A través de un monóculo sin cristal ayer, 7 de abril, nos presentó Don Ramón Gómez de la Serna a Don Ramón del Valle-Inclán, en la voz magistral de Pedro Casablanc.
Dos genios y un enorme actor de teatro al mismo tiempo es todo un lujo para nuestros sentidos. Mucho arte a la vez.
Y entre el público Almodovar y Miguel Rellán, y cerca de nosotros una pesada que no hacía más que cambiar de sitio. ¿Esta mujer no va a parar quieta?
Pero bastaron dos o tres frases para que ya Casablanc nos atrapara. Me encantó recordar la historia y anécdotas de Valle contadas con esa gracia, con esa forma de actuar que te tiene todo el rato pendiente de tanta información como no deja de darte. Su mano enguantada volando en el aire, sus gallos, sus bailes, su cante, una única figura que, sin embargo, llena todo el escenario. ¡Qué bueno es este hombre!
La música y la letra de los cuplés nos transporta vertiginosamente a aquel Madrid de literatos y bohemios con el piano que toca Mario Molina.
Y a la dirección Xavier Alberti.
Una dramatización de un texto a la que fue una gozada asistir en un teatro Español lleno que se inundó de "bravos" en cuánto el actor salió solo al escenario a saludar.
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