Un blog de literatura y de Madrid, de exposiciones y lugares especiales, de librerias, libros y let

miércoles, 9 de noviembre de 2022

La Colonia de Tomás Bretón o de los Ferroviarios de Madrid

 


 Un poco por casualidad al poco tiempo de haber estado en la Colonia de la Prensa, acabaste conociendo la Colonia de Tomás Bretón. ¿A ti no te parece que a veces sí existen las casualidades? ¿No te parece que quizá nunca habías pensado demasiado en algo y de pronto todo se conecta y vuelve a aparecer?  Y entonces sientes que juegas a saltar de oca en oca...

 En Madrid llegó a haber 52 Colonias, pero ahora ya solo quedan 36. Ya decíamos, cuando hablábamos de la de la Prensa, que en tiempos estaban apartadas de lo que era Madrid, pero la ciudad al ir creciendo en todas direcciones con ese paso feroz de hormigón y asfalto, ha terminado por engullir lo que encontraba a su paso. Eso les ocurrió a las Colonias, que han quedado dentro de la ciudad como oasis de paz y tranquilidad entre el bullicio.

Tú te acordabas de aquello de que en el año 1907 fue creado el Instituto de Reformas Sociales que, cuatro años después, había promugaldo la 1ª Ley de Casas Baratas, que pretendía mejorar las condiciones de la vivienda, borrando el hacinamiento e intentando un mayor contacto con la naturaleza. También se pretendía fomentar los créditos a la construcción. 

Ese camino no se quedó en esta ley, sino que con el tiempo hubo otras leyes que intentaron mejorar la primera.  

Con la 2ª Ley de Casas Baratas, del año 1921, se fomentaba la formación de cooperativas y surgieron una serie de ellas para la construcción de viviendas a determinados colectivos, militares, funcionarios, ferroviarios, periodistas, carteros, etc. Los gremios profesionales aprovecharon estas leyes para construir para los suyos. Aunque a la larga, estas leyes también trajeron la especulación del suelo aprovechándose de las facilidades que se ofrecían para urbanizar. Pero bueno ya se sabe...

 




El caso es que el otro día hiciste una visita guiada por el barrio de Arganzuela. Ya la tenías reservada hace un montón de meses porque aquí en Madrid o lo haces así o te quedas sin ninguna visita gratuita de Patrimonio Cultural. Bueno, pues cuando ya casi ni te acordabas de que la habías reservado llegó el día de la visita y para allá que fuiste. 

Estuvo muy bien emplear la mañana del sábado en seguir aprendiendo sobre la ciudad. La guía valía un montón, era una chica jovial que explicaba súperbien y te contó un montón de cosas interesantes del barrio. Y fue en esa visita, cuando descubriste que cerca de la antigua estación de Delicias, donde ahora está el Museo del Ferrocarril, aún se conserva otra de esas Colonias. 


 
 

 


Se conoce como la Colonia Casas de los Ferroviarios. Se construyeron exactamente para la Cooperativa de Casas Baratas de la Asociación General de Empleados y Obreros de los Ferrocarriles de España. Está entre las calles de Tomás Bretón y Alonso Martos (que fué quién la levantó) y son unos hotelitos, como se llamaba a aquellas casas de dos plantas, que en este caso, se contruyeron entre los años 1923 y 1926. 

Nunca habías pasado por allí. Y te gustaron mucho esas calles de casas unifamiliares, a un paso del mundanal ruido, pero que parecen encapsuladas en su originaria quietud. Era sábado por la mañana que hay normalmente más bullicio y en cambio allí parecía ser domingo por la tarde. 

Te hubiera gustado quedarte más tiempo. Aunque son apenas dos o tres calles te gustó admirarlas. Algunas de las casas ya han perdido la fachada original, y se han convertido incluso en algún bloque de más altura, que la verdad han afeado un poco el conjunto, pero en otros casos aún se conserva la fachada original con los arcos iguales de ladrillos sobre las puertas.

Merece darse un paseito por allí y recordar cómo ha ido creciendo esta ciudad.

Menos mal que en los años 80 el Ayuntamiento de Madrid decidió catalogar todas estas Colonias y promover su conservación como colonias históricas. Gracias a eso se han conservado mejor las que han sobrevivido, y podemos recordar y admirar.

 

domingo, 6 de noviembre de 2022

La Colonia de la Prensa de Madrid

 


 De vez en cuando te gusta seguir conociendo tu ciudad. Vivir en una tan grande como Madrid, inevitablemente tiene muchos problemas, pero también enormes ventajas que no te cansas de valorar.

Una de estas ventajas es que siempre puedes estar descubriéndola. Madrid no se acaba. Y te encanta eso de ser viajera en tu propia ciudad. Rastrear el peso del pasado, sus huellas o sus ausencias, en las calles que transitas diariamente, o en las que quedan un poco más allá de tu día a día.

A principios del siglo XX en Madrid se hicieron un montón de colonias de casas, cuando la ley de Casas Baratas de 1911, un precedente de la vivienda social. Fue la primera norma española que reconocía el derecho a una vivienda digna.








La Colonia de la Prensa, ya llevabas mucho tiempo queriendo visitarla. Como vives bastante lejos del barrio de Carabanchel no se te presentaba la oportunidad, pero hace poquitas semanas quedaste con unos amigos relativamente cerca y para allá que fuiste un par de horas antes para poder descubrirla tranquilamente. Porque si algo es, es un lugar muy tranquilo. Uno de esos oasis que parece mentira que de pronto aparezcan en Madrid.

Esta Colonia, en su origen estaba situada en unos terrenos, propiedad de Federico Grases que ya tenía un proyecto de urbanización, entre los pueblos de Carabanchel Alto y Carabanchel Bajo. Cuando ya había escasos chalets construidos se les vende a la agrupación de Periodistas conocidos con el nombre de agrupación de profesionales del periodismo y las letras, “Los Cincuenta”, que pronto pasaron a denominarse Asociación Benéfica Cooperativa de Construcción de Viviendas Baratas “Colonia de la Prensa” y fueron pioneros en acogerse a la Ley de Casas Baratas de 1911 Colonia de la Prensa, se trataba de que fuera un lugar de vacaciones para periodistas. Se empezó a edificar en el año 1913 y se terminó en 1921. Y el rey Alfonso XIII fue a su inauguración y un año más tarde tb volvió a ir por allí. 

Ahora se puede acceder a ella por la calle Eugenia de Montijo núms. 61-63. Vas andando por la acera y de pronto ves su portada increible con el rótulo aún tan bello y visible. Ésta portada era un locutorio y la parada del tranvía.

 



 La ciudad literalmente la ha engullido. 

Estaba formada por casas modernistas, hotelitos con verjas de hierro forjado y fachadas decoradas con ladrillo o cerámica. Tenían torreones y desvanes. Y se plantaron en las calles acacias. Parece ser que originariamente eran 65 chalés pero solo llegaron a construirse 42.











Durante la guerra civil los Carabancheles, aún pueblos, estaban en la línea de batalla y se destruyeron algunos de ellos. 

Carabanchel pasa a formar parte de Madrid y sobre los años 50 y 60 se derribaron algunos chalés para edificar bloques de pisos, una pena. Y algunos hoteles se convirtieron en centros religiosos. He leído que como la casa donde vivió y murió en 1947 el escritor Manuel Machado, la cual forma actualmente el cuerpo central de un conjunto de edificaciones del Cotolengo del Padre Alegre de la Siervas de Jesús (C/ Siglo Futuro 14).

 En los años 80 se restauraron algunos de éstos chalés, y en la actualidad es una colonia protegida en el Plan General de Ordenación Urbana de Madrid de 1997.

 

Te alegraste de la excursión mañanera. Merece la pena transitar esas calles, imaginarse como debió ser aquel lugar recién construido. Y cómo aún respira en algunos de esos carteles de cerámica, o en el perfil elegante de esas casas que resisten el paso del tiempo.

 

domingo, 30 de octubre de 2022

Recital en Alaquás de la Tertulia Rascamán. Reseña.

 


 Primero llegamos nosotros y conocimos a un señor de lo más singular, con unos bigotes increibles, que nos dijo que él solo era "uno que estaba por ahí". Dicharachero, ocurrente, un personaje de carne y hueso que esperaba nuestra llegada y ya siempre, en nuestros recuerdos, nos dará la bienvenida a aquel lugar.

Antonio y su hostal nos recibieron con alegría.



Primero llegamos nosotros y después llegaron nuestras voces. 

Un pedacito de la tertulia Literaria Rascamán, terminando el mes de octubre de 2022, sale de su refugio para leer en voz alta, esta vez, en un pueblecito de Valencia: Alaquás. 

Un pedacito frágil, pero fuerte.

Y a pesar de que era por la mañana y de que no nos conocía nadie, Alaquás y su castillo, un precioso rincón para leer, nos acogieron con elegancia, con música y público.

¿Que más se puede pedir? 

Conocimos esos pueblecitos valencianos y a unos músicos estupendos: Oscar Besó y Jaume Casas.

Leímos, conversamos, paseamos, nos reímos.

Y nosotros, Javier, Luis, Omega, José Antonio, Mariana, Montse, León, David y yo, volvimos a disfrutar del placer de estar juntos, de ser unos Rascamanes trotamundos, y sobre todo de compartir la literatura.

 


 

 


 

 




 


 




 












lunes, 24 de octubre de 2022

XII edición del Concurso Cartas de amor de Arucas. 2022.

 


El día de las escritoras, que fue el pasado 17 de octubre, la Biblioteca Municipal de Arucas (Gran Canaria) me alegró el día:

 

El coloquio con motivo del #DíaDeLasEscritoras propició un entusiasmado debate sobre el proceso creativo del libro, que va desde la escritura hasta la lectura. El público también intervino, interpelando a las invitadas con diversas cuestiones.
 
El acto se cerró con la lectura del acta de la XII edición del concurso de #cartasdeamor “En amor a dos”. El concejal de cultura, Carlos González Matos, leyó el fallo del jurado, que otorgó los siguientes premios:
MODALIDAD A. Arucas en el corazón: LORENA LÓPEZ MEDINA, por la carta titulada DIARIO DE UNA MUERTA.
MODALIDAD B. Por amor al arte. El premio fue para ROCÍO DÍAZ GÓMEZ, que concursaba desde Madrid, con la carta titulada ME LLAMÓ AFRODITA
Como broche del acto, Lorena López se emocionó y contagió su emoción al público con la lectura de su carta.
¡Enhorabuena a las premiadas! Y muchas gracias a Carmen Nieto (autora) y María Yuste (editora) por su participación.

 
Cuánto alegra sentir el reconocimiento en personas que solo te conocen por lo que escribes. Cuánto motivan estas noticias para seguir peleando con las historias. 
 
Muchísimas gracias desde aquí a la Biblioteca Municipal de Arucas, al Ayuntamiento de Arucas y por supuesto al Jurado por considerar que mi carta merecía este premio.
 
Me parecía que el Día Internacional de las Bibliotecas también era un día bien chulo para compartirlo ¿No creeis? 
 
Pues venga, antes de que se me olvide, cómo ya me ha pasado otras veces.

Va por vosotros.


Me llamó Afrodita 

Rocío Díaz Gómez

Me llamó Afrodita. Y yo que, como la mayoría, no conocía más Afrodita que la de los dibujos de Mazinger Z, una “robot” con proyectiles en sus generosos pechos, imagínese qué vergüenza. Éramos una pandilla de adolescentes bañándose en el río, y yo estaría agachada, con el agua por encima del pecho medio escondiéndome. Ya sabe lo que son esas edades y el pudor, el bañador mojado pegándose a un cuerpo que ya empieza a tener curvas, y una disimulando para que ellos no se fijen. Tanto disimulo para que venga el renacuajo de turno y te llame ¡Afrodita! Tenía usted que haberle visto, con esa edad le sacaba yo la cabeza. Como un semáforo, con el pelo chorreando, me tiré a él y le di una tunda de manotazos impresionante. Y mientras él, tan resabiado, bajo los palmetazos explicando que existía otra Afrodita, otra que no salía en la tele, otra que estaba en el Museo de nuestra ciudad, la Afrodita agachada del Museo Arqueológico de Córdoba. Varios cardenales después, por fin le escuché. Pobre muchacho, si resulta que me estaba echando un piropo. Así nos conocimos, imagínese.

Éramos aceite y agua. Él siempre con ansia de leer, de aprender, de saber. De pringarse de conocimiento ¿Sabe? Y yo solo preocupada por si íbamos a este río o al otro. Al principio me cansaba un poco su afán por enseñarme, pero al final terminé coladita por él, porque creció más tarde pero menuda planta cuando terminó de hacerlo. Eso, y que sopas con ondas les daba a todos cuando abría la boca. Él era el nieto de Santos Gener, habrá oído hablar de él, fue Director del Museo muchos años. En la guerra fue depurado pero en el 39 pudo volver y se ocupó de la mudanza a la calle que hoy lleva su nombre. Dicen que hizo mucho por esta Institución, se ocupó de la recuperación e instalación de muchas de las piezas. Parece ser que fue un hombre brillante. Y mi Samuel, su nieto, como él, a quién además de dejarle el nombre de pila, le contagió el amor por este lugar y el arte. Amor con el que quiso engatusarme a mí. Y vaya si lo hizo.

Nos colábamos cada noche ¿sabe? Cómo él conocía a todos los vigilantes de venir con su abuelo, les guiñaba un ojo, y hacían la vista gorda. Qué aventuras. Samuel me explicaba las obras: “Dirás en paños menores…” “Nooo, digo lo que he dicho: “Paños mojados”, así se llama la técnica con la que se acentúan las curvas del cuerpo” “Ah como en el río…” Qué paciencia tenía el pobre conmigo. “¿Te imaginas esas patas con forma de león en tu comedor?” “Pues no ¿Y de quién has dicho que es esa máscara?” “Del dios Pan” “Eso me había parecido, pues fíjate tú que con esas barbas hasta le veo parecido a Indalecio el de la tahona ¿A que sí?” Qué cosas le decía yo, y aun así, fíjese, nos íbamos enamorando. La magia de este lugar, seguro. Y pasearlo sin nadie y medio a oscuras, también Una de esas noches nos dimos nuestro primer beso. Y después vino otro y otro más, y ya sabe, una cosa lleva a la otra.

Siempre trabajó aquí ¿Dónde si no? Adoraba el arte. Y yo en casa, pero tan feliz ¿sabe? No quería más, porque lo tenía todo. Cuando Samuel murió, la casa se me caía encima. Entonces su compañero me habló del puesto de vigilante de sala. Jamás se me habría ocurrido, no le voy a engañar, pero nunca se lo agradeceré lo bastante. Estar aquí es estar con él, porque este Museo era su vida. Estas piezas me reconfortan, aún hay en ellas jirones de los adolescentes que fuimos. Él me llamó Afrodita y decidió mi vida. ¿Cómo iba yo a imaginar que cuarenta años después yo iba a pasar mis días con la otra Afrodita? Si me viera mi Samuel… Si hasta me atrevo a contestar a los visitantes cuando me preguntan sobre ésta o aquella pieza. Porque ahora sé que muchas cosas de las que me contaba, se me quedaron dentro sin darme ni cuenta. Y si no sé la respuesta, no se lo va a creer, pero en mi interior le pregunto, y Samuel, allá donde esté, me la sopla en un susurro. Porque yo siempre fui su Afrodita, su Afrodita agachada. Y lo seré siempre.