Un blog de literatura y de Madrid, de exposiciones y lugares especiales, de librerias, libros y let

sábado, 30 de septiembre de 2023

Septiembre. Los Picapiedra y los podcast, los viajes y los cumples.

 


Tal día como hoy, un 30 de septiembre, pero de 1960 se emitió en Estados Unidos el primer capítulo de Los Picapiedra. 

¡La de aventuras en blanco y negro que yo vería de pequeña de Pedro y Vilma, Pablo y Betty, Pebbles y Bang Bang. Viene volando desde lejos la conocida sintonía mientras me aguanto las ganas de chillar como una loca: ¡Vilmaaaaaa! 

El 30 de Septiembre también se celebra el dia del podcast. ¡La de podcast que habré escuchado yo mientras voy caminando por la calle! 

Cuando yo llegué a este mundo Los Picapiedra ya llevaban tiempo en nuestras casas. Empezó a emitirse en España en el año 1964. Cuántos septiembres distan desde aquellos dibujos animados de Los Picapiedra que veía yo sentada, en el suelo y frente a la tele, escoltada por mis hermanos y con mi bocadillo entre las manos, hasta los entretenidos e interesantes podcast que ahora voy escuchando por la calle mientras la pulsera de mi muñeca va registrando fielmente mis pasos.

Mucho, muchísimo, ha cambiado el mundo y mi vida. 

Sin embargo, cada uno de esos septiembres guarda el tesoro de un viaje. Unas veces a un destino más cercano, otras a algunos más exóticos y lejanos, pero siempre, siempre, llegado este mes, desde que empecé a disfrutar viajando, no he dejado de hacerlo. 

Septiembre me tiene reservado siempre un viaje y un cumpleaños. Septiembre me los atesora todos y así he ido viviendo cada septiembre de mi vida, viajando y soplando velas. Y cuando no hay velas se inventan, como en este último, que mientras mis sobrinos me improvisaban con los dedos los números romanos de la cifra que cumplia, yo soplaba la llama de un encendedor.

Aunque al final para que, igual que se me olvidaron las velas, se me olvidara pedir el deseo.

No tengo remedio.

Tampoco es la foto en la que salgo más favorecida, pero ¿importa? Importa el dulce momento, e importan todas las felicitaciones y cariños que recibí a cuenta del cumple. Gracias a todos.

Hasta dentro de un año, querido septiembre, qué bien te has portado siempre.


 


jueves, 28 de septiembre de 2023

De palabras y confesiones: Mesarse, levar, cuidaos y...

 



Confieso Padre que, a veces, me equivoco. 

Me equivoco y pienso que "mesarse" los cabellos es acariciárselos despacio mientras los ojos contemplan distraídamente el horizonte. Confieso que me extraña averiguar que lejos de ese significado, "mesarse" es arrancárselos con las manos, o tirar de ellos. ¿Y de dónde me saqué yo que era acariciarlos? ¿De dónde? Y muy violento ¿no? esto de "mesarse". Yo hacía el significado de "mesarse" como algo más sosegador, más terapéutico incluso. ¡Oh tamaño error!

Confieso Padre que, a veces, me equivoco. 

Y tengo que pensar dos veces que no se trata de "elevar" anclas sino de "levar" anclas. Que esto sí que lo sabía Padre, pero tengo que repensarlo despacio para no errar. 

¡Ay Padre! que me equivoco.

Y confieso que me gustan las "R", ¿por qué será? Y muchas veces cuando me despido se me escapa un "¡Cuidaros!" que rápidamente tengo que corregir quitando esa "r" que se empeña en aparecer y despacio ya escribo "¡Cuidaos!".

Confieso Padre.

Y soy en exceso generosa con las mayúsculas, que reparto con la alegría que algunos echan la sal en los guisos. Tan generosa como, en cambio, soy rácana con los acentos. O quizá incluso debería decir que no soy rácana sino "locacentuada", y los reparto por aquí y por allí según vaya usted a saber, si por la estación del año, la digestión o la conjugación de los planetas. Y de ahí esta manía que me ha entrado de acentuar la palabra "incluido", que parece que esa "i" latina me pide a gritos un acento, fíjese usted, y luego resulta que no, que no lo lleva la fastidiosa palabrita...

¡Ay!...

Confieso Padre que, a veces, me equivoco.

Que me equivoco. Y mucho. 

 


 






martes, 26 de septiembre de 2023

"Máquinas y maquinaciones" de Ana García-Pineda

 


 Revolviendo entre carpetas de fotografías de exposiciones he vuelto a topar con una instalación que me encantó.

La descubrí hace unos años, no tantos, en el 2021 (aunque la instalación era mucho más antigua y había sido premiada). Estaba expuesta en la sala de exposiciones de la Tabacalera, ya sabeis, entre Lavapiés y Embajadores, en Madrid. 

 Era de una artista llamada Ana García-Pineda y se titulaba "Maquinas y maquinaciones". 

Se trataba de un enorme panel tapizado de muchos folios y notas donde la artista había "maquinado" posibles máquinas, valga la redundancia, que se podrían inventar. 

Me resultó muy ingenioso. E hice fotos a muchas de ellas porque las leía y era como si la imaginación despertase de una sacudida y a la vez no podías evitar sonreírte con la ocurrencia.

"Máquina para que tu jersey favorito crezca contigo", "Máquina para que haya más letras después de la zeta". "Máquina para saber que quieres decir con "la cosa", "eso" y "ya me entiendes". "Máquina para que el alzheimer solo afecte a tus recuerdos tristes"... Algunas eran buenísimas.

Ojalá se pudieran inventar muchas de esas máquinas.


#madrid #exposiciones #artistas  









sábado, 23 de septiembre de 2023

Palacio de Adanero de Madrid

 


 Una vez trabajé en un palacio. 

Llevaba el nombre de la Condesa que había comprado un solar a principios del siglo XX en una parte del terreno donde había estado ubicada la Real Fábrica de Tapices. La Condesa era viuda ya para entonces, pues su marido había muerto de una caída de caballo. Para sus hijos y para ella misma, encargó construirse un palacio en esa zona de Madrid conocida como "el ensanche" según el plan Castro. Tras dos años se haría realidad un palacete que hacía esquina en el número 7 de la calle Santa Engracia. 

El palacio solo había resisitido como vivienda familiar de la nobleza madrileña unas décadas, desde el año 1913 hasta los años cuarenta del siglo XX, cuando tras las vicisitudes de la guerra civil, se lo vendió al Estado.  

Sin embargo, más de ciento diez años después, cuando yo lo conocí, conservaba el aire palaciego en la enorme entrada para carruajes y en los suelos de madera pulidos y abrillantados que se quejaban bajo nuestras pisadas, en los motivos ornamentales de los techos y en la preciosa escalera que subía a la planta noble con una barandilla decorada con motivos modernistas. Conservaba el aire palaciego en las chimeneas de las habitaciones y en una vistosa y gran cristalera, en los pesados radiadores labrados y en la sala larga de reuniones que un día había sido el salón de baile de la planta baja donde los ventanales eran enormes para poder lucirse de cara a la calle. 

Era un edificio señorial y estaba muy bien cuidado. Todavía seguía siendo un palacio de la nobleza de principios del siglo XX en múltiples detalles que Patrimonio no dejaba que se perdieran y con los que convivíamos los que trabajábamos o habíamos trabajado en él. 

De todo él yo me quedaba con el tesoro de una biblioteca de madera oscura en la planta baja que me encantaba y cuyo silencio yo respiraba siempre que podía asomarme entre los grandes cortinajes que la protegía de la luz y las miradas. Me quedaba también con su historia, esa que arrastraba una noticia antigua del año 1927, de la fatídica tarde que al yerno de la Condesa lo mató de un golpe en la cabeza el ascensor que aún conservaba el edificio. 

Para mí ese lugar siempre será muy especial, el tiempo que estuve allí trabajando lo viví con intensidad y de él guardo preciosos momentos y afectos. Con ese poso escribí un relato, mitad realidad mitad ficción, que de vez en cuando reescribo. Un relato que irá creciendo conmigo poco a poco, porque mucho de él, para mí, también ocurrió. 

Aquella vez trabajé en un palacio. 

El palacio de la Condesa de Adanero de Madrid. 






domingo, 17 de septiembre de 2023

Peristeres, otro faro griego

 

A esa distancia en la que ya no se distinguía lo que era cielo o mar te percibí a lo lejos. Quizá fueras una gaviota, o un barco. A lo peor no serías nada, a lo mejor un faro que salía a nuestro encuentro.

Saqué mi cámara e intentando mantener el equilibrio mientras nuestro barco no dejaba de avanzar, me encomendé a su zoom. Y de pronto, enfocando con mucho cuidado: ahí estabas. Coronando un pelado islote. También de roca y aún en pie, ahí apareciste: solitario, único.

Aunque desmoronándote.

Daba un poco de pena verte. No te voy a engañar. No eras más que las ruinas del que debiste ser un día. 

¿Cuál era tu historia? me pregunté. Pero tuve que seguir mi camino, no era más importante, pero sí lo suficientemente urgente como para dejarte para más adelante.

Ya en casa, pasados los días, me acordé de ti. Me descargué las fotos y ahí estabas, aguantando el tipo, e incluso hubiera dicho que posando lo más marcial que podías. En el porte se te notaba que habías sido un faro atractivo, aunque ya era evidente que no estabas en uno de tus mejores días. Se te está comiendo la maleza, qué lástima.

Mientras te contemplaba de cerca, te presentaste al fin: Peristeres, señora, para servirle.

Con lo poco que me gusta que me llamen "señora". Empezamos bien, me dije. Pero no quise descortés, tampoco te pedí permiso para fotografiarte de frente y perfil, así que yo también me presenté. Y entonces, a pesar de las evidentes dificultades entendiendo tu griego, pude enterarme de que te habían construido los británicos en 1828, cuando dominaron las islas Jónicas. Eras de los más antiguos. Marcabas el comienzo de la parte más estrecha del canal que separa Corfú de Albania. 

O al menos eso me pareció entender de la parrafada que me dijiste. Ya te digo que mí el griego se me hace un pelín árido... Su caligrafía me parece una preciosidad pero al oído... en fin.

Parece ser que tu declive llegó por terremotos y bombardeos alemanes en la segunda guerra mundial. Y así quedaste.

¡Ay Peristeres! qué mal aspecto te ha dejado el paso del tiempo. Pensé. Aunque tienes un nombre muy bonito "Peristeres", y te lo dije, nunca sobra un comentario agradable. 

Muchas gracias. Significa "Las Palomas", contestaste.

Sí, definitivamente, me gusta tu nombre. Me confirmé. Aunque fíjate que casi más en dicho en griego.

Encantada Peristeres, te dije, un placer haberte conocido. Ojalá vuelva por aquí algún día y de nuevo coincidamos. 

Aquí la espero señora, contestaste ceremonioso. Este Peristeres... y dale con llamarme "señora"... Pero solo te contesté:

"Ojalá, Peristeres, ojalá."








viernes, 15 de septiembre de 2023

Corfú

 


 "En algún lugar entre Calabria y Corfú es donde el azul empieza de verdad" Lawrence Durrell.


Y mientras el avión iba ascendiendo nos alejábamos, con un pellizco de nostalgia, de un Corfú que se había vestido de gala para despedirnos. Un bello Corfú que se estiraba perezoso bajo un luminoso sol mientras sus orillas las bañaba el mar más azul que habíamos visto.

No pude evitar pensar que lo hacía adrede. Quería estar deslumbrante para que la echáramos de menos. Eso, y lo de haberse mostrado lloviendo durante tres días seguidos, para no permitirnos ir a Paxos y Antipaxos. Lástima. Dicen que siempre hay que dejarse algo para volver. Corfú se había asegurado de que nos lo dejábamos. Se había asegurado nuestra vuelta.

No es ya el Corfú de los Durrell, no en vano hacía unos noventa años que estuvieron, aunque buscamos su rastro afanosamente por la isla. Tampoco es ya la isla de la que se enamoró Sissí antes de construirse su palacio. Más pude entender perfectamente que Poseidón se enamorara de la ninfa Korkyra, la secuestrara, y la trajera a esta isla otorgándole su nombre.

Kerkyra en griego. 

La isla de los feacios. 

Corfú.

Esa mancha verde sobre el azul precioso del Jónico. Esa isla alfombrada de miles de olivos y cipreses, que guarda la huella de los venecianos que la poblaron. Terrible y bellamente decadente en sus casas, con su precioso casco viejo y su faro, también tiene a Kanoni, esa península coronada por un blanco monasterio rodeado de agua, que no puedes evitar fotografiar una y otra vez.

Corfú hoy suena a todos los aviones que no dejan de entrar y salir. Aunque entre ellos no deja de escucharse el eco de Ulises arribando a ella tras su larga Odisea.

Corfú palpita sin estridencias, llena de contrastes, y se muestra como la isla tranquila y discreta que, sin embargo, tal y como me temía te seduce. 

 



 




jueves, 14 de septiembre de 2023

"Otra vida por vivir" de Theodor Kallifatides

 



“Las palabras no tienen huesos, pero los rompe” decía el abuelo de Theodor Kallifatides, el autor griego que ha vuelvo a su lengua materna para escribir el último libro que he saboreado despacio mientras andaba yo también por tierras griegas. 

Como mi propósito era viajar a ese país quería leer algo de algún autor de allí. Y dado que el tiempo es escaso, quise matar dos pájaros de un tiro viendo por un lado la serie de Los Durrell, y por otro leyendo a Kallifátides de quién había escuchado hablar muy bien. 

"Esa era la hora de la poesía. El alba. El amanecer. El resto del día era para los prosistas. No me lo dijo él, fui yo quién lo pensó en el balcón de mamá."

Theodor Kallifatides es un autor griego afincado en Estocolmo a quién nunca había leído, y escogí un libro: "Otra vida por vivir" que es una especie de ensayo que no llega a las 200 páginas, y está estructurado en tres capítulos. 

En este librito, y solo utilizo el diminutivo por su extensión, el autor nos cuenta cómo llegados los 77 años siente que está bloqueado para la escritura y se replantea su vida. Theodor Kallifatides nació en Grecia pero con 26 años, en el año 64, emigra a Suecia por motivos políticos. Una vez allí, no solo aprenderá ese idioma, sino que siempre va a escribir en él y se convertirá en un reputado escritor que escribe en sueco. 

 "Los griegos cantan cuando beben, los suecos cantan para beber."

Sin embargo en esta ocasión y después de 50 años lo va a hacer en su lengua materna, en griego, una lengua que ni tan siquiera enseñó a sus propios hijos. 

"Pero cuando no tienes nada que decir, lo dices mejor en tu lengua materna".

La emigración no me había hecho escritor; estaba convencido de que también en Grecia habría escrito, por la sencilla razón de que no tenía otra forma de existir a los ojos de los demás, ni a los míos”.

No quiero contaros mucho porque, si además de que es corto, os destripo lo que va ocurriendo... Pero solo deciros que, además del tema de la creación literaria, se aborda la emigración, la memoria, la vida, el envejecimiento, la pérdida de los seres queridos, el desasosiego... 

“Yo quería que todo siguiera siendo como antes. Ése es uno de los dramas del expatriado. Sueña con volver a lo que dejó. Pero eso ya no existe más que en su empañada memoria”

Su escritura te va involucrando en el curso de sus pensamientos, es una escritura íntima, envolvente, suave, sencilla y directa, llena de frases que irías apuntando, una escritura bella y sugerente. No es una novela, ya os he dicho que es un ensayo escrito en primera persona, o un diario o no sé muy bien cómo etiquetarlo, el caso es que no hay más conflicto que el conllevan las reflexiones que va desgranando el autor que va trenzando con hechos de su propia vida y que conforman una lectura delicada que te va llevando. 

"Fue una verdad simple la que se me reveló de aquella manera. Cuando alguien comienza a salvaguardar la escritura, cuando se siente escritor, cuando cuelga letreros con su nombre en las puertas, es que está acabado. La escritura es como un manantial. Puedes ornamentarlos con estatutas, adornarlo con una preciosa fuente, construir alredecdor del borbotón una placita y sembrarla de sicomoros. Pero nada de eso es lo que hace que el agua fluya."




miércoles, 13 de septiembre de 2023

Toulouse-Lautrec en Albi


 


Toulouse-Lautrec murió en septiembre, exactamente un 9 de septiembre, pero de 1901. 

Había nacido en Albi (Francia) y allí está su Museo, que visité este verano y creo que es una de las mejores visitas a Museos que he hecho y haré.  

Buena parte de esta impresión me la llevé gracias a David, el guía que nos lo fue contando y que ya me gustaría a mí que me esperara siempre a la puerta de donde fuera, para enseñarme esta o aquella exposición. Veníamos de que nos enseñara la catedral de Albi y ya tenía nuestra admiración total. No solo era ameno y agradable sino que te daba un montón de información de forma muy didáctica, salpicando su disertación de anécdotas y curiosidades. Lo mismo que uno no olvida a los buenos profesores, tampoco se olvida de los buenos guías. 

"Toulouse-Lautrec tenía cuatro enfermedades, nos dijo en la puerta del Museo. A saber: Huesos de cristal, alcoholismo, sífilis y priapismo". Así comenzó su explicación. Y a partir de ahí nos fue desgranando la vida de este pintor y cartelista francés, con ese físico tan peculiar y esa vida tan maltratada. El popular cartelista. El pintor de la Belle Époque. El pintor de la vida bohemia de París, el de la vida nocturna, el de la vida doméstica de las prostitutas. 

Henri Marie Raymond de Toulouse-Lautrec-Montfa, conocido mundialmente como Toulouse-Lautrec.

Qué de cosas nos contó, mientras nos iba dirigiendo a través de las salas, deteniéndonos ante los cuadros y los carteles. 

Muy interesante. Mucho. Que pena que luego la memoria vaya dejándose caer los detalles al ir pasando los días. Bueno, siempre nos quedará dónde consultarlos.

Y una cosa te voy a decir, hazte un favor y si pasas por Albi, no dejes de visitar este Museo. 













lunes, 11 de septiembre de 2023

Volver a Madrid

 


Volver a Madrid.

Dejar que las nubes nos hagan sitio en el cielo de esta ciudad nuestra

donde cabemos tantos. 

 

Traer la maleta llena de paisajes y faros, de caras nuevas y risas, de mar y viento.

Bien llena.


Volver a Madrid.

Volver.

Y dejar que septiembre nos permita terminar otra vuelta al sol, 

ya en casa.