#unaNavidaddiferente
Todos los quesitos
A la niña de la foto pocas cosas le gustan más que la Navidad.
Aún no sabe que, cuando sea mayor, habrá atesorado recuerdos eternos que acarreará de por vida: doce uvas lejanas dentro de un racimo perfecto de plástico que trajeron los compañeros de papá su última navidad, una cena especial donde mamá improvisó la receta de pato a la naranja que no gustó a nadie, una mañana de Reyes que entró, cual tromba eufórica, en el cuarto de sus padres a enseñarles los regalos, en el momento más cariñoso e inoportuno del mundo.
Momentos que aún ve y huele, momentos que curvan sus labios y encogen su corazón. Momentos que guarda en el trastero de la memoria y solo ocurren en Navidad.
Por eso, porque pocas cosas existen que me gusten más que este tiempo de villancicos y regalos, aunque ya soy mayor, dejo que la niña de la foto vuelva todos los diciembres. La necesito cerca para que me ayude a colocar el belén, a cocinar las recetas que aprendí en casa, a elegir presentes y envolverlos.
Este año, antes de comenzar con los preparativos, tuve que explicar a la niña de la foto que esta navidad es diferente. Que hay normas que cumplir. Los niños, aunque sean de papel de foto, aprenden pronto. Y más, si es jugando. Y ha sido aquella niña quién ha sugerido poner tiritas en la boca de San José, María y el niño. También en el morro del buey y la mula, en la del ángel. Seis pueden dentro del establo, ha susurrado con la caja de tiritas aún en la mano. Los tres Reyes y sus tres camellos, perdón dromedarios, también lucen su peculiar y diminuto tapabocas de plástico, pero están en otro estante, cumpliendo las distancias.
También, expliqué a la niña que este año no podremos reunirnos toda la familia en torno a la misma mesa. Me senté frente a ella y le dije que, como en el Trivial Pursuit, iremos reuniendo quesitos. En cada comida nos reuniremos con 4 o 5 de ellos, ahora primos, ahora hermanos, ahora éstos o aquellos. Y cada una de esas citas será como ganar un quesito. Festividad tras festividad. Tenemos que conseguir que, cuando terminen estas fiestas, todos los quesitos estén en nuestro poder. Ese será nuestro botín. Le digo guiñándole un ojo. Significará que habremos visto a todas nuestras personas queridas, habremos ganado nuestra partida a este bichito que nos tiene acobardados. La niña de la foto ha asentido muy seria durante toda la explicación. Muchas veces jugó al trivial con sus hermanos. Siempre elegía las preguntas marrones, amarillas y rosas. Historia, literatura, espectáculos. Si alguien sabe de ese juego es ella. Y feliz y confiada espera ganar todos los quesitos de esta Navidad diferente.
La niña de la foto lleva uno de esos “verdugos” que se estilaban tanto en los años setenta. Aquellos horribles gorros que tapaban perfectamente los oídos y la garganta. Cumplían a la perfección el objetivo principal de la madre de la niña, y se los compraba de todos los colores. Pero ésta los aborrecía como no ha aborrecido nada en toda su corta vida. Sin embargo, ahora nos va a venir muy bien que hayas venido con uno de ellos ya puesto, le cuento a mi niña de papel de foto. Habrá que ver a los abuelos en la calle, dar un paseo con ellos para que puedan tenerte cerca, ver cuánto has crecido y lo guapa que estás. En esta navidad diferente, sobre todo con los mayores, es mejor verse bajo el solecito, al aire libre. La niña de la foto siempre fue obediente, buena niña. Solo por ver acercarse al abuelo con su boina de siempre, y su bastón, siempre bien estirado aunque fuera cumpliendo años, vale la pena, aunque haya que soportar el odioso verdugo otra vez.
Esta Navidad es diferente, me confía en voz baja, mientras la llevo de la mano bajo las luces de colores, pero sigue siendo Navidad.
Pero tampoco habrá cabalgata, tengo que confesarle, al fin, a la niña que fui. Sé que eso le ha dolido de veras. Toda la vida, a la hora convenida, en la esquina de la calle que fuera, ella esperó pacientemente para ver la cabalgata. Se hizo mayor esperando a los Reyes Magos. En esta Navidad diferente, no ha habido ni San Silvestre ni Cabalgata, le explico. Para evitar las aglomeraciones, ya sabes. En su interior de papel de foto, visualiza con pesar como un montón de caramelos desperdigados en el asfalto se va diluyendo. Lo siento, le digo, sé cuánto te gusta. Pero entonces me mira, y también adivino lo que está pensando. Se relame, sin querer y sin remedio, como un gato gordo que espera su comida preferida. Y sonriendo a la niña que fui se lo confirmo: Claro, por supuesto. ¡Los roscones no nos los pueden prohibir! Y cómplices, reímos al unísono. Y la niña de papel de foto que fui, y la que soy ahora, volvemos a ser la misma persona. La que se muere por saborear un enorme pedazo de roscón de Reyes. Sí, por favor, mejor con nata.
El día siete de enero, como todos los años, tendré que despedirme, otra vez, de la niña de la foto. He crecido, y tengo que transitar por la vida sin ella. Pero ambas sabemos que nunca le he dicho adiós, solo me despido con un hasta siempre envuelto en una sonrisa. Sé, siento, que nos veremos de nuevo en diciembre y celebraremos juntas cuánto de malo dejamos atrás, poniendo otro Belén. Y para entonces no tendrán que ser solo seis los que estén dentro del Portal.
A la niña de la foto pocas cosas le gustan más que la Navidad, pero una de esas pocas, poquísimas cosas, es que le cuenten historias. Historias de Navidades diferentes. Historias de su propia vida, que nunca hubiera imaginado.
Rocío Díaz Gómez. Enero 2021
Muy bien escrito. Me ha gustado mucho la niña de la foto y la niña de hoy.Te felicito.
ResponderEliminar¡Muchísimas gracias! Muy amable. ¡Y felices fiestas!
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