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lunes, 20 de julio de 2020

Mis Rascamanes, última tarde de tertulia del curso



Aquel año de 2020 se nos desbarató todo. 

Y la celebración del fin de curso, parecía la celebración del principio. 

Llevábamos sin vernos ¿cuatro meses? Sin vernos en persona, porque la modernidad tambien había llegado hasta nosotros, y la "videoconferencia" se hizo presente y realidad en nuestro reunión semanal. Sin embargo, todos estábamos de acuerdo en que había estado bien esa innovación del "zoom", había cumplido su función la opción telemática, sobre todo para no perder el contacto; pero nunca, nunca, jamás de los jamases, podría sustituir al contacto humano.

Suenan con eco los chascarrillos a través de la pantalla, no se siguen con la misma agilidad las bromas espontáneas. Nos había faltado vernos llegar a la reunión, los diminutivos cariñosos al saludarnos, la mano que se posa en tu brazo buscando la confidencia, los besos y abrazos, el calor que no se puede traducir en palabras.

La vida manda, y si es con una pandemia más.

Pero allí estábamos de nuevo, aunque fuera disfrazados con nuestra mascarilla, echando de menos a los que nos estaban, tanto a los que nunca volveríamos a ver, como a los que simplemente habían faltado a la cita. 

Allí estábamos, ruidosos y felices. 

Allí estábamos.

De nuevo eramos niños revoltosos, críos asilvestrados que vuelven al cole, deseando ver caras amigas.





lunes, 18 de mayo de 2020

Vídeo de la Lectura de Javier Díaz y Rocío Díaz. Relatos y poemas para un confinamiento.




Javier Díaz Gil, poeta, coordinador de tertulia y amigo, y yo, el pasado sábado, 16 de mayo, hicimos una nueva lectura de poemas y relatos de esos encuentros nuestros que llamamos "Cuéntame un poema y te rimo un cuento", que en esta ocasión hemos titulado "Confinados con Rocío y Javier".

Y allí que estuvimos disfrutando la tarde del sábado de la compañía de cuántos os acercásteis a escucharnos. Sin vosotros no hubiera estado tan bien.

Quería dejaros con el vídeo de esa lectura y aprovechar para daros las gracias a todos por acompañarnos. Por dedicarnos un rato de vuestro tiempo y permitir que pudiéramos compartir juntos estas horas de confinamiento llenándolas de lo que más nos gusta: la literatura.

No podemos salir a la calle como otras veces, y convocaros en cualquier precioso café de Madrid, para hacerlo viéndonos las caras y dándonos un abrazo o un par de besos. Pero gracias a los directos de instagram, hemos podido juntarnos, cada uno desde su casa, y pasar un rato distinto, y al menos para nosotros, muy feliz.

La vida es tan rara, porque no nos hemos encontrado en Madrid pero, en cambio, hemos llegado a muchísimos lugares. Nos vieron desde Granollers, el pueblo catalán donde yo vivía de pequeña. Nos vieron desde Bilbao, Zaragoza, Valladolid, Gran Canaria, Murcia, Tres Cantos, Galapagar, Sevilla la Nueva, Rivas... Qué sé yo desde cuántos sitios nos escribían diciéndonos que estaban escuchándonos. Qué ilusión.

Muchísimas, muchísimas gracias por estar con nosotros.





lunes, 11 de mayo de 2020

Octava semana de confinamiento. ¿Día 58? Y sigue.




Octava semana de confinamiento, dia 58?

A veces no te crees que lleves cerca de dos meses metida en casa. Viendo a tus personas queridas a través de las pantallas del ordenador o del móvil. Escuchándoles en los audios o por teléfono. Leyéndoles. Dos meses ya, aunque haya cosas que no cambian y sigues dudando en si habrás escrito algún leísmo o loísmo en lo que acabas de redactar. Siempre pecaste de todos los "ismos" del mundo, ni una pandemia habría de cambiar esos defectos tan tuyos.

A veces no te crees que, solo hayan pasado ocho semanas, desde que un virus maldito, diminuto y redondo nos hizo sentir inmensamente vulnerables, arrasó con lo que pudo y volvió nuestro mundo del revés. Ocho semanas, desde que tuvimos que aprender que la palabra pandemia es mucho más universal, más destructiva, que esa insignificante palabra que aparecía en los diccionarios entre "pandear" y "pándemico". La percepción del tiempo es tan curiosa... te dices. 58 días son muchos para no salir de casa, pero pocos para habernos enseñado tanto. 

"Pandemia" era de esas palabras que huelen a diccionario y pasado, pero se ha vuelto una palabra gastada por el uso. Nos la pasamos de boca en boca siempre acompañada de otras como "confinamiento", cepa, curva, gel, mascarilla, fase, "nueva normalidad"... Palabras nuevas y palabras viejas reconvertidas a la fuerza, actualizadas y manoseadas  hasta el agotamiento. Palabras y siglas que nunca habíamos visto como la COVID-19, con ese femenino porque es "la" enfermedad. Una puñetera palabra inglesa que nos tuvimos que traer para usarla hasta desgastarla. Siglas nuevas y otras que sí conocíamos, siglas viejas, pero que no habíamos verbalizado tanto nunca como OMS y EPIs.

Octava semana de confinamiento y hemos aprendido a hablar otro lenguaje. 

Octava semana, y también hemos aprendido a cambiar nuestras costumbres, a pasear cuando nos dicen y a trabajar, muchos días más que antes, pero en casa. Hemos aprendido también a saber de las ventajas e inconvenientes de hacerlo, tantas horas, tantos días seguidos. 

Y mientras lo hacíamos, has aprendido también cómo es tu hogar los días laborables. Por dónde llega el sol iluminando y calentando las habitaciones y por donde se aleja. Qué ruidos hay a media mañana en tu calle, robándote el silencio de tu comedor. A qué hora llega el cartero y cómo es. A qué hora llega la señora de la limpieza y cuán agradable es aspirar ese olor a limpio que corretea tras ella por el portal y la escalera y se cuela por debajo de la puerta de casa.

Has sentido el gusto de ver crecer las plantas día a día, ver apuntar los tallos, salir las flores. Siempre recordarás esos minutos de libertad saliendo a tu patio, dejando que el sol acariciara tu cara entre correo y correo laboral.

Octava semana de confinamiento. ¿De verdad, es el dia 58?
Y sigue. 
Venceremos a este virus. Lo venceremos.
Mientras tú, que tanto te gusta la calle, que tanto añoras viajar, tanto tomar café en las cafeterias mojando una buena conversación entre risas, te aferras a los pequeños objetivos diarios, a los pequeños descubrimientos a tu alrededor, a los pequeños placeres del día a día en casa, comer siempre a tu hora y comer casero, trabajar con el sol entrando a raudales por la ventana, encontrando la inspiración en lo más minúsculo, viviendo sin salir corriendo a nada, y sin que suba la tensión.

Has aprendido a vivir en casa.
Venceremos a este virus. Lo venceremos.




viernes, 24 de abril de 2020

Día "yanisécual" de confinamiento. GRACIAS




A veces vuelves a ser la que tú eras, y vuelves a leer tus relatos a quién quiera escucharlos.

Por un momento casi, porque del todo es imposible, te olvidas de que estamos confinados, y te metes dentro de una de tus historias y le pones voz, voz en alto, para que todos escuchen a esos personajes. 

Y es raro, porque estás en casa, estás delante de tu ordenador, con tus cosas cerca, pero al mismo tiempo parece ser que tienes a un tropel de gente a tu lado, encaramados a la pantalla del ordenador, o en el borde de la mesa, con sus piernas colgando en el aire mientras te escuchan.

Y es más raro porque al mismo tiempo tienes a tus compañeros de tertulia ahí al lado, casi como si volvierais a estar reunidos en torno a la mesa grande, esa de madera, que compartís en los bajos del bar donde os juntais a compartir literatura.

Raro porque está ahí Javier Díaz, nuestro coordinador, diciéndo como siempre a quién le toca leer.

Raro. Raro. Porque sigues en tu casa. En tu ordenador.


Y comienza un revuelo, un revuelto de personas que parecen llamar con los nudillos a tu móvil. Un revuelo de guasap que comienza a llegar después de haber leído en voz alta otra de tus historias, llegan y llegan y siguen llegando de muchas partes, tantos que ni el móvil te dice cuántos te faltan por leer.

Porque estaban escuchándote.

En Madrid, y fuera de Madrid.

En su casa.


Gracias Instagram por dejarnos compartir aún las voces, las canciones, los poemas, los relatos, la amistad, todo eso que pesa tanto pero es intangible, eso que no nos puede, ni nos va a quitar el confinamiento.

Gracias Javier por coordinarnos.

Gracias, muchísimas gracias a todos los que nos escuchasteis ayer, a mis compañeros de tertulia y a mí. 

Millones de gracias.

martes, 14 de abril de 2020

Día X de confinamiento. Madrid y sus Murales y sus calles y...


A veces vuelvo a ser la que yo era y paseo por Madrid. 

Todavía es esa ciudad que huele al perfume de quién te adelantó deprisa y ya no ves más que su espalda, huele a los churros que acaban de servir en la barra de la cafetería y al café de puchero que está haciendo la del bajo de aquel bloque antiguo y se escapa volando por entre los botones de su bata. 

Madrid todavía huele a metro abarrotado, a coche que frena, a pises de perros. 
Todavía huele a prisa, a semáforo, a vida.

Madrid todavía huele y suena, 
suena a sirena, a afilador, a colegio, a frenazo, máquina tragaperras y gente que toca en el metro. Suena a vida.

Vuelvo a pararme a hacer fotos de los murales con los que tropiezo. Me encanta el de la calle de Fuencarral, ese de la chica que acarrea sus libros y sus plantas por el mundo. 

Una vez, no hace tanto, yo también tuve una casita de madera para pájaros colgada en mi patio. Y no una vez, sino muchas, he ido por la vida acarreando libros y plantas con esa mirada nostálgica de quién no se acaba de ir y ya está echando de menos lo que deja atras.


A veces vuelvo a ser la que yo era y paseo por Madrid.
 
Y descubro placas de escritores que no tenía en mi colección y aprendo un poquito más de la vida de los que tanto admiro por lo que dejaron escrito. 
Y todavía camino, solo camino, intentando encontrar calles por las que aún no anduve nunca. 

Pero sobre todo, a veces, vuelvo a ser la que yo era y sigo atrapando atardeceres naranjas. 

Si no conoces Madrid, solo por ver cómo se oscurece deberías venir. 
Madrid se deshilacha al ponerse el sol. Hebras naranjas, rosadas, moradas van entretejiéndose unas con otras por detrás de la Almudena y el Palacio Real, por detrás de las cuatro torres, por detrás de todos sus perfiles, hasta cubrir su cielo. 
Madrid se deshace desde arriba y nos va arropando despacio.

Y nos arropa a todos, a los que trabajamos de día y a los que lo hacen de noche. A los que tenemos casa y a los que duermen entre cartones. A los que procuramos vivir, y a los que solo sobreviven. A todos.


Tengo tantas ganas de volver a pasear por Madrid.
Pero tantas.






#Confinamiento
#Madrid

martes, 24 de marzo de 2020

De la infodemia, el cuarentenar, y otras nuevas palabrotas hasta Delibes y Asterix



Era un 24 de marzo y acababais de aplaudir. 
Porque todos los días a las 8 de la tarde aplaudíais, quién os lo hubiera dicho un mes antes, quince días antes. Cuánto aplaudirías aquella primavera.

Era un 24 de marzo y los síntomas eran evidentes, te dolía la cabeza y te parecía que solo escuchabas la misma información y el mismo tema, a todas horas, en la radio y la televisión, todos los días, en el guasap y el twitter, siempre, siempre.

No había duda, tenías suerte y solo habías enfermado de "infodemia". Una palabra nueva, para designar un mal nuevo, la sobreabundancia de información sobre un mismo tema.

Eran los tiempos del "estado de alarma", tres palabras minúsculas para designar algo grande, algo que nunca habías vivido, algo que esperabas no volver a vivir. Eran tiempos de los ERTE, no de los ERTES decían los académicos, mejor los ERTE sin s final. Eran también tiempos de "cuarentenar", poner en cuarentena a tu persona. Porque eran los tiempos de un bicho, un virus, el coronavirus, y una enfermedad la COVID-19, con artículo femenino, con mayúsculas, con 19 y sobre todo muy mala leche.

Tiempos feos, pero también nuevos, que habían traido verbos y palabras nuevas, que ya decidiría la Real Academia si nos los quedábamos o no.

Para ponerte a resguardo de la "infodemia", tú que ya estabas cuarentenada, quisiste resguardarte bajo el paraguas de la literatura.

 "Rogad a Dios en caridad por el alma de D. Mario Díez Collado, que descansó en el Señor, confortado con los Auxilios Espirituales, el 24 de marzo de 1966, a los 49 años de edad. R.I.P."

 Así comienzaba aquel libro que en su día leíste y que luego disfrutaste en el teatro "Cinco horas con Mario" de Miguel Delibes. Qué bueno Delibes, y qué buena Lola Herrera representando a Carmen Sotillos, la esposa de Mario, el muerto. "El famoso Mario" murió un 24 de marzo. 

Te lo había recordado un libro que también te parecía muy curioso: "Los libros y los días" de Anna Folqué. Una entrada literaria para cada día.   

Era un 24 de marzo y también, en ese 24 de marzo, había fallecido el dibujante de Asterix y Obelix, Albert Uderzo. No lo había matado el coronavirus, decían que había sido el corazón que no aguantó más, tenía ya 92 años. 
El genial dibujante era daltónico. ¿No era increible? 

¿Quién no había leído alguna vez Asterix? Decían que Uderzo prefería a Obelix en vez de a Asterix. Tú nunca podrías decidirte por ninguno. Pero lo más increible de todo, era que en el año 2017, en uno de sus álbumes, un personaje se llamaba, ay infeliz que te querías evadir, se llamaba ¡coronavirus!.

Era 24 de marzo de 2020.

Y ningún paraguas, ni siquiera el de la literatura, podía resguardarte de la "infodemia".


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