Un blog de literatura y de Madrid, de exposiciones y lugares especiales, de librerias, libros y let

viernes, 10 de julio de 2020

¿Bambas, deportivas, zapatillas, tenis, playeras...? ¿Quién da más?



Estaba yo charlando con mi compañera de trabajo de lo humano y divino cuando caímos en la cuenta de que yo había dicho "Playeras" para referirme a mi calzado deportivo.

Es verdad que toda la vida llevas diciendo una palabra y necesitas que alguien te la repita en voz alta para que te fijes, para caer en tu costumbre.

Porque es verdad que yo utilizo este término cuando no pienso mucho al hablar. Porque me consta que de vez en cuando también digo deportivas o zapatillas de deporte. Pero qué más quisiera yo que hablar siempre con propiedad. Y en este caso, no me engaño, lo que me sale de dentro, de dentro, es "playeras".

¿Y vosotros qué?

¿Vosotros cómo las llamais?

Parece mentira la cantidad de palabras que usamos para el mismo calzado, e incluso parece ser que dependiendo de nuestra geografía así nos inclinamos por uno u otro término. Qué rico es el lenguaje.

¿Os acordais de aquella entrada de agosto de 2012 cuando nos paramos a pensar si decíamos "aguadillas" o "ahogadillas"?

Pues hoy, señores y señoras, les toca el protagonismo a los pies, que nos dan una guerra en verano con las dichosas rozaduras... Así que venga sin pensar mucho:

¿Cómo se refieren ustedes a sus zapatillas de deporte?

¿Bambas, deportivas, zapatillas, tenis, playeras...?

 
Muchas veces también las llamamos por su marca y decimos mis "reebok", o mis "adidas" ¿No es verdad?

Yo ya me he confesado. Lo mío son las "playeras" que ¿deriva de playa? Pues si es así, ahora que lo pienso, quizá no sea la forma más acertada de llamarlas. Es verdad.

Pero me salva que hasta viene en el diccionario de la Real Academia, no os creais, en su quinta acepción:

playero, ra
1. adj. Perteneciente o relativo a la playa. Vestido playero.
2. m. y f. Persona que conduce el pescado desde la playa para venderlo.
3. m. y f. Arg. Peón encargado de una playa (‖ espacio plano).
4. m. Cuba. Pantalón corto con peto y tirantes que usan los niños.
5. f. Zapatilla de lona con suela de goma que se usa en verano.
6. f. Cante popular andaluz, parecido a la seguidilla gitana. U. m. en pl.
8. f. Méx. Camisa de manga corta y sin cuello.

 He leído que el nombre podría venir, más que de playa, de la palabra inglesa "play", de juego, por tanto. Y quizá sí, quizá entonces tendría más sentido.

Veeennnga ¿Y vosotros cómo decís?

Os dejo una ilustración muy curiosa de cómo se le suele llamar según el lugar donde vives, y mientras lo vais pensando...




#Palabras
#Lenguaje coloquial
#Playeras

miércoles, 8 de julio de 2020

Palabras de verano: "Bermudas", "Sombrero de panamá", "Resol" y "Solana".

Ilustración de Monge Quentin



Pues ya sí que sí estamos en verano.

Un verano raro, todo hay que decirlo, bien raro, pero verano al fin y al cabo.

Y como en este blog nos gustan mucho las palabras, hoy nos vamos a fijar en algunas palabras que andan “veraneando” como nosotros.

Lo primero que tenemos que hacer para echarnos a la calle, es vestirnos.
 
Es tiempo de ponerse unas “bermudas”. Con este término, y en verano, aludimos a ese tipo de pantalón tan socorrido que es el pantalón bermudas. Y como hacemos siempre, nos vamos al diccionario de la Real Academia española.

pantalón bermudas
Tb. ~ bermuda.
1. m. pantalón ceñido a los muslos que llega a la altura de la rodilla. U. m. en pl. con el mismo significado que en sing. Pantalones bermudas.

La o las bermudas las encontramos en una de las acepciones que  el diccionario de la RAE le dedica a la palabra “pantalón”. Este tipo de prenda nos llega desde el lenguaje militar. Comenzó a utilizarse en la primera mitad del siglo pasado en las colonias británicas del Atlántico norte, de ahí su nombre.


Lo ideal sería combinar las bermudas con “un sombrero panamá”. Nos referimos a esos sombreros a los que el diccionario de la RAE nos reconduce llamándolos de “jijipapa”. Ay qué equivocados estábamos y nosotros sin saberlo. Ni se llaman de Panamá, ni son de Panamá porque son de Ecuador. 

panamá
De Panamá.
2. m. Tela de algodón de hilos gruesos, muy apta para el bordado.

sombrero de jipijapa
1. m. sombrero de ala ancha tejido con paja muy fina, que se fabrica en Jipijapa y en otras varias poblaciones ecuatorianas.

Por lo menos, lo que tienen de bueno es que se enrollan muy fácilmente y lo podemos meter en la maleta como si nada, que no se nos estropearán.

Y ahora que ya estamos ataviados con nuestro atuendo veraniego, podemos hablar de dos palabras muy bonitas que podemos ya sufrir porque vamos preparados, que son:

“Resol”:
 Y como siempre, acudimos a nuestro diccionario.
 
resol
1. m. Reverberación del sol.
2. m. Luz y calor provocados en un sitio por la reverberación del sol.

reverberación
Del lat. reverberatio, -ōnis.
1. f. Acción y efecto de reverberar.
2. f. Reflexión difusa de la luz o del calor.

Vamos, que tenemos resol cuando el sol no nos da directamente, sino de forma difusa. No me digáis que no es chula la palabra “resol”.

En el poema de Antonio Machado “Algunos lienzos del recuerdo” la tenemos:

(...)
Ante el balcón florido
está la cita de un amor amargo.
Brilla la tarde en el resol bermejo...
La hiedra efunde de los muros blancos...
A la revuelta de una calle en sombra,
un fantasma irrisorio besa un nardo.

Y ya por último, si en el resol, la luz nos llega de forma difusa, en la “solana” nos atiza de lleno:

solana
1. f. Sitio o lugar donde el sol da de lleno.
2. f. Corredor o pieza destinada en la casa para tomar el sol.

Solana deriva de la palabra latina “Sol, solis”, que era como los romanos llamaban al sol. También he encontrado que puede derivar de la palabra solanus, también latina que sería el viento de donde sale el sol.
La "solana" o el "solano" que también se puede decir, sería lo opuesto a la "umbría", palabra también muy especial.  

Es utilizada en algunos refranes: 
"Viña preciada, dámela en solana".
"Lino, ni lana, no quiere solana".
"El aire solano, malo de invierno y peor de verano".
"Haz tu casa al solano, y vivirás sano".


En este blog tenemos muchas entradas dedicadas al lenguaje, si os interesa este tema, en la etiqueta "palabras del verano" tenemos recogidas muchas a las que les hemos dedicado su espacio veraniego. Podéis darles un repaso. 

Por otra parte ya tenemos preparadas unas cuántas más, pero mejor las dejamos para otra entrada, por hoy ya está bien. 



#Palabras
#Verano

jueves, 2 de julio de 2020

"El mal de Corcira" de Lorenzo Silva - Reseña literaria


«Como tantas otras veces en mi vida, antes y después, tenía la sensación de ser un verso suelto, un tipo más bien incoherente que acababa estando donde no pintaba demasiado, por razones que nunca era capaz de explicarse suficientemente. Allí me habían llamado la curiosidad y una vaga necesidad de aventura, pero cada noche, cuando hablaba por teléfono con mi aterrorizada madre. Me asaltaban serias dudas acerca de mi cordura al ceder a ellas»


Ayer terminé "El mal de Corcira" de Lorenzo Silva.
El duodécimo y último libro, protagonizado por la pareja de guardias civiles, Bevilacqua y Chamorro.
Hace 22 años que comenzó esta historia con aquel primer libro publicado "El lejano país de los estanques", en estos años hemos crecido a la misma vez que los protagonistas. Finalmente han sido diez novelas con ellos de protagonistas, más dos volúmenes de relatos.

En el caso de este último, lo he disfrutado mucho, me lo he leído volando, a pesar de sus 500 páginas.


En esta entrega, cuando nuestros protagonistas ya tienen 54 y 43 años, toca investigar  el asesinato de un hombre de mediana edad en una playa de Formentera. Pero es mucho más que un asesinato, porqueg gracias a la víctima Bevilacqua tiene razones de sobra para recordar sus tiempos como guardia civil en Guipuzcoa, cuando comenzaba su andadura como guardia civil, a finales de los ochenta, en plena lucha contra ETA.

Ya he reseñado en este blog muchos libros de Lorenzo Silva y su Bevilacqua. Soy incondicional de este autor y de estos personajes.  

A Lorenzo Silva tuve la suerte de conocerle cuando vino al centro cultural de Villaverde donde entonces formaba parte de un taller literario, a hablarnos del proceso de escritura de una novela. Siempre me acordaré de su exposición perfectamente estructurada y clara, toda de memoria, mientras doblaba y desdoblaba una hojita de papel donde no llevaba nada apuntado.

Cuando al final de la novela leo en los pocos meses en los que la ha escrito, he recordado que nos decía que se sentaba a hacerlo cuando ya lo tenía todo en su cabeza perfectamente claro. Qué buena cabeza.

Como en todas las anteriores me he encontrado una novela donde el autor argumenta todo para que no haya duda de lo que ha querido decir. Gracias al personaje de Bevilacqua, sesudo y meticuloso, todo se vuelve diáfano, no queda ningún hilo colgando, ningún fleco.

Por otra parte me he encontrado muchas alusiones que no solo la hacen una novela entretenida sino que también aprendes con ella. Es una novela de guardias civiles cultos, en este caso alude muchas veces a autores como Tucídides, Deleuze y Walter Benjamin. Tampoco falta la parte de banda sonora, siempre hay más de una canción que le viene a la cabeza, en este caso habla de algunas en vasco, Pet Shop Boys, Leonard Cohen, Nirvana, Village People, Radio Futura, Extremoduro... Muchas.

Las puedes escuchar aquí: https://www.lorenzo-silva.com/el-mal-de-corcira/

En cuánto al tema, sobre todo toca el de ETA con la perspectiva que da el tiempo, los capítulos dedicados a aquel tiempo con un Bevilacqua recientemente convertido en guardia civil se alternan con los del presente donde se toca el ambiente gay donde se mueve el protagonista. Son dos vertientes bastante interesantes. 

Está ambientada, por tanto, oscilando entre Ibiza y Formentera en el presente, y  Guipuzcoa en los años 80, espacial y temporalmente hablando.

Tengo que hacer mención especial de los diálogos de esta entrega. Son absolutamente fluidos, y muchos con un punto irónico, con humor, que te los hace muy jugosos. Yo creo que es lo que más podría destacar, cuánto me ha gustado toparme con esas conversaciones entre los personajes donde al hablar casi los ves y no puedes evitar sonreírte.

A mí todas estas novelas de Lorenzo Silva con esta pareja de protagonistas me han parecido muy verosímiles, y completas. Tienen su intriga, su parte culta, su banda sonora, sus toques de atención al lenguaje, con frases hechas o citas de éste o de aquel libro, y sus diálogos naturales y certeros.

Y ésta última la he disfrutado bastante, me ha enganchado muy rápido, se lee muy bien. No te la puedas perder.



LORENZO SILVA

Lorenzo Silva (Madrid, 1966) ha escrito, entre otras, las novelas La flaqueza del bolchevique (finalista del Premio Nadal 1997), La sustancia interior, El ángel oculto, El nombre de los nuestros, Carta blanca (Premio Primavera 2004), El blog del inquisidor, Niños feroces, Música para feos, Recordarán tu nombre y la «Trilogía de Getafe» (Algún día, cuando pueda llevarte a Varsovia, El cazador del desierto y La lluvia de París). Es autor de los libros de relatos El déspota adolescente y El hombre que destruía las ilusiones de los niños, del libro de viajes Del Rif al Yebala. Viaje al sueño y la pesadilla de Marruecos y de Sereno en el peligro. La aventura histórica de la Guardia Civil (Premio Algaba de Ensayo). Suya es también la serie policiaca protagonizada por los investigadores Bevilacqua y Chamorro, de la que El mal de Corcira es la última entrega, tras El alquimista impaciente (Premio Nadal 2000), La marca del meridiano (Premio Planeta 2012), Los cuerpos extraños (2014) y Lejos del corazón (2018), entre otras. Junto con Noemí Trujillo, firma una nueva serie policiaca que han iniciado con Si esto es una mujer.


lunes, 29 de junio de 2020

"Tengo que hablarte de las Leyes de Newton" Carta de amor de Rocío Díaz. Días del Orgullo 2020




He pensado que ya que estamos en la semana del "orgullo", os podía dejar con uno de mis "orgullosos" relatos.

Le premiaron en un certamen de cartas de amor de Málaga.

Se titula "Tengo que hablarte de las Leyes de Newton...".




Tengo que hablarte de las Leyes de Newton…

Mi querida Carolina,

Tengo que hablarte de las leyes de la dinámica. Tengo que hablarte de Newton. De por qué giran los planetas alrededor del sol. Tengo que hablarte de los principios matemáticos de la filosofía natural. De ti y de mí. De nuestra historia.

Pero ya ves que no sé ni cómo empezar…

Porque si yo fuera alguno de esos tíos de clse que babean tras tu paso, que tienen el cerebro entre las piernas... ¿Neuronas? ¿Qué es eso? Esos bichos aún no deben estar en su cuerpo... Si yo fuera uno de ellos, los que sí tendría y muy revolucionados serían otros bichitos, muy distintos... Si yo fuera uno de esos tíos, no me andaría con explicaciones, ni te hablaría de Newton, ni de nada parecido, sino que me haría pajas, eso es lo que haría... mientras pienso en ti. Qué fuerte ¿verdad? Y te va a sonar ridículo, o más ridículo "si cabe" como diría la pija de Lengua, pero les pondría hasta tu nombre. Por supuesto, a las pajas. Ya sabes de esa fijación que tengo yo con las palabras. "Carolinas" Suena bien ¿qué no? Sí, sí riéte. Porque seguro que ya estás riéndote. Siempre con esa alegría contagiosa que termina por hacerme reir a mí. Pero es cierto que me haría unas cuántas "Carolinas", cientos miles... qué sé yo, sería incansable. ¿Qué quieres? Puestos a ser uno de ellos, sería tan básica como lo son ellos. No tendría más que imaginarte para, entre las sabanas, comenzar el ritual. Te imaginaría en los vestuarios, después de gimnasia, cuando antes de ducharnos te quitas la cinta que llevas en el pelo, y se desparrama en un segundo tu melena sobre tus hombros... Imaginarte quitándote la camiseta, cuando te quedas en sujetador y tu piel húmeda brilla de sudor y sin querer y sin remedio llega hasta mí a oleadas tu perfume, tu olor. Si fuera uno de esos tíos de clase me bastaría solo eso para empezar a salivar como el perro de Pavlov, el del libro de Filosofía. ¡Déjate de campanitas! Verte dudando, moviéndote, sonriendo, medio desnuda, eso sí que sería un buen reflejo condicionado... El mejor.

Pero yo no soy uno de esos tíos de clase, hartos de hacerse “Carolinas” a tu salud. No hay más que ver cómo te miran, y como se dan codazos cuando pasas corriendo. Para que veas, si son básicos. No soy uno de ellos, ni tampoco quiero hablar de filosofía, ni de Pavlov, ni de reflejos condicionados. No los necesito. Y porque no lo soy, yo de lo que tengo que hablarte es de Newton y sus leyes fundamentales de la dinámica. Esas, que entraron ayer en el examen y que yo, sin haberlas estudiado, he entendido tan bien, gracias a ti.
Déjame anda, déjame que te hable de la primera ley de Newton porque así empezó todo, así comenzó nuestra historia. Un objeto en reposo permanece en reposo y un objeto en movimiento, continuará en movimiento con una velocidad constante (constante en línea recta) a menos que experimente una fuerza externa neta. Esta es la ley de la inercia.
No es tan difícil de entender ¿verdad? Porque si tú no hubieras llegado nueva a nuestro Instituto. Tan cortada. A primera vista tan frágil. Si tú no hubieras entrado en clase aquella mañana. Sonriendo. Si mi apellido no empezara por la letra “z” y la tutora de este año no tuviera esa manía tan absurda de colocarnos por orden alfabético. Si a mi lado no hubiera quedado un hueco vacío en el último banco, que casualidad, tú no te habrías sentado cerca de mí. No hubiéramos empezado a hablar. Si los primeros exámenes no hubieran estado a la vuelta de la esquina y a ti no te hubieran entrado los agobios por tener los apuntes atrasados. Si no fueras tan buena estudiante. Si yo no hubiera ganado en la competición, entre los que te rodeaban, a tener la letra más clara. Si el camino a tu casa, no hubiera sido pasando por la mía, no habríamos empezado a marcharnos a la vez. A encontrarnos de camino. Si… si… si.
Si todas esas fuerzas extrañas no hubieran actuado sobre mí. Si no hubieran existido cada una de esas premisas que hizo que tú y yo coincidiéramos y nos empezáramos a tratar más, a hacernos casi inseparables, a pesar de la “z” de mi primer apellido y la “d” del tuyo, si la ley de la inercia no se cumpliera.
Entonces mi cuerpo permanecería en reposo, o moviéndose a una velocidad constante siempre en línea paralela a ti. Sin juntarnos nunca. Porque se supone que además, así debe de ser. Porque ¿No has pensado alguna vez que quizá sea eso la amistad? Dos rectas, contenidas en un plano, que van en la misma dirección, dos rectas que no se cortan y cuyas parejas de puntos más próximos de ellas siempre guardan la misma distancia. Yo sí lo he pensado. No hago más que pensarlo últimamente. La amistad. Dos líneas paralelas. Eso tiene que ser. Piénsalo… te estoy hablando de rectas, y de parejas de puntos, y de distancias. ¿No es eso la amistad? ¿No somos así?
Pero estoy mezclando la matemática con la mecánica, empiezo a parecerme cada vez más a mi abuela que para contarte algo se remonta al origen del hombre… Pero créeme si te digo que aunque te dé esa sensación leyéndome, y empieces a pensar que el verano y los exámenes me están reblandeciendo el cerebro, todo tiene una explicación. Hasta que hable ahora de mi abuela, fíjate, por mucho que te extrañe…
Porque créeme, si es que a estas alturas no piensas ya que me ha dado algo a la cabeza, o que me he dado un homenaje fin de curso a base de pirulas de colores... No. Te juro que no lo he hecho. Créeme si te cuento que nuestra historia comenzó por eso, porque la ley de la inercia nunca falla. Porque yo ya no tengo reposo, ni sigo un movimiento constante en línea recta, que yo lo que tengo es una agitación interna superior a la que se debe sentir en el océano minutos antes de producirse un maremoto. Porque he experimentado muchas fuerzas, muchas casualidades que te han traído hasta mí. Pero sobre todo porque he experimentado una fuerza distinta a todas, mejor que todas, la tuya.


Por eso nuestra historia ha evolucionado cómo ha evolucionado. Y por eso también, ahora tengo que hablarte de la segunda ley de Newton, o ley de la interacción y la fuerza. Decía el amigo Isaac, porque a estas alturas de la vida, seguro que no le importará que le tuteemos allá donde esté, puesto que le hemos convertido en improvisado narrador de esta historia, que “el cambio de movimiento es proporcional a la fuerza motriz impresa y ocurre según la línea recta a lo largo de la cual aquella fuerza se imprime”.
¿No te das cuenta? Esta es la ley que cuenta nuestra interacción y tu fuerza.
Este curso voy a sacar las mejores notas de mi vida. Ya lo sabes. Lo sabe toda la humanidad, bien que me he encargado yo de que lo sepan, solo me ha faltado decirlo por la megafonía del instituto, no lo vas a saber tú… Y cuando te digo esto te ríes, pero es la verdad más absoluta que existe. No me lo creo ni yo. Pero así es. Aunque también sé que el mérito no es solo mío.
Ha sido muy fácil estudiar contigo. Compartir las clases, los apuntes, la vida en el instituto. Los madrugones y los agobios. Cualquier cosa te hace reír, y con tus risas aplastas mi pesimismo. Siempre ahí. Gracias a ti intento ver las cosas desde el otro lado, el lado en el que siempre salen bien. Sobre mi cabeza siempre amenaza tormenta, mientras sobre la tuya brilla un sol enorme que me calienta. Y eso hace que me sienta capaz, que me lo crea, que no solo voy a aprobar sino además lo haré con nota. Déjate de palabras mágicas como “mierda”. Somos mujeres ¿no? así que con un par de ovarios. Como hemos dicho tantas veces antes de entrar al examen. Y lo mejor de todo, es que luego me salía que te cagas de bien, de lujo. Qué pasada. 
Ha sido muy fácil estudiar contigo. Ha sido muy fácil subrayar, hacer los resúmenes, intentar comprender, y hasta memorizar. Ha sido muy fácil aprender compartiendo el sueño y las coca colas. Los bostezos se mezclaban con tus bromas, y esa forma extraña que tienes de buscar asociaciones donde no las hay para hacer que en el examen nos acordáramos… ¿No te das cuenta? Este curso voy a sacar las mejores notas de mi vida. Tu fuerza ha hecho posible este milagro, como ya predijo Newton hace muchísimos años. Que no sé que hacía este hombre mirando manzanas si hubiera ganado un pastón prediciendo el futuro...
Es cierto, aunque disimule, se ve que me estoy poniendo moña, hoy no hago más que decirte moñadas. Y si se las oyéramos a otra, inmediatamente las dos nos meteríamos los dedos en la boca y doblado el cuerpo y entre risas, simularíamos que esto es de vomitar de bien ridículo que parece todo lo que estoy diciendo. Lo sé. Claro que lo sé. Nunca había dicho tanto, hoy tengo incontinencia verbal. Y he dormido poco. Y sí, tengo muy frescos todos los temas del último examen, el de física. Física ¿No lo ves? Todo coincide... Y es cierto también, viene el verano, y nos iremos de vacaciones cada una por su lado, y te echaré de menos. Sí, todo eso es cierto, tan cierto como cada uno de los principios matemáticos de la filosofía natural. Y como más cierto aún es, que ellos cuentan nuestra historia. Esta historia que ya no sé si es de amistad o de qué es.


Y déjame que te hable ahora de la tercera ley de Newton, también conocida como Principio de acción y reacción. Si un cuerpo A ejerce una acción sobre otro cuerpo B, éste realiza sobre A otra acción igual y de sentido contrario.

Tú me has empujado a estudiar, a aprender, a sentirme mejor conmigo misma. Con tu compañía, con nuestra amistad. Pero nadie me advirtió lo que iba a pasar también. Lo pronto que me iba a acostumbrar a ti y a tus risas. Lo mucho que iba a disfrutar con ellas. Tanto, que no puedo evitar pensar desde donde me llegan. Desde tu piel, desde tu boca.

¿No ves lo que intento explicarte desde hace ya rato? Esta noche, la primera que después de muchos meses estudiando juntas, no estas aquí, te echo mucho de menos. Me faltan tus risas, claro. Pero también, y lo que es peor, me falta tu olor, el roce de tu piel pegada a la mía mientras me corregías los problemas de física, tu calor, tu boca cerca de mí.

¿No entiendes aún lo que trato de decirte? Me duele que no estés aquí. Pero me duele físicamente. Me duele dentro de la nariz, en las yemas de los dedos, en la superficie de toda mi piel. Me dueles en los labios y en la lengua, en la boca del estómago y entre las piernas. Y no lo soporto, no aguanto que se hayan acabado ya los exámenes y las clases y que tú no estés. Que cada vez vayamos a estar menos tiempo juntas.

Porque si yo fuera alguno de esos tíos de clase que babean tras tu paso, tras tu dulce y alegre paso... mientras pienso en ti, me haría “Carolinas”. Una, dos, tres, cientos, miles... No tendría más que imaginarte para, entre las sabanas, comenzar el ritual. Imaginarte sin camiseta, en sujetador, tu piel húmeda brillando de sudor, y sentir como, sin querer y sin remedio, llega hasta mí a oleadas tu perfume… Imaginarte a mi lado, al lado de tu amiga, estudiando. Tú alegre. Tú confiada. Y yo salivando como el perro de Pavlov.

¿Qué me ha pasado Carolina? ¿Qué me está pasando? ¿Qué mierda es ésta que siento? Que no entiendo, que me aturde, que palpita dentro de mí, que hierve. Y no sé cómo dominar.

Tantas veces hemos hablado de tíos. De cuánto nos gustaban. De lo que sentíamos. De hasta dónde llegábamos con ellos. Hasta donde querríamos llegar. Y me doy cuenta que ya no podría hacerlo. No podría escucharte tan tranquila, mientras me hablas del cachas de gimnasia o del gilipollas del Dani, el de cuarto de bachiller. No quiero oírte más. No podría hacerlo.

Tampoco puedo contarle esto a nadie. No sé que hacer con esto que siento que me puede, pero no puede ser. Tía que mi abuela diría que soy “libiana”... Ya te he dicho antes que te hablaría de ella... Este curso voy a sacar las mejores notas de mi vida, este curso que mi vida se ha vuelto un caos y un asco.

Y por eso, por todo eso, déjame que vuelva a la tercera ley de Newton. Principio de acción y reacción. Déjame que te cuente cuánto tenemos nosotras que ver con ella. Si un cuerpo A ejerce una acción sobre otro cuerpo B, éste realiza sobre A otra acción igual y de sentido contrario.

Cuando queremos dar un salto hacia arriba, empujamos el suelo para impulsarnos. Cuando estamos en una piscina y empujamos a alguien, nosotros también nos movemos en sentido contrario, aunque esa persona no nos empuje a nosotros. Cuando tu cuerpo A ejerce esa acción que he intentado explicarte sobre mi indefenso cuerpo B, mi frágil cuerpo B ejerce sobre el tuyo otra acción igual pero de sentido contrario. Tu cuerpo reacciona sobre el mío, y yo tengo que separarme de ti. Distanciarme. Y no lo digo yo. Lo dice la tercera ley de la dinámica de Newton.

Creo que por ahora es lo mejor. Y no solo lo creo, sino que sé que es lo peor. Porque quizás no te estés dando cuenta, pero además de ofrecerte mi confianza, te estoy ofreciendo mi miedo. Y eso es lo peor. Mi miedo. Que me puede y no sé qué hacer con él. Porque ya no seré capaz de ser tu amiga. Porque ya no es como debe ser una amistad: Dos rectas, contenidas en un plano, que van en la misma dirección, dos rectas que no se cortan y cuyas parejas de puntos más próximos de ellas siempre guardan la misma distancia. Yo ya no soy ni recta, ni contenida, ni estoy segura de poder guardar las distancias. ¿No lo ves? Creo que por mi parte esto ya no es solo una amistad.

Carolina. Mi Carolina. Mi alegre amiga. Por eso yo tenía que hablarte de la leyes de la dinámica. Tenía que hablarte de Newton. Y de por qué giran los planetas alrededor del sol. Porque el objeto más liviano está en órbita alrededor del más pesado, y el sol es el más pesado. Soy yo quién está girando a tu alrededor, soy yo la “libiana” y tú el sol, Carolina, aunque no lo sepas.

Mi querida Carolina, querida.



@Rocío Díaz Gómez 


#Relatos Rocío Díaz
#Cartas de Amor
#orgullo