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domingo, 21 de febrero de 2021

El baúl de las veletas

 

Vilafamés (Castellón)

Algunas tardes de los domingos abríamos el baúl de las veletas.

Cogíamos una holgada mochila, metíamos dentro cinco o seis de ellas escogidas al azar, y nos echábamos a la calle.

Eran esas tardes mustias que no conseguíamos espantar la tristeza. Esas que se nos pegaba a la piel una sensación de frustación e impotencia que, a traición, secuestraba nuestro ánimo y las ganas de pelear. Cuando un vaho de incertidumbre pegajoso nos iba derrotando de dentro afuera sin remedio. Arrugándonos.

Primero sacábamos del botiquín las frases curativas. Una buena frase enrollada al cuello abriga mucho y reconforta. Pero a veces según las sacábamos se deshacían en palabras huecas que caían al suelo, rodando y rodando en todas direcciones. 

Entonces, sujetándonos el corazón para que no se cayera tambien al suelo, y se nos rompiera aún más, recurríamos a las veletas. 

Nuestro tesoro.

Las habíamos ido atesorando viaje tras viaje, y guardábamos celosamente en un enorme baúl. 

 

Castellón ciudad

Cogíamos una holgada y resistente mochila, metíamos dentro cinco o seis de ellas escogidas al azar, y nos echábamos a la calle.

Cada tres manzanas sacábamos una y nos dejábamos guíar por lo que señalara. 

Que si la de la bruja, que si la del castillo, que si la del león o la sirena.

Castellón ciudad
 

Cada una era la puerta de entrada a un cuento. 

Cada una suponía una nueva dirección para echar a andar de nuevo. 

Nos daría otra vez el aire en la cara.

Nos sentiríamos arropados.

Y de la mano recorríamos despacio el barrio siguiendo a las veletas de nuestro baúl, hasta cansarnos.

Con la ilusión intacta, con la esperanza de distraer la tristeza, de darle esquinazo, de respirar profundamente hasta llenar los pulmones.

Y seguir caminando.

 

Benicarló (Castellón)

@Rocío Díaz

lunes, 12 de octubre de 2020

De murales y viajar. Castellón

 

En Benicarló (Castellón)


Echabas de menos el olor del mar. 

Y el tacto de la arena granulosa bajo las plantas de los pies, echabas de menos el aire marino rizando de más tu pelo, y el sol calentando la piel, 

el sol calentándote de fuera adentro.

Echabas de menos descubrir pueblecitos tranquilos en los que parece que casi nadie vive.

Echabas de menos viajar.

Escapar.

Descubrir.

 

Descubrir murales ocultos a la vuelta de la esquina. 

Agujeros profundos y de colores.

Puertas enormes siempre abiertas a otros mundos, 

otras historias, otras vidas. 

La piel tatuada de los edificios 

permanentemente 

embelleciendo el mundo. 


En Torreblanca (Castellón)

En Vinarós (Castellón)

En Torreblanca (Castellón)


domingo, 11 de octubre de 2020

Los faros cuentan historias. Faro de Peñíscola (Castellón)

 

Faro de Peñíscola (Castellón)

Los faros cuentan historias. 

Historias de atardeceres fantásticos y criaturas marinas mitológicas. 

Historias de desgraciados naufragios y pecios fascinantes que nos esperan en el fondo del mar.

Historias de todos los tiempos que el agua salada ha ido imprimiendo en sus paredes con tanta persistencia, que ha ido calándolos y palpitan intactas en su interior seco y atemporal.

 

Los faros cuentan historias.

Si te acercas a ellos lo suficiente y prestas atención,

si sigues la dirección de su veleta,

si muestras respeto por quienes fueron y son,

quizá consigas que confién en ti y te las susurren sobre el rumor de las olas. 

 

Faro de Peñíscola (Castellón)
 

 


Los faros cuentan historias.

Pero no todos consiguen oírlas.

Solo quienes los faros eligen serán capaces de escucharles contar.