Un blog de literatura y de Madrid, de exposiciones y lugares especiales, de librerias, libros y let

lunes, 17 de febrero de 2020

Virna Teixeira pasó por Madrid y por la tertulia literaria Rascamán

Virna Teixeira y Javier Díaz Gil. Tertulia Literaria Rascamán. Febrero 2020


Y ocurrió que una tarde de domingo la poesía brasileña vino a visitarnos, no solo a Madrid, sino también llegó hasta nuestro refugio, hasta nuestro sótano en un bonito café del centro de Madrid. 

Venía de la mano de Virna Teixeira (Fortaleza, Brasil, 1971).

Y resultó que Virna trajo la música de Brasil en la música de la poesía. 

Aunque ella no solo es poeta. Virna además es traductora, curadora, editora. Virna ahora vive en Londres y trabaja como neuróloga. Y tiene varios poemarios en su curriculum. Entre ellos Visita (7 Letras, 2000), Distância (7 Letras, 2005), Trânsitos (Lumme Editor, 2009), y Suite 136 (Demônio Negro, 2017) en Brasil; y A Terra do Nunca é Muito Longe en Portugal (Não Edições, Lisboa, 2014), y diversas plaquetas de poesía. Distancia fue publicado em Mexico (Puebla: Lunarena, 2007), y Fin de Siècle en Argentina (La Plata, UNLP, 2008). Pero seguramente algo se me olvida, porque Virna no debe parar a juzgar por todo lo que nos contó que escribe, mientras trabaja, mientras viaja, mientras organiza festivales de poesía y atiende a su familia.

Los domingos en nuestro refugio, en nuestro sótano en ese bonito café del centro de Madrid donde nos juntamos cada semana para conspirar con la literatura, hay muchísimo ruido. Los domingos no parece el mismo lugar que habitamos los miércoles. Las voces vienen de arriba con la fuerza de los días de fiesta, mezcladas con el cacharreo de las tazas y las pisadas. Y espantadas de sí mismas quieren colársenos por la escalera, distraerse de sus dueños cuando suben de los lavabos, o se descuidan bebiendo y charlando.

Por eso, aquella tarde domingo en que la poesía brasileña vino a visitarnos, teníamos que prestar mucha atención para que no se nos escapara nada de lo que nos contaba Virna. Y aún así, a veces, a los que estábamos más alejados nos costaba escuchar bien del todo. 

Pero, a pesar de eso, nos quedamos con la música con acento brasileño de su poesía, con sus poemas fotográficos, con sus versos a modo de pinceladas escogidas de un breve momento que la mirada de Virna quiere captar. Nos quedamos con la obsesión de Virna por narrar un momento. La obsesión de Virna por convertir en poema hasta un delirio mental extraído de su trabajo como médico en hospitales psiquiátrico. Nos quedamos con un hombre que era un ángel y reclamaba sus "derechos de ángel".

Una tarde de domingo de febrero, la poesía brasileña vino a visitarnos, no solo a Madrid, sino también llegó hasta nuestro refugio escondido. Se llamaba Virna Teixeira (Fortaleza, Brasil, 1971) y ya forma parte de nuestra historia.




Playground del diablo

Por la mañana
la luz
sobre el vestido amarillo
brilla en el rostro
de ella.
La oscuridad
allí dentro.





Calles entre aldeas
muros blancos
Buganvillas
Dirección imprecisa
y habitaciones de paso.





os corpos desfocados
na linha costeira

sargaços céu com vertigem
torpor de mergulho

após o cerco de rochedos


Los cuerpos desenfocados
en la línea costera

Sargazos cielo en vértigo
después el cerco de peñascos.













#Virna Teixeira
#Javier Díaz Gil
#Tertulia Literaria Rascamán


viernes, 14 de febrero de 2020

"Dublín y tú" Cuaderno de viaje de Rocío Díaz





Hoy quería compartir con vosotros una alegría literaria. 

En ella se unían tres de mis pasiones, la creación literaria, los viajes y la fotografía. 

Me lo han premiado en Montserrat este enero. 

¿Me acompañais de paseo por esa ciudad preciosa llamada Dublín?





Dublín y tú
Cuaderno de viaje
Rocío Díaz


Sigo en Dublín, y te escribo desde nuestro café.
Sé que no has olvidado La Pausa en Blessington Street. 


Sigo también sin atreverme con el contundente desayuno irlandés, prefiero su capuchino mientras una de sus caracolas recién hechas se deshace en mi boca entre pasas y nostalgia. 





Cuando termine, bajaré Frederick Street hasta la Iglesia Presbiteriana de Abbey, cuyo interior nunca conocimos, y tomando Parnell Square llegaré al Museo de los Escritores. Sin estar a mi lado te escucharé protestar “¿Y por qué en Madrid no tenemos un Museo así? Los irlandeses sí que saben demostrar orgullo por su literatura”. 


El señor de la puerta ya me conoce, y solo me cobra la mitad mientras me entrega la audioguía en español; pronto dejaré de necesitarla. Vuelvo a ver la primera edición de Drácula de Stocker y el curioso teléfono de Samuel Beckett, pero tras una vuelta rápida salgo otra vez para sentir el viento en la cara camino de O`Connell Street.
Sin estar a mi lado, visitas conmigo este Dublín literario. 

A la altura de su estatua, siento que Joyce levanta un poco su sombrero para saludarme y yo me disculpo porque no nos da tiempo a visitar su Centro Cultural. 




Van quedando atrás el elevado Spire, y el mítico Daniel O`Connell que da nombre a esta avenida tan concurrida por personas de todos los credos y nacionalidades. 

Tenemos suerte, no llueve, pero quizás lo haga dentro de cinco minutos, aquí en Irlanda solo hay que esperar y lucirá el tiempo que prefieras, tan variable es. 



Dejamos atrás también la librería Eason con sus cuatro plantas y atravesando el puente sobre el río Liffey, nos abrigamos continuando a buen paso.

No sin antes cazar al vuelo el guiño de Molly Malone, la del pescado y pecado de la canción irlandesa. 

La  espectacular y antiquísima biblioteca del Trinity nos espera. 


Cuando salgo contigo, sin que vayas conmigo, nunca dejo de visitar esa sala de 65 metros con sus infinitas estanterías llenas de libros antiguos. Su olor a madera y papel sabe cuánto te echo de menos, mientras la camino despacio, manteniendo casi la respiración. 
No me iré del Trinity sin verme reflejada en su esfera dentro de una esfera, y por supuesto sin comer en Buttery entre los estudiantes y los turistas. 

Después pasearé despacio hasta la peatonal Grafton Street para escuchar a algún músico callejero, aunque en la calle paralela, nos rendiremos ante su fachada verdosa, y tendremos que entrar aunque solo sea un momento, a la librería más antigua de Dublín. Hace tanto viento que no conseguiré domesticar mi flequillo para la foto. Después, nos tomaremos un café, uno de esos irlandeses con nata y bayleys que nos caliente el corazón, en la Biblioteca Chester, cerca del Castillo, en una de las mesas de su luminosa entrada bajo la cristalera blanca.

Y con su sabor todavía en la boca intentaremos llegar hasta la Marsh, tu biblioteca preferida y la más antigua de Irlanda. 




Contigo, pero sin ti, volveré a sentarme frente a las tres jaulas donde los lectores que pedían libros raros, tenían que hojearlos, para evitar tentaciones de llevárselos. Sonreiré recordando aquella vez que nos disfrazamos con la peluca de bucles blancos, esa de lord del siglo XVIII, que aún cuelga del perchero. 

Y para que sea perfecto, terminaremos en Merrion Square, tirando un beso de despedida a Oscar Wilde que nos mirará de reojo, socarrón, desde lo alto de la roca donde está sentado.

Pero hay tantos lugares literarios aquí en Dublín y febrero acorta tanto los días, que no sé si será posible hacer este paseo literario cuando, tras mi último sorbo a este capuchino, me despida de nuestro café hasta dentro de un mes.



Todo está igual que la última vez que estuvimos juntos aquí. Los irlandeses siguen siendo muy amables y este lugar el café más acogedor de Dublín. La chimenea y las sillas desemparejadas, el sillón amarillo de orejas y Oscar Wilde al fondo y de pie, en blanco y negro, nos escucha.

Fue también aquí donde te dije que no volvería contigo a España, que me quedaría un tiempo. “Define tiempo” dijiste, mordiéndote el labio, como siempre hacías en los momentos críticos. “No sé, semanas, meses, no lo sé…”. Y supe que no te quedarías conmigo cuando adornando la pregunta con la sonrisa más triste del mundo, no me pediste que me quedara, solo dijiste: “¿Se acostumbrará tu flequillo a este clima?”. “Quiere intentarlo” musité yo sin poder retener una lágrima traidora. 

Desde que te fuiste, todos los meses llego a este café y desayuno contigo sin ti, sintiendo que Oscar Wilde desde su foto sabe de mi pena por este amor que se debate entre Dublín y tú. Todos los meses después paseo por esta literaria y entrañable ciudad, contigo pero sin ti, sin ti pero contigo, echándote cada vez más de menos, preguntándome cuánto más aguantará mi flequillo esta humedad que me trepa desde los pies, y se me escapa por los ojos, se me escapa, a poco que me descuido.

Un beso enorme desde Dublín



jueves, 6 de febrero de 2020

Murales, murales, murales de Lanzarote

Arrieta (Lanzarote)

"Y como no sabía que era imposible... lo hizo"



A veces soy otra.

Soy una que lee, que escucha la radio y escribe.

Una que viaja, y descubre.

Una que se baña en el mar y le da el aire y el sol en la cara, mientras inventa para sí misma cuentos de final feliz.

La otra que soy a veces, y la una que soy siempre, se hacen compañía.

Y es entonces cuando me gusta ser dos. 







Mozaga (Lanzarote)


Tías (Lanzarote)
#Murales
#Lanzarote

sábado, 1 de febrero de 2020

Casa de José Saramago en Tías (Lanzarote)




"La vivienda en la que pasó la mayor parte de sus últimos 18 años. Hecha de raíz para las necesidades de dos familias, la Saramago-Del Río a un lado, al otro la Pérez-Fígares-Del Río, cómplices en el proyecto arquitectónico y en la vida. Así, cruzado el portón de entrada, un pequeño patio da acceso a las dos viviendas y a las zonas comunes. Enfrente está la puerta de la casa de José Saramago."



Y esta manía de ver las casas de los escritores.
Esta necesidad de conocer y arrastrar a mis compiches a esas aventuras literarias. 

Ese buen sabor que nos dejó la blanca casa de José Saramago en Tías (Lanzarote), se notaba que era una casa vivida. Vivida por un escritor con mayúsculas, y contada para los que queremos visitarla. 

Nunca olvidaremos aquella foto en la que Saramago y su pareja Pilar del Río caminaban por el volcán del Cuervo, que nos inspiró aquella visita a ese volcán con nombre: colarnos dentro de su crater mientras el atardecer recortaba su perfil a trasluz. Cómo olvidar a aquel "chico" con un pañuelo en la frente, que nos hizo un dibujo en la tierra con un palito para explicarnos cómo llegar. Aquel a quién no pedimos su teléfono... ¡me cachis!

Nunca olvidaremos aquel reloj de la entrada, aquellos relojes con la misma hora, siempre las cuatro, esa hora en la que Saramago conoció a Pilar.

Nunca olvidaremos que el escritor se volvió a acostar a media mañana para descansar y ya nunca se levantó. La muerte le llegó sin dolor, sin estrépito, plácida.

No olvidaremos a aquella chica que se mudó hasta Lanzarote desde Barcelona para contárnoslo, ni a aquellos compañeros de visita. 

No olvidaremos el olivo que se trajo Saramago entre las piernas diminuto y que crece fuerte a la entrada de la casa. Ni el riquísimo café portugués al que nos invitaron sentados al sol y cuyo aroma nos envolvía camino del jardín.

Qué buen sabor nos dejó la casa de José Saramago en Tías (Lanzarote). 

Qué bueno.







"Algunos objetos, un reloj con la hora que el escritor decidió que deberían registrar los relojes de la casa y que él mismo dejó marcada: las cuatro de la tarde, la hora en que conoció a su compañera, Pilar del Río Sánchez."





"En esta habitación, se instaló hace 18 años. Aquí se puso a escribir las primeras líneas de Ensayo sobre la ceguera, inaugurando así un periodo creativo fecundo, activo, sin huecos ni horas muertas, porque “el tiempo aprieta”, dejó dicho."







"Lo demás que contiene la habitación es la cotidianidad de una casa: recuerdos, libros de poesía en el estante móvil que hay junto al sillón de lectura, el de descanso (6) —en el que tantas horas pasó durante sus últimos meses y donde tantas veces escribió su blog—, los libros que Saramago tenía sobre la mesa cuando le llegó la muerte, la pasión de leer nunca abandonada, de convivir con los suyos, las fotos que son vida, imágenes captadas por cámaras ajenas, el presente, el pasado, estar, haber estado, seguir estando."





"En este cuarto murió José Saramago el 18 de junio de 2010. Eran las once y media de la mañana de un día que se presentaba normal. Desayunó y quiso descansar un poco. A las diez y media tenía una cita en el médico. No tuvo que ir. A esa hora, sin agonía, sin dolores, sin lamentos, ni llantos, con la misma naturalidad con que había vivido, trabajado y amado, con la sencillez con que había sido, cerró los ojos y dejó que la vida se le fuera yendo, o él se fue yendo de la vida, rodeado, querido, oyendo decir su nombre como el mejor elogio, la mejor declaración. José. José. José. Está todo bien."






"En los pueblos antiguos la cocina era un lugar de encuentro y convivencia. Así lo quiso Saramago: otra estancia de la casa abierta a amigos, lugar de conversación, trabajo, cenas y largas sobremesas… Amigos de distintos continentes que han consumido horas de conversación y de intercambio de ideas, de risas y de solidaridad.Por esta cocina han pasado personalidades imprescindibles de la cultura contemporánea, desde Bernardo Bertolucci a Susan Sontag, pasando por Juan Goytisolo, Carlos Fuentes, José Luis Sampedro, Carlos Reis, Eduardo Galeano, Marisa Paredes, Álvaro Siza Vieira, Ángeles Mastretta y Pedro Almodóvar, entre otros. Políticos como Mário Soares, José Luis Rodríguez Zapatero, Santiago Carrillo o Carme Chacón; jueces como Baltasar Garzón o Martín Pallín; amigos de distintos continentes que han consumido horas de conversación y de intercambio de ideas, de risas y de solidaridad. Sobre esta mesa Sebastião Salgado desplegó las fotos del trabajo en el mundo, y nada más verlas Saramago dijo que escribiría el texto que Salgado le solicitaba, aunque, decía Saramago, las fotos lo contaban todo...(...) y el mundo entrando por los periódicos y el mar."


#Lanzarote
#Saramago
#Tías
#CasasEscritores

jueves, 30 de enero de 2020

El Faro de Punta Pechiguera en Lanzarote




Llevabas once años esperando a que volviera.

La primera vez no me acerqué a presentarte mis respetos. Aún no entiendo qué ocurrió.

Una segunda vez no podía distraerme tanto. 


Solo hacía unas horas que había llegado cuando me acerqué a por ti. Alto y estilizado superabas con creces en tamaño a tu predecesor, un antiguo ejemplar de 1866 que cumplió a la perfección su función durante más de 120 años. Hoy, aparcado a tu lado, languidece achaparrado, abandonado y víctima de los vándalos. Algo muy raro en una isla tan limpia.

Pero tú, con tus 50 metros de altura, te sostienes altivo en el extremo suroeste de Lanzarote, en Punta Pechiguera de la que te llevaste el nombre, sorteando el viento, mirando al Atlántico.

Vigilante fiel de la Bocayna, el estrecho que hay entre las islas de Fuerteventura, a la que miras, y Lanzarote, sobre la que estás, tienes el lujo de no perderte ni uno de sus atardeceres.


Hoy, con dos invisibles chinchetas ya estás pegado para siempre a este blog. No te preocupes estarás bien cuidado aquí, acompañado de tus compañeros de colección, a salvo de la desmemoria, todavía impregnado de olor a mar.

Tú me esperabas, y yo no podía defraudarte.









#Faro Punta Pechiguera
#Lanzarote

domingo, 26 de enero de 2020

Enero, etimología y refranes



¡Pero bueno que ya estamos a estas alturas de mes y no hemos hablado de lenguaje!

Esto no puede ser. Vamos a remediarlo ahora mismo.

El mes de enero tiene esa denominación porque deriva del latín clásico "Ianuarius", porque se consagró al dios romano Jano (Ianus), el díos de las puertas, el portero del cielo. "Ianua" en latín significa “puerta”.

Se consagró a ese dios porque es el primer mes el que abre las puertas del año.

En español hemos perdido la I inicial de "Ianuarius", por eso tenemos "Enero". Pero en otros idiomas se conserva: En inglés "january" o en francés "janvier".





refrán

Del fr. refrain.
1. m. Dicho agudo y sentencioso de uso común.




No hay luna como la de enero ni amor como el primero.

Enero es buen caballero si no se hace ventolero.

Enero friolero entra soplándose los dedos.

Enero tiene unas horas más por entero; quién de verdad quiera contar, hora y media le ha de echar.

Quien quiere agua en enero, ni es labrador, ni es ganadero.

Cada gota de enero vale dinero.

En enero, bufanda, abrigo y sereno.

En el mes de enero, se hiela la ropa en el tenderero.

En enero no te separes del brasero.

La flor de enero no llega al frutero.

Gatos en celo, verás en enero.


#Refrán
#Enero

viernes, 24 de enero de 2020

"Loba negra" de Juan Gómez-Jurado



Bueno pues ya me terminé "Loba negra" de Juan Gómez-Jurado. La he leído volando.

Hace nada os hacía la reseña de "La reina roja", su anterior libro y ya os decía que ya estaba con la continuación.

Básicamente me ha parecido muy entretenido. Literalmente te atrapa.

Si os digo la verdad me los he léido los dos tan seguidos que ya no sabria muy bien distinguir donde empieza y termina cada uno. 

La pareja de protagonistas, Jon Gutiérrez y Antonia Scott, me parecen un buen tandem. Son unos personajes con los que te encariñas. Os recuerdo que Antonia Scott tiene una inteligencia prodigiosa, en su cabeza "están saltando muchos monos a la vez de liana en liana" mientras las neuronas debe estar estableciendo conexiones a muchísima velocidad. Es una persona difícil y reservada, a la que no le gusta nada que le toquen. MIentras que Jon Gutiérrez es un policía vasco, que pesa 100 kilos, es gay y muy honesto.

Por supuesto en esta nueva entrega vemos que han evolucionado, tanto cada uno por separado, como la relación que mantienen entre ellos. Se conocen más, se quieren más. 

El argumento de esta novela se centra en la búsqueda de Lola Moreno, la esposa del mafioso ruso que murió. Aunque va va a haber varios giros.

Y en cuánto a la ambientación, en este caso se parte de la Costa de Sol, pero también toca la sierra de Madrid. 

Es una narración con un ritmo muy ágil, con un lenguaje coloquial, salpicado de fragmentos de muchas canciones conocidas, entre las que más abundan las de Joaquín Sabina, también hay guiños a películas actuales y juegos de palabras. Hay mucho humor detrás de la narración, que hace la lectura más amena. Hay también mucho diálogo que también imprime ritmo además de continuar con una estructura con capítulos cortos.

No os puedo contar mucho porque no quiero fastidiar a nadie la lectura. Pero si te apetece novela de evasión, con estas dos últimas novelas de Juan Gómez-Jurado lo vas a conseguir, desde luego.


#Loba negra
#Juan Gómez Jurado