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domingo, 11 de junio de 2023

Las colecciones. Los aseos

 


De pequeña tenía una caja de muñecas recortables. Las tenía morenas, rubias, pelirrojas, con pelo corto, largo, de todos los tipos y colores. También tenía en la misma caja muchos y diferentes vestidos, con esas típicas pestañitas que se doblaban y sujetaban a los hombros de las muñecas para vestirlas. Me gustaban mucho, creo que casi más que las muñecas más grandes y voluminosas. Lo malo es que en una de las mudanzas la caja de mis recortables se perdió para siempre. 

Después he seguido con mis colecciones de papel. Y he coleccionado separadores de libros, los tengo de varios países, siempre me devuelven una sonrisa cuando los veo. Aunque confieso que los miro poco, la nostalgia puede ser muy pegajosa. 

Lo que empezó con la caja de recortables ha seguido conmigo toda la vida. Y sigo coleccionando. A veces me preguntó por qué. 

Dicen los expertos que al hacerlo liberamos dopamina, que obtenemos placer cuando buscamos y conseguimos. Y como en casi todo, ofrecen diversas razones. Lo hacemos a veces para conectarnos con el pasado, o puede ser que sea porque nos gusta ordenar, clasificar, o también lo hacemos para llenar algún vacío interior que acarreamos... En fin. Pero tampoco importa tanto por qué. El caso es que a algunos nos da por coleccionar.

Yo disfruto coleccionando faros. Me gusta ir a buscarlos a donde están, encontrarlos, disfruto mucho contemplando el lugar apartado dónde perviven, suele ser una maravilla y disfruto, por supuesto, viendo cómo son ellos. Pero si además me dejan entrar y subir... bueno, entonces ya, levito. 

Vale, también es verdad que me gusta coleccionar los letreritos de los aseos. Supongo que, de haberme conocido, Freud disfutaría mucho conmigo y esta fijación que tengo.

 Los que os traigo hoy los atrapé en la isla de La Palma. Los de dibujos de algún crío estaban en Santa Cruz de la Palma en un sitio donde hacen unos zumos riquísimos. Y los otros más decorativos de niños leyendo en el baño son de un restaurante en Los Canarios donde nos ofrecieron un mojo casero que madre mía... Así que, ya veis, pura nostalgia.

 



 






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