Me vais a permitir que termine noviembre hablando de esta novela ambientada en tiempos de la II República en la provincia de Córdoba, y que tiene un título tan original como "Cervantes para cabras, Marx para ovejas", cuyo autor es Pablo Santiago Chiquero. Del mismo modo que a mí me la recomendó mi amiga Julia, yo quería también recomendaros esta historia tan curiosa que te tiene casi todo el tiempo con una sonrisa tonta en los labios mientras la lees.
La novela nos habla de un pastor de cabras, Mateo, que vive en un pueblecito de Córdoba y un mal día, aquejado de una depresión, se mete en la cama y de ahí no quiere moverse. No tiene ningún interés en nada. Su novia intenta con sus artes, y muuucho cariño, sacarle de ahí, pero hasta que no aparece el nuevo maestro de Abra, su pueblo, D. Lázaro Esquivel, que logra rescatarle con una particular terapia relacionada con "El Quijote", no haremos carrera de Mateo.
No quiero, no debo, contaros mucho más, para no destriparos el argumento. Pero sí que os puedo decir que el tema de esta novela es el fomento de la lectura, el poder de los libros, no solo desde el punto de vista cultural sino atribuyéndolos, incluso, un poder sanador. También "Cervantes para cabras, Marx para ovejas" es un homenaje al amor, porque atesora una historia sentimental del pastor con su particular Dulcinea o, mejor dicho, Conchita. Atesora, también, un homenaje a la amistad, la indestructible de Mateo y Lázaro, y además un homenaje a la lectura y la conversación.
Con un lenguaje cervantino, un lenguaje rural salpicado de un fino sentido del humor que no nos dejará en toda la obra, nos vamos a ir con Mateo acompañándole en todas sus aventuras. Por su vida no solo aparecerán los libros, y la magia de leer, sino que se relacionará hasta con figuras tan importantes, de la España de aquellos años previos a la guerra civil, como Juan Ramón Jiménez o Manolete.
Tengo que confesaros que lo que menos me ha gustado ha sido el final, aunque imagino que cualquier final se me hubiera quedado pequeño si suponía perder de vista para siempre al bueno de Mateo al que llegas a tomar tanto cariño.
"-Bueno ya me voy -dijo Mateo-. Te dejo para que vuelvas a la cama.
-No importa, Mateo. Para eso estamos los carteros. Para servir al pueblo a la hora que sea.
Juanillo salió al umbral para despedir a su amigo. Por primera vez, Mateo se fijó en la vestimenta del cartero.
-Te hace muy buen tipo esa bata de seda Juanillo.
-Era de mi señora madre, que en paz descanse.
-Una mujer con mucho gusto.
-¡Y tanto Mateo, sí que lo era!
-Muy buen tipo, sí señor, te hace muy buen tipo.
Al día siguiente, Juanillo, el cartero, llevó la primera carta a Conchita, que debe tenerse como la primera epístola amorosa que llegó a la Nava de los Ángeles. Juanillo, pese a su práctica diaria, no era tan buen ciclista como Mateo, y no podía subir a riñones los repechos de La Sagra... "
"Por aquellos días, Mateo no había desarrollado aún su pensamiento social, que lo acabaría teniendo y muy agudo, pero fue entonces cuando desarrolló la primera reflexión sociológica que nos ha llegado de él, una división de los oficios y trabajos del hombre según éstos permitieran o no leer. En la categoría más baja de la pirámide estaban todos los hombres que se ganaban el pan con las manos, los herrreros, carpinteros, alfareros, matarifes o peones de fábrica, pues estos difícilmente tenían tiempo para sentarse y leer un libro. Luego venían todos los empleados de oficina y las profesiones liberales, es decir, escribanos, notarios, jueces, etcétera, pues todos ellos, si de verdad tenían interés por la lectura, siempre encontraban durante su jornada de trabajo un ratito para sumergirse en un libro. En la cúspide, el bueno de Mateo situó tres profesiones: pastores, bibliotecarios y marinos, la primera por propia experiencia, la segunda porque era obvio y necesario que esa gente leyera mucho y la tercera porque Mateo se imaginaba, y no le faltaba razón, que durante las largas travesías oceánicas, y sobre todo si estaba el mar pacífico..."