Un blog de literatura y de Madrid, de exposiciones y lugares especiales, de librerias, libros y let

jueves, 30 de abril de 2020

"El último verano de Silvia Blanch" de Lorena Franco


"...Mis lamentaciones y mi agonía van in crescendo con la misma rapidez con la que el cielo, de color oro rosado, empieza a oscurecerse y a poblarse de grandes nubes parecidas al humo de un fuego arrasador lejano. Vislumbro, a unos metros, el coche de la pequeña de los Blanch. Las ruedas de mi fatigoso Clio chirrían mientras tomo la curva despacio y compruebo si todo va bien, si necesita ayuda. Miro por el retrovisor y, al ver que no viene ningún otro coche, me permito la licencia de detenerme junto al Mini blanco de Silvia, cuya silueta veo moverse tras los arbustos en compañía de su novio de toda la vida, Daniel.  

Sonrío con tristeza. Me dejo llevar por la nostalgia que me provocan los recuerdos. Bendita juventud. Benditos los arranques de pasión que te hacen cometer la locura de dejar el coche mal estacionado en una carretera estrecha de doble sentido sin apenas visibilidad..."



Pues le ha llegado el turno a un libro que me leí muy rápido: "El último verano de Silvia Blanch" de Lorena Franco, autora de quién no me había leído ningún libro aún.

El tema de la novela es la resolución de una desaparición, la de Silvia Blanch.

El argumento arranca con la última persona que vió a Silvia Blanch, Berta, en el verano de 2017. Es una vecina de su pueblo y cree verla en la carretera con su novio de siempre. Un año después Alex, una jóven que es periodista, irá al pueblo para hablar con su familia (Berta murió poco después) y poder escribir un artículo acerca de la desparición.

No os cuento más del argumento. 

Es una novela que se lee muy bien porque está estructurada en capítulos muy cortos y está lleno de giros el argumento.

Eso agiliza mucho el ritmo, como también lo hace que haya varios narradores, técnica multiperspectivista. Cómo os he contado, empieza contando la historia Berta, la última persona que ve con vida a Silvia. Pero Berta poco después muere. Y a partir de ahí otras voces la sustituyen contando la historia. La voz de Alex, la protagonista que llevará todo el peso narrativo, alternándose con la voz de la propia Silvia, que nos irá contando sus últimos momentos y con la que descubriremos a esta otra Silvia que casi nadie conocía. Por último también tendremos la voz de Jan, el primo de Silvia, que será un narrador más escuto, más hostil, pero que también irá ampliando la historia. Estos tres narradores se irán alternando con fragmentos de diálogos de desconocidos que nos darán otra luz más sobre la historia y aumentarán el suspense. 
Luego entonces, vemos formalmente que se alternan las voces, y se alterna la prosa con el diálogo. La autora consigue con ello agilizar mucho la trama.

Y por otra parte también se agiliza mucho el ritmo de la narración con los cambios temporales de la historia. La novela arranca en el verano de 2017 cuando desaparece Silvia Blanch, lo que sería el pasado. Pero después habremos de saltar un año para que aparezca la voz de Alex, la periodista que se obsesionará con el caso y lo investigará, en el presente del verano de 2018. Volveremos hacia atrás cada vez que llegue el turno de la voz de Silvia contándonos sus últimos meses. Y aún saltaremos más adelante porque la trama de Alex va a pegar un salto temporal. 

Y una vez vista la coordenada temporal, nos falta la espacial. La novela está ambientada en un pueblecito catalán, en Montseny. No es que haya demasiadas descripciones del ambiente en la novela pero yo creo que sí que queda bien ambientada.

Lo que se me ha quedado un poco más desdibujado son los perfiles de los personajes. La autora no incide demasiado en ellos. Tenemos de todos algunas pinceladas y ya está. No ha profundizado lo bastante en ellos como para llegar a encariñarte con ninguno, o al menos yo no lo he hecho.

En conclusión, es una novela de misterio que se lee bien, muy rápido. No es larga y se hace corta, porque es muy ágil su ritmo y tiene muchos giros. No os voy a decir que sea el colmo de la intriga, aunque hay momentos que dudas de todos los personajes, pero creo que se sabe un poco antes de llegar a la resolución quién es el asesino o asesina. Pero, aunque quizá esté un poco forzado el celo en la creación de algunos personajes, como el de la protagonista, que investiga más que la policía, la novela en general cumple su función, es una novela de entretenimiento y entretiene.


#novela


lunes, 27 de abril de 2020

"Aviones de papel en el cementerio" Relato de Rocío Díaz




Hoy no sé por qué, me acordé de este relato. Me lo premiaron un agosto, en Villarrubia de los Ojos hace unos años. 

¿Lo recordamos?




Aviones de papel en el cementerio
Rocío Díaz



Que nosotros seremos mayores, pero leche que no somos Adán y Eva, le decía yo a mi Genaro. Pero claro no porque fuéramos a quedarnos como ellos salen en los cuadros, con todas las vergüenzas casi al aire, a ver que se va a pensar usted de nosotros, que seremos mayores pero muy decentes, que no ha sido premeditao, ni somos unos "pervertidos" de esos que salen en las noticias. Mayores sí, pero no Adán y Eva, ni por los años ni por nada, no fastidien. Yo era por animarle a hacer una locura. Pero entiéndame locura y animarle en el mejor de los sentidos.

Pero con decir que éramos viejos y que los viejos pa qué iban a estar con esas tontunas. de ahí no le sacabas. Que a estas alturas que qué necesidad había. Pues menuda diversión. No lo hicimos de jóvenes y lo vamos a hacer ahora, de viejos, a ti se te ha ido la cabeza Trini, no fastidies. ¿Qué necesidad hay? Y yo le decía: Que no Genaro, que vieja es la ropa, que nosotros viejos no: mayores. ¿Y además por qué no? le decía. ¿Por qué no? ¿Quién nos lo quita? Pa chasco va a ser cosa de necesidad, necesidades nosotros y gracias a Dios ya bien pocas, lo sabes tú Genaro, lo sabes tú mejor que nadie, le decía, y lo sabe usted porque se lo estoy contando tal y como es, necesidades nosotros bien pocas y todavía ésta me funciona. La cabeza la tengo sobre los hombros y bien sobre los hombros, como le dije también a él, que te veo venir Genaro con esa cara, que no, que tampoco es que me haya trastornado del disgusto hasta ahí podíamos llegar, al cabo de tantos lustros…Y tampoco por divertirnos, pues claro que no, que no es eso. Si nosotros ya no somos ningunos chiquillos, a la vista está. ¿Y no vamos a saber a estas alturas divertirnos más, mejor y más agustito que brincando por un cementerio? Eso le dije a mi Genaro y eso le digo a usted calcaíto de cómo lo dije aquel día. Pues claro que sabemos ¿O no Genaro? Pobre, mírele si no le salen ni las palabras, abochornaíto el pobre. Abochornaíto de verse aquí en el cuartelillo, medio en cueros y por esta razón tan vergonzante que diría él si acertara a decir algo. Pero ya ve mudo del susto que se ha quedado en cuando les ha escuchado llegar. y mudo que sigue dos horas y pico después.

Pero usted no se preocupe que yo se lo voy a contar, se lo voy a contar bien clarito y en un santiamén y ya verá como me entiende a la primera. Que eso es lo que yo le decía a mi Genaro que no me quería entender, no me quería entender. y yo tenía mis razones.

Pero mujer, me decía él, mira que porfías y porfías cuando algo quieres. Eres peor que los hijos cuando de críos chillaban por algún antojo. Tú no estás bien. ¿A qué no estás bien? Yo Genaro estoy mejor que nunca, y por eso mismo es, porque estoy mejor que nunca. “Mira no quiero escuchar más paparruchadas me voy a la partida.” Y con esas cada tarde daba por terminada la discusión. Pero yo no, hasta ahí podíamos llegar, yo no la había acabado y por la noche erre que erre, erre que erre con el tema. ¿Pero cómo vamos a ir al cementerio a tirar aviones de papel? ¿Avioncitos de papel a los setenta y tantos? ¿Pero tú te escuchas lo que estás diciendo? ¿Tú te escuchas Trini? Te regará bien el cerebro mujer, no te digo yo que no, pero por ahí dentro algo de tanto riego se te ha empapuchado. O se te ha roto. De fijo, fijo que se te ha roto algo del raciocinio, o se te ha soltado de su sitio, o yo que sé. Porque si no, yo Trini no me lo explico. ¿Pero que te cuesta Genaro, que te cuesta? ¿Pero tú no ves que nos van a llevar al cuartelillo, tú no ves que cualquiera que nos vea… Eso si no acabamos en la residencia. Se enteran los chicos y nos ponen en la residencia esa de la capital pero en menos que canta un gallo, pero ¿no los ves que están deseandito de vender todo esto y darle buen aire a los cuartos? Que les estoy temiendo. ¿Pero no digas tonterías? le contestaba yo ¿Quién nos va a ver? Los chicos están en Madrid y nadie les va a ir hasta allí con el cuento. ¿Verdad señor guardia que no les van a decir nada a los hijos? Bastante tienen ellos con sus cosas para que les anden molestando por semejante chiquillada. Porque eso de que nos lleven a una residencia a mi Genaro le quita el sueño. Y eso le decía yo para que se olvidara rapidito: “No empieces tú también con que nos van a llevar a la residencia que te temo cuando empiezas con ese tema.” ¡Échale! ahora el temoso soy yo. Gritaba él. ¡Lo que me quedaba por oír!. Y yo volvía a la carga.

Hasta que ya una noche con un suspiro cansino me dijo mi Genaro: ¿Es que no has tenido ya bastante? Y ahí, ahí fue cuando yo vi que al fin le tenía convencido, me había costado lo mío, ¡vaya si me había costado! de darle y darle vueltas al guisito de lo del cementerio, pero esa noche ya vi que me había llevado el gato al agua, si le conoceré yo. Y para acabar de rematar bien, bien la costura,  le dije con una mijita de voz, como le gusta a él que le hable en la cama, con una mijita de voz: “Pues de eso se trata Genaro, de eso, de poner las cosas en su sitio, de hacer las cosas bien, como Dios manda.” ¡¿Pero tú de verdad crees que Dios nos manda hacer esas chifladuras que a ti se te meten en la cabeza?! ¿Tú lo crees? ¿O no será que al pobre ese de allá arriba le tienes tan mareado como a mí con tus historias?

 Pero no me llevó mas la contraria, no se vaya usté a pensar, que tiene un pronto mi Genaro que pa qué las prisas, un pronto de decir siempre que “no”, su palabra es “no” de primeras y casi de últimas. “No”. Pero luego de unos días de ir diciéndole las cosas así poquito a poco, poquito a poco, se va reblandeciendo, se va reblandeciendo la costra, y ese “no” que tiene siempre entre los labios como la colilla, sea va vertiendo, vertiendo como el agua por la barba pa abajo, hasta que es un charco de ná. Y a mí y a paciencia no me gana nadie y a él, a mi Genaro, lo mismo le pasa, que al final y conmigo sobre todo, tampoco es nadie.

Por eso él nunca me dijo lo de las cartas, porque él sí lo sabía, que él a escondidas ahora resulta que se había leído alguna. Pero me dejaba con mi ilusión. Fíjese. Que por ahí empezó este tinglado. Y que yo la verdad, no se lo contaría, que maldita la gracia que me hizo a mí enterarme de eso, aunque ya hubieran pasado cincuenta años, que se dice pronto, cincuenta. Pero créame, me dolió en el alma en ese momento, como si acabara de pasar. Qué jodío mi Paco, pero que jodío. Y no, no se piense que me equivocao, que sé bien lo que me digo, no lo voy a saber. Y he dicho mi Paco. Sí señor. Mi Paco, mi primer marido. Porque ese pobre que está ahí agachaíto y mudo, mi Genaro, es mi segundo marido. Parece que bosteza usté ¿No le hemos dejado dormir esta noche verdad señor Guardia? Pero ándese tranquilo que enseguidita yo le cuento y lo apunta usté todo ahí y en la cama todos en un santiamén que ya va siendo hora. Mi Genaro el primero, que ahí le tiene: derrotaíto.

Pues eso, que resulta que yo me casé de primeras con mi Paco. Mi Paco era un muchacho de muy buena planta, que no es por desmerecer a mi Genaro, pero la verdad es que mi Paco era más buen mozo, más guapote, mas alto, mas fuerte, más resultón en conjunto, la verdad, y claro por eso el muy canalla también era más liante. Y vaya si me lió, que le he estado creyendo a pies juntillas hasta después de cincuenta años de muerto, fíjese usted lo que le digo, cincuenta años, si me tendría bien engañada el jodío. Porque allá por entonces, cuando se marchó al frente, que usted ni había nacido ni pensamientos que tenían sus padres que andarían en pantalón corto de que usted viniera al mundo. pues yo no sabía leer. Que ahora ya sé, pero esto se lo contaré más adelante. Pero entonces yo no sabía, y claro como llevábamos muy poquito de casaos que no llegábamos ni a los tres años, pues imagínese usted lo que era estar separaos tan pronto. Jóvenes como éramos y con tantas ganas de estar juntos, y tan enamoraos que nos casamos, por lo menos yo. Porque él ya ni lo sé, de verdad que mis dudas me han quedado. Pero bueno el caso es que nos escribíamos de cartas. Virgen santa. Un cerro bien grande de cartas que nos escribimos en aquellos tiempos. Un cerro, dos cajas enteras que tenía yo guardadas hasta esta noche. Bien guardaditas y metiditas cada una en su sobre tan estiraditas como el primer día, casi nuevas hasta esta noche. Y lo que nos hemos reído. No se vaya usté a pensar. Que feliz mi Genaro de verme tan contenta. Porque lo he pasado mal no se crea. Qué disgusto más grande.

Bueno a lo que íbamos, en aquel entonces yo las tenía mucha ley, las esperaba impaciente y en cuantito veía venir al cartero con la carta, corría hasta las escuelas para pedirle a la maestra, la señorita Nieves, que me la leyera. La señorita Nieves no era del pueblo, pero ya llevaba cuatro o cinco años allí y la verdad todos la queríamos mucho porque era muy buena con los muchachos. El caso es que yo, que estaba cegaíta con mi Paco, en cuanto tenía su carta en mis manos corría a que me la leyera ella. Y ella tan contenta que se ponía también, se alegraba de verdad, por mí. Y me la leía con una cosa, con un sentimiento, que hasta se la salían las lágrimas. Y yo la estaba tan agradecida. Porque a ver, yo sin saber leer,  ella era como mis ojos.

El caso es que mi pobre Paco, del frente no volvió. O eso me dijeron. Un mal día, su nombre fue uno de esos que leyeron en la plaza. Que dolor tan grande, no se puede usted hacer una idea. Que dolor. Tan joven como era yo, y lo enamorada que estaba de él. La maldita guerra. Allí en la plaza que nos abrazamos aquella tarde la señorita Nieves y yo y venga a llorar y a llorar como dos magdalenas. Que no había quién nos despegara a la una de la otra.  Que desgraciaíta que era yo entonces. Que desgraciaíta y lo requetemal que lo pasé.

Después fue cuando unos pocos años mas tarde conocí a mi Genaro. Pero como cinco o seis años después no se piense. Que le costó a mi Genaro que yo me interesara por él no sea crea, un buen tiempito, me acordaba tanto de mi Paco. Pero vi que era un buen hombre y que me quería. Y bueno la verdad es que le cogí también cariño y ya lo ve toda la vida juntos aquí donde nos ve. Hemos tenido los hijos, los hemos visto crecer, se han ido fuera a trabajar, nos han traído nietos, y aquí seguimos. Tan pegaditos como el primer día. No ha sido nunca muy hablador la verdad. y ya lo ve, hay veces que hasta mudo. Pero nos queremos, vaya si nos queremos ¿verdad Genaro? Pobre aún le dura el disgusto.

Bueno pues el caso es que hace unos meses, fíjese a la vejez viruelas. Vino al pueblo una maestra que nos habló de las clases para mayores. Para los viejos según mi Genaro, pero ella dice para “adultos”. Échele. Unos adultos un pelín arrugaos ya todos. Quién dice un pelín… como uvas pasas. Pero en fin. Que mi Genaro fue el primero que me animó a que fuera, él y los chicos la verdad. Porque él me ha dicho siempre que yo soy lista y espabilada, cazurra como la que más, pero lista. Y bueno la verdad es que a la primera clase fui a regañadientes no se vaya usté a pensar,  porque no sabía yo muy bien como iba a ser aquello. Y ya tiene una bastantes dolores de cabeza para andar buscándoselos. Pero oiga que me gustó, me gustó lo de aprender, y la verdad y eso no se lo diga a mi Genaro es que yo quería leer mis cartas, quería leerlas yo solita, para saborearlas cuando quisiera, porque mi Genaro es muy bueno, pero esas cosas tan dulces y requetebonitas que me decía mi Paco, pues la verdad, no le voy a engañar, jamás me las había dicho. Con una ilusión que yo aprendí para releerlas… Y bien de rápido que lo hice, que me lo decía la maestra, que qué bien se me estaba dando.

Así hasta que una noche que ya leía de corrido me senté en la mesa camilla con mis cajas de cartas delante y empecé por leer mi nombre en los sobres, mi nombre y su remite, Paco Sánchez, mi Paco, qué ilusión. Era como verle otra vez delante de mí. Con esa planta que tenía…

Allí también que me encontró mi Genaro dos horas después, allí sentadita tal cual, llorando y venga a llorar unas lágrimas más gordas que garbanzos cocidos. Lloré tantas, tantas, aquella noche, que hubiera tenido garbanzos para todos los cocidos que había hecho desde entonces. No le digo más lo que pude llorar. Si yo creo que hasta dormida lloré aquella noche, porque cuando me levanté tenía empapaíta la almohada, imagínese. Porque esas cartas no eran para mí. ¿Puede usted creerlo? No eran para mí. Solo eran para mí las dos o tres primeras. Las demás, todas las demás, eran para la señorita Nieves. Qué penita más grande. Era mi nombre el que tenían los sobres, mi nombre por aquello del que dirán. pero ya está, no había nada más para mí en todas aquellas cartas. Estaba tan seguro el jodío de que yo no las iba a poder leer. Bien sabía él a quién se lo pediría. Se le cierran los ojos. No se apure que ya termino.

Luego me acordé claro, me acordé de cuando a los pocos meses de habernos enterado de la muerte de mi Paco una tarde la señorita Nieves se vino a despedir. Me dijo que le había salido trabajo en otro pueblo más cerca del suyo y se fue. La verdad es que lo sentí mucho, había sido tan buena conmigo siempre. Y ya nunca más supe de ella. Me extrañó que aquel día me pidiera una de las cartas de mi Paco. Me extrañó tanto... Pero la verdad como ella había sido quién me las había leído todas, y yo la sentía tan cerca de mí, y de mi pena, no me pude negar. Y total yo tampoco sabía leer. ¿Quién me iba a decir a mí que con el tiempo lo haría? Siempre había recordado a esa mujer con tanto cariño.

Hace ya de eso siete meses, siete, imagínese y no se lo creerá pero hasta esta noche no me he vuelto a sentir bien. Porque yo todos estos años que he estado casada con mi Genaro, no he estado mal, cómo iba a estarlo, era un amor tranquilo, suave, pero ha habido muchas veces que yo he echado de menos aquel de mi Paco, aquel que me había hecho temblar y gritar y bueno… Muchas veces, y todas esas veces yo iba y miraba mis cartas, y era una tontería pero eso me daba fuerzas ¿sabe? Entonces desde aquella noche que las leí era como si me hubieran arrancado de cuajo eso, como si me hubiera quedado de pronto sin esa puerta que abrir. Y que vacío señor guardia, que vacío tenía yo aquí dentro.

Pero resulta que una semana después me empezaron a llegar cartas otra vez, sobres con mi nombre y el remite de mi Genaro. Sí ese que ahí anda dando cabezadas. Qué hombre. No sé ni como se le ocurrió semejante idea. Pero oiga que no parece ni el mismo hombre cuando escribe. Como si me le hubieran dado la vuelta como a un  calcetín. Qué cosas... pero así es. La primera carta es que yo no me lo podía creer, me quedé tan extrañada, que allá que me planté en jarras delante de él en cuanto volvió del campo con el sobre en la mano a decirle mitad asombrá mitad enfadá ¿Y esto..? Y ¿Sabe usted lo que me dijo? Que a ver si se iba a creer el Paco ese que solo él sabía escribir cartas de amor. Échele. Era la primera vez, la primera, puede usté creerme que mi Genaro mentaba a mi Paco, la primera en todos estos años y la ultima. Porque me dejó helá, pero heladita, heladita, tanto que ya nunca más lo hemos vuelto a hablar, no le digo más. Pero las cartas no me dejan de llegar no se crea usté. Que son ya cuatro las cajas llenitas de cartas que tengo. Y cada vez se le da mejor al jodío. Que ya podía haber empezado treinta años antes. Mírele si es un pedazo de pan.

Y por eso fue señor guardia, por eso fue que me empeñé en tirar todas las de mi Paco. ¿Para qué quería ya eso ahí? Pero no romperlas y quemarlas de cualquier forma en la lumbre, no, como decía mi Genaro, no a mí eso no me valía. Yo quería hacer con ellas aviones de papel como cuando íbamos a la escuela y aviones que volaran sobre su tumba. Que ni es sacrilegio ni ná porque esa no es su tumba, que está vacía, que ya sabe que él nunca volvió. Que vaya usté a saber si no volvió a ninguna parte o solo a este pueblo. Que ahora que voy hilando e hilando, ya me creo cualquier cosa. Yo a mi Paco le conocí de críos, le conocí echando a volar cometas, y era por eso. Una tontuna como decía mi Genaro, una tontuna como cualquier otra, pues si, una tontuna, que a mi Genaro no le falta razón, pero una tontuna que a mí me hacía una ilusión bárbara. Y en esa chiquillada que embarqué a mi Genaro, mi Genaro, que al final siempre se deja embarcar. El pobre…

Y que requetebién que nos lo hemos pasado los dos allí echando a volar todas esas cartas que no eran para mí. Y que risas que parecíamos dos críos arrugados y locos haciendo trastadas. Y bueno pues qué le voy a contar con las risas y los saltos, bueno saltos, saltos… por decir algo, y de los saltos a los abrazos. Y bueno que qué le voy a contar ya nos ha visto usté que se nos ha ido un poco el santo al cielo. Pero vamos solo un poco no se vaya usté a pensar, que no somos Adán y Eva. Y a lo mejor yo sí que me estaba dando cuenta, no le voy a engañar, pero entre usté y yo: no se crea que ya es fácil pillar a mi Genaro tan contento y tan cariñoso así que... Pues oiga que nos hemos dejado llevar un poco. Y si hay que confesar pues una se confiesa, pero solo un poco, a ver que se va usté a creer. ¿Pero oiga? ¿Oiga? ¿¡No me digas que está roncando!? Anda la leche.


Genaro, shhhsss, Genaro, ssshhh espabila Genaro, que te has traspuesto un poco. Venga hombre que te va a doler el cuello de la postura. Venga despierta hombre de Dios. Que ya no tienes edad de está ahí hecho un cuatro. Mira, espabila, mira, que se nos han dormido las autoridades. Así que andando que es gerundio y venga para la casa que ya es tarde. Mañana ya hablaremos más con estos señores. Aunque no sé que más van a querer saber. Y tú tranquilo, que yo me ocupo, tú tranquilo. Que a los hijos no les van a decir nada de nada. Venga Genaro, espabila hombre…


@Rocío Díaz Gómez

viernes, 24 de abril de 2020

Día "yanisécual" de confinamiento. GRACIAS




A veces vuelves a ser la que tú eras, y vuelves a leer tus relatos a quién quiera escucharlos.

Por un momento casi, porque del todo es imposible, te olvidas de que estamos confinados, y te metes dentro de una de tus historias y le pones voz, voz en alto, para que todos escuchen a esos personajes. 

Y es raro, porque estás en casa, estás delante de tu ordenador, con tus cosas cerca, pero al mismo tiempo parece ser que tienes a un tropel de gente a tu lado, encaramados a la pantalla del ordenador, o en el borde de la mesa, con sus piernas colgando en el aire mientras te escuchan.

Y es más raro porque al mismo tiempo tienes a tus compañeros de tertulia ahí al lado, casi como si volvierais a estar reunidos en torno a la mesa grande, esa de madera, que compartís en los bajos del bar donde os juntais a compartir literatura.

Raro porque está ahí Javier Díaz, nuestro coordinador, diciéndo como siempre a quién le toca leer.

Raro. Raro. Porque sigues en tu casa. En tu ordenador.


Y comienza un revuelo, un revuelto de personas que parecen llamar con los nudillos a tu móvil. Un revuelo de guasap que comienza a llegar después de haber leído en voz alta otra de tus historias, llegan y llegan y siguen llegando de muchas partes, tantos que ni el móvil te dice cuántos te faltan por leer.

Porque estaban escuchándote.

En Madrid, y fuera de Madrid.

En su casa.


Gracias Instagram por dejarnos compartir aún las voces, las canciones, los poemas, los relatos, la amistad, todo eso que pesa tanto pero es intangible, eso que no nos puede, ni nos va a quitar el confinamiento.

Gracias Javier por coordinarnos.

Gracias, muchísimas gracias a todos los que nos escuchasteis ayer, a mis compañeros de tertulia y a mí. 

Millones de gracias.

miércoles, 22 de abril de 2020

Lectura Tertulia Literaria Rascamán el Día el Libro en Instagram





23 de abril ¡Día del Libro!

Y ¿Qué es lo mejor que puede hacer una tertulia literaria?

LEER

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Pódeis escucharnos en instagram 
Mañana 23 de abril a partir de las 18.30 horas en directo

en el perfil de Javier Díaz Gil, 
Coordinador de la Tertulia Literaria Rascamán
@j_diazgil

¡Animaos!

Si no podemos salir a por el Día del Libro
dejemos que entre en nuestras casas.


martes, 21 de abril de 2020

Rialto,11. Naufragio y pecios de una librería. Belén Rubiano


"Yo tenía una librería en Sevilla..."


A la manera de Memorias de Africa comienza este libro que os quería reseñar hoy.


Le toca el turno a la reseña de "Rialto, 11" de Belén Rubiano. 

Pues para los amantes de los libros y las librerías, este libro podría ser muy ameno. Yo he disfrutado bastante con él, con tantas anécdotas y sinsabores en torno al negocio del libro.

"Solamente hay una manera de leer, que es huronear en bibliotecas y librerías, tomar libros que llamen la atención, leyendo solamente esos, echándolos a un lado cuando aburren, saltándose las partes pesadas y nunca leer nada por sentido del deber o porque forme parte de una moda".

No es una novela, son unas memorias de una librera. Son el reflejo de la persecución de un sueño, el recuerdo y recuento de la aventura de ir a por todas con una pasión. 

Siempre pensé que si yo alguna vez ponía un negocio, cosa harto improbable porque para eso hay que tener una buena dosis de valentía de la que yo carezco, yo pondría una librería. Así que rápidamente me atrajo este libro, porque habla precisamente de eso, de poner una librería...

Este libro rememora lo que supuso para la autora ser la librera de una pequeña librería en una plaza de Sevilla. Rialto, 11 además del título, es la dirección de esa librería, la dirección por la que se conocía. Dicho negocio cerró sus puertas un día de otoño de 2002.

Pero la historia comienza cuando su futura fundadora aún no tiene ese negocio, y se embarca como dependienta de otra librería en Sevilla, una de una cadena. Ahí aprenderá el oficio. Y verá que no es un oficio tan idílico, sino que hay que recomendar lo que uno no recomendaría y correr mucho a por un libro que piden, además de hacer un horario larguísimo.

Así que tras ver un local de una antigua joyeria con preciosas vitrinas que podría llegar a convertirse en una coqueta librería se embarca atendiendo a su vocación. 


"En ningún momento fue fácil, ni lo conseguí siempre, que la libreria me diera para vivir y en los años en que fui su dueña tuve que olvidar muchas cosas (como la palabra vacaciones). Pero fue la primera vez en mi vida que yo era feliz en tiempo real y no retrospectivamente. Ni una sola de las mañanas en que introduje en la cerradura aquella llave tan seria y tan grande, pues estaba pensada para proteger diamantes y caudales; ni una sola mañana de aquellos años, os decía, dejé de ser una niña con zapatos nuevos que no tuvo necesidad de que viniera el tiempo y arramblara con todo para saberlo, agradecerlo y disfrutarlo."

 El libro está escrito con una prosa muy ágil, amena, directa, con mucha dosis de humor. Y utiliza un lenguaje tan visual, tan lleno de imagenes y anécdotas que por momentos tú sientes que estás dentro de Rialto 11, a la que me hubiera gustado mucho conocer.

Estas memorias están salpicadas de anécdotas con personas de la literatura reconocidas como la del día que tuvo una conversación con Carmen Balcells sin pretenderlo, o el que se presentó Vilamatas en su librería gracias a lo que ponía en la pizarra de delante de la librería, en la que Belen todos los días escribía una frase, o un aforismo, o lo que se le ocurriera.

También habla de gente anónima como el loco que se presentó un día en la librería y acabó amenazándola con un cuchillo, o del listo que todos los sábados le robaba libros para venderlos en el mercadillo, o los niños que querían que les contara el argumento del libro para no tener que leerlo y hacer su trabajo. 

Belén nos habla de sus novatadas y de sus problemas económicos, pero también de los maravillosos amigos que hizo en su libreria y que la acompañaron tantas tardes con una copa de vino o un café. 

"-¿Lo has leído?
-¿Debería?
-Cuanto antes.
-Vale
-¿Te gusta Mengano?
-Rijoso.
-Vale
Oye, tú has leído a Zutana, ¿me gustaría?
-Tiene tal cosa, de 2003 y en tal editorial, que sí. De lo demás, nada.
-Vale
Rafael el Gallo y Belmonte, ya mayores, se sentaban a ver pasar la vida en la puerta de los cafés que aprovechaban la sombra del siglo pasado en la calle Sierpes. Apenas hablaban entre ellos e imagino sus intercambios de impresiones muy parecidos a los nuestros. Porque envejecer implica, creo, entre otras muchas cosas, la necesidad de encontrar con quién estar callado y el cultivo hacendoso de dicha compañía. "
 
He subrayado muchos párrafos de este libro no solo por lo que decía sino por cómo lo decía. La precisión de sus comentarios, la naturalidad en su forma de exponer, la forma de transmitir los sentimientos. 

Además he tomado nota de varios escritores a los que tengo que investigar. 

En general, me he sentido muy identificada con su amor por los libros.

"Rialto tenía una buena sección de poesía (en la inauguración de la Casa del Libro, pude comprobar que la de ellos no era mayor) y así me lo aseguró un día Jacobo Siruela, cuando todavía estaba al frente de su maravillosa editoria con el nombre de su título nobiliario, quién me compró tres poemarios asegurándome, lo que me costó creer aunque me hizo muy feliz, que muchas librerías importantes de Madrid (y las nombró) tenían una sección más pobre que la mía y con peor criterio. Muchas mujeres no comparten que lo que se puede contar en trescientas páginas alguien lo haga con un poema y no sea, en sí mismo, algo malo. A los hombres, en general, esto mismo les parece admirable y yo lo comparto. Un hombre ni siquiera necesita un poema paa convencerse de que necesita un libro. Le basta, os lo prometo, un verso bueno."

Belén hace recuento de cuánto hizo y cuánto debería haber hecho o no. Belén sufre con los márgenes de beneficios, la distribución, las devoluciones, las grandes superficies... Belén te cuenta la cruda realidad, cómo lo vivió y lo hace tan bien que te transmite sus sentimientos de alegría, de desazón, de agobio, y finalmente de tristeza por tener que cerrar su libreria. 

Este, es un libro para los amantes de los libros.

Una delicia. 


#Rialto,11
#BelénRubiano

sábado, 18 de abril de 2020

Lectura en directo de la tertulia Rascamán



Mañana, domingo 19 de abril a las 12 horas, la tertulia literaria Rascamán va a hacer una lectura de sus poemas y relatos.

Participaremos 9 componentes de la tertulia y leeremos, en principio, en orden alfabético. 
Luego ya veremos con las cosas del directo... Pero esa es la idea.



Si os apetece y nos sois de instagram, os podeis descargar la aplicación al móvil y no tardareis nada. ¡Al móvil! Los directos no se ven en el ordenador.

Después tenéis dos opciones, o buscais el perfil de nuestro coordinador Javier Díaz, j_diazgil, y ya veis el directo suyo de las 12h. 
O bien os haceis seguidores de él ya, y mañana cuando entreis en vuestra página de inicio de instagram ya os aparecerá en la parte de arriba con un circulito y el signo de play de que está en directo. Pinchais dentro y ¡nos veis! Así de sencillo.

¡Desde el móvil no os olvidéis!

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no teneis que desplazaros a ningún lado, 
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Somos nueve voces distintas
contandoos el mundo


viernes, 17 de abril de 2020

"El mapa de los afectos" de Ana Merino




“La gente buena tiene un don para irradiar cariño, para producir campos de fuerza donde poder cobijar a los demás, y en parte gracias a esas personas y a la constancia de sus gestos amables, la humanidad todavía no se ha extinguido”.

Y de la última reseña saltamos a otra reseña, porque de una primera novela de una autora nos vamos a la primera de otra, y del premio Tusquets, nos vamos al último Premio Nadal.
Y hoy le toca el turno a "El mapa de los afectos" de Ana Merino.

He disfrutado bastante con esta novela. Me ha gustado mucho la estructura que tiene, me ha parecido curiosa y original. Porque la autora arranca de dos historias, los amores clandestinos de una jóven maestra con un hombre treinta años mayor, y en el mismo pueblo también, el misterio de la historia del secuestro y asesinato de una madre con dos niños pequeños que queda sin resolver.

A partir de ahí se van a ir enlazando una sucesión de historias con el nexo de algún personaje que te va a llevar a su propia historia. Y así sucesivamente de unos argumentos salen otros. De tal modo que todos juntos forman una constelación de personajes relacionados por distintos lazos, ya sean familiares, laborales, ocasionales...

Porque los amores clandestinos de Valeria y Tom los espia Samuel. Luego aparecerá Greg a quién le gustan mucho los clubs de alterne; a su mujer Gina le pueden los celos; Emily trabaja en el club de alterne; Liliam a quién secuestrarán nada más comenzar la novela sufre por los períodos de ausencia de su marido soldado, que aparecerá unos años más adelante cuidando él solo de sus hijos; la señora Dolan, madre de Liliam regenta un restaurante y en éste trabaja Marcela Sánchez que vivirá un episodio tremendo... Y así sucesivamente se van a ir entrelazando todas las pequeñas historias de estos vecinos.

Por tanto tenemos una obra coral, con muchos personajes. Eso le otorga mucha agilidad, porque el lector va saltando de un pequeño argumento a otro. Saltamos de argumentos, cambiamos de personajes, nos metemos en los diversos sentimientos que albergan estos personajes.

“En aquellas viñetas que tanto le gustaban sucedían cosas fabulosos y sorprendentes, sus personajes eran invencibles, tenían sentimientos y luchaban por un mundo mejor”. 

Y por eso también, la obra está estructurada en 22 capítulos cortos y un epílogo.La estructura se adapta a los distintos y breves argumentos. Y no tienes una visión total de este cosmos hasta que no terminas el libro.

Las coordenadas espacio temporales del libro son, que por una parte geográficamente nos trasladamos a un pueblecito estadounidense, uno del interior del Estado de Iowa. Aunque veremos una pequeña salida a España. Y por otra parte la novela abarca un lapso temporal de dos décadas, lo cual nos va a mostrar la evolución en algunas historias y personajes.

Está escrita con una prosa cuidada, a veces casi lírica. 

Es también como la anterior que reseñamos (Temporada de avispas) una novela introspectiva. No tenemos acciones trepidantes, misterios indescifrables, no, tenemos sentimientos y obsesiones, deseos y sueños, injusticias y "justicia poética", emociones, vida y muerte.



En fin, es una novela que se lee muy bien, de sentimientos, cotidiana, entretenida, plácida.



#reseña
#novela

jueves, 16 de abril de 2020

"Temporada de avispas" de Elisa Ferrer





"La superheroina imbatible que era de niña ha perdido sus poderes. Esta mañana que me encantaría volar, viajar, desaparecer en el tiempo, detenerlo, solo siento un pinchazo espantoso en la cabeza, el regusto ácido de las copas de ayer. Ha sonado el teléfono y mi madre me ha despertado antes de las ocho de la mañana con su urgencia por hablar conmigo, aunque no tuviera nada que decirme: Nuria, cariño, ¿Todo bien? Me ha costado levantarme, no sentirme culpable por tener a Juan respirando en mi nuca, ahogándome con su brazo de cuchara. Me ha costado no enfadarme porque me prometí no volver a liarme más con él. Y al final me cabreo, porque respondo cuando me llama, porque voy a verle, aunque ya no quiera. Me ha costado darme una ducha, salir de su casa, que, aunque hace un tiempo fue mía, ahora me es ajena, lejana, triste, meterme en el metro, en el ascensor. Pensar en encerrarme en el sarcófago de la oficina."

  
Pues ya tengo otra vez fila de reseñas.
A la que me descuido, ya leí mas que reseñé.

Venga, voy a poner orden aquí. 

Bueno pues ahora el turno le toca a "Temporada de avispas" de Elisa Ferrer. Que comienza con el párrafo que os he copiado al principio de la entrada.

Me atrajo mucho la portada de este libro. El título me sonaba a verano, como la foto claro, a días al aire libre, al calor, a comidas en el campo, a familia. Y por supuesto la foto le hace justicia al título, es una foto que te hace recordar los veranos de la infancia. Y también me llamó la atención porque se ha llevado el último premio Tusquets de Novela.

Y la historia que nos cuenta es un pedacito de vida de una treintañera. Pero qué pedacito, en el que descubre que su vida, algunos puntales de su vida, no eran cómo ella creía que eran y le hace replantearse su existencia.

La protagonista de la novela es Nuria,  que ya os he dicho que está en la treintena, y a quién acaban de despedir de la noche a la mañana de una revista en la que trabaja como ilustradora. Arrastra una relación con Juan, con quién se ve de vez en cuando, tiene sus buenos amigos y se lleva regular con su madre. Cuando de pronto se entera de que su padre, quién les abandonó cuando era pequeña, está en cuidados intensivos en un hospital.  Más o menos ese es el argumento.

El tema de la novela son las relaciones familiares y la identidad. Cómo te ves a ti mismo en tu casa, qué papel tienes. Y cómo ves a tu padre, a tu madre, a tus hermanos. Qué relaciones tienes con cada uno de ellos, y si ha cambiado con el tiempo. Y sobre todo qué queda en ti de aquella personita que eras cuando eras pequeño.

Es una historia cotidiana, de gente normal y corriente a quién vemos a través de los ojos de su protagonista Nuria. Ella nos cuenta en primera persona la historia. Es un narrador testigo, solo sabemos lo que ella nos cuenta. Tiene un gesto muy peculiar, el de dibujar avispas cada dos por tres. Está muy logrado por parte de la autora, el otorgarle este gesto que la caracteriza tanto, nos ayuda a verla mucho mejor. Y en muchas ocasiones esas avispas conllevan cierto simbolismo. Es un personaje bien perfilado.

El resto de personajes son su hermano y su madre, sus amigos... Y varios personajes que irán saliendo más pero no quiero desvelaros. A todos estos personajes, a pesar de que los vemos a través del sesgo de sus ojos,y aparecen bastante menos en la novela, también les vemos bien, nos resultan creíbles.

El libro está contado rompiendo la temporalidad, la acción va hacia adelante y hacia atrás, pues la protagonista nos va a contar muchas escenas, recuerdos, de cuando era pequeña, de antes de que se fuera su padre y de después. 

La novela tiene cierta forma de puzzle. Las escenas del ayer van salpicando el presente y así se nos va contando la historia desde el punto de vista de Nuria. Las conocemos como ella las vivió. 

Aunque creo que a la novela le sobran unas cuántas páginas, porque al menos yo tardé un poco en entrar en lo que me ha parecido más interesante. No sé qué opinarán los demás lectores, pero me ha parecido mucho más interesante la novela según iba avanzado, más interesante la segunda parte. 
Sin embargo me ha parecido muy oportuna la forma de estructurarlo para contar lo que quería. Tiene una prosa sencilla y cuenta una historia cotidiana. Y ese puzzle de escenas corrientes, esos saltos en el tiempo, esa frescura y naturalidad al contar que tiene nuestra protagonista, su lenguaje coloquial, no exento de tacos, te hace muy ágil la trama, va fluyendo.

Es una novela intimista pero salpicada de diálogos y escenas que no te la hacen opresiva, te la devuelven si acaso más profunda. Se lee bien, rápido. Y me ha gustado el giro en el argumento que descoloca a la protagonista. Está bien. Creo que eso y la forma de contar la historia es lo que se podría destacar, en mi opinión.

Cómo os decía no es muy larga, y se lee bien. El tono va cambiando. Tiene pinceladas tristes, pero también hay humor e incluso ternura. 

Habrá que estar atentos a las siguientes novelas de esta autora.







Temporada de avispas. Elisa Ferrer. Premio Tusquets. Tusquets, 2019. 231 páginas. 18 euros.