Los 8 de enero te descubres sacudiéndote la pereza, de encima de los hombros, con el revés de la mano, como si tratara de una molesta pelusa que se adhiere a la ropa y no hubiera forma humana de quitársela. Los 8 de enero, sin demasiadas ganas de arrancar, comienzas a pensar que deberías ir poniendo orden en unos cuántos asuntos. Deberías.
¡Venga! te animas, ¡espabila! insistes, que hay mucho por hacer.
Y para llegar antes a todo decides, como tantísimas veces, pillar el metro y comenzar por lo que más te gusta, así parece que uno se anima más. Pillar un metro. ¿Que haríamos en este Madrid sin él? No ves la calle pero ganas tanto tiempo...
Si escarbo un poco en el trastero de mi memoria, descubro mi primer recuerdo con este transporte: un billete del metro que costaba 12 pesetas. Supongo que lo conservo, el recuerdo, no el billete, porque debía ser de las primeras veces que me subía en ellos. Mi estación de metro era "Esperanza". Y en aquel entonces, luego fue creciendo en estaciones, era uno de los extremos de la linea 4 "Argüelles-Esperanza". Era bonito el nombre, y hasta salía en una canción de Manu Chao pocos años después: "Proxima estación... Esperanza". Sí, también es cierto, le demandaron por tomar prestada la locución del metro sin permiso. Pero bueno, esa es otra historia. Os decía que yo me acuerdo del billetito blanco y rectangular que costaba 12 pesetas, y como me acuerdo de él, me acuerdo de aquellos vagones y los asientos por los que debajo salía tanto calor y abrías la ventana, alguien seguramente te ayudaba porque estaban bien duras, y entraba un olor a metro... Me acuerdo también de aquella salida del barrio cuando aún no se podía entrar y la que, en cambio, con el tiempo frecuentaría tantísimas veces.
No hace mucho estuve visitando la exposición de trenes históricos del metro. Se pueden ver algunos de los "clásicos", los que estuvieron en servicio entre los años 1919 y 1965. Es muy curioso ver cómo, para ir haciéndolos populares, fueron perdiendo comodidades y elegancia haciéndose progresivamente más austeros. Los primeros tenían los suelos de madera y los asientos mullidos que veremos como irán evolucionando hasta los más duros de plástico, como también puedes comprobar el cambio del primitivo escudo del Metropolitano Alfonso XIII al logo de la Compañía Metropolitana de Madrid con su C y dos M por la parte de fuera... Se pueden ver también cambios en múltiples cosas: en las cabinas, en los apliques de luces, en la publicidad, en el modo de abrirse las puertas, en el revestimiento interior... Los que se pueden admirar están completamente restaurados. Está el modelo "Cuatro caminos" que es de los primeros que se usaron en la primera línea, la 1 la de "Sol-Cuatro Caminos". El modelo "Ventas" de 1924 y que cubría la línea 2 y el modelo "Quevedo" también de la misma línea. También el modelo "Salamanca" de los años 40. O el modelo "Legazpi" de un poco más tarde, de los años 50... y alguno que otro de otras fechas más posteriores que son modelos "1000" y que ya no eran rojos sino verdes. Están ordenados en las vías según se han ido restaurando, no por orden cronólogico. Y parece ser que siguen en ello. Es una suerte que se hayan conservado y después restaurado para que podamos, más de cien años después de los primeros, visitarlos y admirarlos.
También nos explicaron que había de motor y remolque. Ésto se ve en la numeración que tienen arriba con una R-XXX o una M-XXX.
Es muy curioso también volver a leer aquellos carteles que llevaban. Algunos no sé ni si los llegué a conocer: "Reservado para caballeros mutilados", que ya iban en los que se utilizan justo después de la guerra. Y otros que hemos leído tantísimas veces. "Tened cuidado para no introducir el pie entre coche y andén". Entre uno y otro están los que hablaban de no escupir, o no fumar... Cuando aún se podía hacer.
Se pueden admirar también paneles informativos, herramientas del personal, parte del uniforme, utensilios, carteles de cómo estaban y cómo ha sido el proceso de restauración...
En fin... no os puedo contar todo lo que nos dijeron porque nos dieron mucha información y ahora que estoy reseñando la visita pienso que podría volver a ir porque hay cosas que nos contaron de las que ya dudo. ¡Ay la fragilidad de la memoria...! Pero lo cierto es que fue interesante. Es una exposición gratuita y permanente que está dentro de la estación de metro de Chamartín.