Te recuerdo sentado, frente a un caballete, pintando.
Tú con bata de estar en casa y yo con dolor de oídos.
Los dos malos, sin muchas ganas de hablar,
haciéndonos compañía,
esperando que llegara mamá de la compra.
Que llegara ya, con su voz y su fortaleza.
Y nos cuidara, nos consolara.
Y nos cuidara, nos consolara.
Escucharle decir: "Venga que eso no es nada, te voy a traer algo rico.".
Recuerdo aquel maletín de madera lleno de tubos de pintura al óleo a medio gastar,
aquel maletín que pronto se quedó sin dueño.
Te recuerdo rodeado de tantas visitas,
familia, compañeros, vecinos.
familia, compañeros, vecinos.
Te recuerdo charlando y sonriendo con ellos en aquella casa
que tenía una ventanita que comunicaba el comedor y la cocina.
Aquella casa con un pasillo muy largo con una cortina roja en medio,
donde jugábamos a las tinieblas.
Qué miedo.
que tenía una ventanita que comunicaba el comedor y la cocina.
Aquella casa con un pasillo muy largo con una cortina roja en medio,
donde jugábamos a las tinieblas.
Qué miedo.
Qué miedo tantas cosas.
Atesoro tan pocos recuerdos,
que ojalá solo recordara los buenos.
que ojalá solo recordara los buenos.
Ojala te hubiera visto envejecer.
Echo de menos aquellas conversaciones
de libros, de nosotros, de la vida,
que nunca tuvimos.
de libros, de nosotros, de la vida,
que nunca tuvimos.
Me habría gustado,
tanto,
conocerte mejor.
tanto,
conocerte mejor.
Rocío Díaz Gómez
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