Un blog de literatura y de Madrid, de exposiciones y lugares especiales, de librerias, libros y let

miércoles, 17 de junio de 2020

"La Nena" de Carmen Mola - Reseña Literaria




Bueno pues ya me terminé "La Nena" de Carmen Mola.

Tercer libro de la serie cuya protagonista es la inspectora Elena Blanco.

Me lo he leído volando, porque es de esos libros que empiezas y no puedes dejar. Eso sí todo el rato pensando que el autor, o autora de esta serie, porque Carmen Mola es un seudónimo, cada vez se inventa "malos" más crueles, sádicos y de todo...

Y aún así, no puedes parar de leer.

Así que ¿qué os puedo decir? que después de leer la primera "La novia gitana" y la segunda "La red púrpura", ya sabía que en cuánto saliera la tendría que leer. Y en cuánto la comencé me dije "Buf que pinta de durilla tiene la novela", lo cual tampoco me extrañaba. Y hasta pensé "No sé si tengo cuerpo estos días para esta novela", pero claro sigues, sigues y sigues, hasta que le das fin.

Muy entretenida. Mucho. Como las anteriores.

Tiene los mismos protagonistas, que son los del equipo policial de siempre, los de la Brigada de Análisis de Casos, aunque con una nueva incorporación, la de Reyes. Y esta vez parece que Elena Blanco, la inspectora que nos había dejado y estaba al mando, vuelve, no sabemos para siempre, pero esperemos que sí.

Otra vez también está ambientada en la actualidad y en Madrid, lo cual a mí me encanta porque los escenarios son muy reconocibles, muy familiares, con lo cual la acción te la imaginas perfectamente. Está muy bien ambientada en esta ciudad. También en esta misma, hay un par de incursiones a Segovia y a Cuenca. En concreto al mundo rural.

En este caso arranca la trama con la desaparición de "Chesca", una compañera del equipo. Y todo apunta a que no ha sido queriendo. No os quiero contar más porque no os quiero chafar nada de la historia.

Las tres novelas de la serie, tienen un ritmo muy bueno, son muy ágiles, te enganchan rápidamente. Hay mucha acción, mucho diálogo. Y a veces, incluso en estos menesteres que nos traemos tan escabrosos, hasta con cierto humor. En este caso he sonreído con las conversaciones entre Orduño y Reyes. Está claro que el personaje de Reyes, "la nueva", va a dar mucho juego. Es un personaje muy peculiar que llama la atención, no pasa desapercibido, un acierto para la novela. 

Como os decía el ritmo es ágil, fluye muy bien, a lo que ayudan los diálogos, pero también que los capítulos son cortos y la acción va saltando rápido de un tema a otro. La intriga está muy bien dosificada, no se pierde el interés en ningún momento. Siempre se va avanzando. Y aunque cómo os comentaba "los malos" son muy malos, lo peor del ser humano, no se puede decir que se recree en la sangre, ni la casquería, no, simplemente con unas pinceladas te pone en la situación más cruda, sin llegar a hacértelo más desagradable de lo que es. Que lo es.

En fin, no quiero destripar nada, solo deciros que es novela policíaca de la nuestra que merece mucho la pena. Os recomiendo las tres. Eso sí en orden, porque aunque todas me han gustado, siguen un orden cronológico, aunque sean casos distintos.



#Novela
#CarmenMola

domingo, 7 de junio de 2020

"El infinito en un junco" de Irene Vallejo





"Siempre me asusta escribir las primeras líneas, cruzar el umbral de un nuevo libro. Cuando he recorrido todas las bibliotecas, cuando los cuadernos revientan de notas enfebrecidas, cuando ya no se me ocurren más pretextos razonables, ni siquiera insensatos, para seguir esperando, lo retraso aún varios dias durante los cuales entiendo en qué consiste ser cobarde. Sencillamente, no me siento capaz. Todo debería estar ahí -el tono, el sentido del humor, la poesía, el ritmo, las promesas-. Los capítulos todavía sin escribir deberían adivinarse ya, pugnando por nacer, en el semillero de las palabras elegidas para empezar. Pero ¿Cómo se hace eso? Mi bagaje ahora mismo son las dudas. Con cada libro vuelvo al punto de partida y al corazón agitado de todas las primeras veces. Escribir es intentar descubrir lo que escribiríamos si escribiésamos, así lo expresa Marguerite Duras, pasando del infinitivo al condicional y luego al subujuntivo, como si sintiese el suelo resquebrajarse bajo sus pies.
En el fondo, no es tan diferente de todas esas cosas que empezamos a hacer antes de saber hacerlas: hablar otro idioma, conducir, ser madre. Vivir."


Hoy os quería hablar de un regalo.

Un regalo que me he hecho a mí misma durante el confinamiento. Mi libro estrella de lo que va de año en mis lecturas. Lo que va de año y lo que irá, porque sé que lo será durante mucho tiempo. Me va a ser díficil terminar con otro con la sensación con la que he terminado la lectura de éste.

Pocas veces leo ensayo, pero de vez en cuando intercalo este tipo de lectura con las novelas. Me gusta leerlos en papel, para subrayarlos y anotar en los márgenes, mientras que para la novela suelo utilizar el kindle.

Pues bien, durante esta pandemia me ha acompañado "El infinito en un junco. La invención de los libros en el mundo antiguo" de la filóloga Irene Vallejo. En cuánto podía escaparme un ratito al patio a leer después de comer, ahí iba cargada con él y un lapicero.

Lo había pedido en la carta a los Reyes Magos y ahí lo tenía, esperando pacientemente su turno. Hasta que alguien me habló de él, y dije ¡Pero si yo lo tengo! Y fue cogerlo y ya no soltarlo.

Premio el Ojo Crítico de Narrativa 2019. Premio Las Librerías Recomiendan de No Ficción 2020. Premio Búho al Mejor Libro de 2019, que otorga la Asociación Aragonesa de Amigos del Libro. EL ENSAYO REVELACIÓN DE LA TEMPORADA...

Me ha encantado.

Desde uno de esos juncos del Nilo que se utilizaron para empezar a escribir, ahora tengo 400 páginas que me han enseñado un montón de cosas sobre el libro y la escritura, su evolución y su historia.

Está escrito con un tono cercano que transmite mucho. Didáctico pero nada empalagoso, ni tedioso, ni pedante, nada de eso. La autora te va contando pequeños relatos que orbitan en torno a la escritura, la historia del libro, la lectura. 

Es también un libro de viajes, el viaje del libro y de todo cuánto hay a su alrededor. Un libro que habla de biliotecas y de librerías. Un libro que habla de la tradición oral y de la escrita. Un libro que habla de ritos y de costumbres. Habla de los benshis y de las hetairas, habla de dioses y mitos. De autores, de escritores de todos los tiempos, de las mujeres, de películas, de oficios, de mil y una cosas.

Es un libro que transmite el entusiasmo que la autora siente por este mundo, y con el que yo me siento muy identificada. 

"En la sociedad judia medieval se celebraba con una ceremonia solemne el momento del aprendizaje, cuando los libros hacían partícipes a los chiquillos de la memoria comunitaria y del pasado compartido. Durante la fiesta de Pentecostés, el maestro sentaba en su regazo al niño al que iba a iniciar. Le enseñaba en una pizarra en la que estaban escritos los signos del alfabeto hebreo y a continuación un pasaje de las Escrituras. El maestro leía en voz alta, y el alumno repetía. Luego se untaba con miel la pizarra y el iniciado la lamía, para que las palabras penetrasen simbólicamente en su cuerpo. También se escribían letras en huevos duros ya pelados o en pasteles. El alfabeto se volvía dulce y salado, se masticaba y se asimilaba. Entraba a formar parte de uno mismo. "

Partiendo de la mítica Biblioteca de Alejandría, la autora va a ir contándonos, centrándose más en los griegos y después en los romanos. Pero todo ello salpicado de aventuras, de vivencias, de viajes. Después hablará de la Edad Media, de sus monjes, y hasta nuestros días.

Tiene una estructura lineal en lo principal, pero al mismo tiempo es digresiva y va dando saltos constantes en el tiempo, atras y adelante, adelante y atras, sin hacer nada monótona la lectura.

El tono es ameno, didáctico cómo os decía, pero sin ser tostón en ningún momento. Son pequeños relatos hilados donde tan pronto te cuenta historias como anécdotas, con una atmósfera cercana, alegre, a ratos con humor y muy bien escrito. La autora ha sido aquí narradora, cronista, periodista, con tintes autobiográficos incluso, sin perder la frescura en ningún momento.


Ana María Moix me contó una vez que en los años setenta, un mediodía quedó a comer con la prodigiosa camana del boom latinoamericano: Vargas Llosa, Gabriel García Marque, Bryce Echenique, José Donoso, Jorge Edwards... Entraron en un restaurante de Barcelona donde había que apuntar el pedido y entregárselo por escrito al camarero. Pero ellos bebiendo y conversando, se desentendieron del menú y de las aproximaciones interrogativas de los camareros. Al final tuvo que interrumpir el maitre. Irritado por tanta cháchara apasionada y tan poco interés gastronómico. Se les acercó y, sin reconocerlos, preguntó con voz enojada: "¿Es que nadie sabe escribir en esta mesa?".
Hoy asuminos que, a nuestro alrededor, la inmensa mayoría de la gente lee y escribe. Detrás de esta situación hay una larguísima ruta de siglos. (...)
(...)
 Somos seres económicos y simbólicos. Empezamos escribiendo inventarios, y después invenciones (primero las cuentas: a continuación los cuentos).


Los libros, y la escritura, que siempre estuvieron y siempre estarán, a pesar de todas las invasiones, de los bárbaros, de los saqueos, los incendios, las catástrofes. A pesar de las nuevas tecnologías, de internet, ahí están y estarán.
 

"Es seguro que en la época más temprana de los poemas y las narraciones escritas, no hubo una forma única de nombrarlos. Las listas de libros de las primeras bibliotecas de la historia, en el Oriente antiguo, mencionan las obras por su tema. "Para rogar al DIos-Tempestad" se lee en una tablilla de arcilla encontrada Hamusa. La siguiente entrada del listado dice: "Sobre la purificación de un asesinato". Con todo, el método más habitual fue usar las primera palabras del texto: Enuma Elish (en acadio: "Cuando en lo alto..." (...)
Es hermoso el viejo modo de nombrar las historias por el comienzo, como si, sin querer, arrastrados por su hechizo, empezásemos ya a narrarlas. Italo Calvino restacó ese antiguo procedimiento cuando tituló una de sus más fascinantes novelas: "Si una noche de invierno un viajero".
Los primeros títulos fijos, únicos e inamovibles pertenecieron a las otras teatrales. Los dramaturgos atenienteses fueron pioneros en titular sus piezas, con las que competían en certámenes públicos y debían quedar a salvo de toda confusión al anunciarlas, promocionarlas o declararlas ganadoras. Prometeo encadenado, Edipo Rey o las Troyanas nunca tuvieron otro nombre o apellido. La prosa, en cambio, tardó más en adquirir títulos duraderos..."


Éste es un libro para estudiarlo, más que para leerlo. Un libro donde he subrayado y subrayado, donde he escrito en los márgenes y al final también. Un libro que debería volver a empezar esta tarde, cuando lo terminé esta mañana. Un libro que consultaré muchas veces y releeré muchas más. Qué pena me está dando ya de que se me olviden muchas de las cosas que he leído en él. 

Este libro es un homenaje. Es pasión.

Por favor si os gusta leer tanto o más que comer, si os gusta escribir, si os gusta que os cuenten cosas, si os gusta aprender, leed este libro. 
 
«Somos los únicos animales que fabulan, que ahuyentan la oscuridad con cuentos, que gracias a los relatos aprenden a convivir con el caos, que avivan los rescoldos de las hogueras con el aire de sus palabras, que recorren largas distancias para llevar sus historias a los extraños. Y cuando compartimos los mismos relatos, dejamos de ser extraños.»






Irene Vallejo (Zaragoza, 1979) se doctoró en Filología Clásica por las universidades de Zaragoza y Florencia. En la actualidad lleva a cabo una intensa labor de divulgación del mundo clásico impartiendo conferencias y a través de su columna semanal en el diario Heraldo de Aragón. De su obra literaria destacan las novelas "La luz sepultada" (2011) y "El silbido del arquero" (2015), la antología periodística "Alguen habló de nosotros" (2017) y los libros infantiles "El inventor de viajes" (2014) y "La leyenda de las mareas mansas" (2015).



#Irene Vallejo
#Ensayo
#Libros

sábado, 6 de junio de 2020

Confinamiento.Madrid. Finales de la Fase 1. Gloria Fuertes.



Tus pies quieren andar, quieren movimiento, sentir que tú y el asfalto estáis vivos cuando lo pisas. 

Madrid es enorme pero se puede caminar. 
Sin más brújula que la intuición y el sol en la cara. 
Sin más destino que las calles menos transitadas. 
Vas alejándote de casa, del barrio, para seguir descubriendo tu ciudad.

Hay que salir cada vez más temprano para no hacerlo a deshoras. 
Bendita fase 2 que nos dejará caminar a cualquier hora. 

Madrid de vez en cuando se viste de gala y te muestra una de esas casas que te gusta encontrar. 
Esta vez ha sido la de Gloria Fuertes. 
Otra para la colección. 


Está en la calle Alberto Alcocer, esquina con el Paseo de la Habana. 
Sabes que esta casa se la compró después de haber vuelto de su experiencia como profesora en EEUU. Ella que no tenía ni el bachillerato, que tenía un curriculum "anémico" se pudo ir becada a una universidad a dar clase, con la ayuda de su amor de entonces. Pero ella lo valía, lo valía de sobra, y durante dos años los alumnos la celebraron como la mejor profesora que habían tenido. 
Ella fue feliz y sus alumnos lo fueron más.

Qué pena no haber podido disfrutar de sus clases, tenían que ser tan grandes como Gloria.

Te recuerdas a ti misma de niña delante del televisor. A tu lado sentados tus hermanos en el suelo, en todas las manos el bocadillo de la merienda. En la pantalla están echando "Un globo, dos globos, tres globos". 
Te encantaba. 
Ese recuerdo en casa de pequeña, con tus hermanos, tus padres, todos cerca, es uno de los tesoros que guardas en la memoria. 

Vuelve el recuerdo, viene envuelto en aquella musiquilla.

"Un globo, dos globos, tres globos, la tierra es un globo que se me escapó". 
Ya estaba ahí Gloria Fuertes, en tu vida, y tú sin saberlo.

Aunque ahora de mayor, te inclinas por sus poemas para adultos. 
Esos poemas aparentemente sencillos, pero profundos. 
Esos poemas cercanos, que te llegan como pocos.


YA VES QUÉ TONTERÍA

Ya ves qué tontería,
me gusta escribir tu nombre,
llenar papeles con tu nombre,
llenar el aire con tu nombre,
decir a los niños tu nombre,
escribir a mi padre muerto
y contarle que te llamas así.
Me creo que siempre que lo digo me oyes.
Me creo que da buena suerte.

Voy por las calles tan contenta
y no llevo encima nada más que tu nombre.


autógrafo


#Madrid
#Casas de Escritores
#Gloria Fuertes

viernes, 5 de junio de 2020

"El secreto de Gibola" de Ane Odriozola. Reseña Literaria



  Prólogo
Legazpi, Noche de San Juan de 1929

Subió las escaleras intentando hacer el menor ruido posible. Todavía le temblaban las rodillas. Entró en la habitación, se quitó la ropa manchada de tierra y sangre, y se metió en una cama que no era la suya. Temió que le estallara el corazón en cualquier momento. Sabía que sería totalmente imposible conciliar el sueño, por lo que ni siquiera lo intentó. Se acurrucó hacia un lado y se dispuso a esperar. Esperar a que amaneciera, a que comenzara ese día con el que había soñado tantas veces, ese día que le permitiría marcharse de aquel lugar que había sido un infierno. Tenía frente a él la oportunidad de dejarlo todo atrás y lo haría para siempre.



Capítulo 1
Donostia. San Sebastián. Junio 2010

Nerea Fabbi Isasmendi era una jóven donostiarra de veintisiete años a la que la vida había tratado bien, o esa sensación tenía al menos ella. Era alegre, inteligente, tenía don de gentes y unos bonitos ojos negros que resaltaban junto a su larga melena de color chocolate. La mayor desgracia que había sufrido en su vida, por llamarlo de alguna manera, había sido la separación de sus padres, algo que no le había supuesto ningún trauma, ya que sucedió cuando apenas contaba cuatro años...



 En estos últimos días he estado leyendo dos libros. Uno en papel en el ratito tranquilo de después de comer hasta que volvía a las faenas laborales, y otro en el kindle por la noche. El de papel es un ensayo del que pronto os hablaré porque me quedan muy pocas páginas, pero la novela la terminé anoche. 

Se trata de "El secreto de Gibola" de Ane Odriozola.

Es una novela que tiene el premio "Círculo rojo 2019 al mejor libro de misterio".

¿Que nos cuenta el argumento? "Nerea es una joven donostiarra que descubre fortuitamente la existencia de un caserío perteneciente a su familia en Legazpi, Gipuzkoa. Movida por la curiosidad, decidirá buscarlo y husmear en él. Allí encontrará algo que le llamará poderosamente la atención: una pequeña cuna de madera y el retrato de la niña más bonita que ha visto jamás, con una inscripción: Miren, 1922. ¿Quién es esa niña? ¿Qué relación tiene con su familia?

La búsqueda de respuestas le llevará a conocer un pasado familiar que su abuelo Bittor, al que considera su padre, lleva toda la vida ocultando. ¿Por qué su aitona le ha mentido sobre sus orígenes? ¿Qué es lo que sucedió hace ochenta años que no quiere recordar?"

Es una novela que aúna la novela de misterio con la histórica. Cómo veréis por el fragmento que os he copiado al principio de la entrada, está contada alternando dos tiempos verbales, los acontecimientos que ocurrieron durante los años 20 del siglo XX en Legazpi, un pueblo vasco, y el presente que está ambientado en el año 2010 en Donostia. Luego entonces, la autora va a llevar dos hilos argumentales, saltando en el tiempo, contando la historia adelante y atrás, para narrarla. Lo cual imprime mucho más ritmo. Eso en cuánto a las coordenadas temporales de la historia. En cuanto a las coordenadas geográficas, estamos en el norte, en el País Vasco, entre caseríos. Me ha encantado la ambientación de esta novela, dan ganas de salir corriendo a darse un paseo por ese otro Legazpi. Aquí es un barrio del sur de Madrid que no tiene nada que ver con ese lugar del norte, que conoceré algún día. 

Esta novela pretende desentrañar un misterio familiar.

Yo creo que está bien para todas las edades, y no tiene demasiadas páginas, no llega a las trescientas con lo que se lee bastante bien.

Es fácil de leer, está bien escrita, con una prosa sencilla y correcta. Es de lectura fresca y historia que se narra es entretenida. Es una novela de misterio, donde la intriga está bien dosificada. No es que sea trepidante, ni el colmo de la intriga, no nada de eso, porque es también una saga familiar.

Es agradable su lectura y logra mantener la atención del lector porque hasta el final no se resuelve del todo la intriga, con varios giros interesantes, sobre todo al final.


Si te gustan las historias familiares con algún secretillo, ya sabes.


domingo, 31 de mayo de 2020

"Esa mancha de harina de tu frente" Relato de Rocío Díaz Gómez


La preciosa foto está tomada de internet. Chuerrería Madrid 1883


Mañana comienza junio. 

Y era por junio cuando uno de mis personajes se acercaba hasta la esquina donde todos los años ponía su puesto de melones.

Porque cuando llega junio y el calor pica a traición en el cuello y el alma, apetece de postre una rajita de melón. Y para eso estaba él, para venderlos, para convencer a las señoras de que los suyos eran puro azúcar...

Hoy me he acordado de él. No sé si le recordais... Vive en una de mis cartas de amor, una que me premiaron en febrero de 2018 en el XXXI Certamen de Cartas de Amor de la Asociación "El Timón" en Puertollano.

Esa mancha de harina de tu frente 
Rocío Díaz Gómez
Princesa,
Una vez escuché que en un desierto había nevado. Durante unas horas solo, pero bastaron para que la nieve cubriera toda la arena, como si la arropara, deshaciéndose después sobre ella, empapándola despacio, como si la mimara. Cuando lo escuché, cerré mis ojos, y sin querer sonreí, porque si eso había ocurrido, también ocurriría nuestra historia. Aunque fuera la más difícil del mundo porque nunca estábamos al mismo tiempo en el mismo lugar. Aunque en ese mismo lugar pasáramos ambos seis meses al año, pero siempre esos seis justo que el otro no estaba. Ya era mala suerte. Pero una vez en un desierto nevó. Y tú eras puro arrope.  
Todos los años cuando llegaba junio y el calor picaba a traición en el cuello y el alma, apetecía de postre una rajita de melón. Y para eso estaba yo, para venderlos, para convencer a las señoras de que los míos eran puro azúcar. “Puro arrope María” les decía a todas: “Puro arrope y no esos pepinos que os venden en el mercado” decía con desparpajo y naturalidad a las clientas porque era la pura verdad. “¡Anda zalamero! no eres tú negociante ni nada...” me contestaban con una sonrisa. Pero se los llevaban porque era verdad y me creían. Yo era de los auténticos del ramo, de los genuinos meloneros de la Asociación de vendedores de melones y sandías de la Comunidad. Y allí estaba, como un clavo más de mi puesto, todos los junios en la misma esquina. Año tras año. En esa misma esquina donde tú todos los octubres, una vez que yo me había ido, colocabas la churrería. Porque cuando llega el otoño y ellas se ponen la rebequita que parece que refresca, con esa brisa que se cuela por el escote poniendo piel de gallina hasta en la etiqueta de la ropa, llegaban tus churros y llegabas tú. Y yo sin saberlo…
Hasta que aquel bendito año, mediaba junio cuando me acerqué por el barrio a echar un vistazo. Me gustaba pasarme unos días antes por los alrededores, por aquello de ir tomando contacto. Mediaba junio y encontré que aún la esquina estaba ocupada. Junio claro y fresquito para todos es bendito. Y a mí me bendijo Cupido, vaya si me bendijo, aquel junio que remoloneaste para estirar más el negocio aprovechando aquellas tardes que aún se dejaban acompañar por un cafetito con leche y unas porras. Porque allí te encontré, allí subida en tu torreón de caravana móvil, manchada la frente de harina, que ¡ole que mancha!, ya hubieran querido los indios saber pintarse así para sus guerras. Allí subida, con los colores dibujados por el calor que desprende la máquina de amasar en tus mejillas, con la pala mezcladora de madera en tu mano, como una hechicera mágica revolviendo pócimas. Allí, mezclando la harina de trigo con el aceite de oliva, la sal marina con el agua, mezclando requetebién todos los ingredientes con tus manos sabias de churrera. Sabias, tenían que ser. Porque desde ese mismo momento que te vi allí en mi esquina, la deseé nuestra. Y lo que hubiera dado por ser la masa de tus churros, sentir tus manos moldeándome, sujetándome en los malos días para no dejarme caer al aceite, acariciándome en los buenos para dejarme sentirte.  
“Buenas tardes señorita” dije todo lo educadamente que supe. “Buenas ¿Cuántos le pongo?”, dijiste sin apenas mirarme. “No, tartamudeé, si yo, yo no quiero churros...”. Tartamudeé, con el desparpajo que gastaba yo con mis clientas.
Ya hace mil años de aquello, y aún hay momentos, muchos, que me haces tartamudear. Ahora que hace mil años que compartimos nuestra esquina porque no paré hasta que cambié mi puesto por tu torreón Princesa. Yo que era de los genuinos dejé el gremio para estar contigo. Y jamás me he arrepentido. Bendito aquel junio fresquito y benditos todos los años que llevamos juntos. La nuestra era la historia más difícil. Pero nada más verte supe que todos los días de mi vida tenía que mirar esa mancha de harina de tu frente, ole qué mancha. Porque una vez en un desierto nevó y bastaron solo unas horas para que la nieve lo arropara. Porque tú eras puro arrope y yo solo un insignificante melonero, pero uno que si de algo sabía, era de arrope.
Rocío Díaz Gómez

miércoles, 27 de mayo de 2020

"Circus" de Aureliano Cañadas.- Reseña de un poemario





Justo antes de que nos metiéramos en este agujero negro del Estado de Alarma , había visto la luz el poemario publicado de Aureliano Cañadas "Circus".

Desde entonces le debo a este libro y a este autor una entrada en mi blog. 
Porque es éste un libro que he visto crecer desde el primero de sus poemas. Poco a poco fue encantándome con su ambiente circense y melancólico, con sus personajes palpitando bajo una carpa, hasta comprometerme hasta tal punto con él, que cuando el autor me pidió que le hiciera el prólogo no pude decir que no.

Con el respeto que siento ante la dificultad de escribir unos buenos unos poemas y la admiración que siento hacia su autor, inventé un prólogo que comenzaba así:

"Bienvenidos señoras y señores, niños y niñas, mascotas y bestias. Bienvenidos narradores y poetas, seudónimos y heterónimos, criaturas humanas, aladas o de papel. Bienvenidos sean todos, ya existan en la realidad, la ficción o la imaginación, y por favor pasen.
Pasen, pasen y vean, porque había una vez ¡un circo!
Apaguen sus expectativas, silencien sus reticencias, porque estos números que van a presenciar en estas circenses páginas son todo un espectáculo sensorial que jarmás de los jamases soñaron ni imaginar.
En la pista de estos poemas se sucederán en vitores los volatineros, domadores y malabaristas, les sustituirán en los aplausos amazonas, lanzadores de cuchillos y saltimbanquis y "en la absoluta soledad de la altura" se confesarán mortales frágiles funambulistas. ..."

Y sigue, pero con ésto es bastante, lo podéis seguir leyendo en el libro.

Estamos ante un pemario de temática circense, pero bajo cuyos poemas subyacen los temas universales del amor, la soledad, la palabra, la alegría... Todos. 
Basta con echar una ojeada rápida a su índice, y vemos que nos falta ni uno de cuántos podríamos encontrar bajo la carpa: los domadores, la mujer barbuda, los animales en sus jaulas, los payasos, la mujer cañón, los funambulistas, los volatineros, los saltinbanquis, los malabaristas... en fin, todos también.

Es un libro que, en su día, no tuvo mucha suerte con sus primeros editores. Sin embargo después de estar un tiempo en reposo, se ha publicado este año de forma totalmente artesanal con material reciclado y además algunos de sus poemas no solo se pueden leer sino que se pueden escuchar recitados por el autor gracias a las tecnologías de los móviles.

 De Aureliano Cañadas ya he hablado varias veces en este blog. Tiene  dieciseis poemarios publicados, y ha sido incluido en varias antologías provinciales y nacionales. Su último libro ha sido una antología de su obra en la colección "Aula de Literatura" que ha publicado el Ayuntamiento de Roquetas de Mar. Ha sido premiado varias veces y traducido al griego moderno, al portugués y al rumano.

Quería compartir con vosotros algunos de los poemas incluídos en este libro:


LA AMAZONA

¿Quién sino yo podría leer
en la tristeza de tus ojos
cuando, sin los jaeces, te conduzco
cada noche al establo?

¿Quién sino yo, la leve amazona que trenza
tus crines como sus propios cabellos,
te libera de él cada mañana?

No tengas miedo. Nunca
he de usar este látigo contigo
y sí la caña de azúcar de mi voz.

Algún día, mejor una noche de luna,
los dos escaparemos, los dos solos
en busca de las verdes,
las lejanas praderas del amor.




FUNAMBULISTA

Tensar bien el acero
tensar la voluntad y serenarme:
dentro de algunas horas estaré
en medio del vacío, en la absoluta
soledad de la altura.

Quiera Dios que ni un grito
ni el menor soplo de aire,
o ningún mal recuerdo venga entonces.

Desde que me he entregado a ti sin red
conozco las caídas.




MUJER CAÑÓN

Dicen que fue
el número final de aquella noche:
como siempre, debía,
ágil, etérea,
ascender a la altura del cañon,
abandonar su capa
y con gestos precisos,
ceremoniosos,
introducirse en él mientras se hacía
un sagrado silencio.

¿Qué fuerza, qué maligno
impulso
la llevó más allá
de la red que debía,
como brazos amantes, acogerla,
más allá de la carpa,
aún más allá,
hacia el cielo estrellado?

Dicen que nadie
la volvió a ver jamás.






Al final del libro el autor se dirige al lector: 

Espacio reservado para ti
Gracias por haber llegado hasta aquí. Ojalá te hayas divertido, enternecido o puesto a pensar.
Las siguientes páginas las he dejado en blanco para que termines el libro, para que escribas, si te apetece.
O para que pongas la lista de la compra o dibujes o las dejes en blanco.
Los libros , como los viajes debieran pasar por tres fases:
-La ilusión de la lectura.
-El gozo o la sorpresa cuando estás en ella.
- La reflexión, el recuerdo o el enfado cuando la terminas.
Lo escribí mirando al mundo y pensando en nosotros, en ti y en mí.
Un abrazo,
Aureliano.


Como veréis, este poemario, desde su contenido hasta su forma como objeto, es un libro especial.
Muy especial.
Qué inmensa suerte haber participado en él.

#Poesía

lunes, 25 de mayo de 2020

"Sillas invisibles" de Juan Calderón. Reseña de un poemario



Existe un libro en dónde aún hay un pálpito de editorial e impresora, de tan nuevo como es.
Un libro que llega envuelto aún en el olor a papel entremezclandose con el de la buena poesía.

Se titula "Sillas invisibles" del poeta y artista multidisciplinar Juan Calderón.  
Editado por Los Libros del Mississipi.
 
 
Un libro que rezuma elegancia tanto en su prólogo a cargo de Javier Díaz Gil, como en sus ilustraciones a cargo de Carmen Padín, ambos estupendos artistas de la palabra y el pincel.

Un libro elegante también en su contenido de bellos poemas, delicados, con un poso de nostalgia pero mucho de maestría y experiencia.

Existe un poemario que se titula "Sillas invisibles" porque trae sentado en él a muchas de las personas del mundo del autor, así como a muchos de los lugares que conforman su paisaje y sus coordenadas.

Se titula también "Sillas invisibles" porque el autor nos invita a que entremos en él de forma hospitalaria y tomemos asiento entre sus versos, como quién nos invita a su casa, a lo que tiene, a lo que es.
Y entras y te encuentras con personas que tú también conociste o conoces, y otras que no pero te hubiera gustado conocer. 
Entras y te sientes bien, muy bien.


 Sus cien páginas de versos se estructuran en cuatro partes:
- Desde el embarcadero, mientras llega la barca: 
Donde atesora poemas sobre el devenir de sus días, los pequeños miedos pero también los pequeños placeres, sus compañías y la paz interior que tanto ansiamos.
- A los que ya alcanzaron la otra orilla :
Donde reune doce poemas inspirados por personas admiradas, ya sean amigos o poetas y artistas que ya no están.
- Lugares y maletas: 
 Diez poemas donde se dan citan sus geografías y recuerdos.
- Con el dolor a cuestas: 
Donde se recaban poemas sobre el dolor y las cicatrices.

Está escrito con la maestría de un poeta entrado en la experiencia de los años y el buen hacer literario. Cuenta historias, entre versos, con ritmo y transparencia. 
Los poemas de Juan Calderón pertenecen a esa poesía que destila belleza, que te va empapando y vas interiorizando porque no te cuesta entender lo que nos quiere contar, aparentemente sencilla pero profunda a un mismo tiempo, en sus contenidos y su quehacer poético. Cuánto oficio. Qué bellas sus imágenes y cotidianos sus temas. Devolviéndonos en poesía lo cotidiano. 

Yo no soy mucho de poesía. Pero me quedo con cuatro o cinco poetas, entre ellos Juan Calderón.

Se me hace díficil, muy díficl, escoger unos poemas para mostraros a modo de pequeña selección cuánto de especial nos trae este poemario. Pero aquí os dejo un puñadito de ellos. 

Y por supuesto el enlace donde podéis adquirir este regalo, os remito a la página de la Editorial Libros del Mississipi. 
En estos tiempos raros, malos para los libreros y las editoriales tenemos que animarnos a comprar libros, a comprar cultura. Cultura de la buena:




SILLAS INVISIBLES

Las sillas
son invisibles
en el santuario
de mis afectos.

Siempre dispuestas
para quien quiera
ocuparlas.



LA LLAGA
Para esos seres humanos que se ven obligados
a huir de sus países por culpa de las guerras.

Eran dulces las horas
en mi país de entonces,
con el jazmín danzando entre la brisa,
mientras leía los poemas
escritos en el cielo por los astros.

Muy cerca de mi alcoba
jugaban con el sueño mis hermanos.
Tendidos, al amor de los cojines,
mis padres planeaban el futuro,
y en el huerto dormían las palomas,
felices en la copa de un naranjo,
cuando nació del vientre de la noche
una bestia terrible
que deshizo la vida en mil fragmentos.

Ahora voy errante por el mundo;
de todo lo que fue y de lo que fuimos
solo queda dolor en mi estatura.

Me llamo Paz y llevo en carne viva
la llaga del recuerdo.

(Primer premio
IV Certamen
“Gritos en Verso, 2018”,
de ASEAPO)



AMISTAD
Para mi querido Juan Bautista Raña
que me hace agradable la existencia.

Porque me pones alas
en aquellos momentos
en los que dejo de sentirme pájaro,
y eres frescor de lluvia
cuando mi voz se agosta
entre los pentagramas
de tristes melodías,
o te conviertes en epístola
para poner calor
en el iglú de mi buzón vacío.

Porque te sientas a tejerme abrigos
con madeja de sueños,
y me abrazas de frente
cuando sabes que el mundo
pretende asesinarme por sorpresa,
he decidido que tu nombre
sea en mi propio diccionario
la definición más hermosa
de todas las palabras.




MAESTRA IRENE
Para mi querida amiga, Irene Mayoral
llave que abrió muchas puertas para mí,
con admiración y agradecimiento.

Al fondo estallan bombas, y una niña
cierra la puerta, sabedora
de que, madre,
es ya palabra del pasado,
y escribe, Paz, hasta en su nombre.

Desde un extremo al otro del planeta
hemos reconocido
ese mensaje griego que se esconde
tras la palabra Irene.

Al ver tierra con grietas y un agua tan cansada
que perdió la costumbre de correr,
es ella la aguadora, que con saliva propia
humedece el erial.

En el cerco de gritos y puñales
que es nuestra existencia
su voz es una brizna movida por el céfiro,
la suave melodía que nos mece.

Irene Mayoral es el ungüento
que Dios nos ha enviado para cicatrizar
heridas, la maestra
que trae como misión el enseñarnos
a encontrarle al amor y a la amistad
al fin sentido.




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