Parece ser que en diciembre de 1882, el entonces Alcalde de Madrid, D. José Abascal, estableció una tasa de 1 duro a los que celebrasen la llegada de los Reyes Magos.
Por aquel entonces no era costumbre celebrar la Nochevieja, sino que los madrileños salían a las calles, haciendo el consiguiente alboroto, para festejar la llegada de sus Majestades de Oriente. Lo que ocurría es que se les debía ir la mano con las celebraciones, el ruido, y las burlas a todo el que pasara por allí.
Como consecuencia de la prohibición, los chulapos que se habían quedado sin su tradicional celebración de llegada de los Reyes, aprovechando que aún se permitía reunirse en la Puerta del Sol para escuchar las campanadas del reloj en Nochevieja, idearon el plan de que todos comieran uvas, para de paso ridiculizar a los más adinerados de este Madrid, que habían tomado la costumbre en la cena de Nochevieja de emular a los vecinos franceses, bebiendo champán acompañado de uvas.
Así se fue repitiendo aquello año tras año, olvidándose el por qué comenzó, y quedándose entre nosotros como una más, pero muy importante, de nuestras tradiciones navideñas.
A ello ayudó la superstición de la época, que se encargaron los empresarios de fomentar, de que
"comiendo uvas el día primero del año, se tendrá dinero durante todo el
año". Las uvas de la suerte.
Hay otra teoría que dice que en el año 1909 hubo una cosecha tan buena, que para favorecer su venta y que no se terminan estropeando, los empresarios decidieron venderlas como “uvas de la suerte”.
En cualquier caso, aunque a mí me gusta más la primera explicación, es una costumbre muy española, la de tomar las uvas de la suerte. En otros países intentan atraer la fortuna de mil y una formas: comiendo lentejas (los italianos), brindando con champán (los franceses), besándose a la medianoche (los estadounidenses), rompiendo la vajilla (los daneses), dejando restos de cena en el plato hasta pasada la medianoche (los alemanes), cenando su Christmas puding (los ingleses) y practicando el "first footing" o lo que es lo mismo llegando los primeros a casa de familiares y amigos nada mas pasar las campanadas; quemando un muñeco con ropas viejas (los mexicanos, venezolanos y peruanos)...
Pero lo nuestro son las uvas. La palabra "uva", etimológicamente, nos ha llegado tal cual de la palabra latina "uva" que tenía el mismo significado: el fruto de la vid.
uva1
Del lat. uva.
1. f. Baya o grano más o menos redondo y jugoso, fruto de la vid, que forma racimos.
2. f. Baya de ciertos arbustos.
3. f. Enfermedad de la campanilla, que consiste en un tumor pequeño de la forma de una uva.
4. f. Especie de verrugas pequeñas que suelen formarse en el párpado, juntas y como pegadas unas con otras.
5. f. Ar., Man., Nav. y Rioja. Racimo de uvas.
A su vez, vid proviene del latín "vitis":
vid
Del lat. vitis.
1. f. Planta vivaz y trepadora de la familia de las vitáceas, con tronco retorcido, vástagos muy largos, flexibles y nudosos, cuyo fruto es la uva.
vid salvaje, o vid silvestre
1. f. vid no cultivada, que produce uvas pequeñas y de sabor agrio.
Y la tenemos tan incorporada a nuestro lenguaje coloquial, que a menudo utilizamos frases hechas que la contienen, como:
- Tener mala uva,
- Nos van a dar las uvas...
- De uvas a brevas...
De las que todos conocemos su significado.
Hay uvas muy diferentes con nombres muy curiosos: Tempranillo, Viura, Malvasía, Malbec, Cabernet Sauvignon, Merlot, Chardonnay...
Y tanto esos nombres de las uvas, como otros datos suyos, son oficialmente establecidos por una ciencia que se llama ampelografía, palabra que nos viene del griego:
Del gr. ἄμπελος ámpelos 'vid' y -grafía.
1. f. Descripción de las variedades de la vid y conocimiento de los modos de cultivarlas.
En fin, es tan curioso el lenguaje y las historias, sean verídicas o no, que podríamos seguir saltando de historia en historia sobre las uvas y no acabaríamos...
Y como mañana es 31 de diciembre, solo cabe finalizar esta entrada deseandoos que vuestras uvas, que nuestras uvas, nos traígan muuuuuucha suerte en el 2021.
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