Un blog de literatura y de Madrid, de exposiciones y lugares especiales, de librerias, libros y let

domingo, 17 de enero de 2021

"Mujeres de alma mía" de Isabel Allende

 


 "En la adolescencia fue evidente que yo no calzaba en ninguna parte y le tocó a mi pobre abuelo lidiar conmigo. No es que yo fuera perezosa o atrevida, por el contrario, era muy buena alumna y obedecía las reglas de convivencia sin protestar, pero vivía sumida en un estado  de furia contenida que no se manifestaba en pataletas o portazos sino en un eterno silencio acusador. Era un nudo de complejos; me sentía fea, impotente, invisible  presa en un presente chato y muy sola. No pertenecía a un grupo; me sentía diferente y excluida. Combatía la soledad leyendo vorazmente y escribiéndole a diario a mi madre, quien del Líbano fue a dar  a Turquía. Ella también me escribía muy seguido y no nos importaba que las cartas demoraran varias semanas en llegar. Así comenzó la correspondencia que mantuvimos siempre."

 

Creo que me he leído casi todos los libros de Isabel Allende, desde que me encantó aquella primera novela: "La casa de los Espíritus".

De hecho, en este blog hay reseñados unos cuántos.

En esta ocasión le toca el turno a su último libro: "Mujeres de alma mía". 

Este pequeño volumen, de unas doscientas páginas, se lee volando. No es propiamente una novela. Y si tengo que ser sincera, en el caso de Isabel Allende, a mí me atrapan mucho más.

Este es otro libro de memorias, como el lejano "Paula" o "La suma de los días", o aquel "Mi país inventado". Aquí vuelve a contarnos de ella misma, de su vida, y su mundo interior, con esa prosa suya tan cercana y entrañable.

Y aunque nos va hablando de su vida y sus circunstancias desde niña, ahonda en esta ocasión, cómo no podía ser de otra forma, en la idea de la vejez, y en su máxima de que hay que vivirla, sentirla, disfrutar también en ésta época de la vida, con toda la intensidad posible. 

Por supuesto y por otro lado, revoloteando todo el libro está la idea del feminismo, según ella el tema principal, el feminismo y su lucha por la igualdad, aunque yo diría que es más el del paso del tiempo, cómo os decía.

Para ahondar en esa idea del feminismo, todo el libro está lleno de referencias a mujeres importantes, ya sean de su propia familia, como su madre Panchita, su hija Paula, su nuera... o algunas que han sido imprescindibles en su vida, como Carmen Balcells, la agente literaria, o escritoras como Virginia Wolf o Margaret Atwood, o políticas como Michelle Bachelet o incluso cantantes como Violeta Parra.

Es un texto llenito de anécdotas e influencias. Nos habla mucho de su vida, de sus tres matrimonios, de sus hijos, de su peripecia vital, y sientes que lo hace con franqueza. Y cuándo lo vas leyendo parece como si estuvieras escuchándola, como si te hablara a ti, de forma reposada y reflexiva. 

Ahí está su magia y su importancia.

Como os decía, a mí me gustan más sus novelas, que sus libros de autobiografía. Literalmente me secuestran. Me parece que su forma de fabular, los personajes que inventa tan entrañables y creíbles, la prosa que tiene, la convierte en una buena escritora.  Siempre he disfrutado mucho con sus historias.

Pero esto es un gusto personal, y no quita para que reconozca que este libro "Mujeres del alma mía", con esos capítulos tan cortos, y ese tono distendido, se lee muy bien. 

Es una especie de homenaje a tantas mujeres importantes, ya sean de nuestro ámbito cercano, en este caso el suyo, como mujeres a las que hemos conocido todos. La autora, con su prosa, consigue transmitir al lector la sensación de que hay una comunicación tan íntima, que parece como si escritora y lector estuvieran manteniendo una agradable conversación. 

Sea, con el género que sea, es un placer siempre volver a Isabel Allende.


#IsabelAllende #Reseña

miércoles, 13 de enero de 2021

La Mejor Música de Cine en Concierto. Auditorio Nacional de Madrid

 


13 de enero de 2021

Tercer día después del paso de Filomena

Querido blog,

Espero que a la llegada de estas cuatro letras estés bien. Yo te pienso bien, en el mundo de los blogs no hay pandemias ni nevadas ni esos hechos históricos que tampoco pasaba nada si a este, nuestro mundo real, no nos afectaran. Pero, sí que lo hacen, por eso quizá, solo quizá, te haya tenido un poco aparcadito. No, por favor, no hagas esos mohínes de blog, que te veo por el rabillo del ojo, no te pongas así de mimoso que solo ha sido un poco. 

Ponte en mi lugar, entre el teletrabajo y la nieve, la cabeza no da para mucho más.

Pero el año no había empezado tan mal ¿sabes? De hecho hasta, recién comenzado, había ido un concierto. ¿Tú sabes cuánto hacía que no iba a uno? Pues fui al Auditorio Nacional de Música de Madrid, sí ese lugar mágico, al que voy mucho menos de lo que debería. Pero fui, para comenzar bien el año, fui muy bien acompañada a ver un concierto de la...

Ta,ta, ta, chan!!

Fundación Qualitas. Film Symphony Orchestra. La Mejor Música de Cine en Concierto

Así leído suena bien ¿verdad? Pues si hubieras estado ahí, si hubieras estado como yo estuve, en esas butacas de los Bancos del Coro, a dos pasos de la orquesta, te habría sonado infinítamente mejor.

 Como verás por el título era de Bandas Sonoras, de Música de Cine. Aladdin, Piratas del Caribe, Améli, Inteligencia Artifical, El bueno, feo y el malo, Regreso al Futuro... Te habría encantado. 

El director de la orquesta, que he leído que se llamaba Constantino Martínez-Orts, iba explicando entre fragmento y fragmento musical, la historia de la banda sonora y de la película, y completamente entregado a la música, con todo su cuerpo, batuta en ristre, era muy ameno haciéndolo. ¡Hasta nos regaló un mini concurso de películas de siempre a cien por hora! Qué emoción todos a la vez intentando descubrir con los primeros sonidos a qué película correspondía: ¡¿Memorias de Africa?! ¿La Misión?...

Fue un concierto muy entretenido, complementado con efectos especiales, que nos arrastraba con esas melodías que conocíamos tan bien. Nos entusiasmó a todos cuántos fuimos. Fue todo un espectáculo.

Y todos con sus mascarillas, claro, y cada dos butacas ocupadas, escrupulosamente cada dos ocupadas, una libre.  

Mereció muchísimo la pena. Qué buena forma de empezar con la cultura en el nuevo año.

Te voy a dejar que escuches unos fragmentos pequeños, no te gustan a ti los vídeos más largos, ya lo sé, pero unos cortitos que para que te hagas una idea, querido blog, te van a servir y mucho. 

Y me despido.

¡Aunque tenga que teletrabajar, quitar nieve, o lo que sea, a Dios pongo por testigo de que jamás volveré a tenerte aparcado!

Ya, no me va mucho el papel de Scarlet O´Hara ¿verdad? Me lo temía... 

Cuídate blog, en nada vuelvo.








sábado, 9 de enero de 2021

Filomena

 


Recién terminada la Navidad, cuando aún no nos había dado ni tiempo a guardar los belenes, las luces de colores, el ánimo festivo y familiar, llegó Filomena.

Y aunque, muy educada, había avisado de su llegada, su arrolladora presencia nos cogió por sorpresa.

Cómo íbamos nosotros a pensar que nos haría aparcar la nostalgia y la preocupación por la enfermedad, la desidia y los buenos propósitos, la cuesta de enero y la desgastada realidad.

Cómo íbamos nosotros a imaginar semejante fenómeno de la naturaleza. 

Suavemente, de puntillas, como si nos susurrara al oído: estoy llegando, lo hizo. Pero una vez aquí, devino en protagonista. Cuánto le gustaba destacar, cómo consiguió la atención de cada uno, de todos.

Que levante la mano quién no ha mandado una foto de los días que pasó aquí con nosotros.

Con su mirada tranquila y la piel pálida.

Con su talante juguetón y esas carnes mullidas que ganas daban de tocar, de revolcarse en ella, de... ay de vaya usté a saber qué.  

Su silencio se apropió de las calles y los parques. 

Su inmensidad copó las enormes avenidas y el techo de todos los edificios.

Su talante conciliador igualó las aceras con el asfalto, acaparó todas las conversaciones y las noticias, se adueñó de nuestros días y nuestras noches, nos dió la vuelta, vaya si nos la dió,

y nos mostró otra ciudad, más luminosa, más quieta, más blanca. 

Casi de ensueño.

Filomena  consiguió que viéramos lo nunca habíamos visto, que viviéramos lo que nadie imaginaba vivir, a estas alturas, por primera vez.

Cuando llegó era una historia de amor que comenzaba, una novedad, una ilusión, una delicia que nos tenía encandilados.

Pero ay después, después Filomena era tan intensa... que te apabullaba. 

Se volvió acaparadora, opresiva, peligrosa.

Se volvió inolvidable.


 

Y lo malo era que venía a quedarse con nosotros varios días. 

Varios.

Y nadie sabía ni cuántos.

viernes, 1 de enero de 2021

"Todos los quesitos" de Rocío Díaz

 

 

#unaNavidaddiferente

  

Todos los quesitos

 A la niña de la foto pocas cosas le gustan más que la Navidad.

Aún no sabe que, cuando sea mayor, habrá atesorado recuerdos eternos que acarreará de por vida: doce uvas lejanas dentro de un racimo perfecto de plástico que trajeron los compañeros de papá su última navidad, una cena especial donde mamá improvisó la receta de pato a la naranja que no gustó a nadie, una mañana de Reyes que entró, cual tromba eufórica, en el cuarto de sus padres a enseñarles los regalos, en el momento más cariñoso e inoportuno del mundo.

Momentos que aún ve y huele, momentos que curvan sus labios y encogen su corazón. Momentos que guarda en el trastero de la memoria y solo ocurren en Navidad.

Por eso, porque pocas cosas existen que me gusten más que este tiempo de villancicos y regalos, aunque ya soy mayor, dejo que la niña de la foto vuelva todos los diciembres. La necesito cerca para que me ayude a colocar el belén, a cocinar las recetas que aprendí en casa, a elegir presentes y envolverlos.

Este año, antes de comenzar con los preparativos, tuve que explicar a la niña de la foto que esta navidad es diferente. Que hay normas que cumplir. Los niños, aunque sean de papel de foto, aprenden pronto. Y más, si es jugando. Y ha sido aquella niña quién ha sugerido poner tiritas en la boca de San José, María y el niño. También en el morro del buey y la mula,  en la del ángel. Seis pueden dentro del establo, ha susurrado con la caja de tiritas aún en la mano. Los tres Reyes y sus tres camellos, perdón dromedarios, también lucen su peculiar y diminuto tapabocas de plástico, pero están en otro estante, cumpliendo las distancias.

También, expliqué a la niña que este año no podremos reunirnos toda la familia en torno a la misma mesa. Me senté frente a ella y le dije que, como en el Trivial Pursuit, iremos reuniendo quesitos. En cada comida nos reuniremos con 4 o 5 de ellos, ahora primos, ahora hermanos, ahora éstos o aquellos. Y cada una de esas citas será como ganar un quesito. Festividad tras festividad. Tenemos que conseguir que, cuando terminen estas fiestas, todos los quesitos estén en nuestro poder. Ese será nuestro botín. Le digo guiñándole un ojo. Significará que habremos visto a todas nuestras personas queridas, habremos ganado nuestra partida a este bichito que nos tiene acobardados. La niña de la foto ha asentido muy seria durante toda la explicación. Muchas veces jugó al trivial con sus hermanos. Siempre elegía las preguntas marrones, amarillas y rosas. Historia, literatura, espectáculos. Si alguien sabe de ese juego es ella. Y feliz y confiada espera ganar todos los quesitos de esta Navidad diferente.

La niña de la foto lleva uno de esos “verdugos” que se estilaban tanto en los años setenta. Aquellos horribles gorros que tapaban perfectamente los oídos y la garganta. Cumplían a la perfección el objetivo principal de la madre de la niña, y se los compraba de todos los colores. Pero ésta los aborrecía como no ha aborrecido nada en toda su corta vida. Sin embargo, ahora nos va a venir muy bien que hayas venido con uno de ellos ya puesto, le cuento a mi niña de papel de foto. Habrá que ver a los abuelos en la calle, dar un paseo con ellos para que puedan tenerte cerca, ver cuánto has crecido y lo guapa que estás. En esta navidad diferente, sobre todo con los mayores, es mejor verse bajo el solecito, al aire libre. La niña de la foto siempre fue obediente, buena niña. Solo por ver acercarse al abuelo con su boina de siempre, y su bastón, siempre bien estirado aunque fuera cumpliendo años, vale la pena, aunque haya que soportar el odioso verdugo otra vez.

Esta Navidad es diferente, me confía en voz baja, mientras la llevo de la mano bajo las luces de colores, pero sigue siendo Navidad.

Pero tampoco habrá cabalgata, tengo que confesarle, al fin, a la niña que fui. Sé que eso le ha dolido de veras. Toda la vida, a la hora convenida, en la esquina de la calle que fuera, ella esperó pacientemente para ver la cabalgata. Se hizo mayor esperando a los Reyes Magos. En esta Navidad diferente, no ha habido ni San Silvestre ni Cabalgata, le explico. Para evitar las aglomeraciones, ya sabes. En su interior de papel de foto, visualiza con pesar como un montón de caramelos desperdigados en el asfalto se va diluyendo. Lo siento, le digo, sé cuánto te gusta. Pero entonces me mira, y también adivino lo que está pensando. Se relame, sin querer y sin remedio, como un gato gordo que espera su comida preferida. Y sonriendo a la niña que fui se lo confirmo: Claro, por supuesto. ¡Los roscones no nos los pueden prohibir! Y cómplices, reímos al unísono. Y la niña de papel de foto que fui, y la que soy ahora, volvemos a ser la misma persona. La que se muere por saborear un enorme pedazo de roscón de Reyes. Sí, por favor, mejor con nata.

El día siete de enero, como todos los años, tendré que despedirme, otra vez, de la niña de la foto. He crecido, y tengo que transitar por la vida sin ella. Pero ambas sabemos que nunca le he dicho adiós, solo me despido con un hasta siempre envuelto en una sonrisa. Sé, siento, que nos veremos de nuevo en diciembre y celebraremos juntas cuánto de malo dejamos atrás, poniendo otro Belén. Y para entonces no tendrán que ser solo seis los que estén dentro del Portal.

A la niña de la foto pocas cosas le gustan más que la Navidad, pero una de esas pocas, poquísimas cosas, es que le cuenten historias. Historias de Navidades diferentes. Historias de su propia vida, que nunca hubiera imaginado.

 

Rocío Díaz Gómez. Enero 2021


miércoles, 30 de diciembre de 2020

De las uvas y la Nochevieja

 


 

Parece ser que en diciembre de 1882, el entonces Alcalde de Madrid, D. José Abascal, estableció una tasa de 1 duro a los que celebrasen la llegada de los Reyes Magos.

Por aquel entonces no era costumbre celebrar la Nochevieja, sino que los madrileños salían a las calles, haciendo el consiguiente alboroto, para festejar la llegada de sus Majestades de Oriente. Lo que ocurría es que se les debía ir la mano con las celebraciones, el ruido, y las burlas a todo el que pasara por allí.

Como consecuencia de la prohibición, los chulapos que se habían quedado sin su tradicional celebración de llegada de los Reyes, aprovechando que aún se permitía reunirse en la Puerta del Sol para escuchar las campanadas del reloj en Nochevieja, idearon el plan de que todos comieran uvas, para de paso ridiculizar a los más adinerados de este Madrid, que habían tomado la costumbre en la cena de Nochevieja de emular a los vecinos franceses, bebiendo champán acompañado de uvas.  

Así se fue repitiendo aquello año tras año, olvidándose el por qué comenzó, y quedándose entre nosotros como una más, pero muy importante, de nuestras tradiciones navideñas. 

A ello ayudó la superstición de la época, que se encargaron los empresarios de fomentar, de que  "comiendo uvas el día primero del año, se tendrá dinero durante todo el año". Las uvas de la suerte.

 

Hay otra teoría que dice que en el año 1909 hubo una cosecha tan buena, que para favorecer su venta y que no se terminan estropeando, los empresarios decidieron venderlas como “uvas de la suerte”.

En cualquier caso, aunque a mí me gusta más la primera explicación, es una costumbre muy española, la de tomar las uvas de la suerte. En otros países intentan atraer la fortuna de mil y una formas: comiendo lentejas (los italianos), brindando con champán (los franceses), besándose a la medianoche (los estadounidenses), rompiendo la vajilla (los daneses), dejando restos de cena en el plato hasta pasada la medianoche (los alemanes), cenando su Christmas puding (los ingleses) y practicando el "first footing" o lo que es lo mismo llegando los primeros a casa de familiares y amigos nada mas pasar las campanadas; quemando un muñeco con ropas viejas (los mexicanos, venezolanos y peruanos)... 

 

Pero lo nuestro son las uvas. La palabra "uva", etimológicamente, nos ha llegado tal cual de la palabra latina "uva" que tenía el mismo significado: el fruto de la vid. 

 uva1

Del lat. uva.

1. f. Baya o grano más o menos redondo y jugoso, fruto de la vid, que forma racimos.

2. f. Baya de ciertos arbustos.

3. f. Enfermedad de la campanilla, que consiste en un tumor pequeño de la forma de una uva.

4. f. Especie de verrugas pequeñas que suelen formarse en el párpado, juntas y como pegadas unas con otras.

5. f. Ar., Man., Nav. y Rioja. Racimo de uvas.

 

A su vez, vid proviene del latín "vitis":

 vid

Del lat. vitis.

1. f. Planta vivaz y trepadora de la familia de las vitáceas, con tronco retorcido, vástagos muy largos, flexibles y nudosos, cuyo fruto es la uva.

vid salvaje, o vid silvestre

1. f. vid no cultivada, que produce uvas pequeñas y de sabor agrio.

 

Y la tenemos tan incorporada a nuestro lenguaje coloquial, que a menudo utilizamos frases hechas que la contienen, como:

- Tener mala uva, 

- Nos van a dar las uvas...

- De uvas a brevas...

De las que todos conocemos su significado.


Hay uvas muy diferentes con nombres muy curiosos: Tempranillo, Viura, Malvasía, Malbec, Cabernet Sauvignon, Merlot, Chardonnay... 

Y tanto esos nombres de las uvas, como otros datos suyos, son oficialmente establecidos por una ciencia que se llama ampelografía, palabra que nos viene del griego:

ampelografía

Del gr. ἄμπελος ámpelos 'vid' y -grafía.

1. f. Descripción de las variedades de la vid y conocimiento de los modos de cultivarlas.

 

En fin, es tan curioso el lenguaje y las historias, sean verídicas o no, que podríamos seguir saltando de historia en historia sobre las uvas y no acabaríamos...

Y como mañana es 31 de diciembre, solo cabe finalizar esta entrada deseandoos que vuestras uvas, que nuestras uvas, nos traígan muuuuuucha suerte en el 2021. 



domingo, 27 de diciembre de 2020

"Vacuna" viene de Vaca

 


Hoy, domingo 27 de diciembre, es un día importante: se ha puesto la primera vacuna del COVID en España.  

La palabra Vacuna viene de la palabra "vaca". Supongo que ya lo habréis oído en más de una ocasión.

Deriva del sustantivo femenino vaca, que a su vez tiene su origen en el vocablo latino vacca, y su historia está ligada a la de un médico rural inglés, Edward Jenner, del siglo XVIII, y al nombre que dio al tratamiento que descubrió: vaccine (de vaccinus  ‘relativo a las vacas’).


Jenner observó que las vaqueras que ordeñaban a las vacas, se contagiaban de viruela bovina, pero en cambio no se contagiaban de la viruela que aquejaba a los humanos, muy corriente por aquel entonces. De hecho estas vaqueras solían tener una piel mucho más lisa, eran más "guapas", porque mucha gente por entonces tenía muchas marcas debido a la terrible viruela que te dejaba, si conseguías sobrevivir, muchas cicatrices donde habías tenido pústulas.

Entonces nuestro médico, muy observador, se dedicó a hacer experimentos para investigarlo. Y comenzó a ensayar con un niño sano de 8 años, James Phipps, a quién le inoculó pus de una lesión de una ordeñadora. El niño enfermó pero de forma leve, y a los pocos días ya estaba bien. El siguiente paso fue infectarle con la viruela humana, y comprobó que no desarrolló ningún síntoma. 

Por lo tanto se había inmunizado. La vacuna con la viruela de las vacas lo había protegido. Y la llamó vaccine (vacuna). 

 

Probablemente muchos ya supiérais que la palabra "vacuna" viene de "vaca". Pero qué mejor día para recordarlo.

 

#palabras

 

 

 


 

sábado, 26 de diciembre de 2020

"Los últimos románticos" de Txani Rodríguez

 

 

 «Y a todas las personas que fueron amables alguna vez conmigo»

 

Anoche me terminé este libro: "Los últimos románticos" y la verdad es que creo que está bien.  

Está bien porque consigue metérsete dentro. Es una novela corta, tiene apenas 200 pagínas, pero está llena de detalles de esos que os digo que se te quedan revoloteando alrededor de la cabeza; pequeñas pinceladas que ves, que con pocas palabras han dibujado un ambiente, un atmósfera que logra situarte, de un plumazo, en medio de la historia. Y eso dice mucho de la escritora, en mi opinión.

La protagonista es Irune, que vive en un pueblo cerca de Bilbao, un pueblo en el que hay una fábrica de papel donde trabaja nuestra protagonista. Irune es solitaria, y parece que lleva una vida un poco sosa donde se deja llevar un poco por las circunstancias. Reparte su tiempo entre ir a trabajar, venir de trabajar y poco más. Pero tiene varios problemas: un problema físico, uno vecinal, y uno laboral, que van poco a poco empujándola a tomar las riendas de su vida.

Más o menos este es el argumento, sin querer contaros mucho para no destriparos nada.

Con este pequeño argumento aborda variados y enormes temas: La soledad, el maltrato, la lucha y la solidaridad obrera, la enfermedad, el amor... 

 

"Podría decir que me sorprendió, pero ya me había acostumbrado a que me dejara el descansillo hecho un asco. Así que apoyé las bolsas en la pared, abrí la puerta de casa, saqué una escoba y un recogedor del armario del balcón y volví al rellano. Esta vez solo había esparcido un puñado de colillas apestosas. Podía haber sido peor. Desde que lo denuncié, raro era el día en el que no me encontraba cáscaras de naranja, pieles de pollo o verduras putrefactas, entre otros restos orgánicos.

  

Eso también me ha gustado de esta novela. Que sin ser una novela trepidante, sin tener los grandes giros en la narración, porque está contada de forma líneal y pausada, no da ningún salto en el tiempo, ni prácticamente en el argumento, va hacia adelante, hacia adelante y de algún modo te engancha. Y ahora que lo pienso te engancha porque aunque está contada de forma muy sencilla aborda temas muy importantes que te calan, cómo os decía antes.

Me ha encantado la dedicatoria, que os he copiado al principio: "Y a todas las personas que fueron amables alguna vez conmigo". Ole. Qué bueno, qué mejor forma de agradecerlo que dedicarles un libro, con lo que cuesta escribir una novela... Muy bien. 

También reconozco que me llegado bastante el título "Los últimos románticos". Y me ha dibujado una sonrisa la parte de sus llamadas periódicas a Renfe preguntando por billetes a diversos lugares.

En fin... Que esta novela, sin tener un ritmo trepidante, sin contar las grandes hazañas es chirimiri que te va empapando. Es una novela con muchos silencios que tú tienes que llenar. Las flores de papel que hace en casa y luego lleva a un lugar, la ropa tendida en el balcón de su vecina, las asas de una bolsa que se clava en los dedos, la voz que le responde siempre cuando necesita escuchar a alguien, los compañeros apostados en frente de la fábrica... Todos esos detalles crean una atmósfera, te cuentan una historia muy cercana, que la hacen especial.

 

"Los japoneses no son gente parlanchina, y eso me gusta. Tienen sus perversiones sexuales y sus cosas raras, ya lo sé, les gusta salir a la calle vestidos de peluches, frecuentan bares de gatos, lo tienen todo lleno de máquinas expendedoras, y diría que gastan muy mal carácter, pero no conozco a nadie que sea absolutamente normal. Yo, por ejemplo, suelo calentarme la cara con el aire del secador de pelo, y no creo que eso me caracterice en absoluto, aunque es probable que a algunas personas esa costumbre les parezca denitoria. También tengo que caminar siempre por la derecha y cuando me rodean muchas personas, me mareo. Además, pagaba el alquiler de un piso, a pesar de ser la propietaria de una vivienda desocupada, para que al levantar la vista de mis tareas pudiera ver la lápida de mis padres."


La escritora vasca Txani Rodríguez es periodista y guionista, además de novelista. Además de publicar cuatro novelas, ha publicado un libro de relatos y varios cómics como guionista. También, colabora en programas radiofónicos y en el diario “El Correo”.