Un blog de literatura y de Madrid, de exposiciones y lugares especiales, de librerias, libros y let

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domingo, 16 de julio de 2023

Aquel pueblo donde comimos salmón

 


¿Cómo se llamaba aquel pueblo?

Sí, te tienes que acordar, el único que visitamos por la noche.

Que sí, aquel en el que nos alojamos justo al ladito de la Catedral, donde había un horreo... Es verdad, era un poco raro, pero enorme. Te acuerdas ¿verdad? 

Donde nos dieron salmón para cenar. ¡Por fin algo que no era pollo! ¡Ni tan siguiera carne! Sí estaba rico.

Tenía una catedral chula en una plaza donde había muchas pelotas de colores colgando. Alguien dijo que eran globos y otro se apresuró a desmentirlo: "Si fueran globos ya no estaban ahí..."

No sé por qué recuerdo incluso las conversaciones y sin embargo del nombre del pueblo... Era tranquilo, limpio, ordenado. 

Estábamos deseando salir por la noche, pasear la cena. Y por fin un pueblo dónde poder hacerlo. Y todos nos fuimos reencontrando por aquellas callecitas medievales de piedra. El grupo se iba ampliando y acabamos volviendo juntos todos al hotel. No teníamos remedio.

Al día siguiente, temprano, lo visitamos. Esperamos a que nos abrieran aquella iglesia donde había un señor vendiendo flores. Y mientras, fuimos a visitar las ruinas de un teatro romano. Bueno eso decían, que eran romanas, y un teatro. Era un acto de fe. Aquellas ruinas podían ser de cualquier cosa... En fin. Pero mientras tanto la iglesia abrió. Y estaba bien.

Lo mejor de aquel pueblo era su catedral, las callecitas de piedra de alrededor, los colores. 

Eso... y el salmón, no se te olvide. Nos iban a salir alas con tanto pollo. Y mira que yo no soy mucho de pescado, pero lo estaba.  Muy rico. 

Hay que ver las dichosas palabras... Cómo les gusta jugar al escondite.  

¿Cómo se llamaría?

Sabes que te digo que total ¿Qué mas da?

Nos hicieron felices. Siempre será aquel pueblo donde comimos salmón.









viernes, 14 de julio de 2023

Lloraba Burdeos...

 


Lloraba Burdeos el día que nos íbamos. 

Lloraba Sanna, la prima de Julia, lloraba Plensa.

Lloraba la Bolsa espejándose en lágrimas

a orillas del Garonna.


Lloraba Burdeos el día que nos íbamos

sobre paraguas de colores, lloraba.

Sobre la casa de Goya, sobre el Cervantes, 

sobre su bella Catedral.

 

Lloraba Burdeos

sobre aquella Audrey Hepburn

que vívía en la campiña,

y no sabía español.

 

Lloraba, sobre lugares que no vimos

sobre palabras mojadas:

las que enseñamos,

las que aprendimos.


Lloraba Burdeos, lloraba, el día que nos fuímos.











lunes, 10 de julio de 2023

Viajar, aprender, vivir.

 

 


Viajábamos juntos.

Compartíamos un elegante itinerario, un atento y jovial guía y un buen autobús donde hemos estado muchas horas, rodando de ciudad en ciudad. 

Compartíamos días de calorazo y días de lluvias, costosos madrugones y horarios ajustados. 

Y no lo sé a ciencia cierta, porque aunque fuéramos adultos, como decía El Principito, no queríamos conversar de cifras ni números, pero intuyo que de todos eran quienes más calendarios han visto terminarse. 

Siempre sonrientes, siempre amables.

Ella, de vez en cuando, se echaba un cigarrito a hurtadillas. Él no la veía, o quizá no quería hacerlo. "Me los tiene escondidos, pero yo cuando no se da cuenta... Por favor no se lo digas".

Ha sido un buen viaje, pero ellos van a ser inolvidables.

Sentados juntos, cada uno agarraba el asiento de delante con una de sus manos, mientras las otras permanecían entralazadas. Siempre entrelazadas. 

Conocer el mundo a su lado, viajar juntos, era una lección constante.


lunes, 19 de junio de 2023

Los lunes-viernes y los murales (Los Llanos de Aridane)

 


Los lunes nos inventábamos que eran viernes. 

Cogíamos papel y lápiz y jugábamos a la horca con la palabra "despertador". 

Después nos echábamos a la calle, estirábamos los brazos y jugábamos a ser felices moviéndolos arriba y abajo, mientras corríamos como locos por las aceras. La gente se apartaba a nuestro paso y nos miraba llevándose su índice a la sién. 

Pero a nosotros no nos importaba, porque teníamos la ilusión intacta de quién al día siguiente no tiene que madrugar.  

-¿Me ajuntais? nos preguntó un señor trajeado y zapatos brillantes.

-¡Por supuesto! -le contestamos, sin dejar de planear- Solo tienes que inventarte que hoy es viernes. 

Y el señor trajeado extendió sus brazos, empezó a moverlos arriba y abajo y echó a correr detras de nosotros.

Pronto fuimos una fila muy larga de funcionarios, barrenderos, conductores de metro, churreros... muchos soñadores, a la vez y juntos, planeando por las calles de Madrid. 

Y mientras las recorríamos, de pronto, las fachadas se iban coloreando, se iban poblando de seres increibles que salían a nuestro encuentro, que se asomaban a conocernos y nos saludaban encantados desde su pared.

Los lunes-viernes eran tan mágicos que podía ocurrir cualquier cosa.










domingo, 11 de junio de 2023

Las colecciones. Los aseos

 


De pequeña tenía una caja de muñecas recortables. Las tenía morenas, rubias, pelirrojas, con pelo corto, largo, de todos los tipos y colores. También tenía en la misma caja muchos y diferentes vestidos, con esas típicas pestañitas que se doblaban y sujetaban a los hombros de las muñecas para vestirlas. Me gustaban mucho, creo que casi más que las muñecas más grandes y voluminosas. Lo malo es que en una de las mudanzas la caja de mis recortables se perdió para siempre. 

Después he seguido con mis colecciones de papel. Y he coleccionado separadores de libros, los tengo de varios países, siempre me devuelven una sonrisa cuando los veo. Aunque confieso que los miro poco, la nostalgia puede ser muy pegajosa. 

Lo que empezó con la caja de recortables ha seguido conmigo toda la vida. Y sigo coleccionando. A veces me preguntó por qué. 

Dicen los expertos que al hacerlo liberamos dopamina, que obtenemos placer cuando buscamos y conseguimos. Y como en casi todo, ofrecen diversas razones. Lo hacemos a veces para conectarnos con el pasado, o puede ser que sea porque nos gusta ordenar, clasificar, o también lo hacemos para llenar algún vacío interior que acarreamos... En fin. Pero tampoco importa tanto por qué. El caso es que a algunos nos da por coleccionar.

Yo disfruto coleccionando faros. Me gusta ir a buscarlos a donde están, encontrarlos, disfruto mucho contemplando el lugar apartado dónde perviven, suele ser una maravilla y disfruto, por supuesto, viendo cómo son ellos. Pero si además me dejan entrar y subir... bueno, entonces ya, levito. 

Vale, también es verdad que me gusta coleccionar los letreritos de los aseos. Supongo que, de haberme conocido, Freud disfutaría mucho conmigo y esta fijación que tengo.

 Los que os traigo hoy los atrapé en la isla de La Palma. Los de dibujos de algún crío estaban en Santa Cruz de la Palma en un sitio donde hacen unos zumos riquísimos. Y los otros más decorativos de niños leyendo en el baño son de un restaurante en Los Canarios donde nos ofrecieron un mojo casero que madre mía... Así que, ya veis, pura nostalgia.

 



 






domingo, 4 de junio de 2023

Trampantojos y Murales. La Palma

 


Siempre terminaba por llegar ese día:

el de echarnos a la calle 

el de conseguir provisiones 

salvar los días que vendrán.

 

Provisiones

para días rutinarios, días marrones.

para días agobiantes y días 

tremen

           damente iguales.

 

Nuestro cargamento era de olores 

de vientos. 

Era de sabores y tiempo.

Era de colores. 








viernes, 2 de junio de 2023

Erase una vez un faro al que nunca llegué o el Faro de Punta Lava o de Punta del moro

 


Érase una vez un faro al que nunca llegué. 

De los cuatro era el más alto de la isla, el que se divisaba desde más lugares, sin embargo nunca conseguí acercarme.

Desde un principio pareció difícil. 

La primera vez que viajé a La Palma no lo logré porque estaba rodeado de las mil y una plataneras, porque estaba en un lugar casi inaccesible, porque los caminos eran de tierra, porque... Sin embargo él no dejaba de hacerme señales indicándome su situación, en cuánto yo me asomaba a cualquier mirador de su lado de la isla. 

La segunda vez, dos años después, no llegué porque perduraban en el aire los gases de la erupción del Tajogaite, porque la lava engulló el reloj astronómico, porque... 

Además del Atlántico, siempre un océano de dificultades parecía también rodearle. 

Nunca llegué. Y no fue porque no lo intentara, incluso a sabiendas de que no era de los más apuestos, ni de que apenas tuviera historia puesto que vetusto no era. 

Aún así, consiguió hacerse con su propio lugar en mi colección de faros. Y ya siempre, el faro de Punta Lava, el de Punta del moro, el que estaba entre Puerto Naos y Tazacorte será aquel faro al que por más que quise ir nunca llegué. 

 ¿Nunca?

Por lo pronto yo no me pienso desprender del mapa. 

Algún día ese faro y yo comeremos perdices.



lunes, 30 de enero de 2023

La Sagrada Familia (Barcelona)

 

 



Contaban que a esa hora el espectáculo era precioso.

 

En el año 1883 Gaudí asume el proyecto de la Sagrada Familia. Desde el año 1914 se dedica solo a ella hasta su muerte en el año 1926, solo pudo ver terminado el campanario dedicado al apostol Bernabé. 

En el año 1952 se ilumina por primera vez la fachada del Nacimiento. En el 2005 esta fachada y la cripta entran a formar parte del Patrimonio Mundial de la Unesco. Y en el año 2010 el Papa Benedicto XVI le concede el título de Basilíca menor.

Han pasado más de 135 años desde que se colocó la primera piedra y sigue en construcción. 

 

Conmueve pensar que existió un genio capaz de idearla. 

Conmueve pensar en todas las personas que han formado parte de su creación. 

E incontables las que la han visitado, visitan y visitarán quitándose el sombrero ante tal obra. 

 

Contaban que a esa hora el espectáculo era precioso. 



Y era cierto que a esa hora el espectáculo podía parecerlo. 

Cierto también que incluso el sol se cuela cada mediodía por las vidrieras para admirar también la Sagrada Familia. 

Por eso mismo el sol sabe, mejor que nadie, que no es un lugar precioso.

Simplemente es mágico.

 





domingo, 16 de octubre de 2022

Alberobello y el duende. La Puglia en septiembre del 22

 


 Un duende de Alberobello quiso venirse conmigo.
"¿Conmigo?" pregunté yo espantada. Y respondió a mi estrañeza asintiendo sonriente con su cabeza de orejas puntiagudas.

Así que yo continué: "Mira que en mi ciudad no podrás vivir en una casita tan blanca como tu trullo, ni tiene techos de forma cónica, ni parece, para nada, un lugar recién salido de un cuento como tu Alberobello.".
Pero el duende se mostraba impertérrito ante mis explicaciones rebatiendo cada uno de mis argumentos: "Pero tu casa es tan pequeña como un trullo, y las paredes de tu patio también son blancas. ¡Y para cuentos ya te inventarás tú cada noche uno."
"¿Yo?. Mira duende- le dije- creo que me estás confundiendo con otra. Lo cierto es que tú no me conoces de nada."
"¡Eso es lo que tú crees!" me respondió burlón estirando su dedo índice. Y antes de que me diera cuenta, con un gracioso brinco, desapareció.

Como nadie más que yo le había visto, decidí que tampoco a nadie se lo iba a contar. Solo conseguiría que me miraran raro y cuchichearan a mis espaldas.

Sin embargo, desde que volví de La Puglia cada noche me encuentro con la cena hecha y la cama deshecha. Pero no como si hubiera dormido alguien, no, sino retirados los cojines y la colcha abierta y preparada para que me acueste.

Desde que volví de La Puglia cada noche después de cenar, estoy inexplicablemente inspirada, y soy capaz de inventarme un cuento distinto antes de entregarme a un sueño reparador.

"Benditos viajes, me digo satisfecha con su efecto sobre mí. ¿Quién quiere duendes en su vida?" me pregunto con una sonrisa antes de intentar dormirme. Y me vence un sueño tan rico que ya no me doy cuenta de que unas manitas diminutas me arropan bien y me dan un suave beso donde más me gusta.



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lunes, 3 de octubre de 2022

Los monasterios de Meteora (Grecia)

 


Yo guardaba en la memoria desde los tiempos en los que pegaba cromos en los álbumes de Bimbo (El porqué de las cosas, Vida y color...) lugares curiosos donde algun día querría estar.

Entre esos parajes que sentía tan exóticos, estaban los monasterios de Meteora, en Grecia.
Meteora significa "suspendido en el aire". 

Y así permanecen todos esos templos a más 500 metros de altura, en frágil equilibrio sobre rocas redondeadas, rozando el cielo, suspendidos en el aire.
Dicen que, en el siglo XV, había 20 monasterios, hoy quedan seis que se pueden visitar. 

En el mes de junio de este año yo solo estuve en dos de ellos, uno de monjes y otro de monjas. Aunque en la distancia pude admirar unos cuántos más hasta robarles su mejor perfil.

Y dicen también que allí me vieron, dentro de aquellos monasterios cercanos a Kalambaka, donde casi acaricias el cielo.
Aunque en realidad yo estaba pasando otra hoja de mis viejos álbumes, acariciando con las yemas de mis pequeños dedos uno de aquellos cromos que me hacían soñar con viajes a lugares curiosos y exóticos.


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