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jueves, 20 de marzo de 2025

"Gregorio y yo. Medio siglo de colaboración" de María de la O Lejárraga (María Martinez Sierra). Reseña literaria

 


“En este libro, sin continuidad rigurosa ni pretensión autobiográfica, quiero consignar el recuerdo de unas cuantas horas, que acaso alguien pueda leer con interés, no por ser parte de mi vida…sino porque esta vida mía anda mezclada con otras de los que han hecho más o menos ruido en el mundo de la literatura, de la música, del arte dramático y, hablando en términos más generales, de la inteligencia española desde 1898 a 1947.


Terminé de leer "Gregorio y yo. Medio siglo de colaboración" de María de la O Lejárraga. 

Me arrastran más las novelas, me embaucan, me secuestran, casi. Pero tengo también que hacer huecos para leerme libros de biografías o ensayos sobre algunos temas con los que puedo aprender más. Me entraron ganas de leer este libro, del que ya había oído hablar en alguna que otra ocasión, después de ir a la exposición de esta escritora en la Biblioteca Nacional. 

Reconozco que siempre me había causado curiosidad, bueno no sé si ésta es la mejor palabra, o quizá sea inquietud, lo de que sus libros, los de su marido y ella, se firmaran con el nombre solo de él: Gregorio Martínez Sierra. Cuando todos los rumores dicen que en realidad los escribió ella sola. 

Y, tras leerlo, puedo decir que claramente en este libro de memorias no lo dice pero, vamos, da toda la impresión de que ahí la que escribía las obras de teatro era ella. Él se ocupaba mucho más de esperar a que ella se las enviara terminadas para montarlas, ocuparse de gestionar los teatros donde se iban a representar y demás asuntos de su puesta en escena. Pero lo que se dice escribir, escribir... no parece que él escribiera mucho. Y cuando estrenaban y había éxito, él estaba abajo codeándose con unos y con otros, actores y público, recibiendo honores y ella viéndolo todo desde un palco alejado. Pero también es cierto que, según sus memorias, porque ella lo quería así, porque no era de jolgorios, ni tumultos. 

María Martínez Sierra, o María de la O Lejárraga que era como se llamaba antes de casarse, escribió dos libros de Memorias cuando él murió (años antes él se había ido con una actriz) ya con su propio nombre de María, para ganar algo más de dinero con ellos y poder reclamar sus derechos de autor.   

En éste segundo libro que nos ocupa, que en un principio se iba a titular "Horas serenas", no quería hablar de política ni de religión para no tener problemas con la censura. Solo quería hablar de la vida literaria con su marido, es decir, de sus horas serenas. Pero aún así, tampoco la censura le dejó publicarlo en España, y tuvo que hacerlo finalmente en el 1953 en México. "Horas serenas porque son las únicas que quiero recordar" dice al comenzar el libro que finalmente se tituló "Gregorio y yo. Medio siglo de colaboración".

A mí el prólogo me ha parecido bastante largo, la verdad. Pero cuando ya ha empezado en sí el libro de Memorias, lo cierto es que lo disfrutaba porque era pura literatura, escribía muy bien esta autora. No me extraña que tuviera tantos libros, sobre una centena. Es un lenguaje rico, algunas de sus palabras ni las conocía, con muchas imágenes, muy visual. Da gusto leerlo. 

Por otra parte, te lleva volando hasta la intelectualidad que la rodeaba y con quienes se relacionaban de forma estrecha. Gracias a sus palabras da la impresión de que los conoces mejor. Jacinto Benavente, Juan Ramón Jiménez, Los hermanos Quintero, Santiago Rusiñol, o Galdós de quién os copio un fragmento... 

"Le visitamos varias veces. Decíase que había elegido tal emplazamiento para estar cerca de su gran amigo don José María Pereda, autor de esa joya de la literatura española, Sotileza,  y de tantas otras novelas admirables…De una  de sus visitas a la casa de Santander guardo un suave recuerdo. Ya estaba casi ciego [+ 1920], pero quiso, con graciosa cortesía, salir a despedirnos y, en el jardín, buscando a tientas una mata de hierbaluisa, cortó para mí un inmenso ramo de fragantes hojas. Largos años las he conservado hasta que se convirtieron en polvo”.

También, claro, tuvo muchísima relación con algunos músicos con los que trabajaron: Manuel de Falla, Usandizaga, Turina... Da gusto leer los párrafos en los que habla de todos éstos artistas, cómo los describe, se palpa la cercanía con todos ellos. 

Fue una mujer muy viajera, teniendo en cuenta que estamos a principios del siglo XX, y hay muchos fragmentos que parecen verdaderos cuadernos de viajes. Habla de muchas ciudades, de París, Bélgica, Berlín, de Florencia, de Milán... Era nómada, pero iba escribiendo por todas partes mientras visitaba y vivía los lugares. 

“Siempre me gustó Berlín en verano…Antes de 1914, y a pesar de los gastos de tren, resultaba el veraneo más barato que yendo a El Escorial o Cercedilla…La tierra alemana me es simpatiquísima… En la Selva Negra he pasado semanas de soledad inolvidables…, huella profunda han dejado en mi espíritu mis vagabundeos por Heidelberg, Francfort, Hamburgo; mi estancia en la casa de un guarda forestal en los Vosgos…"


Esta riojana, nacida en el año 1874, se consideraba de la Generación del 98, la generación de los escritores de los últimos años del siglo XIX. 

Maestra de primera enseñanza desde el año 1895, en alguna ocasión dijo que comenzó a escribir con el nombre de su marido para que sobre ella, siendo maestra y desempeñando un cargo público, no cayera la dudosa fama de ser una mujer literata... 

Fue una mujer muy culta, adelantada a su tiempo, con muchos deseos por aprender y escribir. Una mujer que hizo mucho por las letras y el teatro español. 

Sus obras no solo se estrenaron en varios de nuestros más importantes teatros: el Eslava, el Lara de Madrid, el Novedades de Barcelona, sino que saltaron a Londres e incluso Nueva York. 

Es una pena que no se la diera el lugar que merecía y que aún hoy muchos no sepan de su existencia. 







“Gregorio Martínez Sierra jamás escribió nada que circulase con su nombre. Ya fuese novela, ensayo, poesía o teatro. Eso es algo que Juan Ramón Jiménez. Ramón Pérez de Ayala y yo sabemos muy bien. Eso es algo que Usandizaga sabía muy bien; sabía que el libreto de Las golondrinas era de María. Turina sabía que el libreto de Margot era de María. Falla sabía que las directrices para los ballets de El sombrero de tres picos y El amor brujo eran de María. Eso es algo que Marquina sabía muy bien; El pavo real fue escrito por María y puesto en verso por Eduardo. Arniches lo sabía: los dos actos de La chica del gato eran de María, etc. Pero quienes mejor lo sabían eran los actores, que siempre estaban nerviosos cuando salían de Madrid y en especial cuando viajaban por América: “El tercer acto que tiene que enviar doña María no ha llegado todavía y tendremos que suspender los ensayos”.

Pedro González Blanco, crítico y escritor.




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