A veces la vida es esa jugada del billar en la que el taco da a una bola, y esa bola a otra, y ésta a otra y al final yo me veo viendo el Musical de Chicago en el Teatro Nuevo Apolo de Madrid.
#musical #chicagoelmusical #teatroapolo
Un blog para letraheridos. Un blog de literatura y de Madrid, de exposiciones y lugares especiales, de librerias, libros y letras. Un blog donde sentarse a leer mientras te tomas un café.
A veces la vida es esa jugada del billar en la que el taco da a una bola, y esa bola a otra, y ésta a otra y al final yo me veo viendo el Musical de Chicago en el Teatro Nuevo Apolo de Madrid.
Toronto. 2016. |
El caso es que al final, de pronto, una compañera, Amelia Serraller, con el coordinador, Javier Díaz, hablaron de darnos una sorpresa. Consistía en que algunos de los textos se leerían en otros idiomas para que viéramos como sonaban en esas lenguas. Amelia es traductora de varios idiomas y profesora. Yo pensé, la verdad, que escogerían solo poemas, vamos, estaba convencida. Y escuchamos ruso, italiano... Y resulta que sale una chica, Nicole Katarzyna Hanas, y dice que ha escogido uno de mis textos y lo ha traducido al portugués.
Qué sorpresa... Qué ¡obrigada! me sentí.
Y cómo hace tanto que no dejo aquí uno de mis relatos, pues he pensado que comparto con vosotros éste que he publicado en nuestro libro. Son tres historias cortitas que están relacionadas.
Imaginaos por un momento un bloque de vecinos. En el primer piso está ocurriendo una historia, al mismo tiempo y, en el segundo piso, está ocurriendo otra... Y varios minutos después de ambas, ya en el portal surge la tercera.
Aquí os las dejo.
Celebración
Rocío Díaz
1. Celebración de la resta
En el primer piso de un edificio de vecinos, un
niño de seis años y su joven niñera se disponen a darse un festín. Delante del bol
rebosante de gusanitos, nubes y otras chuches al crío le brillan los ojos,
mientras la niñera no consigue retener una lágrima al fotografiarle radiante
abrazando su trofeo. Felicidad y tristeza ya siempre se darán la mano en
aquella foto.
2. Celebración
de la suma
En el segundo piso del mismo edificio, un atractivo
veinteañero, recién duchado y oliendo de maravilla, va silbando por la casa
mientras cambia sabanas, airea habitaciones, y coloca flores aquí o allá. Necesita
que todo esté perfecto, porque es una celebración: suman un año juntos.
3. Celebración
de la aritmética
En el portal de ese edificio de vecinos,
naufragan una noche una triste cuidadora y un veinteañero despechado. Con la
mirada húmeda y el alma espachurrada, abrochándose los abrigos, topan, frente a
los buzones, entonando a dúo el mismo desgarrado y profundo suspiro.
—Anda toma -dice ella ofreciéndole un pañuelo
de su paquete.
—Gracias. Algo se me metió en el ojo -Contesta
él sin apenas mirarla.
—A mí se me metió un hombre de 6 años -replica
ella valiente- y me ha partido el corazón.
—Vaya… Sí que vienen pisando fuerte las
nuevas generaciones -responde él sin pensar, ni delatar su pena. Sin embargo, al
ver que ella solo asiente, decide ser sincero: A mí me pisoteó el corazón una
de casi cuarenta. Números cantan. Salgo ganando…
—Viéndonos aquí más parece que los dos
salimos perdiendo. -Replica ella, sentándose en el primer escalón.
Él se sienta a su lado, sin ganas de nada y sus
miradas tristes se encuentran, se calibran. Durante unos minutos, siguen
compartiendo pena y pañuelos en silencio hasta que ella, palpándose un par de
chuches del bolsillo, saca una y pregunta:
—¿Quieres?
Y él, a modo de respuesta, piensa en voz alta:
—Mojadas en unos benjamines que tengo arriba podrían
estar buenas. Eran para una celebración ¿sabes? pero…”. Quiere explicarle.
Sin embargo, masticando ya una de las
chuches, ella no le deja continuar:
—Pues, venga. ¿A qué esperamos? ¿No eran para
una celebración? Y tomándole de la mano le anima a levantarse: ¿Dónde tienes
esos benjamines?
Este diciembre publicamos una antología que se titulaba "Celebración".
Y eso era: Una celebración de la literatura y lo que nos supone compartirla. Ahora hacemos la puesta de largo oficial "celebrando" una lectura recital:
Miércoles 17 de enero de 2024 a las 18.30 horas
en el salón de actos del Centro Cultural Clara del Rey - Museo ABC,
c/ Amaniel, 29-31 de Madrid.
Somos unos cuántos leyendo ese día los poemas y relatos incluidos en el libro, así que recitaremos poquito tiempo pero lo estrujaremos lo mejor que sepamos para que sea una lectura variada y ágil.
Ya sabéis:
Centro Cultural Clara del Rey - Museo ABC c/ Amaniel, 29-31 Madrid
17 de enero de 2024 - 18.30 horas
Aprendiste a querer el teatro, yendo al Español. El antiguo, blanco y elegante teatro que preside la plaza de Santa Ana ante un Lorca eternamente joven que lo contempla con admiración.
Era el mismo teatro donde os llevaban en el BUP. Allí, por aquel entonces, visteis, la de "Maribel y la extraña familia", "Eloísa está debajo de un almendro", y alguna que otra más que así, de pronto, no recuerdas con nitidez. "¿Fuenteovejuna?". Ahí le tomaste el gustillo a los actores encima del escenario, a vivir la obra en primera persona desde tu butaca. Después, han sido muchísimas más, muchísimas, no podrías nombrarlas a todas. Recuerdas a un Carlos Hipólito bien jovencito, por ejemplo. Eso sin contar los recitales-homenaje como el dedicado a Luis Rosales. O los conciertos de música como el de "Love of Lesbian" con tus sobrinas. Qué chulo fue. Van pasando los años, y el Teatro Español también es el espectador de tu propia vida.
La última vez que has ido ha sido este último 5 de enero. Tu primer regalo de Reyes de este año. Ir a ver "La isla del aire" con un texto basado en una novela de Alejandro Palomas, dirigido por Mario Gas, y con un elenco de cinco actrices: Nuria Espert, Vicky Peña, Teresa Vallicrosa, Candela Serrat y Claudia Benito.
Prometía. Prometía mucho. Eso pensaste cuando la viste anunciada. Te apetecía mucho ir. El Español, la Espert, Vicky Peña y los personajes de esa novela que hace tiempo leíste. Siempre te acordabas del personaje de la abuela, carismática, mandona, entrañable. Prometía. Pero la vida tomó carrerilla vertiginosa el último mes de diciembre y tu atención no estaba, desde luego, en el teatro. Se te había olvidado por completo.
Fue una buena sorpresa, un buen regalo de Reyes. Estaba tan lleno el teatro que os tocó allí arriba, bien alto, en esas butacas donde no hay forma humana de estirar las piernas. No había ni un sitio libre. Normal también, siendo el día que era. ¡Cuántos regalos de Reyes se estarían dando ahí! Bajo las bolsas de las compras, el abrigo, el bolso y la bufanda posados en tus piernas, mientras esperabas que comenzara, pensaste que no había jovenzuelos entre ese público. Seguramente también todos eran de los del Español de toda la vida, pero ojo, de más vida que tú. Los demás estaban en la cabalgata, claro, y tampoco es mal sitio, pensaste, justo antes de apagarse las luces y no todos los móviles que deberían haberse apagado.
"La isla del aire" es la historia de las cinco mujeres de una familia. Cinco mujeres de vida desgraciada que oculta cada una su propio secreto. Secretos que la abuela Mencía intenta que saquen a la luz para que puedan sanar de una santa vez. Reconociste el texto, reconociste sobre todo los personajes de la abuela y la nieta pequeña, su conversación, su complicidad, y sus propios caracteres.
Aunque la obra... no te encantó. La esperabas seria, bonita... Pero te resultó demasiado dramática. Tenías un buen recuerdo de la novela, de acuerdo que no era ninguna comedia, sin embargo, es como si en la obra de teatro se hubieran cargado las tintas sobre la tragedia. No sabes si te engañaban los recuerdos o realmente era también así la novela.
La ambientación no te pareció mal, eran las rocas de una playa y sí podías imaginar que la escena era sobre la arena y hacía viento. Estuviste entretenida, pero nada te sorprendió. Lo mejor fue Nuria Espert, es cierto que también tenía el personaje más goloso, pero además era la Espert. Que no se había despedido. Vicky Peña bien, aunque crees que en otros personajes se pudo lucir más. La otra hija apenas tenía papel. Y las pequeñas no están mal, pero durante media obra no tienen nada que decir, podían haberles sacado más jugo.
Bueno, dijiste al terminar. No es que no te hubiera gustado, claro que no, pero lo cierto es que esperabas más. El peligro de las expectativas. No era una comedia, pero a esa obra te pareció que le faltaba chispa, profundidad, no sé, algo más, concluiste. Aún así, el público se entregó en el aplauso. Tú también te levantaste como tantos otros. Durante muchos minutos estuvieron las actrices saludando. Era un aplauso a las artistas, a las sobresalientes, por supuesto, pero también a la buena interpretación de todas. El aplauso, también, a un texto que muchos de los allí presentes ya conocían y seguramente cuando lo leyeron les gustó. Era el largo aplauso de un 5 de enero en el teatro Español.
Prometía más, pero no estuvo mal. Desde luego, fue un buen regalo de Reyes.
Y ocurrirá que alguna vez yo deje de ver estos cielos.
Ocurrirá que no pueda contemplar cómo, correteando, van acercándoseme las nubes.
Ocurrirá que el regalo desenvuelto de tantos preciosos atardeceres ya no sea para mí.
Me perderé las desordenadas azoteas de Madrid cuando el sol viene a acariciarlas.
Me perderé las montañas nevadas coloreándose con suavidad de rosa.
Me perderé.
Y ya no me encontrarán feliz brincando de azotea en azotea,
redescubriendo este otro Madrid que me robó la voluntad,
el que palpita cerca del cielo más bonito del mundo.
Ocurrirá.
Me lo perderé.
Pero será sin querer.
Los 8 de enero te descubres sacudiéndote la pereza, de encima de los hombros, con el revés de la mano, como si tratara de una molesta pelusa que se adhiere a la ropa y no hubiera forma humana de quitársela. Los 8 de enero, sin demasiadas ganas de arrancar, comienzas a pensar que deberías ir poniendo orden en unos cuántos asuntos. Deberías.
¡Venga! te animas, ¡espabila! insistes, que hay mucho por hacer.
Y para llegar antes a todo decides, como tantísimas veces, pillar el metro y comenzar por lo que más te gusta, así parece que uno se anima más. Pillar un metro. ¿Que haríamos en este Madrid sin él? No ves la calle pero ganas tanto tiempo...
Si escarbo un poco en el trastero de mi memoria, descubro mi primer recuerdo con este transporte: un billete del metro que costaba 12 pesetas. Supongo que lo conservo, el recuerdo, no el billete, porque debía ser de las primeras veces que me subía en ellos. Mi estación de metro era "Esperanza". Y en aquel entonces, luego fue creciendo en estaciones, era uno de los extremos de la linea 4 "Argüelles-Esperanza". Era bonito el nombre, y hasta salía en una canción de Manu Chao pocos años después: "Proxima estación... Esperanza". Sí, también es cierto, le demandaron por tomar prestada la locución del metro sin permiso. Pero bueno, esa es otra historia. Os decía que yo me acuerdo del billetito blanco y rectangular que costaba 12 pesetas, y como me acuerdo de él, me acuerdo de aquellos vagones y los asientos por los que debajo salía tanto calor y abrías la ventana, alguien seguramente te ayudaba porque estaban bien duras, y entraba un olor a metro... Me acuerdo también de aquella salida del barrio cuando aún no se podía entrar y la que, en cambio, con el tiempo frecuentaría tantísimas veces.
No hace mucho estuve visitando la exposición de trenes históricos del metro. Se pueden ver algunos de los "clásicos", los que estuvieron en servicio entre los años 1919 y 1965. Es muy curioso ver cómo, para ir haciéndolos populares, fueron perdiendo comodidades y elegancia haciéndose progresivamente más austeros. Los primeros tenían los suelos de madera y los asientos mullidos que veremos como irán evolucionando hasta los más duros de plástico, como también puedes comprobar el cambio del primitivo escudo del Metropolitano Alfonso XIII al logo de la Compañía Metropolitana de Madrid con su C y dos M por la parte de fuera... Se pueden ver también cambios en múltiples cosas: en las cabinas, en los apliques de luces, en la publicidad, en el modo de abrirse las puertas, en el revestimiento interior... Los que se pueden admirar están completamente restaurados. Está el modelo "Cuatro caminos" que es de los primeros que se usaron en la primera línea, la 1 la de "Sol-Cuatro Caminos". El modelo "Ventas" de 1924 y que cubría la línea 2 y el modelo "Quevedo" también de la misma línea. También el modelo "Salamanca" de los años 40. O el modelo "Legazpi" de un poco más tarde, de los años 50... y alguno que otro de otras fechas más posteriores que son modelos "1000" y que ya no eran rojos sino verdes. Están ordenados en las vías según se han ido restaurando, no por orden cronólogico. Y parece ser que siguen en ello. Es una suerte que se hayan conservado y después restaurado para que podamos, más de cien años después de los primeros, visitarlos y admirarlos.
También nos explicaron que había de motor y remolque. Ésto se ve en la numeración que tienen arriba con una R-XXX o una M-XXX.
Es muy curioso también volver a leer aquellos carteles que llevaban. Algunos no sé ni si los llegué a conocer: "Reservado para caballeros mutilados", que ya iban en los que se utilizan justo después de la guerra. Y otros que hemos leído tantísimas veces. "Tened cuidado para no introducir el pie entre coche y andén". Entre uno y otro están los que hablaban de no escupir, o no fumar... Cuando aún se podía hacer.
Se pueden admirar también paneles informativos, herramientas del personal, parte del uniforme, utensilios, carteles de cómo estaban y cómo ha sido el proceso de restauración...
En fin... no os puedo contar todo lo que nos dijeron porque nos dieron mucha información y ahora que estoy reseñando la visita pienso que podría volver a ir porque hay cosas que nos contaron de las que ya dudo. ¡Ay la fragilidad de la memoria...! Pero lo cierto es que fue interesante. Es una exposición gratuita y permanente que está dentro de la estación de metro de Chamartín.
"Don Benito, el Garbancero" como le llamó Ramón del Valle-Inclán murió también un 4 de enero, pero de hace 104 años.
Don Benito el Garbancero porque le gustaba novelar sobre la gente normal y corriente, la de "a pie", la gente de la calle, los que comían a menudo ese puchero de garbanzos.
Pérez-Galdós, uno de nuestros mejores escritores, exponente del "realismo" en la novela y a quién da gusto leerle.
Los de mi generación le estudiamos, le leímos y sobre todo la mayoría, recordamos como si hubiera sido anoche mismo, a todos en casa esperando que comenzara el siguiente capítulo de la serie "Fortunata y Jacinta" con aquella Ana Belén tan jóven, tan guapa y tan desgraciada por enamorarse de quién no debía, el señorito Santa Cruz. Y qué música tan evocadora de Antón García Abril tenía la serie de televisión española que contribuyó enormemente a que se conociera al escritor.
Muy reconocido en vida, dicen que vendió mucho, pero era manirroto y se administró de pena, ahorrando poco. Pero lo cierto es que entre sus contemporáneos fue muy reconocido y admirado. El día que murió, en su casa de la calle Hilarión Eslava en el barrio de Argüelles, un 4 de enero de 1920, 30.000 madrileños se echaron a la calle, vestidos de negro de los pies a la cabeza, para acompañar el cortejo fúnebre hasta el cementerio de la Almudena.
Ahora, ciento y pico años después, a poco que te fijes, paseando por el centro de Madrid se puede seguir su rastro en las placas de muchos de nuestros edificios. Y podemos decir que está más vivo que nunca.