Un blog de literatura y de Madrid, de exposiciones y lugares especiales, de librerias, libros y let

jueves, 29 de diciembre de 2022

Años raros por Navidad. Diciembre 2022

 

 

Hay años raros en los que la Navidad aparca los colores brillantes y se viste del color del musgo y de la piedra. y es entonces cuando el aire, muy fresco, huele a chimenea y tierra mojada, invitándote a respirar profundamente. A respirar despacio. Respirar.


Te quitas los zapatos para vestirte las deportivas, cuelgas el vestido enfundándote en un pantalón de chándal que solo te quitarás para la indispensable, y dejas de mirarte al espejo a sabiendas de que no podrás domesticar los rizos, por más que te mates en el empeño.

¿Y qué?

Tú sientes lo que importa.

 

El agua fresca y salvaje, brincando las piedras resbaladizas, retándote para que lo saltes.

El viento que peina las nubes haciéndole la raya en medio al cielo.

El suelo alfombrado de solsticio, musgo y setas.

La vida balanceándose ingrávida entre las sonrisas de los demás y el paso tranquilo.

 

No pienses, no pienses, todo está bien.  

 

Te abrigas el cuello y abres bien los ojos.

Respirar, sentir, disfrutar este mundo plácido que transmite paz y contagia ganas de cantar.

 

No pienses.

Sabes a quién dar las gracias. 

 

Manzanares el Real. Nochebuena del 2022.

 


 

 





jueves, 22 de diciembre de 2022

22 de diciembre. Comienza la Navidad del 2022

 


22 de diciembre y desde un ayer remoto llega revoloteando el soniquete típico de los niños cantando los números de la lotería.  Mientras va trajinando por la casa, mi madre escucha atenta el transistor, y cada vez que cae uno de los "gordos", se detiene, se limpia las manos y lo apunta en un papel. 

En el desván de mi memoria es Navidad.

Desde aquel ayer, tan querido, han ido cayendo muchos 22 de diciembre como fichas de un dominó. Pero todavía revolotea el mismo soniquete, la misma ilusión. 

¿Que diría Carlos III si pudiera ver cómo los españoles seguimos jugando al juego que él trajo de Nápoles en el siglo XVIII? 

"Prohíbo que las personas estantes en estos reinos, de cualquier calidad y condición que sean, jueguen, tengan o permitan en sus casas los juegos de banca o faraón, baceta, carteta, banca fallida, sacanete, parar, treinta y cuarenta, cacho, flor, quince, treinta y una envidada, ni otros cualesquiera de naipes que sean de suerte y azar"

Prohibió lo que había y nos dejó la lotería, más lucrativa, para siempre jamás. No fue sencillo hacerlo, trajo al Director de la Lotto de Nápoles, trajo a los "posteros" que sabían de la reglamentación y para no topar con la Iglesia anunció que su finalidad era benéfica. De ahí que los niños de San Ildefonso empezaran vistiendo a la manera napolitana. Y aunque entonces no se decía "tocar el gordo" sino "caer el terno" aquí sigue como la conocemos hoy, tras los ajustes que hicieron las Cortes de Cádiz en el 1811 dividiendo el billete en décimos, que traía mas a cuenta de cara a la recaudación. 

Y por mucho que cada vez se llenen antes las baldas de los supermercados de dulces navideños, y se enciendan en noviembre las luces de las calles, desde que tengo memoria la Navidad verdadera comienza hoy, comienza con el sorteo de la Lotería. 

Gracias a ella nos engañamos sabiendo que nos estamos engañando. Y qué importa. Es el tiempo en que la vida se llena de muchos "ojalá" dichos por todos a la vez. "Ojalá" esa palabra mágica que explica a la perfección la ilusión, la esperanza.

No voy a echar cuentas del dinero que he gastado en la lotería de Navidad este año. Probablemente lo perderé todo. Pero una vez más me habré dado la satisfacción de compartirlo con las personas que vivo día a día, a los que quiero estén dónde estén. 

Y solo por eso valió la pena.


viernes, 16 de diciembre de 2022

"La llama de Focea" de Lorenzo Silva. Reseña Literaria

 


" Jamás he podido borrar de mi memoria una sola de las sensaciones de las que estuvo hecho aquel beso a la vez desesperado y prohibido. Ni el sabor de sus labios, ni la consistencia de su cuerpo, en todos y cada uno de los pliegues que me dio a sentir, ni el secreto pero intenso gemido con el que lo acompañó, solo audible para mí, y con el que despertó algo que yo no sabía que tenía dentro. Un tiempo después iba a encontrar la forma de nombrarlo, gracias a una canción de quién por aquellos días ya era uno de mis cantantes favoritos. Su letra me había pasado casi inadvertida hasta entonces. A veces, las canciones nos llegan antes de disponer de la experiencia del mundo y de nosotros mismos que se necesita para entenderlas. La canción en cuestión era L`animale, de Franco Battiato. Oyéndola entendí que a ese animal que cada uno lleva dentro no era posible acallarlo ni domarlo para que dejara de ponerte la vida bocarriba; todo lo que podías hacer era tratar de identificar su verdadera llamada, seguirla con el menor daño posible, para ti mismo y para tus semejantes, y acertar a renacer cuántas veces fuera necesario de las catástrofes a las que te podía arrastrar"

 La llama de Focea. Lorenzo Silva

 

 

 Antes de meterme de lleno en la siguiente lectura que acabo de iniciar, quería dedicar un momento a reseñar el último libro leído: "La llama de Focea" de Lorenzo Silva. Todavía estoy con ese regusto en la memoria que te deja un libro recién terminado que te ha secuestrado con tanto afán. Todavía estoy interiorizando todo cuánto me ha contado un nostalgico Bevilacqua de sus recuerdos en Barcelona y aún estoy visitando los bellos pueblos de Lugo del Camino de Santiago. 

Pero yo tengo mis propios recuerdos a propósito de su autor. Hace muchos años, a principios de los 2000 vino un Lorenzo Silva mucho más jóven (cómo eramos todos por aquel entonces) pero con el mismo talante agradable que tiene siempre, a darnos una conferencia al taller de creación literaria donde yo asistía. Se impartía en un Centro Cultural modesto de un barrio del sur de Madrid. En cuánto nuestro profesor se lo pidió, le avisó previamente de que iba a venir por amor al arte, Silva se mostró muy solícito para atender lo mejor posible nuestra petición. Siempre me acuerdo de aquella conferencia sobre cómo se escribe y se estructura una novela. Mientras doblaba y desdoblaba un folio muchas veces entre sus dedos, a modo de ingenio papirofléxico, nos fue haciendo una disertación reposada sobre el tema de forma súper organizada. Nos desgranaba el proceso de escritura de una novela de manera clara, concisa y exhaustiva a un mismo tiempo. Todo lo traía en la cabeza, una cantidad impresionante de información pero sin leer ni un solo apunte iba señalándonos punto por punto lo que quería transmitirnos. Una gozada escucharle. Se lo agradecimos mucho.

Siempre que leo algún libro suyo me acuerdo de aquel día, de lo generoso que fue y la impresión tan grata que nos dejó. 

Han pasado ya muchos años, yo creo que por aquel entonces le acababan de dar el premio por la segunda entrega de la saga de Bevilacqua, y ahora termino de leer la décimotercera. La pareja de guardias civiles protagonistas son casi como de mi familia. Estamos madurando al mismo tiempo. De hecho en esta novela Ruben Bevilacqua ha cumplido diez trienios en el cuerpo, los mismos que he cumplido yo en el mío. Así que, salvando todas las distancias, le siento muy cercano. 

He reseñado ya en este blog todos los anteriores libros, así que no creo necesario volver a repetir lo que ya debo haber escrito "n" veces sobre el autor y los personajes, que ya conoceis de sobra los que les seguís, y los que no podéis consultar en la etiqueta "Mis autores Lorenzo Silva". Me encantan estas novelas del autor. Me encanta envejecer al mismo tiempo que estos personajes, Vila y Chamorro, que me son tan cercanos.

En "La llama de Focea" van a investigar el asesinato de una jóven y temperamental muchacha que estaba haciendo el camino de Santiago y que se llamaba Queralt Bonmati. Da la casualidad de que es la hija de Ferrán Bonmati, un expolítico y empresario muy relacionado con el independentismo catalán que a su vez está siendo investigado por sus oscuras actividades. Este es a grandes rasgos el argumento de esta entrega.Pero paralelamente a esta trama, hay otra trama que nos va a ir desgranando el personaje principal de cuando él estuvo destinado en Barcelona muchos años antes, siendo un cabo recién casado. Ahora ya es subteniente.

Por tanto vemos que hay dos tramas argumentales con una diferencia temporal y ambiental. La trama del pasado de Bevilaqua está ambientada en la Cataluña del año 2009, en la Barcelona de los Juegos Olímpicos, y de Terra Lliure. Ahí vamos a conocer una historia de amor de Bevilacqua muy emotiva. Y luego está el presente que se va a desarrollar entre el Lugo del Camino de Santiago y la Barcelona adinerada de la que procede la víctima, donde se va a conocer la sentencia del Procés. 


Es una novela de 540 páginas estructurada en 30 capítulos y un epílogo que está escrita con ese peculiar estilo reflexivo, casi filosófico al que nos tiene acostumbrados el autor. El narrador es una voz íntima que va alternando el presente con el pasado, donde se hacen muchas digresiones, y se nos aportan muchos datos, en este caso de la cuestión de la independencia catalana.

Como en todas estas novelas la cultura está muy presente con sus otras aportaciones: las literarias, en este caso también se habla del fallecido autor Domingo Villar, lo que es una sorpresa muy agradable. Y también se nos apuntan varios libros de autores catalanes, algunos poetas y otros que se ocupan de política y la cuestión catalana. Por supuesto hay también muchas aportaciones musicales en forma de canción italiana con autores como Paoli o Battiato. 

 

 -¿Rusiñol?

-Sí, el pintor. También era escritor. Tiene un libro delicioso, L`auca del senyor Esteve. Una radiografía de la pequeña burgusía catalana. 

-Me lo apunto.

El comandate recordó de pronto algo que venía a cuento.

-Por cierto; un catalán que se fue a morir a Aranjuez. Lejos de su mar y su gente. A los dos lados del Ebro somos unos figuras a la hora de empujar a poner tierra de por medio a los que más valen...

 

La novela la he disfrutado mucho. Reconozco que si me hablan de Cataluña ya me tienen ganada, pero además que nos cuente tanto del pasado sentimental de Bevilacqua con tanta pasión contenida, con ese tono nostálgico y tan íntimo me ha  llegado mucho.

A mi Lorenzo Silva nunca me decepciona. Habrá novelas que, por lo que sea, me lleguen más que otras, pero todas me parecen una lectura rica en matices, donde se aprende mucho pero también se está muy entretenido. No son novelas trepidantes, ni salpican, no hace falta. Son como esa lluvia finita que te va calando y calando y las llevamos ya tan dentro que estamos esperando siempre a la siguiente. 



domingo, 11 de diciembre de 2022

"Frontón Beti Jai" de Madrid

 


 Hace tiempo que mi ciudad y yo tenemos un trato. 

Si yo no voy por la vida quejándome de sus carencias o flaquezas, ella siempre tendrá reservado para mí un tesoro. 

Ese viernes de diciembre llovía sobre Madrid sin consuelo, sin embargo mi querida ciudad me tenía reservado el placer de conocer uno de sus "Palacios del deporte", como dijo la guía. Me encantó saber que de edificios como el que estaba a punto de conocer provenía tal expresión: "Palacio del deporte": Un lugar con fisonomia exterior de palacio neoclásico, cubiera decorada de neomudejar y un interior dedicado a esta actividad, en este caso a la pelota vasca. Porque, es increible, pero hubo un tiempo que en Madrid era muy importante este deporte.

Ese viernes, pude conocer el Frontón Beti Jai, un superviviente semioculto en la calle Marqués de Riscal, en pleno Chamberí, pero que durante muchas décadas pasó tan desapercibido que casi lo perdemos, a pesar de ser un lugar más que centenario y de que su peripecia cuente tanto de nuestra historia.  


Fue inaugurado en 1894, en lo que entonces eran las afueras de la ciudad. La moda nos vino porque la Regente María Cristina de Habsburgo-Lorena, la viuda de Alfonso XII, en el 1887 había comenzado a veranear en San Sebastián buscando unos ambientes más aireados con sus balnearios y sus chorros. Y la Regente se enamoró de aquella ciudad y sus costumbres.

A partir de ahí se multiplicaron los frontones de pelota vasca en Madrid, y éste de nombre "Siempre fiesta" o Beti Jai tenía una capacidad para 4000 espectadores y costaba 3 pesetas entrar para disfrutar de sus pelotaris. Teniendo en cuenta que por aquel entonces el sueldo de un obrero era de 7 pesetas, imaginaos... 


 

Pero dicen que por las apuestas llegó la corrupción, y al final el Beti Jai, que tenía otros frontones que le hacían la competencia mucho más céntricos, tuvo que cerrar en lo que se refiere a la actividad para la cual había sido construido solo unos poquitos años más tarde. A partir de ahí empezó a ser utilizado para mil y una actividades. Y yo que me preguntaba qué nos iba a contar durante una hora la guía de un frontón, resulta que me quedé fascinada del destino tan accidentado que tuvo el Beti Jai.

No puedo contaros con mucho detenimiento su trayectoria y declive, nos alargaríamos demasiado. Pero que sepáis que en él, después de abandonarse su uso estrictamente para la pelota vasca, hubo competiciones de esgrima, de hípica y otros deportes. También sirvió como taller de experimentación de prácticas de aviación por el famoso Torres Quevedo. También fue de la Harley- Davidson. En algún momento fue almacén de aceitunas, también escayolas. Después se utilizó para mítines políticos por su acústica tan lograda y su amplio espacio. Más tarde en la guerra civil casi no resultó agraviado y terminó siendo utilizado como Checa. Y después de la guerra como sede de Falange, y de la Sección Femenina. En los años siguientes terminaría siendo sede otra vez del mundo del automovil, como de una conocidas Carrocerías y luego de Citroen. Claro todos estos cambios repercutieron en su fisonomía interior. Incluso tuvo sus épocas de abandono total donde lo ocuparon los bichos y la maleza. Épocas en las que se colaban algunos indigentes y okupas. El pobre Beti Jai que había sido tanto casi se pierde. 

 


 


 

Gracias a una plataforma vecinal, y a distintas cadenas de televisión que hicieron ruido mediático, finalmente las Administraciones Públicas consiguieron sacarlo de la especulación y catalogarlo como Bien de Interes Cultural empezando su rehabilitación, que aún no ha concluido.  

Y ahí lo tenemos palpitando de nuevo como fue, encerrado entre edificios que fueron construyendo a su alrededor, pero restaurado conserva el brillo de su antiguo esplendor. 


 

 


 No me digais que no tengo un buen trato con mi ciudad.


 

#Fronton Beti Jai

#Madrid

- Las fotos antiguas las he tomado prestadas de internet, proceden del Archivo Regional de Madrid, o del Colegio de Arquitectos.



miércoles, 7 de diciembre de 2022

"Morir en Iguazú" de Javier Díaz Gil

 


 Una vez conocí un poeta. Y nada más conocerle me fui de viaje con él a Rusia. Fui una valiente ¿verdad? Que los poetas son gente muy especial… Bueno, tengo que confesar que no estábamos solos. Él también iba con su musa. Y yo iba con mi compinche. Y los cuatro íbamos, en teoría, con un buen grupo de personas más. Ya, ya, tampoco fui tan valiente. Pero lo cierto es que era como si aquel viaje solo lo hubiéramos hecho los cuatro juntos. Los cuatro por Moscú, y los cuatro por la Plaza Roja escuchando los chistes de un anciano ruso. Los cuatro por San Petersburgo, y los cuatro visitando el Museo Hermitage en zapatillas para no rozar el precioso suelo de madera. Los cuatro conociendo pueblecitos de cúpulas doradas y cenando en oscuros y gigantescos hoteles rusos. Los cuatro comprando matriuskas, los cuatro increpando a un bandarrilla que me quiso robar. Los cuatro afianzando una amistad que me enorgullece.

Qué importante llegaría a ser aquel poeta en mi vida y cuánto tiempo, ese don tan preciado, me habrá regalado ya. Nada más llegar de aquel viaje en el lejano 1997, comencé a ir de alumna al taller de creación literaria que impartía en un barrio casi tan lejano de casa como la misma Rusia. Bueno, vale, solo estaba en la otra punta de Madrid. Pero en qué buena hora me atravesaba yo cada jueves mi ciudad, que no es precisamente pequeña, para compartir escritura. Porque, aunque yo no era poeta, aquel poeta que ya era mi amigo me enseñó a familiarizarme con el lirismo que sabe dulcificar una prosa. Me enseñó a ordenar mis textos, a encontrarles finales, para que se convirtieran en relatos. Me enseñó a buscar la inspiración dónde no creía que la hubiera. Me enseñó a confiar tanto en mí misma como para que al final le hiciera caso y empezara a presentarme a concursos literarios. Me enseñó a compartir y disfrutar mi forma de escribir. Y todo ello sin esquivar las bromas y las risas, las lecturas compartidas, las salidas literarias divertidas e inolvidables.

Aquel poeta llegaría a ser mi Maestro. Y el Maestro, que sigue dirigiendo nuestro grupo literario después de mil y un cursos, acaba de sacar un nuevo poemario.

¿El octavo ya? Creo que sí. Se llama “Morir en Iguazú”, y está llenito de poemas que escribió durante un viaje a Brasil. Es un librito delicado y elegante donde los poemas aparecen en español y portugués. Se los han traducido dos poetas brasileños: Virna Teixeira y Fabio Aristimunho. Está también salpicado de bellas ilustraciones de nuestra compañera de letras Carmen Padín. Todo el poemario desde la primera página hasta la última destila una discreta pero profunda serenidad, por lo que dicen sus versos, por la riqueza del lenguaje, por sus colores, y sobre todo por cuánto alcanza a transmitirte cuando lo lees.

Una vez conocí a un poeta, se llamaba Javier Díaz Gil y era, y es, un tipo muy especial. Solo tenéis que asomaros a las páginas de sus poemarios para descubrirlo.

 

MORIR EN IGUAZÚ / MORRER EM IGUAÇU

Javier Díaz Gil

Editorial Lastura

86 páginas

 



 


 



domingo, 4 de diciembre de 2022

4 de diciembre.

 


 Al menos yo, que ultimamente estoy en lugares donde parece que se ha detenido el tiempo, necesito detenerme unos momentos y centrarme en dónde estoy. 

Y al hacerlo advierto que, sin apenas darme cuenta, nos habíamos colado en diciembre, ese mes vertiginoso con el nombre atrasado porque hubo un tiempo que fue el mes décimo, cuando el calendario romano tenía diez meses, siendo marzo el mes primero y el último diciembre.

Y así andábamos hasta que en el 153 a.C, debido a unas elecciones anticipadas en el mes 11, se estableció que enero sería el primer mes, y febrero el segundo mes. Por eso septiembre, que era el mes siete pasó el noveno, octubre que era el octavo pasó a ser el décimo... hasta llegar a diciembre que dejó de ser el décimo para convertirse en el último del año, el mes doce. De aquel calendario romano de diez meses, se pasó al juliano (de Julio Cesar) y de éste al gregoriano (porque hizo unos ajustes el Papa Gregorio XIII) en el año 1582, dejándonos cómo es nuestro calendario de ahora. 

Por eso la palabra "Diciembre" etimológicamente viene de "decem" el número diez. "decembrem" o "el mes número diez". Y desde entonces, y tras todos éstos avatares, vamos arrastrando vivir en un mes con el nombre atrasado.

 

También hoy, 4 de diciembre, coincide que vivimos en un domingo de Adviento

La palabra Adviento, viene del verbo latino "advenire" o llegar, con el prefijo "ad" (cercanía) y el verbo "venire".

Y decimos Adviento y decimos que los cristinos están en esas cuatro semanas previas a la llegada de Cristo. Están en ese tiempo en el que se preparan espiritualmente para la llegada de Jesucristo. Por eso el Adviento termina el 24 de diciembre. 

 

Y aunque un cuatro de diciembre todavía es otoño, hoy y en Madrid sentimos el invierno. Como decían aquellos refranes de nuestros abuelos. A mi abuelo Emiliano le encantaban:

Diciembre es un viejo que arruga el pellejo.

Del uno de diciembre en adelante, el invierno ya es constante. 

Diciembre tiritando, buen enero y mejor año. 

En diciembre sale el sol con tardura, y poco dura. 

Un mes antes y otro después de Navidad, es frío de verdad.

En diciembre, leña y duerme. 


¿Y cómo nos vamos a acordar? Pero dicen las efemérides que un cuatro de diciembre, pero de 1808, Madrid se rindió ante Napoleón. Y Amadeo de Saboya en el 1870 aceptó ser Rey de España. 

También un 4 de diciembre, pero de 1978, se aprueba en España la primera Ley de Partidos Políticos y en el de 2013, hallan en Atapuerca el ADN humano más antiguo conocido. 

 

Y podríamos decir también que el santoral nos apunta que hoy es Santa Bárbara de Nicomedia, una mártir cristina a quién mató su propio padre. O que tal día como hoy nació el escritor Rafael Sánchez Ferlosio, el boxeador Evangelista y la cantante Karina, o murió el Cardenal Reichelieu, el actor Manuel Tejada o el poeta Pedro Salinas.

 

Pero ya está bien ¿verdad? Ya casi, casi nos hemos situado en el día que vivimos.

Solo queda decir, como nos dijo el poeta latino Horacio:

 ¡Carpe diem! o Aprovecha el momento

«Carpe diem, quam minimum credula postero» Algo así como “Aprovecha el día, no confíes en el mañana”.

Y eso haremos. No tendremos otro 4 de diciembre de 2022. Vamos a por él, vamos a por este diciembre entero.

 

domingo, 27 de noviembre de 2022

Por favor ¿los aseos?

 

 

Ya sea a la manera de ¿Pablo Abraira?

Lo necesaria que es su cercanía.

La alegría que nos dan cuando, necesitándolos tanto, están vacíos.

Y ese inenarrable alivio interior con el que salimos tras haberlos visitado.

 Pero si además el lenguaje no verbal y la creatividad se dan la mano para señalarlos ¿cómo no tenerlos en cuenta?

Genial a la manera de Pablo Abraira, o a la castiza, escoja lo que usted prefiera... (Pero si ya tiene una edad, sé que le tirará decir que es la de Pablo Abraira...)


 

 

- O a la manera de un óleo explícito como en La Puglia:



- A la manera de ¡No disparen ya salimos!


- A la manera de la riqueza cultural de las diversas lenguas:



-A la manera de ¿Juegas?


- A la manera de "te guste o no somos diferentes":


Después ya solo queda rezar para:

Que estén limpitos

Que huelan bien

y que tengan papel.

¡Por favor!

 

jueves, 24 de noviembre de 2022

24 de noviembre. La vida

 


 Hubo un tiempo que yo vestía minifalda y posaba rodeada de hombres.

Entonces no me acomplejaba nada, ni enseñar las piernas, ni ser de piel blanca, ni albergar otras rarezas que crecieron conmigo. Con mi pelo rizado recogido en lo alto de mi cabeza, y mi pierna doblada cual modelo, sonreía a cámara, acurrucada entre varones.

Bendita aquella versión mínima de mí. Benditos recuerdos. 

Y lo que daría yo por tener más de aquella época.  

Atesoro un puñado de olores, algunas escenas congeladas en el tiempo, como si ya estuvieran pegadas en un álbum, retazos de voces, de conversaciones y, revoloteando, la sensación plena y cálida de haber sido feliz. 

Quizá deba ser así. 

Quizá los recuerdos deban volverse tan borrosos como las fotos antiguas. 

De Manuel apenas me acuerdo, no llegarán a los dedos de una mano los recuerdos que conservo de él. Esto no lo podía decir cuando vivía Julia porque no le hacía ninguna gracia.

Sin embargo, me gusta mucho un recuerdo de él que cuando aparece se demora en la memoria:

Yo no había ido al cole, tendría 8 años y había pasado una noche horrible por culpa del dolor de oídos, el dolor más terrible de mi infancia. Pero Manuel tampoco había ido a trabajar, tenía algo mucho más definitivo que un dolor de oídos. Y allí estábamos los dos, en esa habitación mía que de noche compartía con mi hermano pequeño y de día se transformaba en cuarto de estar. Allí estábamos los dos enfermitos pasando juntos la mañana. Yo leía y mi padre pintaba frente a uno de sus óleos colocado en un caballete. Era una situación rara, lo normal es que yo no estuviera allí, pero la sensación que todavía me embarga cuando me acuerdo es plácida y doméstica. Entonces llegó Julia del mercadillo de los jueves. Además de comida se había comprado un jersey, que rápidamente se puso para que mi padre le dijera qué tal le quedaba. Recuerdo a mi madre pasear delante de nosotros de frente y de espaldas. Y no podría decir cual era la broma, si la escuché y la entendí ya la olvidé, qué sabía yo, pero ambos sonreían, y mi madre dijo ¡Anda tonto! Y yo, que era testigo ocasional, supe de la complicidad de aquellas mañanas, de las risas, de la sensación cálida y acolchada que me transmitía ese lenguaje que solo era de ellos.

Qué poco duró aquello. Siempre son grises y húmedos los 24 de noviembre.

Intactos los nombres y los lazos, intacta la sensación de protección, como si aún los tuviera a todos rodeándome, como si aún ella pudiera hacernos la foto, solo queda:

Seguir sonriendo a cámara.

  @Rocío Díaz Gómez