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sábado, 25 de mayo de 2024

Irene Vallejo en Málaga. Mayo 2024

 



Era mayo y yo había ido a pasar cinco días a Málaga. Quería ir a ver algunos de sus múltiples Museos y disfrutar del sol y la playa. Qué ciudad tan completa. Pero acabé estando en más lugares para reseñar.

Aquella tarde noche teníamos reserva para hacer una visita guiada por Málaga titulada "Misterios y leyendas de Málaga" o algo parecido. Sin embargo, a la salida de una de sus librerías, vi en la puerta un cartel donde se anunciaba que esa tarde en el Museo de Málaga Irene Vallejo presentaba la segunda edición del cómic de "El infinito en un junco". 

¿Hoy? ¿Esta tarde? ¿Aquí? ¡Y ahora ¿qué?! Buf. El maravilloso don de la ubicuidad aún no lo he alcanzado y mira que habré yo clamado al cielo y a todas sus divinidades por él. Recoloqué la vida en mi cabeza como si fuera el cubo de Rubik, compartí las dudas, los pros y los contras, y finalmente llamé la agencia para "llorarles" y ver si había posibilidad de cambiar la visita para el día siguiente porque ¡Compréndanlo! Irene Vallejo aquí ¡y yo también! Total, tres cuartos de hora antes de la hora prevista para la conferencia hacíamos fila para entrar porque nos avisaron de que estaría "petadísimo", tal y cómo comprobamos que realmente estaba. Mucha gente se quedó sin entrar pero ahí estaba yo, con sonrisa triunfante, en un rinconcito dispuesta a disfrutar de un diálogo que prometía ser muy interesante sobre uno de mis libros favoritos.

Siempre tengo tentaciones de releerlo. Lo leí en los ratitos de sobremesa de la pandemia. Siempre me acuerdo de aquella primavera, antes de volver a mi mesa del ordenador a teletrabajar por la tarde, leía en el patio, al sol, unas cuántas páginas de "El infinito en un junco". A sorbitos, porque el libro con sus casi quinientas paginitas, por mucho que nos gusten los libros y sus historias, no es para darse el atracón. Es un libro para saborearlo, para descubrir y aprender, disfrutando a ratos de cada pequeña explicación, cada mínima historia que contribuyó a la andadura de la lectura. 

Era mayo, era Málaga, y mereció la pena el cambalache. Qué interesante la conferencia, cuánto cuenta Irene Vallejo, qué instructivo y ameno todo lo que se habló. Qué entretenido ese diálogo con Rocío García, profesora de Universidad. Y cómo se luce la vida cuando tantas cosas buenas se juntan: un destino, el tiempo libre, una siesta en la playa y después, el escritor de uno de tus libros de cabecera ahí, tan cerquita, al alcance de la mano para enriquecerte el día.







martes, 15 de septiembre de 2020

"El futuro recordado" de Irene Vallejo. Reseña Literaria



"...Los ojos, la frente, los pómulos saben hablar quedamente y así se expresa el carácter, porque cada persona guarda silencio a su manera -tensa, quejosa, exigente, comprensiva o relajada-. También hay formas de callar con un corazón hospitalario. Una antigua leyenda cuenta que, cuando un nuevo ser humano va a llegar al mundo, Dios le pone el índice sobre los labios para animarlo al sigilo. Así se explica el pequeño surco que tenemos entre la nariz y el labio: es la impronta dejada por esa primera iniciación al silencio, mientras esperamos nacer."

Pág. 74
El futuro recordado
Irene Vallejo


Uno de mis mejores descubrimientos de este año raro, por no decir terrible, ha sido descubrir la escritura de Irene Vallejo.

Ya os conté en otra entrada que me había leido "El infinito en un junco" de esta autora (Premio El Ojo Crítico de Narrativa 2019 y Premio Las Librerías Recomiendan de No Ficción2020) y me encantó. Yo, que soy de novelas, de historias, resulta que me vi atrapada por ese ensayo sobre libros y escritura. Cuánto se aprende con ese libro, y de qué forma más amena.


Pues bien, me he leído también de esta autora "El futuro recordado". Son muchas menos páginas, ciento y pico, pero igualmente de instructivas y entretenidas. Aunque por supuesto si tuviera que elegir me quedaría con las cuatrocientas de "El infinito en un junco".

"El futuro recordado" es una recopilación de columnas que la autora ha escrito y publicado en el periódico "Heraldo de Aragón". En ellas volvemos de su mano a los clásicos, paradójicamente tan actuales. 

En cada página encontramos una reflexión, un pedacito de conocimiento, donde une el pasado y el presente más actual, del cual se sirve para comenzar y para mostrarnos como siempre estamos dando vueltas a los mismos temas. Por el libro vemos desfilar a Safo, Tucídides, Séneca, Montesquieu, Wilde... por nombrar a algunos, que son muchos más.

Nos cuenta de mitos, leyendas, en definitiva, historias clásicas más modernas que nunca y que todavía nos pueden enseñar tanto. Y tal y como os comentaba, su estilo es ameno, a veces ensayo, a veces narrativa, e incluso algo de poesía, de lirismo, de imágenes varias. Es un estilo muy atractivo.

Está incluído también, en este libro, el discurso que dió en el año 2019 para inaugurar la Feria del Libro de Zaragoza, y la verdad es que me ha resultado de lo más interesante:

“Tengo que zambullirme a diario en el océano de las palabras, vagar por los anchos campos de la mente, escalar las montañas de la imaginación”.
 
Venga, no tienes por qué leerte este pequeño pero importante libro de un tirón, sino que se puede degustar como es, a sorbos de cultura. 

Yo os lo recomiendo. Merece la pena.




Atraída desde la infancia por las leyendas de Grecia y Roma y por el luminoso mundo mediterráneo, Irene Vallejo Moreu (Zaragoza, 1979) estudió Filología Clásica y obtuvo el Doctorado Europeo por las Universidades de Zaragoza y Florencia. Fruto de su labor investigadora y periodística son un ensayo dedicado al poeta Marcial y dos recopilaciones de las columnas que publica en el periódico Heraldo de Aragón, muestra de un singular periodismo filosófico que trenza los temas del presente y las enseñanzas del mundo antiguo: El pasado que te espera (2010) y Alguien habló de nosotros (Contraseña, 2017). Ha publicado hasta la fecha dos novelas: La luz sepultada (2011), en la que relata la irrupción de la guerra en las vidas particulares y cómo vuelve irreconocible lo cotidiano, y El silbido del arquero (Contraseña, 2015), una peculiar novela histórica con ecos homéricos y virgilianos. También ha publicado dos libros infantiles (en 2014, El inventor de viajes, con ilustraciones de José Luis Cano, y en 2015, La leyenda de las mareas mansas, con ilustraciones de Lina Vila) y, en colaboración con la poeta Inés Ramón, La mañana descalza (2018), en el que se ofrece una mirada actual sobre el mundo de la mitología clásica. En 2019 se publicó su ensayo El infinito en un junco (Premio El Ojo Crítico de Narrativa 2019 y Premio Las Librerías Recomiendan de No Ficción 2020). Actualmente es columnista de Heraldo de Aragón y de El País Semanal.

domingo, 7 de junio de 2020

"El infinito en un junco" de Irene Vallejo





"Siempre me asusta escribir las primeras líneas, cruzar el umbral de un nuevo libro. Cuando he recorrido todas las bibliotecas, cuando los cuadernos revientan de notas enfebrecidas, cuando ya no se me ocurren más pretextos razonables, ni siquiera insensatos, para seguir esperando, lo retraso aún varios dias durante los cuales entiendo en qué consiste ser cobarde. Sencillamente, no me siento capaz. Todo debería estar ahí -el tono, el sentido del humor, la poesía, el ritmo, las promesas-. Los capítulos todavía sin escribir deberían adivinarse ya, pugnando por nacer, en el semillero de las palabras elegidas para empezar. Pero ¿Cómo se hace eso? Mi bagaje ahora mismo son las dudas. Con cada libro vuelvo al punto de partida y al corazón agitado de todas las primeras veces. Escribir es intentar descubrir lo que escribiríamos si escribiésamos, así lo expresa Marguerite Duras, pasando del infinitivo al condicional y luego al subujuntivo, como si sintiese el suelo resquebrajarse bajo sus pies.
En el fondo, no es tan diferente de todas esas cosas que empezamos a hacer antes de saber hacerlas: hablar otro idioma, conducir, ser madre. Vivir."


Hoy os quería hablar de un regalo.

Un regalo que me he hecho a mí misma durante el confinamiento. Mi libro estrella de lo que va de año en mis lecturas. Lo que va de año y lo que irá, porque sé que lo será durante mucho tiempo. Me va a ser díficil terminar con otro con la sensación con la que he terminado la lectura de éste.

Pocas veces leo ensayo, pero de vez en cuando intercalo este tipo de lectura con las novelas. Me gusta leerlos en papel, para subrayarlos y anotar en los márgenes, mientras que para la novela suelo utilizar el kindle.

Pues bien, durante esta pandemia me ha acompañado "El infinito en un junco. La invención de los libros en el mundo antiguo" de la filóloga Irene Vallejo. En cuánto podía escaparme un ratito al patio a leer después de comer, ahí iba cargada con él y un lapicero.

Lo había pedido en la carta a los Reyes Magos y ahí lo tenía, esperando pacientemente su turno. Hasta que alguien me habló de él, y dije ¡Pero si yo lo tengo! Y fue cogerlo y ya no soltarlo.

Premio el Ojo Crítico de Narrativa 2019. Premio Las Librerías Recomiendan de No Ficción 2020. Premio Búho al Mejor Libro de 2019, que otorga la Asociación Aragonesa de Amigos del Libro. EL ENSAYO REVELACIÓN DE LA TEMPORADA...

Me ha encantado.

Desde uno de esos juncos del Nilo que se utilizaron para empezar a escribir, ahora tengo 400 páginas que me han enseñado un montón de cosas sobre el libro y la escritura, su evolución y su historia.

Está escrito con un tono cercano que transmite mucho. Didáctico pero nada empalagoso, ni tedioso, ni pedante, nada de eso. La autora te va contando pequeños relatos que orbitan en torno a la escritura, la historia del libro, la lectura. 

Es también un libro de viajes, el viaje del libro y de todo cuánto hay a su alrededor. Un libro que habla de biliotecas y de librerías. Un libro que habla de la tradición oral y de la escrita. Un libro que habla de ritos y de costumbres. Habla de los benshis y de las hetairas, habla de dioses y mitos. De autores, de escritores de todos los tiempos, de las mujeres, de películas, de oficios, de mil y una cosas.

Es un libro que transmite el entusiasmo que la autora siente por este mundo, y con el que yo me siento muy identificada. 

"En la sociedad judia medieval se celebraba con una ceremonia solemne el momento del aprendizaje, cuando los libros hacían partícipes a los chiquillos de la memoria comunitaria y del pasado compartido. Durante la fiesta de Pentecostés, el maestro sentaba en su regazo al niño al que iba a iniciar. Le enseñaba en una pizarra en la que estaban escritos los signos del alfabeto hebreo y a continuación un pasaje de las Escrituras. El maestro leía en voz alta, y el alumno repetía. Luego se untaba con miel la pizarra y el iniciado la lamía, para que las palabras penetrasen simbólicamente en su cuerpo. También se escribían letras en huevos duros ya pelados o en pasteles. El alfabeto se volvía dulce y salado, se masticaba y se asimilaba. Entraba a formar parte de uno mismo. "

Partiendo de la mítica Biblioteca de Alejandría, la autora va a ir contándonos, centrándose más en los griegos y después en los romanos. Pero todo ello salpicado de aventuras, de vivencias, de viajes. Después hablará de la Edad Media, de sus monjes, y hasta nuestros días.

Tiene una estructura lineal en lo principal, pero al mismo tiempo es digresiva y va dando saltos constantes en el tiempo, atras y adelante, adelante y atras, sin hacer nada monótona la lectura.

El tono es ameno, didáctico cómo os decía, pero sin ser tostón en ningún momento. Son pequeños relatos hilados donde tan pronto te cuenta historias como anécdotas, con una atmósfera cercana, alegre, a ratos con humor y muy bien escrito. La autora ha sido aquí narradora, cronista, periodista, con tintes autobiográficos incluso, sin perder la frescura en ningún momento.


Ana María Moix me contó una vez que en los años setenta, un mediodía quedó a comer con la prodigiosa camana del boom latinoamericano: Vargas Llosa, Gabriel García Marque, Bryce Echenique, José Donoso, Jorge Edwards... Entraron en un restaurante de Barcelona donde había que apuntar el pedido y entregárselo por escrito al camarero. Pero ellos bebiendo y conversando, se desentendieron del menú y de las aproximaciones interrogativas de los camareros. Al final tuvo que interrumpir el maitre. Irritado por tanta cháchara apasionada y tan poco interés gastronómico. Se les acercó y, sin reconocerlos, preguntó con voz enojada: "¿Es que nadie sabe escribir en esta mesa?".
Hoy asuminos que, a nuestro alrededor, la inmensa mayoría de la gente lee y escribe. Detrás de esta situación hay una larguísima ruta de siglos. (...)
(...)
 Somos seres económicos y simbólicos. Empezamos escribiendo inventarios, y después invenciones (primero las cuentas: a continuación los cuentos).


Los libros, y la escritura, que siempre estuvieron y siempre estarán, a pesar de todas las invasiones, de los bárbaros, de los saqueos, los incendios, las catástrofes. A pesar de las nuevas tecnologías, de internet, ahí están y estarán.
 

"Es seguro que en la época más temprana de los poemas y las narraciones escritas, no hubo una forma única de nombrarlos. Las listas de libros de las primeras bibliotecas de la historia, en el Oriente antiguo, mencionan las obras por su tema. "Para rogar al DIos-Tempestad" se lee en una tablilla de arcilla encontrada Hamusa. La siguiente entrada del listado dice: "Sobre la purificación de un asesinato". Con todo, el método más habitual fue usar las primera palabras del texto: Enuma Elish (en acadio: "Cuando en lo alto..." (...)
Es hermoso el viejo modo de nombrar las historias por el comienzo, como si, sin querer, arrastrados por su hechizo, empezásemos ya a narrarlas. Italo Calvino restacó ese antiguo procedimiento cuando tituló una de sus más fascinantes novelas: "Si una noche de invierno un viajero".
Los primeros títulos fijos, únicos e inamovibles pertenecieron a las otras teatrales. Los dramaturgos atenienteses fueron pioneros en titular sus piezas, con las que competían en certámenes públicos y debían quedar a salvo de toda confusión al anunciarlas, promocionarlas o declararlas ganadoras. Prometeo encadenado, Edipo Rey o las Troyanas nunca tuvieron otro nombre o apellido. La prosa, en cambio, tardó más en adquirir títulos duraderos..."


Éste es un libro para estudiarlo, más que para leerlo. Un libro donde he subrayado y subrayado, donde he escrito en los márgenes y al final también. Un libro que debería volver a empezar esta tarde, cuando lo terminé esta mañana. Un libro que consultaré muchas veces y releeré muchas más. Qué pena me está dando ya de que se me olviden muchas de las cosas que he leído en él. 

Este libro es un homenaje. Es pasión.

Por favor si os gusta leer tanto o más que comer, si os gusta escribir, si os gusta que os cuenten cosas, si os gusta aprender, leed este libro. 
 
«Somos los únicos animales que fabulan, que ahuyentan la oscuridad con cuentos, que gracias a los relatos aprenden a convivir con el caos, que avivan los rescoldos de las hogueras con el aire de sus palabras, que recorren largas distancias para llevar sus historias a los extraños. Y cuando compartimos los mismos relatos, dejamos de ser extraños.»






Irene Vallejo (Zaragoza, 1979) se doctoró en Filología Clásica por las universidades de Zaragoza y Florencia. En la actualidad lleva a cabo una intensa labor de divulgación del mundo clásico impartiendo conferencias y a través de su columna semanal en el diario Heraldo de Aragón. De su obra literaria destacan las novelas "La luz sepultada" (2011) y "El silbido del arquero" (2015), la antología periodística "Alguen habló de nosotros" (2017) y los libros infantiles "El inventor de viajes" (2014) y "La leyenda de las mareas mansas" (2015).



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