Un blog de literatura y de Madrid, de exposiciones y lugares especiales, de librerias, libros y let

Mostrando entradas con la etiqueta Los faros. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Los faros. Mostrar todas las entradas

viernes, 26 de septiembre de 2025

Los faros del verano 25

 


Ojalá cada mes tropezara con un faro. 

Uno que aportara luz entre las sombras y las dudas. Uno que, además de ser guía, fuera refugio. 

Ojalá que mi faro y el tuyo tontearan con sus luces. Que se reconocieran en la misma orilla y acompasaran la secuencia regular de sus destellos hasta hacerlas mellizas y extraordinarias. 

¿Te acuerdas de aquel tiempo y sus luces?

Del verano del 25 traje un montoncito de faros para esos meses en los que no tropezaré con ninguno. Meses de tardes cortas y ausencias largas. Horas que pierdo y me pierdo. 

Juego a colocar mis faros de dos en dos por casa, para que intimen y se iluminen de historias de algas y naufragios. 

Del verano del 25 traje un tesoro de faros, un haz de luces para mi envés. 

Una ofrenda a la nostalgia.











domingo, 13 de julio de 2025

El anticiclón de las Azores

 



Yo soy de los que crecieron escuchando como se acercaba el anticiclón de las Azores. No había demasiadas opciones en la televisión y, aunque tú no prestaras atención, de fondo sonaba una voz contando el tiempo que se te colaba dentro. 

Vete tú a saber dónde estarían Las Azores. Un lugar muy lejano en medio de un océano. Un destino casi tan mítico con la muralla China o las pirámides de Egipto. 

Qué mal se me dio siempre la asignatura de geografía. Pero de algo sí estabas segura: de allí siempre llegaba el anticiclón. 

Lo bueno de crecer, algo bueno tenía que tener, es que vas colocando chinchetas en el mapa mundi de tu interior. Querrías llegar hasta todos aquellos lugares que tu mente infantil sintió tan remotos como mágicos. 

Lo bueno de crecer es darte cuenta de que la geografía no es tan difícil si posas los pies en el mapa. Si lo caminas hasta arrugarlo. Hasta que, como decía aquella preciosa canción, "ya no queden islas para naufragar".

Ah y no siempre hace un tiempo seco y soleado en Las Azores. 

Quizá lo del mítico anticiclón también era un poco mentira. 











lunes, 9 de junio de 2025

El Faro de Orchilla en El Hierro

 




Todos somos islas. 

Y faros.

Y luz. 


No descansaré hasta encontrar aquella,

cuyos golfos y cabos, encajen perfectamente en 

mis aristas y paisajes. 

Solo habré de seguir la luz del faro

de cualquier isla.


Y seguir intentándolo. 


Faro de Orchilla. Detrás de los volcanes. Donde una vez estuvo el Meridiano.

El Hierro. Junio 2025.

Donde una vez estuve yo.














sábado, 1 de febrero de 2025

"F" de febrero, de Festejar la derrota de los días

 



Comienza febrero y quizá sea por su "f" inicial, por su horizonte sin una sola fiesta, con otra "f", o por esta necesidad que tengo de festejar, también por "f", la simple y necesaria rutina. 

Comienza febrero y necesito un Faro, con esa "f" mayúscula, para que me ilumine, me ayude a disfrutar, indispensable "f" la del gozoso vocablo,  disfrutar, decía, la derrota de los días.

"Derrota", qué palabra tan bella cuando nos detenemos en el significado que la Real Academia nos muestra:

Camino, vereda o senda de tierra. 

O mucho más bello aún: Rumbo o dirección que llevan en su navegación las embarcaciones o aeronaves.

Por eso acudo al último faro que descubrí, que atrapé para mi colección, que me traje a Madrid: El faro de La Gomera. El hijo único de la Isla de las mil curvas. 

Sé que los faros de las islas vecinas le habían ido con el cuento de que iría en su busca una loca de los faros que, de vez en cuando, se escapa de Madrid para atraparlos. Y lo sé porque sentí que me esperaba. Solitario, silencioso, posando en su lugar privilegiado. 

Necesito que mi último faro alumbre la derrota de los días de este febrero que comienza.

Que no me deje perder el rumbo, que me indique la dirección y me devuelva el corto febrero lleno de palabras, de cariño, de vida. 










viernes, 11 de octubre de 2024

Hay un faro esperándome en algún lugar. Cabo Caccia, Gruta de Neptuno, Faro (Cerdeña)

 



Hay un faro esperándome en algún lugar. 

Me guarda un pedazo inmenso de mar 

y un sol a la medida del hueco de mis manos. 

¿Cómo sabré que eres tú? 

La pregunta viva, traviesa, terca,

salió de mis labios sin permiso.


Hay un faro en algún lugar

que me prometió tiempo y serenidad. 

Yo le creí, juro que lo hice, pero quizá solo fuera 

terca necesidad.

Quiero mi mar y mi sol. 

¿Cómo sabré...?

Mis labios nunca recibieron contestación 

y yo tampoco. 














Alghero (Cerdeña)

Faro del Cabo Caccia (Cerdeña)

Cuevas de Neptuno/Grotta di Neptuno



viernes, 14 de junio de 2024

En otra de mis vidas, viví en una isla - Gran Canaria y sus faros

 


En otra de mis vidas viví en una isla. 

Era una isla a mi medida, con un sol amarillo y enorme que no quemaba, una playa de arena blanca donde daba largas caminatas porque ni se me hundían los pies ni los granos se me escondían zalameros entre los dedos. Una playa doméstica, con un ligero viento que bailaba sobre la piel del agua y una silla siempre abierta que esperaba paciente en la orilla  que yo me sentara en ella a leer. 

Y a la vuelta de la esquina de ese viento y esa playa, mi isla tenía el faro, ese mismo faro que busco incansable de isla en isla. 

No me acuerdo cómo es, ni en qué vida lo habité. 

Pero no paséis cuidado, que cuando esté ante él, algo dentro de mí me detendrá. 

Ese día el mundo amanecerá ordenado, oliendo bien. 

Y, al fin, podré sentarme para siempre a hojear todos los álbumes de todos los viajes que inventé buscándolo. 

Pues, sin duda alguna, sabré que he llegado.


#Faros de Gran Canaria. Junio 2024











domingo, 25 de febrero de 2024

En tardes como la de hoy seremos aves

 



Y en tardes, como la de hoy, seremos aves que se dejan llevar por otro viento. 

No el viento bravo que, tras los cristales, zarandea cuánto encuentra.

No el viento tirano, cuyo rumbo, obedecen todas las veletas.

En tardes, como la de hoy, seremos solo dos.

Y no habrá empeño, ni desempeño, ni entrega,

Entre nosotros solo cabe aquella suave ligereza.


Sígueme, que solo el viento nos guíe,

que flotemos tenues, melodiosos.

Al fin, en tardes como la de hoy, seremos aves,

aves migratorias extendiendo las alas, rozándose en el aire,

volando indolentes al borde de la insolencia,

al borde de la certeza,

aves, al fin, 

meciéndonos entre vientos favorables.










viernes, 16 de febrero de 2024

El faro de Valencia

 




Hoy languidece, solitario y en la lejanía, el centenario faro de Valencia.

El progreso pudo con él. Fue tal la ampliación del puerto, levantaron tanto el dique que el patrón de sus destellos, únicos e intransferibles para cada faro, apenas se distinguía y lo jubilaron sin, ni tan siquiera, la pensión vitalicia de servir de coartada para jóvenes fogosos o abuelos ociosos. 

Ya no valgo ni para oscuro refugio, se lamenta arrinconado.

Antaño cómplice mudo de tantas parejas que buscaron intimidad bajo la luna y su perfil protector, ahora solo es visitado por las gaviotas.

Pobre faro centenario que, rodeado de enormes embarcaciones y mercancías, como un trasto más, se aburre en una esquina del mar. Pobre faro, que desde el 2015, no logra hacerte un guiño seductor con su luz. Nadie le hubiera convencido de su triste destino, cuando en aquel lejano 1905 le inauguraba Alfonso XIII.

No te apures, musito desde la lejanía. 

No vas a ser ni el primero ni el último a quién me acerque gracias a mi cámara, porque no pueda hacerlo con mis pies. 

Y mientras me alejo con el botín de las fotos robadas, siento que me habría gustado alcanzarle, pasear su base, admirar su porte vetusto de piedra, acariciar su piel marina.

Será que éste tampoco era, suspiro, mientras me despeina el Levante.

Porque no pierdo la esperanza de que la luz exacta y particular de algún faro me conduzca a la isla del tesoro. 

Mientras la encuentro, ellos seguirán señalados en todos mis mapas.







viernes, 20 de octubre de 2023

Il faro de Desenzano

 


Era feliz escapándose de viaje, pero si además el destino estaba cerca de un sereno mar y se salpicaba de algún longevo faro se multiplicaba el placer de la escapada. Sin embargo en aquella ocasión eligieron el norte de un país, eligieron montañas y lagos, eligieron la energía positiva de tierra adentro y el agua dulce.

Por eso, cuando paseando por el Lago de Garda, en el bello Desenzano, tropezó con un precioso faro en su puerto viejo no se lo podía creer. ¿Cómo no sabia de su existencia? Si lo primero que hacía en cuánto tenía unos billetes de avión y un itinerario era empaparse bien de sus tesoros... 

Bendito despiste: Aquel faro llevaba allí esperándola desde mucho antes del 1900. 

Esperando en aquel lugar que previamente se había iluminado con unas pocas lámparas de aceite confiadas a un empleado, pagado por el ayuntamiento, que las encendía según las fases de la luna. Pero en 1882, a causa de la bebida la luna no debía verse muy nítida, porque el ebrio farolero no cumplió con su función, quedándose para la posteridad anotada la consecuente reprimenda.

Y aquello no quedó ahí, porque se decidió contratar a personal más cualificado, un linternero permanente, para ocuparse del nuevo faro (y rompeolas) construído a raíz de la equiparación del puerto de Desenzano con uno marítimo según Real Decreto de 1887. Y "en la tarde del 16 de julio de 1895 se encendió la nueva linterna del puerto" por parte de Flaminio Scarpa, oportuno nombre, el nuevo linternero que se ocuparía de este quehacer hasta 1903, cuando se sustituyó por iluminación electrica. 

120 años después, en un anómalo y cálido octubre, tropezamos casi sin querer con "il faro de Desenzano". Allí nos esperaba gentil y pacientemente. Delicado, elegante, señorial. Alzándose fotogénico sobre las barcas de colores y el agua espejada del lago. Recortándose su perfil sobre el atardecer y el paso del tiempo.