"Yo soy la hija mayor de once hermanos. Me pusieron de nombre Concepción Josefa Pantaleona. Nazco en un calle pequeñ, calle de Colmenares, cerca de Cibeles. Los primeros veranos de mi infancia los pasé en el Sardinero, cerca de Santander. Aquellos paseos en familia me despertaban el deseo de los viajes transatlánticos. Todo empezó cuando miraba los barcos; me encantaba ver su recorrido llegando a puerto; desde los cinco o seis años ya decía que en uno de esos navíos me iría a América. Recuerdo la visita de un amigo de mis padres. Al presentarnos al señor, éste preguntó a mis hermano: "Pequeños, ¿Qué queréis ser de mayores?" No recuerdo lo que contestarían, pero viendo que a mí no me preguntaba nada, teniendo la cabeza llena de sueños, me le acerqué y le dije: "Yo voy a ser capitán de barco", "Las niñas no son nada", me contestó mirándome. Por estas palabras le tomé un odio terrible a este señor."
Pág. 24
Tenía que hablaros del último libro que he leído: Concha Méndez. Memorias habladas, memorias armadas" de su nieta Paloma Ulacia Altolaguirre.
Sí, se trata de las memorias de Concha Méndez, que su nieta fue recogiendo en cintas mientras ella las grababa y luego nos las reescribió en este libro, atendiendo a los hechos transcendentes y dándole unidad. Se editó en 1990, y ya no se encontraba, pero que ha vuelto a reeditar la editorial Renacimiento.
Me ha parecido un libro muy interesante, porque Concha Mendez lo debió ser.
Hija de una señora de la aristocracia y del hijo de un albañil que se enriqueció reformando viviendas, Concha Méndez fue la mayor de once hermanos y nació en Madrid en 1898.
Debió ser una mujer muy vital, muy independiente, que no quería seguir los cánones de la época para las mujeres de su clase. Ella quería de mayor ser algo, quería estudiar, quería viajar y lo consiguió en un tiempo en el que eso no era nada habitual.
"No solo íbamos a las verbenas, sino que nos metíamos por todas partes. Concha Albornoz, que era la hija del Ministro de Educación Pública, fue la amiga que conservé del colegio. En la misma casa de departamentos en la que vivía ella, en el piso alto, vivía Valle Inclán. Era un hombre con aquella rara cualidad de mantener la atención de los otros durante horas: era fantástico. Nos contaba una procesión que atravesaba España, de norte a sur, citando cada provincia, y los hechos que se sucedían eran de humor; con fina ironía sacaba gracia de cada anécdota..."
Pág 53
Fue campeona de natación y fundadora del Lyceum Club. Coetanea de la Generación del 27, Concha Méndez fue novia de Luis Buñuel durante 7 años, y amiga de la pintora Maruja Mallo y de Salvador Dalí y Lorca. En 1926 publica su primer poemario, Inquietudes (que Ernestina de Champourcín definió como «un prodigio de intuición femenina»). Después escribiría Surtidor, Niño y sombras (a raíz de la muerte de su hijo al nacer), Sombras y sueños y otros veinte poemarios y obras de teatro.
Aunque después de viajar en barco a Londres y Buenos Aires, terminó casándose con el último poeta que aprendíamos cuando enumerábamos a los que componían la llamada Generación del 27, con Manuel Altolaguirre.
Se le había presentado Lorca, y ella quiso aprender con él que era aquello de la imprenta. Se casaron en 1932, aunque ella era algunos años mayor lo que tampoco era muy usual, y juntos editaron revistas tan importantes como Héroe, 1616 y Caballo Verde para la poesía. Ella no era solo su mujer, sino que vestida con un mono azul trabajaba con éste codo con codo. En su casa de la calle Viriato de Madrid vivía también Luis Cernuda, el excentrico y dificil poeta, que terminó muriendo también muchos años después en la casa de México de Concha Méndez, cuando ésta ya era viuda. Y Neruda también frecuentaba su casa de Madrid.
"Sacamos seis números de la revista Héroe. En ella no solo incluimos a los poetas de la Generación, sino también a Rosa Chacel, Ernestina de Champourcin, y a varios escritores extranjeros: Alfonso Reyes, Julio Supervielle y Genaro Estrada. Editábamos solo poesía, porque Manolo y yo trabajábamos solo en la imprenta, nos hubiera sido imposible incluir ensayos o cuentos. Él era el tipógrafo y yo, vestida de mecánico, la fuerza que hacía girar la imprenta. También me encargaba de tomar los paquetes e ir a repartirlos en metro."
Pág. 96
Después llegó la guerra y el exilio. Primero en París, luego La Habana y finalmente en México.
Os he contado a muy grandes rasgos la peripecia vital de esta autora. Pero lo bueno es ir descubriéndola a medida que lees sus memorias, que me han parecido muy entretenidas, muy ágiles, por la forma de contarlas ella. Aunque por supuesto se ve que su nieta las ha ordenado después, normal por otra parte, porque son los recuerdos de una persona de ochenta años. Lo importante es que su fuerza, su dinamismo están presenten en cada recuerdo que trae hasta nosotros. Nos deja ser espectadores de excepción de aquellos años. Nos deja reunirnos con aquellos escritores y artistas que tan importante hicieron a aquel tiempo de nuestra historia. Vemos aquel Madrid de los años 20, años 30, sus verbenas, sus calles, sus personas. Después también a través de sus ojos los horrores de la guerra y despues del exilio.
Fue una mujer muy valiente que viajó y conoció mundo sin atarse a los corsés de aquella moral y costumbres. Se emancipó, se independizó cuando aquello no era nada usual. Pero además fue también poeta, y escritora de teatro. Y tuvo la imprenta con Altolaguirre donde imprimieron libros de los principales autores del 27. Después se separarían, aunque siempre estarían más o menos cerca, pero ella siguió escribiendo y llenando su casa con artistas.
Si os interesa esta época de nuestras letras, la vida cultural de entonces, es un libro interesante que nos ofrece otra visión, la visión de una de las mujeres sobresalientes de la época por su independencia y su implicación en las letras. Una mujer que se codeaba con los autores de la Generación del 27 que hemos estudiado, pero sobre todo que crecía con ellos.
"Y entre todo esto que me gusta pensar, pienso que a través de mi obra estaré en comunicación con gentes a las que no conozco y con quién siempre habrá una cierta emoción que nos una. Creo que cuando uno se comunica así, no puede morir del todo. Y sin llegar al final de mi vida , he llegado al final de mis memorias y me pregunto: ¿He sido feliz o desgraciada? Creo que en la balanza pesa más lo primero. ..."
Pág 155.
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