamos" decía el siguiente. Porque ¿A qué quiero yo jugar siempre en las reuniones familiares? Y al leer sus guasap, he engordado tanto, tanto, tanto que he tenido que sacar un brazo por la ventana, otro por la puerta de la cocina y la cabeza por la chimenea de mi edificio. 




jueves, 5 de diciembre de 2024

Madrid comenzando diciembre

 



Los adornos de Navidad hipnotizan como hacía Kaa, la serpiente del Libro de la Selva, con Mowgly. Siempre recuerdo aquella viñeta en la que se veía como la serpiente iba enrollándose cada vez más y más y más en torno al niño, al que se veía ya con los ojos redondos y una sonrisa tonta, mirando embelesado al animal cada vez más apretado. 

Me temo que así, así mismo, con esos ojos y esa sonrisa pero cada vez más estrujados, van a estar los que caminen por el centro de Madrid este fin de semana. 

A simple vista quizá parezca más vistosa la ciudad con sus luces de colores y su bullicio. Y no voy a negar yo que están bonitas las calles vestidas de Navidad, algunas incluso diría que preciosas, soy la primera a la que encantan los adornos navideños salpicando Madrid. 

Y cierto es también que esos mismos adornos apagados no te hipnotizan ni tan siquiera la mitad que encendidos. Sin embargo transmiten esa suerte de ternura que te contagia lo frágil y efímero. 

Me gusta mucho Madrid iluminado, muchísimo. 

Pero siento debilidad por esa ciudad recién decorada que lucirá brillante por la noche, esa misma que recién levantada y legañosa, desenrolla a mis pies calles transitables, luces amables y rincones apacibles. 

Me gusta su aire cada vez más fresco, su cielo anaranjado, esa gente que me cruzo, que va deprisa como yo, cargada con la tartera, la mochila, y cada vez más prendas de abrigo, pero no pierde el paso.

Me gusta esta ciudad que no solo va preparándose para la Navidad sino para una nueva jornada, esa que me da los buenos días, mucho más solitaria y nuestra, esa tan, tan viva. 


 








jueves, 28 de noviembre de 2024

Hoy es el cumple de mi hermano pequeño

 



Cuando consideraron que yo ya era mayor para llevar chupete, en cuánto mi madre se descuidaba, salía disparada a donde estaba el hermano que venía detrás de mí, ese suertudo que aún tenía derecho a tan preciado bien y, con artes intimidatorias de hermana mayor, se lo quitaba día sí, día también, para metérmelo en mi boca. 

Con el tiempo se aseguraría la revancha.

Éramos entonces cuatro hermanos y dormíamos de dos en dos. Con mi hermano pequeño (que no el más pequeño que llegaría muchos años después)  no solo compartí habitación sino también una cama de aquellas que llamaban "nido", hasta que tuve diez años y la vida nos dejó a la intemperie. Pero esa es otra historia. 

Hasta mis diez, teníamos una buena vida y yo me iba siempre antes a nuestra cama a leer, un placer entonces recién descubierto, hasta que él me interrumpía todas las noches cuando mi madre le traía dormido y le acostaba a mi lado. "¡Eh, sin salirte de tu mitad!" me veo diciéndole en susurros. Al principio llegaba en brazos, luego venía caminando, pasillo adelante, con los ojos igual de cerrados mientras mi madre le iba empujando suavemente por los hombros. Siempre se dormía viendo la tele en el sofá. Siempre el tostón de acostarle cuando yo estaba ya concentrada en mi novela. Quizá ¿Se estaba vengando por lo del chupete?

Hoy es el cumple de mi hermano pequeño. 

El que salió más parecido a mi madre, el que era rubio y vivió más tiempo conmigo en casa, el que me lleva con sus amigos y de concierto. El que comenzó cuidando a los abuelitos del barrio en la prestación social y no ha dejado de cuidar a los que le rodean ya toda su vida. Con el que comparto más intereses culturales pero al que últimamente la ingrata vida le ha quitado mucho más que el chupete. 

Feliz cumple hermano, muuuuchas felicidades, que todos los dioses te compensen con ración doble, triple o hasta el infinito de días felices. 

Te los mereces todos.

28 de noviembre.

sábado, 9 de noviembre de 2024

Noviembre, las hojas y los adornos de navidad

 


Andan inquietas las hojas a punto de desprenderse de su árbol. Andan quisquillosas las que cayeron ya. "Alguien tendría que poner orden" protestan. "No hay derecho" se quejan. Pero lo hacen con un lenguaje crujiente que no entendemos. No es para menos. Es su momento de gloria y han venido a usurpárselo. 

Noviembre nos las regalaba vestidas de mil verdes hasta alcanzar ese tono ocre que las empujaba a buscar el suelo. Vistosas y presumidas, sabedoras de la atención que encontraban en nosotros procuraban deslizarse con elegancia, contoneándose a la primera ráfaga de viento, dejándose llevar... Bailando, abrazadas al aire, su milenaria danza de otoño justo antes de posarse sobre las aceras. 

 En ningún otro tiempo nos tenían tan cautivos de su belleza. Noviembre era suyo y lo sabían.

Pero de la noche a la mañana se llenó Madrid de adornos de navidad. Nos despertábamos y cada día nos tropezábamos con alguno más. Una enorme bola, unos árboles distintos, miles de adornos raros colgando sobre los semáforos y el pavimento. Sin pretenderlo, se nos iban los ojos tras ellos, sin querer los mirábamos con atención. Unos camellos, una estrella, más árboles de colores. ¿Y mañana que encontraremos? Decíamos pisando las hojas sin apenas mirarlas. 

Tristes e ignoradas, las hojas se encogían viendo cómo nos alejábamos sin reparar en su belleza. "¡Ellos son de diciembre! ¿No os dais cuenta? Ahora es nuestro tiempo, aquí, ahora, noviembre somos nosotras. Luego no estaremos. ¡Volved! Todavía no habéis entendido que ¡No hay cielo ni suelo como el de Noviembre en Madrid! Esas luces son de mentira pero nosotras somos verdad..." y suspiraban. Impotentes, tristes, resignadas, suspiraban.

Pobres hojas. ¿Quién les quitó su mes de gloria?





sábado, 2 de noviembre de 2024

Vivir. 2 de noviembre




Quizá debería escribir de cementerios, el 2 de noviembre invita a epitafios. Escribir sobre lugares empapados de calma y silencio que visité demasiado siendo niña pero que, contra todo pronóstico, aprendí a admirar según crecía y no pierdo oportunidad de conocer si tropiezo con ellos.

Quizá debería escribir de epitafios, no te digo yo que no, pero sin embargo, este 2 de noviembre se me antoja de bienvenidas.
Bienvenidas a la vida.

Vivir para sobrevivir a las desgracias que no podemos evitar pero que debemos pelear. 
Vivir para compartir con la familia y los amigos. 
Vivir para sentarnos juntos, probar de todos los platos, reírnos de nosotros y de este mundo que nos une y desune a su capricho. 
Convivir. Vivir. 
Vivir para decir GRACIAS a quienes nos piensan y abrazan.

Vivir para gastar la vida antes de que ella nos gaste a nosotros.
No hay vida más valiosa que la vida celebrada. 





jueves, 31 de octubre de 2024

Jaloguin

 


Dejadme que me recree en las fotos malas, borrosas, las que debería suprimir. Dejadme que piense ¡qué desastre! si casi me sale el dedo, y en cambio tú, por favor, si casi ni sales. Dejadme que de tan cerca me vea más gorda, con papada y los ojos medio cerrados. Mientras vosotras movidas, alocadas, no sabéis si salir en la foto o huyendo. Dejadme que, una vez más, mire al cielo diciéndome con hastío: ¡Rocío, tía, pero qué mal te salen los selfies!

Pero dejadme también que esta noche celebre que, con las velas, se volvieron bruma amarilla las arrugas y los granos. Dejadme que me ría de las ganas de que saliéramos bien a pesar de la poca luz y las inconveniencias varias. Dejadme que abra nuestras puertas de par en par para que huyan el cansancio y los agobios, las malas noches y groseras contestaciones. Permitidme que rebusque en nuestro interior a esos espíritus nuestros, juguetones, ruidosos y risueños, que a buen seguro aún nos habitan. Que les anime a abandonar nuestra cáscara formal de diario y les empuje a divertirse tanto que nos vuelvan aún más borrosas, mucho más, gracias a tal ataque de carcajadas que nos duela la tripa y la cara de ser unas feas tan felices.

Dejadme, venga, que dicen que es jalogüin.





martes, 8 de octubre de 2024

8 de octubre, otra vez.

 



Todavía no soy capaz de leer todas las cuartillas que escribió mi madre cuando aprendió de nuevo a hacerlo. El ictus no sabía con quién estaba tratando y aunque le obligó a aprender a hacer de nuevo todas las tareas, le obligó a reescribir su vida entera con la mano izquierda, no pudo con ella. Tenía entonces mi madre justo la edad que tengo yo ahora. 

Hay días que uno va esquivando los recuerdos para no caer de bruces en ellos. 

Me conmueven esos renglones que no consiguen parecerse ni de lejos a la letra que tenía mi madre, aquella caligrafía tan igualita que le enseñaron sus monjas. Me conmueven las faltas de ortografía que me pidió que le corrigiera y ahí quedaron porque seguramente, tonta de mí, me distraje con otra cosa infinitamente menos importante. Me conmueve la fuerza de voluntad que se escapa por esos trazos que ella intenta ajustar a las líneas del papel contando cómo conoció a mi padre y cómo se portó con ella en aquel primer cumpleaños que vivieron juntos, otro ocho de octubre como hoy de hace ya unos cuántos años. 

Hay días en los que no caben más palabras que éstas. Días que se debe escribir lo que no se dice. Días de dar gracias. Gracias porque nos tocó a nosotros cinco ser sus hijos. Qué orgullo.

Feliz no cumpleaños mama.