Un blog de literatura y de Madrid, de exposiciones y lugares especiales, de librerias, libros y let

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lunes, 6 de junio de 2022

Los faros de Fuerteventura

 


Los faros de Fuerteventura preguntan por ti.
Los alisios les soplan que ya te fuiste de las islas Afortunadas.
Pero ellos te echan de menos y utilizan la cadencia particular de sus señales para que les recuerdes, para llamar tu atención y, sin palabras, invocando a tus recuerdos, pedirte que vuelvas.

No saben esos faros que lo que más temes tú es dejarte llevar por el canto de las sirenas que se zambullen bajo ellos.
Ese canto que cautiva, ese tan sugerente impregnado de añoranza, que si no te taparas los oídos cada noche, como Ulises, podría robarte la voluntad, pues lo trajiste enredado entre tus rizos.








sábado, 14 de agosto de 2021

Un amor. Faros de la Isla de La Palma

 

Faro de Fuencaliente

 Nuestra historia de amor en La Palma comenzó en el Faro de Fuencaliente. 

 

Como a este faro, a quién la erupción del volcán Teneguía a punto estuvo de sepultarlo, así a nosotros casi nos arrastra aquella pasión. Sin embargo tan milagrosamente como al volcan de principios del siglo XX le respetó la lava, así nosotros sobrevivimos a aquellos días absolutamente febriles en los que nos costaba salir de la habitación si no era para buscar los rincones más íntimos de la Isla. Cuánto le gustaba a mi cuerpo sentir el tuyo cerca, tu piel y mi piel no perdían oportunidad de rozarse, de sentirse, de disfrutarse. Cuántas risas entre los besos.


Sin embargo no supimos reconducir aquel torrente de sensaciones, no logramos templar aquella fiebre volcánica que nos llevó a descubrirnos y sin darnos apenas cuenta nuestra relación se volteó monótona, rutinaria, tan insípida como el Faro de Arenas Blancas que había cerca de la casita marinera donde terminamos sobreviviendo. Aquella casita de colores, rodeada de arena y cangrejos, aún me hace sonreír a pesar de que nuestro tiempo allí ya no tuvo el sabor ni el dulzor de los primeros tiempos juntos.

 

Faro de Arenas Blancas

 


 

Aún así, no sabíamos que nos quedaba vivir lo peor. ¿Qué nos ocurrió? ¿Dónde despistamos a las caricias? ¿Dónde extraviamos los besos? ¿Cómo pudimos dejar que nuestra vida se volviera ese lugar accidentado? A menudo pienso en aquellos días como en el lugar donde alzaba el Faro de Punta Lava.

Al oeste de la lujuria y el amor, alzamos nuestra casa, al lado de unos invernaderos, dónde si no, a los que se llegaba por un estrecho y recóndito camino. A los pies de ese faro feucho dejamos languidecer y casi tiritar de frío a aquel amor nuestro que tanto calor nos había dado ¿Cómo pudimos convertirlo en algo tan gris y sin gracia?


Faro de Punta Lava

 

 

 

¿De dónde sacamos la fuerza para quedarnos con lo mejor? ¿Cómo conseguimos reconducir aquella lánguida relación que daba sus últimas bocanadas? A punto de ser uno de esos pobres peces a quienes las olas les hacían chocar contra las rocas.

¿Que viento benefactor soplaba el día que nos cambiamos de casa? Nos mudamos de Faro y nos fuimos a vivir al norte, cerca del Faro de Punta Cumplida. Y cómo no podía ser de otra forma allí cumplimos el deseo de seguir juntos.

Entre cultivos de plataneras, tal y cómo había resistido aquel faro de 150 años, resistió nuestro amor. Rescatamos la ternura y el sentido del humor de allá donde los habíamos desterrado, aprendimos otra vez a mirarnos de frente. Nuestros ojos, nuestras manos, las yemas desnudas de nuestros dedos se reconocieron de nuevo y una pizquita de cariño, una brizna indestructible, consiguió el resto.

 

Te echaba tanto de menos, musitaste en mi oído la noche que volviste a abrazarme.


Faro de Punta Cumplida


sábado, 14 de noviembre de 2020

Hicimos olas. Faros de Málaga

 

La Farola de Málaga. Verano 2020

Y llovió.

Llovió y llovió tanto ese día, que se hizo un gran charco en el patio en el que se miraron todas las flores de otoño.  

Los crisantemos y las flores del cactus, los cyclamen y las caléndulas, contemplándose en aquella superficie lisa y líquida, se nos volvieron nenúfares. 

Y el agua, creciendo sobre el pavimento, nos rodeó, 

nos invitó a entrar despacio en su ilusión. 


Y no sé por qué lo hicimos,

pero sacamos la colección de faros. 

Todos los que habíamos ido trayendo,

de aquí, de allí y de allá.

Todos los que habíamos ido guardando celosamente a salvo del paso del tiempo y la desmemoria, fuimos sacando al patio, 

fuimos dispersando,

 y recolocando entre aquellos improvisados nenufares. 

 

Y era noviembre, y hacía frío, 

pero miramos a nuestro alrededor, 

y sonreímos.

Teníamos un mar, un mar nuestro.

Solo nos quedaba dejarnos llevar, mecernos, disfrutar.

E hicimos olas.

Os lo juro, las hicimos.

Con las palmas de nuestras manos, chapoteando entre sueños, inventamos olas.

Olas enormes, de cuatro metros algunas, y otras chiquitas, chiquitas y suaves, de esas que se deslizan y solo alcanzar a mojarte las plantas de los pies.

Las hicimos.

Muchas, muchas olas. 

Olas que salpicaban los faros, que movían los nenúfares, que 

nos dejaron sumergirnos en ellas, subirnos a su  cresta, y

a lomos de su humedad

escapar,

escapar,

muy lejos de nuestra ciudad. 


Faro de Puenta Doncella en Estepona. Verano 2020

El Faro de Torroz /Málaga) Conjunto arqueológico Villa Romana. Verano 2020

Faro de Calaburras (Mijas costa) Verano 2020

Faro de Marbella. Verano 2020


domingo, 11 de octubre de 2020

Los faros cuentan historias. Faro de Peñíscola (Castellón)

 

Faro de Peñíscola (Castellón)

Los faros cuentan historias. 

Historias de atardeceres fantásticos y criaturas marinas mitológicas. 

Historias de desgraciados naufragios y pecios fascinantes que nos esperan en el fondo del mar.

Historias de todos los tiempos que el agua salada ha ido imprimiendo en sus paredes con tanta persistencia, que ha ido calándolos y palpitan intactas en su interior seco y atemporal.

 

Los faros cuentan historias.

Si te acercas a ellos lo suficiente y prestas atención,

si sigues la dirección de su veleta,

si muestras respeto por quienes fueron y son,

quizá consigas que confién en ti y te las susurren sobre el rumor de las olas. 

 

Faro de Peñíscola (Castellón)
 

 


Los faros cuentan historias.

Pero no todos consiguen oírlas.

Solo quienes los faros eligen serán capaces de escucharles contar. 





martes, 25 de agosto de 2020

El faro de Rota




Cómo sabe cuánto me gustan los faros, no dejó de guiñarme su luz hasta que le apunté a la linterna con mi cámara.

Advirtió rápido que no era de los que, en principio, más llaman mi atención. 
Angelito...
Pero no se rindió.
No se rindió, aunque no fuera tan alto como el de Chipiona, ni tuviera un compañero cerca como el de Sanlucar, aunque supiera que él de primeras no tenía ese "plus" de peculiaridad que tenían los que descubrí cerca de él.

Sin embargo, poco después me demostró que no lo necesitaba. 
Supo como engatusarme.

No paró hasta que llamó mi atención con su luz intermitente. Y no contento con eso, se las apañó para enseñarme su mejor perfil bajo la silueta de la preciosa y tímida luna que lucía aquel atardecer del 26 de julio.  

Sus antecesores tuvieron mala suerte, uno fue derribado en 1898 durante la guerra con EEUU, y el otro dejó de funcionar. 
Pero éste truhán, el jóven faro de Rota, delgado y pálido, erguido y apenas un cuarentón (se inauguró el 1 de noviembre de 1980) sabe bien el enclave privilegiado donde está, y cómo colocarse para salir lucido en un puñado de fotos. 

Y yo, que tengo debilidad por los de su estirpe, no tuve más remedio que invitarle a acompañarme a este mi blog, necesitado siempre de mar y faros, por toda la eternidad.





¿Quieres conocer más faros?
http://rociodiazgomez.blogspot.com/search/label/Los%20faros



#faro
#Rota


viernes, 14 de agosto de 2020

Faro de Chipiona. Álbumes de faros


De niños, en vez de coleccionar álbumes de cromos, coleccionaban álbumes de faros.

En aquella casa no estaba "El porqué de las cosas" de Bimbo, el "Vida y color" o cualquiera de aquellos atestados de caras sonrientes de futbolistas y titulados "Campeonatos de la liga 1970 y tantos" que se repetían en todas las casas. 
En aquella, quién sabe por qué, solo había un tesoro perfectamente ordenado. Un tesoro de álbumes artesanales hechos de cartulinas negras e ilustraciones pintadas con rotuladores de colores, marca Carioca.

El mayor se dedicaba a investigar bibliotecas y libros donde documentarse sobre cada uno de ellos. El mediano, el de mejor memoria, con solo leerlos una vez se los aprendía hasta desgranarlos en pequeñas notas que copiaba al lado de las imágenes con su letra apretada. La niña, la más cuidadosa, confeccionaba con cartulinas negras, y dibujos calcados con el papel de seda de los patrones de su madre, las ilustraciones de cada uno de ellos. Y el pequeño, el más rubio y nervioso, los repasaba por si se les había olvidado algo, pasando las páginas con su mano derecha, mientras con la izquierda sostenía el bocadillo de pan con chocolate. 

Eran un equipo perfectamente sincronizado.
Un equipo que atesoraba faros.

Aquella tarde tocaba el faro de Chipiona. 

El más alto de España. 
El que había sustituido a otro viejo faro de tiempos de los romanos.
El que se construyó para orientar a los barcos que querían ascender por la desembocadura del Guadalquivir. 
El que también, solo unos pocos privilegiados lo eran, se utilizaba para guiar a los aviones.

El faro de Chipiona, el construído con roca ostionera, el que se erguía altivo sobre las sombrillas de colores y los corrales de pesca, fue el ejemplar elegido para iluminar también, aquella tarde, en casa de los cuatro hermanos.









#Faros
#Cádiz
#Chipiona

martes, 23 de junio de 2020

El mal de Corcira de Lorenzo Silva



- Subamos a la Mola. Y de paso os enseño el faro.
De nuevo, el trayecto duró tan solo unos pocos minutos. La subida era agradable, entre la densa vegetación que tapizaba la falda de aquella elevación de poco menos de doscientos metros que marcaba la cota superior de la isla. Sobre el altiplano que la coronaba había un pueblo, Pilar de la Mola, que se veía vacío y apacible bajo la poderosa luz del mediodía. Había que hacer un esfuerzo para recordar que estábamos en noviembre: la temperatura no bajaba mucho de los veinte grados y aquel sol y aquel aire transparente hacían pensar en un eterno verano. Al bajar del coche, junto al faro que se alzaba en el extremo oriental de aquella pequeña meseta y de la isla, el viento nos recordó en seguida la estación, aunque tampoco suponía una excesiva molestia.
El faro era hermoso, como todos los faros, aunque hacía tiempo que no lo encalban. Junto a él había una pequeña casa, la residencia del farero en tiempos, supuse, y me pregunté si aún la ocuparía algún funcionario de aquel cuerpo que según me dijo uno de los pocos que quedaban, y al que conocí durante una investigación en Almería, se había declarado ya a extinguir...
(...)
- ¿Y ese monolito?
- Está dedicado a Julio Verne -dijo-. Sacó la isla de una novela.
-Es cierto -recordé de pronto-Hector Servadac.
Eva me miró con asombro.
-Increible, mi subteniente. es usted la primera persona con la que me tropiezo que no es de Formentera y se sabe el título del libro.
-Bueno es que lo he leído.
(...)

El mal de Corcira
Lorenzo Silva



Y qué agradable es cuando de un placer sacas otro, como un conejo de una chistera, como si abrieras una hilera de matriuskas a cual mas preciosa.

Y estás leyendo un libro que te tiene atrapada, el último de Lorenzo Silva, sí el último de Bevilacquaa, y de pronto te habla del Faro de La Mola en Formentera. Aquel lugar que recuerdas con una sonrisa.

Donde había un faro, y un acantilado, y un monolito que recordaba a Julio Verne y hasta hicisteis autostop.

Donde estaba aquel perro que decidió que en ningún sitio estaría más cómodo que encima de mis piernas.Todo el camino en aquel coche que nos recogió...


El placer de la lectura, el de los viajes, el de las aventuras, el del caminar bajo el sol sin prisas ni horarios.

Qué suerte aún me queda medio libro de Lorenzo Silva, lo estoy disfrutando mucho.
Ya os lo contaré mejor.
Y más suerte aún de que este año iremos a cazar faros. 
También ya os los presentaré.

La vida está salpicada de pequeños placeres,
solo hay que estirar el brazo,
abrir la mano,
tocarlos,
sentirlos.

Y disfrutar.





jueves, 30 de enero de 2020

El Faro de Punta Pechiguera en Lanzarote




Llevabas once años esperando a que volviera.

La primera vez no me acerqué a presentarte mis respetos. Aún no entiendo qué ocurrió.

Una segunda vez no podía distraerme tanto. 


Solo hacía unas horas que había llegado cuando me acerqué a por ti. Alto y estilizado superabas con creces en tamaño a tu predecesor, un antiguo ejemplar de 1866 que cumplió a la perfección su función durante más de 120 años. Hoy, aparcado a tu lado, languidece achaparrado, abandonado y víctima de los vándalos. Algo muy raro en una isla tan limpia.

Pero tú, con tus 50 metros de altura, te sostienes altivo en el extremo suroeste de Lanzarote, en Punta Pechiguera de la que te llevaste el nombre, sorteando el viento, mirando al Atlántico.

Vigilante fiel de la Bocayna, el estrecho que hay entre las islas de Fuerteventura, a la que miras, y Lanzarote, sobre la que estás, tienes el lujo de no perderte ni uno de sus atardeceres.


Hoy, con dos invisibles chinchetas ya estás pegado para siempre a este blog. No te preocupes estarás bien cuidado aquí, acompañado de tus compañeros de colección, a salvo de la desmemoria, todavía impregnado de olor a mar.

Tú me esperabas, y yo no podía defraudarte.









#Faro Punta Pechiguera
#Lanzarote

lunes, 30 de septiembre de 2019

El faro de Miraflores en Lima


Tu océano no es tan Pacífico como dicen. 
Y a la leyenda que te envuelve,
                  de que te fabricó el famoso Eiffel,
no la avala ningún papel. 

Pero qué bien luces envuelto en el gris de la garúa
la garúa rociando, con diminutas gotas, tu piel de hierro. 

Allá tenías una plaza bien cuidada que te rodeaba,
y una permanente exposición sobre otros compañeros ilustrándote. 
Tenías el uniforme reluciente y una posición privilegiada en lo alto del acantilado;
la suerte de ser mimado, y
el carisma de quién se sabe especial. 

Por eso te dejaste fotografiar desde todos los ángulos, ofreciendo siempre tu mejor perfil.
Por eso te dejaste cazar sin apenas ofrecer resistencia ni cuidado.

Ahora, aquí, ya quieres que sepan de tu singularidad,
y andas dejándote llamar "el limeño" por los demás faros de la colección.

Ay.
Te doy un mes para que empieces a añorar
tu océano, tu leyenda y tu acantilado,
tu plaza, tu ciudad, y tu clima gris
ay, tan húmedo.
 

No pases cuidado, aquí queremos tanto, mucho, a los faros,
que estarás bien.

No dejaremos que la nostalgia,
la implacable nostalgia con olor a mar y rasgos indígenas,
te ablande tu metálico corazón.






#Faros
#Lima
#Miraflores (Lima)

domingo, 28 de julio de 2019

Los faros de Alicante: Faro del Cabo de San Antonio y Faro del Cabo de la Nao

Faro Cabo de la Nao

Aquella tarde quisimos ampliar la colección de nuestro álbum de Faros.

Soplaba el viento del sur, que nos llevó volando hasta lo más alto del Cabo de San Antonio y nos dejó muy cerca de nuestra meta.

El sol y el aire jugaban a ver quién podía más con nosotros. 

Primero lo intentaron cuando alcanzamos el Faro del Cabo de San Antonio. En volandas llegamos a lo más alto, y en volandas bajamos de allí. Pero lo habíamos conseguido, guardado en el bolsillo nos trajimos aquel faro achatado que se iluminó por primera vez en 1855. Envuelto en las vistas que traía como si fueran papel celofán, estaba intacto con su color rosado.

Desde allí, bordeando el mar, volvimos a subir y subir, ésta vez hasta el Cabo de la Nao. 

Sobre las alas de las gaviotas sobrevolamos las verjas y los acantilados y llegamos hasta la veleta que tenía un 1973 y que apuntaba también al sur. 

Nos costó un poco más llegar hasta él, pero también logramos alcanzarlo. Y deprisa, muy deprisa, nos lo guardamos en otro bolsillo del que sobresalía un poco porque era más alto, unos diez metros más. y más jóven, se había iluminado por primera vez en 1928. Pero ya era también nuestro, lo cuidaríamos bien.


Ya estamos deseando salir otra vez a cazar Faros.
Necesitamos su viento, su olor a mar, su luz.




Faro del Cabo San Antonio

Faro Cabo San Antonio


Faro del Cabo de La Nao

Faro Cabo de La Nao