Estaba en la sala Canal de Isabel II, en Santa Engracia, ya sabes, donde aprovecharon el antiguo depósito de agua para dejarlo como un espacio para exposiciones de fotografía.
Me encanta ese lugar, es como un oasis en medio de Madrid. Un recoveco a un lado de la gran y ruidosa avenida donde, de pronto, se respira silencio, y siempre conoces o reconoces fotógrafos que merecen la pena. Es un canal del año 1910, pero en los años ochenta lo acondicionaron para exposiciones temporales. Circular, espacioso, oscuro. No sé ni la de veces que habré ido, procuro no perdérrmelas nunca.
Esta vez la exposición se titulaba "Alfonso. Cuidado con la memoria" y estaba dedicada a la firma de fotógrafos "Alfonso". Eran 144 fotografías, el Comisario de la expo era Chema Conesa.
Alfonso Sánchez García fue un fotógrafo que comenzó su andadura hacia el 1915. Después continuó la labor su hijo Alfonsito junto con un equipo. El caso es que el estudio se quedó con el nombre de "Alfonso".
Seguro que has visto mil veces fotografías de ellos. Reflejan la historia de la primera mitad del siglo XX en España. Fotos en blanco y negro de todo tipo: Los gobiernos y los gobernados, los momentos convulsos y los plácidos, las verbenas, nuestra guerra y la vida cotidiana, el mundo cultural y el taurino, la monarquía y las gentes de a pie... Vamos, la vida misma de aquellos años. Y desde luego sus retratos te tienen que sonar, hay uno de Gila jovencito que me sorprendió mucho, y de escritores hay bastantes, acuérdate de ese de Valle Inclán caminando por Recoletos con las manos a la espalda. ¿Te acuerdas verdad? O ese de la mujer vendedora de pavos en Navidad, rodeada de ellos. Buf, tantos.
En cuánto vi que llegaba esta exposición quise verla.
Pero verla como se merecía, despacito, leyéndome todos los carteles, aprendiendo la "intrahistoria" de la imagen, descubriendo muchas de sus fotografías y redescubriendo algunas que ya conocía, pero de las que casi no me acordaba. Sin prisa, y en cualquier caso, sabía que disfrutándola.
Al final se me cruzó la vida cotidiana. Qué te voy a contar: el trabajo, la navidad, el covid, qué se yo, y solo pude dedicarle dos visitas un poco rápidas de las que me iba siempre diciéndome "Tengo que volver".
Y entre el "tengo" y el "volver": me faltó el último piso. Pero se acabó ayer 23 de enero.
Vaya...
Merecía mucho la pena.
Así que yo creo que la exposición también "tiene que volver".
¿Verdad que sí?
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