Hace mucho tiempo que no dedicamos una entrada a la etiqueta "Literatura y Música". Y ya iba tocando. Así que lo vamos a hacer con el artículo de Lola Pons: "Peguntamos si tiene lógica el "contestastes" de Mecano y contestamos que sí", que salió en El País del 1 de abril.
De Lola Pons ya hemos hablado también en el blog, a propósito de otros artículos sobre lengua:
Es interesante, habla de la archiconocida canción de Mecano "La fuerza del destino" y su estribillo con un error gramatical del que se ha hablado mucho.
A ver qué os parece.
Preguntamos si tiene lógica el 'contestastes' de Mecano y contestamos que sí
La versión de Love of Lesbian e Iván Ferreiro corrige un error gramatical que tiene su historia
"Te dije: Nena, dame un beso / tú contestastes que no". El diálogo es parte de La fuerza del destino, canción escrita por Nacho Cano y grabada en 1989 por Mecano. Ahora, en un disco de homenaje
a este grupo, Love of Lesbian e Iván Ferreiro han vuelto a grabar el
tema cambiando ligeramente el original: lo que se ha cantado en la nueva
versión ha sido "tú contestaste que no", quitando esa ese final que
durante años había sido motivo de crítica lingüística.
Los
entusiastas del grupo madrileño, admiradores de su melodías y de sus
rimas imposibles (recordemos “No hay marcha en Nueva York / y los
jamones son de York”), han despedido con algo de pena a ese contestastes
que, pese a ser incorrecto en la norma lingüística del español,
provocaba en ellos la empatía compasiva que siente un admirador hacia
los errores de su ídolo.
Sin Mecano quererlo, esa forma contestastes era
también un guiño lingüístico al propio título de la canción, un guiño
que, en cambio, pocos han advertido. Sí, se trata de un error dentro de
nuestra gramática, pero era casi una fuerza del destino que esa
variación se diera.
Veamos: todos los tiempos verbales del español, cuando se
conjugan en la forma tú, tienen una ese al final: los presentes
(contestas, contestes), el futuro (contestarás) y los pasados
(contestabas, has contestado, contestases)... todos, a excepción de un
tiempo del pasado: el que llamamos técnicamente “pretérito indefinido” o
“pretérito perfecto simple”.
En ese reino de eses finales, el pretérito tú contestaste
es una rara isla sin ese final. Los hablantes tienden a ponerla. Tratan
de crear regularidad donde no la ven.
Hay siempre una causa
No cambiamos las palabras por capricho y de manera
anárquica. Muchas de las formas que calificamos como errores
lingüísticos o como variantes no estándares han nacido profundamente
motivadas; hay siempre una causa para ellas.
Igual que los personajes de animación aparecen a menudo
divididos al tener que elegir entre los consejos de un angelito bueno y
los de un angelito malo que conviven en su cabeza, los hablantes nos
enfrentamos con dos fuerzas que nos atraen y ante las que tenemos que
decidirnos. El destino de una palabra, o sea, la manera en que la vamos a
terminar pronunciando, está determinado por esa doble fuerza.
La primera fuerza es la del origen, la de la etimología:
esta fuerza tiene mucho peso, ya que, fundamentalmente, las palabras son
lo que son y tienen los sonidos que tienen por su raíz, por cómo eran
allá lejos y tiempo atrás, en época latina.
Cuando del pretérito perfecto latino tu cantavisti decimos tú cantaste
estamos heredando la forma latina; sí, hemos evolucionado el sonido
perdiendo algunos elementos, pero no hemos traicionado a la etimología, a
lo que correspondía por nacimiento.
La otra fuerza que orienta la evolución de una palabra y
que es contraria a la etimología se llama analogía. Es la tendencia por
la que intentamos que una palabra se parezca a alguien que no es de su
familia de nacimiento. Seguir esta fuerza implica apartarse de la
etimología, alejarse del resultado esperable y arrimar la palabra a
otros vocablos con los que tiene relaciones de semejanza.
Podemos querer, por ejemplo, que nuestra palabra establezca
un parecido (una analogía) con su significado: cuando los hablantes
convierten a la mandarina en mondarina están alejando a
la fruta de su étimo (la referencia al origen asiático, mandarín de
este alimento) y lo están acercando al verbo mondar. Mandarina y
mondar no pertenecen a la misma familia etimológica, pero hay una
indudable relación entre el hecho de pelar (mondar) y comerse este
cítrico. La tentación era muy fuerte: mondarina es una forma incorrecta, sí, pero no es caprichosa.
Tampoco es azaroso el contestastes de Mecano: si
ha surgido es porque los hablantes han buscado igualar a todos los
verbos conjugados con tú bajo palabras que acaben en ese. En este caso,
la forma etimológica (tú cantaste) es la que damos por correcta, pero
ello no siempre ocurre. A menudo pasa lo contrario: los hablantes vemos
en la analogía al angelito bueno y damos por correcta a la forma
analógica.
Así ocurrió con la forma de segunda persona del plural, la de vosotros. Era en latín vos cantavistis, lo que dio etimológicamente vosotros cantastes.
Hasta al menos 1550 nuestros antepasados decían “tú cantaste” y
“vosotros cantastes”, sin i. Ambos eran los resultados etimológicos,
esperables.
Pero cantastes convivía con una familia grande,
mayor a la de su étimo: la de los pretéritos conjugados en la forma
vosotros, todos ellos acabados en diptongo con i: cantáis, cantabais,
cantaríais, habíais cantado. Cantastes, sin i, era una
excepción en ese clan y los hablantes metieron ahí una vocal dando lugar
a una forma mejor integrada en su grupo.
O sea, y para resumir: de fábrica, por etimología, teníamos tú contestaste y vosotros contestastes y por analogía hemos creado tú contestastes (a la que consideramos vulgar) y vosotros contestasteis (a la que consideramos correcta).
La conjugación analógica con vocal, contestasteis, se extendió en todo el mundo hispánico salvo en América, donde no se usa el pronombre vosotros sino ustedes. Y en las zonas americanas donde se siguió usando el pronombre vos, se continuó diciendo vos contestastes, con sentido de familiaridad y aplicándolo al singular, aunque incluso en esas áreas se prefiere hoy vos contestaste.
Particularmente en los verbos los hablantes abrazamos con
denuedo a la analogía. Nos gusta darle la espalda a los étimos de los
verbos y empujarlos a que se parezcan a gente que no es de su familia;
al menos en las lenguas hijas del latín somos un poco obsesivos con eso,
seguramente porque las conjugaciones son muy cerradas, funcionan como
modelos (los lingüistas los llamamos paradigmas) y queremos ordenarlas y
regularlas internamente.
No ha habido piedad, pues, para el viejo contestastes de Mecano. Los nostálgicos de esa ese pueden, con todo, lanzarse a escuchar las sevillanas Cántame interpretadas por María del Monte: “Yo iba de peregrina y me *cogistes de la mano / me *preguntastes el nombre, me *subistes a caballo”. Mecano frente María del Monte representa, sin duda, otra doble fuerza del destino musical español.
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