Dice mi blog que ya está bien, que me ponga inmediatamente con las reseñas de los libros que he leído. Bueno me lo ha dicho en mayúsculas, así que supongo que más que decirlo, me lo ha gritado. Que barriobajero se puede llegar a poner, si supierais...
Pero es cierto que tenía un pelín abandonada esta sección. Así que, aunque se podía haber ahorrado las mayúsculas, le voy a hacer caso.
El asombro (1954)
Cuando el taxi se detuvo ante el portal de Gaztambide 21, sentí que
me faltaba el aire. El resto de los síntomas se manifestó muy deprisa,
antes de que tuviera tiempo para autodiagnosticarme una dolencia que
habría reconocido a tiempo en cualquier otro paciente.
—¿Le pasa algo, señor? —el taxista se volvió a mirarme con el ceño
fruncido—. Se ha puesto usted muy blanco. ¿Quiere que le lleve a la Casa
de Socorro?
—No, gracias —me esforcé por ralentizar el ritmo de mi respiración
aunque sabía que la opresión en el pecho aumentaría—. ¿Cuánto le debo?
—así aprendí que al controlar la hiperventilación también se disparaba
la frecuencia de las palpitaciones cardíacas.
Así comienza el libro que, hace tres libros y valga la redundancia, me terminé: "La madre de Frankenstein". Que ya sé que lo sabéis, pero he decir que es de Almudena Grandes.
Es el título que tocaba de la serie "Episidios de una Guerra Interminable". Ya nos leímos "Inés y la alegría", donde estuvimos en el Pirineo de Lerida, después nos fuimos a un cuartel de la Guardia Civil de Jaen con "El lector de Julio Verne". De ahí nos vinimos a Madrid para "Las tres bodas de Manolita" y saltando entre Madrid y Buenos Aires estuvimos con "Los pacientes del doctor García". A mí blog y a mí nos han gustado mucho todos. Cada uno con su historia y sus personajes pero los hemos disfrutado mucho, y eso que esta serie de alegre no tiene mucho. Pero... ya nos hemos encariñado con ella, con esos personajes que esperamos que aparezcan en alguno de los siguientes libros y sobre todo con la forma de narrar de Almudena Grandes con esas descripciones minuciosas con las que transmite tanto.
Bueno, pues le tocaba el turno a "La madre de Frankenstein" donde hemos estado a unos kilómetros de Madrid, en Ciempozuelos. Más concretamente en el psiquiatrico o manicomio de Ciempozuelos. Aunque también nos contará unos años en Suiza. Eso en lo que se refiere a las coordenadas locales.
En cuanto a las coordenadas temporales, como no podía ser de otra forma, hemos avanzado en el tiempo con respecto a las novelas anteriores, y ya estamos situados en los años 50. Más concretamente se va a centrar en el binomio de años comprendido entre el año 1954 y 1956, pero la trama retrocederá hasta los años de la guerra civil, y después saltará hasta el año 1979. Comprende un período extenso de años, eso le da mucha profundidad a la historia y sobre todo mucha agilidad a la narración cuando avanza y retrocede.
Es una historia que se va a desarrollar en torno a la figura de la famosa Aurora Rodríguez. Señora muy culta de su tiempo, idealista, feminista, que se obsesionó con tener a la hija perfecta en la figura de Hildegart. Pero como pasado un tiempo ya no se lo parecía tanto, y se creía dueña de su obra, asesinó de cuatro tiros a su hija cuando a punto de cumplir los 18 ésta le anunció que se iba a marchar de casa. Tremendo sí. Y tranquilos, que no os estoy descubriendo nada porque es un episodio muy conocido de aquel tiempo y desde el que parte la novela.
Los protagonistas de la historia son Germán Velázquez, un psiquiatra, que conoce a Aurora Rodríguez de niño, y la vuelve a encontrar en ese manicomio al cabo de los años cuando vuelve a España para trabajar en Ciempozuelos donde está recluída. Y María Castejón, huerfana y cuidadora de Aurora. Son personajes fascinantes tan bien perfilados que se vuelven reales y te los crees totalmente. Ya sabemos de la maestría de la autora a la hora de crear sus personajes. Siempre en sus libros destacan. Luego el triangulo protagonista de esta novela serían Germán, María y la misma Aurora que orbita entre ellos.
Y si hablamos de personajes tenemos que decir que tropezaremos con algunos muy conocidos y reales de aquella época como son los psiquiatras Antonio Vallejo Nájera, militar y catedrático y Juan José López Ibor, uno de los médicos más radicales y famosos por algunas de sus técnicas para "curar" la homosexualidad. Y por supuesto nos reencontramos con alegría con otros que ya habían aparecido en otras obras de la serie, como Pepe el Portugués de El lector de Julio Verne, o Rita de "Las tres bodas de Manolita" y alguno que otro más.
"—Mamá.
La piel de su rostro, tan fina y arrugada como la de mis zapatillas
favoritas, me impresionó menos que su melena desaparecida, el pelo ralo y
canoso, corto, que transparentaba ahora el contorno de su cráneo. Pero
nada me preocupó más que el volumen que había perdido su cuerpo, la
desconocida, huesuda delicadeza de los brazos que me rodeaban, la
crueldad del aire que rellenaba el contorno de su cintura, el grito de
sus costillas, visibles sobre la ausente redondez de sus caderas. Y sin
embargo era ella, seguía siendo ella y estaba allí. Era mi madre y la
llamé muchas veces, mamá, mamá, mamá, sólo por escucharme decir esa
palabra, por pronunciar dos sílabas idénticas que muchas veces había
temido no volver a pronunciar jamás.
—¡Ay, Germán! —musitó mi nombre mientras me abrazaba, y separó su
cabeza de la mía para mirarme con una sonrisa abierta, las mejillas
empapadas en llanto—. Germán, hijo mío, no sabes cómo me alegro… Ahora
ya no me importaría morirme, de verdad te lo digo —y me besó muchas
veces en los mofletes, haciendo ruido, como cuando era pequeño—. ¡Ay,
cariño! Pero qué bien estás, y qué mayor, si eras un crío cuando… —me
tocaba la cara, el cuello, los hombros, como si no pudiera verlos, y se
echó a reír, y dejó de llorar—. No me puedo creer que estés aquí, aunque
la verdad es que no entiendo…
—tiró suavemente de mí para meterme en el recibidor y, aunque cerró
la puerta, su voz descendió en un segundo, como un animal bien
domesticado, hasta el volumen de un susurro—. Con lo bien que estabas en
Suiza, sigo pensando que no deberías haber vuelto."
Tengo que decir que lo que menos me ha gustado de esta obra ha sido el final. Me ha resultado un poco atropellado el ritmo en las últimas páginas. Y además me hubiera gustado que terminara de otra forma. Pero bueno, no es que esté mal escrito, por supuesto, sino que yo quería otro destino para los protagonistas. En fin, no siempre los finales nos tienen que gustar.
En cualquier caso, es una novela muy recomendable, como todas las de Almudena Grandes. Yo la he disfrutado tanto como las anteriores, porque es muy emotiva. Está impecablemente escrita, en primera persona pero contada por distintos narradores, un multiperspectivismo que resulta muy esclarecedor y ahonda en el perfil psicológico del personaje que lo cuenta. Ya he resaltado sus descripciones minuciosas, el diseccionamiento que logra la escritora de los sentimientos. También hay que resaltar ese humor que palpita bajo el ambiente gris que quiere trasmitir. La ironía que subyace en muchas escenas. En conjunto tiene la virtud de trasladarte totalmente a aquel ambiente de los años 50 en Madrid y su provincia, que no debía ser la verdad ni muy alegre ni muy espontáneo. Y al mismo tiempo logra que te enamores de sus personajes, que vivas con ellos todo el tiempo que dura la lectura de la novela y a los que ya estás echando de menos cuando en las últimas páginas ves que los vas a perder de vista. Lo bueno de esta autora es que puede volver a traer a alguno de ellos en la próxima que ya estamos esperando.
#Almudena Grandes
#Novela
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