Tus pies quieren andar, quieren movimiento, sentir que tú y el asfalto estáis vivos cuando lo pisas.
Madrid es enorme pero se puede caminar.
Sin más brújula que la intuición y el sol en la cara.
Sin más destino que las calles menos transitadas.
Vas alejándote de casa, del barrio, para seguir descubriendo tu ciudad.
Hay que salir cada vez más temprano para no hacerlo a deshoras.
Bendita fase 2 que nos dejará caminar a cualquier hora.
Madrid de vez en cuando se viste de gala y te muestra una de esas casas que te gusta encontrar.
Esta vez ha sido la de Gloria Fuertes.
Otra para la colección.
Está en la calle Alberto Alcocer, esquina con el Paseo de la Habana.
Sabes que esta casa se la compró después de haber vuelto de su experiencia como profesora en EEUU. Ella que no tenía ni el bachillerato, que tenía un curriculum "anémico" se pudo ir becada a una universidad a dar clase, con la ayuda de su amor de entonces. Pero ella lo valía, lo valía de sobra, y durante dos años los alumnos la celebraron como la mejor profesora que habían tenido.
Ella fue feliz y sus alumnos lo fueron más.
Qué pena no haber podido disfrutar de sus clases, tenían que ser tan grandes como Gloria.
Te recuerdas a ti misma de niña delante del televisor. A tu lado sentados tus hermanos en el suelo, en todas las manos el bocadillo de la merienda. En la pantalla están echando "Un globo, dos globos, tres globos".
Te encantaba.
Ese recuerdo en casa de pequeña, con tus hermanos, tus padres, todos cerca, es uno de los tesoros que guardas en la memoria.
Vuelve el recuerdo, viene envuelto en aquella musiquilla.
"Un globo, dos globos, tres globos, la tierra es un globo que se me escapó".
Ya estaba ahí Gloria Fuertes, en tu vida, y tú sin saberlo.
Aunque ahora de mayor, te inclinas por sus poemas para adultos.
Esos poemas aparentemente sencillos, pero profundos.
Esos poemas cercanos, que te llegan como pocos.
YA VES QUÉ TONTERÍA
me gusta escribir tu nombre,
llenar papeles con tu nombre,
llenar el aire con tu nombre,
decir a los niños tu nombre,
escribir a mi padre muerto
y contarle que te llamas así.
Me creo que siempre que lo digo me oyes.
Me creo que da buena suerte.
Voy por las calles tan contenta
y no llevo encima nada más que tu nombre.
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