Un blog de literatura y de Madrid, de exposiciones y lugares especiales, de librerias, libros y let

viernes, 18 de febrero de 2022

De los nombres de las tiendas. Lavanderías.


 

 Tenemos un atraso importante en las entradas del blog. Y entre ese atasco tenemos un poco aparcadas las que dedicamos a la colección de los nombres curiosos de las tiendas, donde intentamos resaltar aquellos que nos parecen diferentes u originales por alguna razón.

Ya tengo fila de fotos, así que vamos a ir poniendo orden.

Hoy traemos una entrada limpita que huele a suavizante y, lo que es mejor, tiene un fondo de lenguaje muy bien elegido. Me estoy refiriendo a un par de fotografías que me han regalado mis amigos. Tengo mucha suerte, cuando van por ahí, siempre hay algun amigo que se acuerda de mí si ve algún nombre que llama la atención y me lo regala envueltecito en un guasap cariñoso. Da gusto recibir esas sorpresas.

Bien pues, en esta ocasión, Javier y Piluca me han regalado dos con un tema común: ¡lavanderias! 

En ambos casos la elección del nombre tiene un doble sentido muy acertado. 

 

En la foto que encabeza la entrada tenemos nuestra primera lavanderia: "Bailame el agua".  Muy bueno el juego de palabras con doble sentido entre una lavandería y la frase hecha con agua, que imagino que todos sabéis que tiene el significado de adular a alguien, hacerle lisonjas, agradarle...

¿Sabéis de donde viene la expresión "Báilame el agua"? Pues tanto Covarrubias en su Tesoro de la Lengua Castellana, como en el Quijote, aluden a ella diciendo que su origen habría que buscarlo en que antiguamente los criados, antes de que llegaran los señores, cuando el tiempo estaba muy caluroso, echaban agua al suelo y las paredes para refrescar el ambiente. Claro, estamos hablando de tiempos pretéritos... Entonces el agua al chocar con fuerza contra las baldosas del suelo, saltaba, dando la sensación de que estaba bailando. Como éste afán era "una gracia" que se hacía a los dueños de la casa para que se encontraran más a gusto, pues se comenzó a asociar ese momento de que bailara el agua, con la intención.

Es bueno el guiño ¿verdad?

 

Y en la foto de debajo, tenemos otra lavanderia "La colada", y otro guiño, pero esta vez histórico. ¿Vosotros sabéis cómo se llamaban las espadas del Cid? Porque confieso que yo solo sabía que una se llamaba Tizona, pero resulta que la otra se llamaba ¡"Colada"! 

Siempre estudiamos que el Cid le regaló a sus yernos, cuando se casaron sus hijas, sus espadas. Lo que ocurre es que nos decían (creo que en el Cantar del Mío Cid) que sus hijas se llamaban Elvira y Sol y se habían casado con los Infantes de Carrión. Después resulta que la historia nos ha rectificado este punto y  que, en realidad, se llamaban Maria y Cristina, y se habían casado respectivamente con el Conde de Barcelona y Ramiro Sánchez de Navarra. Ainssss...

Pero parece ser que, al menos, las espadas se siguen llamando como se llamaban. Y claro para una lavandería burgalesa, que eso no lo había dicho, el juego de palabras de la espada "La Colada" del Cid con la palabra "colada" que en la quinta acepción del diccionario de la RAE quiere decir. "ropa lavada" es ocurrente ¿Verdad?

 

Así que muy bien estas dos nuevas aportaciones a nuestra colección, muy ingeniosas.

 

Ya solo queda dar gracias a mis amigos por estas aportaciones a la causa.

jueves, 17 de febrero de 2022

"La forja de una rebelde" de Lorenzo Silva y Noemí Trujillo.- Reseña Literaria

 


Martina llorando 

Martina no se merecía aquello, que su madre hubiera muerto en medio de la pandemia y su mejor amiga, yo, apenas fuera capaz de decirle una palabra  que la consolara. Veinte años de amistad y fines de semana juntas, en familia, con sus hijos y los míos. Compartimos estudios, opositamos a la vez. Puedo decir sin miedo a equivocarme que sin su apoyo yo no habría sido policía. Fuimos juntas a clases de inglés, francés y ruso; yo abandonaba rápido y ella perseveraba porque le apasionaba aprender idiomas. Nos tocó investigar casos endiablados, formando equipo, y ahora, cuando ella me necesitaba, no sabía cómo darle apoyo. «Benditas sean las manos de la madre», escribió Rilke, pero fui incapaz de pronunciarlo en voz alta.



Anoche terminé de leer "La forja de una rebelde" de Lorenzo Silva y Noemí Trujillo. Es el segundo libro de este tandem de autores protagonizado por la inspectora Manuela Mauri. El primero de ellos estaba titulado "Si esto es una mujer".

El argumento nos cuenta que la inspectora tiene que ir al escenario de un doble crimen en plena pandemia. Han matado a tiros a una pareja en su chalet. No hay trazas de que se trate de un robo y es la jóven hija del hombre quién ha descubierto a los cadáveres.

Esto es lo único que sabemos cuando arranca la historia, con respecto al caso. Con respecto a la protagonista, conocemos también bastantes aspectos de su vida: Se ha muerto la madre de su mejor amiga y no sabe cómo ayudarla, tiene problemas en casa con su hijo mayor, que ocasiona también discusiones con su pareja y, por si eso no fuera poco, tiene problemas de salud.

El libro como ya hemos dicho se desarrolla en la actualidad, concretamente en los primeros meses de la pandemia, y creo que la ambientación está muy lograda. Está muy bien reflejada esa época: las calles desiertas, los escasos ruidos, el confinamiento, la incertidumbre, las muertes sin duelos, la extraña y triste vida de esos meses, .

En cuánto a los temas que toca la historia, además de la violencia inherente a este tipo de novelas, tenemos los conflictos generacionales, la falta de comunicación, las tensiones familiares, el odio.

La investigación está contada de tal forma que los lectores vamos a ir descubriendo el entramado al mismo tiempo que lo hace la inspectora y lo descubrimos desde su punto de vista. 

Los personajes están bien perfilados. Aunque no son tan reflexivos como Chamoro y Bevilacqua, los protagonistas guardias civiles de las conocidas y novelas de Lorenzo Silva, que desde luego a mí me encantan. En eso yo noto mucho la diferencia, y ahí se ve muy bien que además de ser el autor Lorenzo Silva, también lo es su mujer: Noemí Trujillo. Ya no es una, sino dos formas las de escribir y de ver la vida. Y como consecuencia ya para empezar vemos, cmo decíamos, que el tono de la narración varía mucho, son menos reflexivas estas novelas que la otra saga. Y desde luego también se transparenta entre líneas que hay una escritora detrás, principalmente en los temas que aborda. Me refiero, por ejemplo, a toda la parte que alude a los problemas ginecológicos de la protagonista. Detalle que me ha llamado la atención, ha sido muy novedoso. Llevamos muchos libros leídos de Chamorro como protagonista, y no tenemos ni idea de cómo es ella en esos aspectos femeninos. Bueno en esos y en otros muchos. En estas dos novelas, sabemos muchíismo más de la vida personal de los protagonista, su familia, sus relaciones sentimentales. Ya lo hemos dicho, lo sabemos nada más empezar la novela, y lo sabremos durante toda la trama.

En mi opinión ésta es una novela entretenida que se lee muy fácil, aunque echo mucho de menos la profundidad que tiene la prosa de Lorenzo Silva. Es evidente que tiene buen ritmo, es literatura muy de evasión. Aunque no debo dejar de señalar que esta obra tiene un componente metaliterario muy importante. Es todo un homenaje a la literatura. Abundan las alusiones a la escritura, por supuesto, ya lo vemos incluso en el guiño a Arturo Barea y su trilogía ya en el título. Pero también hay recordatorios constantes a la literatura de otros muchos autores como Agatha Christie, Cortazar o a obras concretas como Los tres mosqueteros, o Moby Dick. Los personajes de esta novela, tanto la inspectora como la hija de los asesinados son personas que leen.

Lo que menos me ha llenado es el final. Tengo la sensación de que está poco rematado. En mi opinión algo le falta. No sé qué opinereis los que ya habéis leído esta novela, pero esa es mi impresión.

En cualquier caso, yo creo que habrá más novelas de este tandem a cuatro manos- Yo no me quiero perder sus próximas entregas para ver como evolucionan y seguir de cerca la historia de Manuela Mauri.



sábado, 5 de febrero de 2022

Luchando por una plaza

 


El chico que me pidió perdón porque le acompañaba su madre: "Una madre que hablaba demasiado alto, y se pone nerviosa, cuando él ya le había dicho mil veces que podía ir solo al exámen."

El jóven voluntario que venía corriendo acompañando a una chica preguntando si llegaba tarde, porque venía de dejar a otros dos más en otra facultad. El mismo que le decía con un cariño infinito "Llevas el DNI porque me lo has enseñado hace un rato, no te pongas nerviosa, que ya estamos aquí, no hemos llegado tarde, búscalo tranquila".

La madre que me pide permiso, con toda la educación del mundo, para asomarse y ver a su hijo, un hombretón enorme, sentado ya en el pupitre, para tirarle un beso y desearle suerte.

La chica, con síndrome de Down, que me llama para confirmar en voz muy baja que las que falle no le van quitar puntos. La que me lo vuelve a preguntar tres veces, hasta que se convence de que puede contestar las dudosas sin miedo y si acierta eso que se lleva.  

Los que se olvidan de firmar, aunque se lo has repetido varias veces. Los mismos a los que te tienes que acercar, uno por uno, selañándoles el cuadradito para que firmen y dándose un golpe en la cabeza lo firman corriendo, y te sonríen.

El simpático que me dice, mientras le recojo el examen, que le había parecido fácil. "Y le había parecido fácil porque él había estudiado cuatro horas seguidas todos los días, y si estudias todos los días pues entonces te las sabes".

Todos esos padres que los habían dejado en la misma puerta del aúla. Esos que los han dado un sonoro aplauso cuando, al fin, han salido.

Todos, todos, los que estaban dentro de esa clase donde cuidé un examen para discapacitados intelectuales esta mañana.

Todos los que estaban allí y han demostrado un temple, una paciencia, un buen humor increible y me han enseñado tanto.

Todos los que nos han dado un baño de humanidad tremendo a los que cuidábamos.

Ojalá hubiera plazas para todos. 

Ojala.


domingo, 30 de enero de 2022

"Precipicios habitados" de Mar Horno

 


Sentí un ruido de fondo y, para ver de dónde provenía, apagué la televisión. No lo dejaba de escuchar pero no lograba descifrar el origen. Me acerqué hasta el ordenador y también lo apagué. Y en el silencio presté aún más atención. Que raro, pensé, parece que viene de la librería. Y me acerqué despacio.

Entonces el murmullo se volvió más audible. Era tan leve que costaba centrarse en él. Pero sí, era un suave crujido a hoja, a palabra, a letra. ¡Estan hablando entre ellos!

Sonaban a queja, a suspiro, a tristeza. No querían que se fuera. ¿Quién? me pregunté.

Y entonces escuché su nombre, su título: "Precipicios habitados". De Mar Horno, pensé casi a continuación. Y, sin proponérmelo, asentí con la cabeza.

Comprendía que no quisieran desprenderse de su compañía. Era un libro distinto a la mayoría de los que compartían al apretado espacio de esos estantes. No era ninguna novela, no era de viajes, no era de psicología ni de asuntos del lenguaje. Era un libro de microrrelatos. Y de esos, apenas hay en mi librería. Pero sobre todo era un universo de pequeñas historias completas. No les faltaba detalle. Eran pura literatura en pocas palabras. Eran relatos cortos pero profundos, crecían más allá de haberse terminado. Te dejaban perplejo, intrigado, inquieto. Y en eso se traducía su valor. 

Miré a mis libros en silencio. Yo tampoco quería que se fuera, pensé. Pero los libros prestados hay que devolverlos. En eso no hay vuelta de hoja, les dije con una de esas frases de doble sentido que les gustan porque nacieron de ellos. "Precipios habitados" es uno de esos libros, que vienen a ti, tú no los has buscado. "Toma, te va a gustar, te lo dejo". Y yo había oído hablar de esta autora pero no había leído nada de ella. Y me lo guardé. A veces nosotros no elegimos los libros, ellos nos eligen. Unas veces para siempre, otras para una temporada.

Comprendía el rumor quejoso de mis libros, el murmullo triste de la despedida. Pero tenemos suerte, lo hemos tenido, les dije, ahora tiene que irse para que otros lo disfruten. 

Que sí, que vale, no nos cuentes rollos que ya lo sabemos. Contestaron los que ya tienen unos años. Los libros adolescentes también se ponen impertinentes. 

Pero yo les quiero igual. Igual también que a los que están de paso. 


"Precipios habitados" de Mar Hornos, no os olvideis.


"El piso era muy barato. Estaba en una calle estrecha, casi pegado a la iglesia. Si te inclinabas por encima del balcón podías tocar las gárgoles de los aleros. El viejo, ya tan solo, tan impar, tan inhabitado, empezó a hablarles a la luz de la luna. A dejarles alguna chuchería. A leerles poemas. Antes de acostarse, se despedía de ellas con la mano. Fue una buena estrategia. Los anteriores inquilinos no sobrevivieron a los mordiscos. Estos monstruos sienten una atracción irresistible por el miedo. Lo huelen y atacan. pero respetan la amabilidad."

Página 82


Dos platos de más

Cuando llega a casa, el padre siempre cuelga la chaqueta en la percha y se lava las manos. Los encuentra sentados ya a la mesa, esperándolo para cenar. Limpios aseados. Él les acaricia el pelo, los besa, y les preguntaba qué tal les ha ido el colegio o cuándo será la exposición de ciencias. Ellos, sonríen como ángeles, y obedientes se comen todo el puré. La madre llega un poco más tarde de trabajar y al oir el parloteo en la cocina, se va directamente al dormitorio y se toma sus pastillas. Un día, cansada de seguir cuerda después de la desgracia, se ahorcó de la lámpara de la maldita cocina. Desde entonces el padre ya no prepara la cena. Ahora, cada domingo, los agarra de las invisibles manitas y los lleva a ver a su madre al cementerio.

Página 51




lunes, 24 de enero de 2022

"Alfonso. Cuidado con la memoria". Exposición fotográfica en la Sala Canal Isabel II. Terminó el 23 de enero.

 


Estaba en la sala Canal de Isabel II, en Santa Engracia, ya sabes, donde aprovecharon el antiguo depósito de agua para dejarlo como un espacio para exposiciones de fotografía. 

Me encanta ese lugar, es como un oasis en medio de Madrid. Un recoveco a un lado de la gran y ruidosa avenida donde, de pronto, se respira silencio, y siempre conoces o reconoces fotógrafos que merecen la pena. Es un canal del año 1910, pero en los años ochenta lo acondicionaron para exposiciones temporales. Circular, espacioso, oscuro. No sé ni la de veces que habré ido, procuro no perdérrmelas nunca.

 


 



Esta vez la exposición se titulaba "Alfonso. Cuidado con la memoria" y estaba dedicada a la firma de fotógrafos "Alfonso". Eran 144 fotografías, el Comisario de la expo era Chema Conesa. 

Alfonso Sánchez García fue un fotógrafo que comenzó su andadura hacia el 1915. Después continuó la labor su hijo Alfonsito junto con un equipo. El caso es que el estudio se quedó con el nombre de "Alfonso".

Seguro que has visto mil veces fotografías de ellos. Reflejan la historia de la primera mitad del siglo XX en España. Fotos en blanco y negro de todo tipo: Los gobiernos y los gobernados, los momentos convulsos y los plácidos, las verbenas, nuestra guerra y la vida cotidiana, el mundo cultural y el taurino, la monarquía y las gentes de a pie... Vamos, la vida misma de aquellos años. Y desde luego sus retratos te tienen que sonar, hay uno de Gila jovencito que me sorprendió mucho, y de escritores hay bastantes, acuérdate de ese de Valle Inclán caminando por Recoletos con las manos a la espalda. ¿Te acuerdas verdad? O ese de la mujer vendedora de pavos en Navidad, rodeada de ellos. Buf, tantos.

En cuánto vi que llegaba esta exposición quise verla. 

Pero verla como se merecía, despacito, leyéndome todos los carteles, aprendiendo la "intrahistoria" de la imagen, descubriendo muchas de sus fotografías y redescubriendo algunas que ya conocía, pero de las que casi no me acordaba. Sin prisa, y en cualquier caso, sabía que disfrutándola. 

Al final se me cruzó la vida cotidiana. Qué te voy a contar: el trabajo, la navidad, el covid, qué se yo, y solo pude dedicarle dos visitas un poco rápidas de las que me iba siempre diciéndome "Tengo que volver".

Y entre el "tengo" y el "volver": me faltó el último piso. Pero se acabó ayer 23 de enero.

Vaya... 

Merecía mucho la pena.

Así que yo creo que la exposición también "tiene que volver". 

¿Verdad que sí?









 

 

 












viernes, 21 de enero de 2022

El o los osos (u osas) y el madroño

 


De vez en cuando Madrid se llena de nuevos habitantes.
Llegaron vacas, me encantaban las vacas; luego aparecieron las meninas, y bueno algunas tenían su aquel... 

Ahora tenemos osos y madroños.
¡Ah! que dicen algunos que son osas, no osos.

Y dicen también que el genuino acaba de cumplir 55 añitos. ¡Muchas felicidades!


En cualquier caso, los nuevos, han llegado como homenaje a figuras destacadas en la lucha contra la pandemia de Covid-19.

Y 40 ejemplares que tenemos salpicando las aceras y las esquinas. Pero no estarán demasiado tiempo.

Que te gusten más o menos, que pienses que es un dinero bien gastado o no, que te de por fotografiarlos o criticarlos eso ya...

¡Ay mi querido Madrid!

 

 

 




 


sábado, 15 de enero de 2022

Vicky Gastelo y Libertad 8

 


Sientes que llevas toda la vida yendo al Libertad 8. 

Has ido a conciertos de un montón de gente. Has ido con un montón de gente: con familia, con amigos, compañeros...

Incluso has leído tú, en ese escenario diminuto, tus propios cuentos y tus cartas de amor.

 

Sientes un cariño especial por ese café de Chueca, ese lugar íntimo y recogido, reducto de cantautores y literatos.

El último concierto del 2021, el del 29 de diciembre, también fue en Libertad 8.

Pero no, no quieres hablar de cómo de rápido pasa el tiempo, de que ahora vas con tus sobrinas donde tú ibas casi con su edad, de lo que hacías entonces, de lo que sigues haciendo, de blablabla.


No, lo que tú quieres es darte cuenta de cómo sigues disfrutando de la música en vivo. Disfrutando simplemente de tomar algo, con personas que quieres, escuchando a alguien que con una guitarra te lleva muy lejos, sobrevolando las mesas, los vasos, detrás de un estribillo.

Lo que quieres es ser consciente de que eso es también un pellizco de felicidad: escuchar una canción, a una cantante, a Vicky Gastelo. 

Y sonreír.

Y tararear.

Y después, semanas después, recordarlo con una sonrisa. 


Vicky ¿Cuando vuelves a Madrid?