Un blog de literatura y de Madrid, de exposiciones y lugares especiales, de librerias, libros y let

martes, 21 de abril de 2020

Rialto,11. Naufragio y pecios de una librería. Belén Rubiano


"Yo tenía una librería en Sevilla..."


A la manera de Memorias de Africa comienza este libro que os quería reseñar hoy.


Le toca el turno a la reseña de "Rialto, 11" de Belén Rubiano. 

Pues para los amantes de los libros y las librerías, este libro podría ser muy ameno. Yo he disfrutado bastante con él, con tantas anécdotas y sinsabores en torno al negocio del libro.

"Solamente hay una manera de leer, que es huronear en bibliotecas y librerías, tomar libros que llamen la atención, leyendo solamente esos, echándolos a un lado cuando aburren, saltándose las partes pesadas y nunca leer nada por sentido del deber o porque forme parte de una moda".

No es una novela, son unas memorias de una librera. Son el reflejo de la persecución de un sueño, el recuerdo y recuento de la aventura de ir a por todas con una pasión. 

Siempre pensé que si yo alguna vez ponía un negocio, cosa harto improbable porque para eso hay que tener una buena dosis de valentía de la que yo carezco, yo pondría una librería. Así que rápidamente me atrajo este libro, porque habla precisamente de eso, de poner una librería...

Este libro rememora lo que supuso para la autora ser la librera de una pequeña librería en una plaza de Sevilla. Rialto, 11 además del título, es la dirección de esa librería, la dirección por la que se conocía. Dicho negocio cerró sus puertas un día de otoño de 2002.

Pero la historia comienza cuando su futura fundadora aún no tiene ese negocio, y se embarca como dependienta de otra librería en Sevilla, una de una cadena. Ahí aprenderá el oficio. Y verá que no es un oficio tan idílico, sino que hay que recomendar lo que uno no recomendaría y correr mucho a por un libro que piden, además de hacer un horario larguísimo.

Así que tras ver un local de una antigua joyeria con preciosas vitrinas que podría llegar a convertirse en una coqueta librería se embarca atendiendo a su vocación. 


"En ningún momento fue fácil, ni lo conseguí siempre, que la libreria me diera para vivir y en los años en que fui su dueña tuve que olvidar muchas cosas (como la palabra vacaciones). Pero fue la primera vez en mi vida que yo era feliz en tiempo real y no retrospectivamente. Ni una sola de las mañanas en que introduje en la cerradura aquella llave tan seria y tan grande, pues estaba pensada para proteger diamantes y caudales; ni una sola mañana de aquellos años, os decía, dejé de ser una niña con zapatos nuevos que no tuvo necesidad de que viniera el tiempo y arramblara con todo para saberlo, agradecerlo y disfrutarlo."

 El libro está escrito con una prosa muy ágil, amena, directa, con mucha dosis de humor. Y utiliza un lenguaje tan visual, tan lleno de imagenes y anécdotas que por momentos tú sientes que estás dentro de Rialto 11, a la que me hubiera gustado mucho conocer.

Estas memorias están salpicadas de anécdotas con personas de la literatura reconocidas como la del día que tuvo una conversación con Carmen Balcells sin pretenderlo, o el que se presentó Vilamatas en su librería gracias a lo que ponía en la pizarra de delante de la librería, en la que Belen todos los días escribía una frase, o un aforismo, o lo que se le ocurriera.

También habla de gente anónima como el loco que se presentó un día en la librería y acabó amenazándola con un cuchillo, o del listo que todos los sábados le robaba libros para venderlos en el mercadillo, o los niños que querían que les contara el argumento del libro para no tener que leerlo y hacer su trabajo. 

Belén nos habla de sus novatadas y de sus problemas económicos, pero también de los maravillosos amigos que hizo en su libreria y que la acompañaron tantas tardes con una copa de vino o un café. 

"-¿Lo has leído?
-¿Debería?
-Cuanto antes.
-Vale
-¿Te gusta Mengano?
-Rijoso.
-Vale
Oye, tú has leído a Zutana, ¿me gustaría?
-Tiene tal cosa, de 2003 y en tal editorial, que sí. De lo demás, nada.
-Vale
Rafael el Gallo y Belmonte, ya mayores, se sentaban a ver pasar la vida en la puerta de los cafés que aprovechaban la sombra del siglo pasado en la calle Sierpes. Apenas hablaban entre ellos e imagino sus intercambios de impresiones muy parecidos a los nuestros. Porque envejecer implica, creo, entre otras muchas cosas, la necesidad de encontrar con quién estar callado y el cultivo hacendoso de dicha compañía. "
 
He subrayado muchos párrafos de este libro no solo por lo que decía sino por cómo lo decía. La precisión de sus comentarios, la naturalidad en su forma de exponer, la forma de transmitir los sentimientos. 

Además he tomado nota de varios escritores a los que tengo que investigar. 

En general, me he sentido muy identificada con su amor por los libros.

"Rialto tenía una buena sección de poesía (en la inauguración de la Casa del Libro, pude comprobar que la de ellos no era mayor) y así me lo aseguró un día Jacobo Siruela, cuando todavía estaba al frente de su maravillosa editoria con el nombre de su título nobiliario, quién me compró tres poemarios asegurándome, lo que me costó creer aunque me hizo muy feliz, que muchas librerías importantes de Madrid (y las nombró) tenían una sección más pobre que la mía y con peor criterio. Muchas mujeres no comparten que lo que se puede contar en trescientas páginas alguien lo haga con un poema y no sea, en sí mismo, algo malo. A los hombres, en general, esto mismo les parece admirable y yo lo comparto. Un hombre ni siquiera necesita un poema paa convencerse de que necesita un libro. Le basta, os lo prometo, un verso bueno."

Belén hace recuento de cuánto hizo y cuánto debería haber hecho o no. Belén sufre con los márgenes de beneficios, la distribución, las devoluciones, las grandes superficies... Belén te cuenta la cruda realidad, cómo lo vivió y lo hace tan bien que te transmite sus sentimientos de alegría, de desazón, de agobio, y finalmente de tristeza por tener que cerrar su libreria. 

Este, es un libro para los amantes de los libros.

Una delicia. 


#Rialto,11
#BelénRubiano

sábado, 18 de abril de 2020

Lectura en directo de la tertulia Rascamán



Mañana, domingo 19 de abril a las 12 horas, la tertulia literaria Rascamán va a hacer una lectura de sus poemas y relatos.

Participaremos 9 componentes de la tertulia y leeremos, en principio, en orden alfabético. 
Luego ya veremos con las cosas del directo... Pero esa es la idea.



Si os apetece y nos sois de instagram, os podeis descargar la aplicación al móvil y no tardareis nada. ¡Al móvil! Los directos no se ven en el ordenador.

Después tenéis dos opciones, o buscais el perfil de nuestro coordinador Javier Díaz, j_diazgil, y ya veis el directo suyo de las 12h. 
O bien os haceis seguidores de él ya, y mañana cuando entreis en vuestra página de inicio de instagram ya os aparecerá en la parte de arriba con un circulito y el signo de play de que está en directo. Pinchais dentro y ¡nos veis! Así de sencillo.

¡Desde el móvil no os olvidéis!

Estará después 24 horas colgado, para quién no haya podido verlo a esa hora.

 

¡¿Cuántas veces habeis dicho que no teníais tiempo de ir a estas actividades?!


Animaos, estais en casa, 
no teneis que desplazaros a ningún lado, 
más fácil imposible.

Somos nueve voces distintas
contandoos el mundo


viernes, 17 de abril de 2020

"El mapa de los afectos" de Ana Merino




“La gente buena tiene un don para irradiar cariño, para producir campos de fuerza donde poder cobijar a los demás, y en parte gracias a esas personas y a la constancia de sus gestos amables, la humanidad todavía no se ha extinguido”.

Y de la última reseña saltamos a otra reseña, porque de una primera novela de una autora nos vamos a la primera de otra, y del premio Tusquets, nos vamos al último Premio Nadal.
Y hoy le toca el turno a "El mapa de los afectos" de Ana Merino.

He disfrutado bastante con esta novela. Me ha gustado mucho la estructura que tiene, me ha parecido curiosa y original. Porque la autora arranca de dos historias, los amores clandestinos de una jóven maestra con un hombre treinta años mayor, y en el mismo pueblo también, el misterio de la historia del secuestro y asesinato de una madre con dos niños pequeños que queda sin resolver.

A partir de ahí se van a ir enlazando una sucesión de historias con el nexo de algún personaje que te va a llevar a su propia historia. Y así sucesivamente de unos argumentos salen otros. De tal modo que todos juntos forman una constelación de personajes relacionados por distintos lazos, ya sean familiares, laborales, ocasionales...

Porque los amores clandestinos de Valeria y Tom los espia Samuel. Luego aparecerá Greg a quién le gustan mucho los clubs de alterne; a su mujer Gina le pueden los celos; Emily trabaja en el club de alterne; Liliam a quién secuestrarán nada más comenzar la novela sufre por los períodos de ausencia de su marido soldado, que aparecerá unos años más adelante cuidando él solo de sus hijos; la señora Dolan, madre de Liliam regenta un restaurante y en éste trabaja Marcela Sánchez que vivirá un episodio tremendo... Y así sucesivamente se van a ir entrelazando todas las pequeñas historias de estos vecinos.

Por tanto tenemos una obra coral, con muchos personajes. Eso le otorga mucha agilidad, porque el lector va saltando de un pequeño argumento a otro. Saltamos de argumentos, cambiamos de personajes, nos metemos en los diversos sentimientos que albergan estos personajes.

“En aquellas viñetas que tanto le gustaban sucedían cosas fabulosos y sorprendentes, sus personajes eran invencibles, tenían sentimientos y luchaban por un mundo mejor”. 

Y por eso también, la obra está estructurada en 22 capítulos cortos y un epílogo.La estructura se adapta a los distintos y breves argumentos. Y no tienes una visión total de este cosmos hasta que no terminas el libro.

Las coordenadas espacio temporales del libro son, que por una parte geográficamente nos trasladamos a un pueblecito estadounidense, uno del interior del Estado de Iowa. Aunque veremos una pequeña salida a España. Y por otra parte la novela abarca un lapso temporal de dos décadas, lo cual nos va a mostrar la evolución en algunas historias y personajes.

Está escrita con una prosa cuidada, a veces casi lírica. 

Es también como la anterior que reseñamos (Temporada de avispas) una novela introspectiva. No tenemos acciones trepidantes, misterios indescifrables, no, tenemos sentimientos y obsesiones, deseos y sueños, injusticias y "justicia poética", emociones, vida y muerte.



En fin, es una novela que se lee muy bien, de sentimientos, cotidiana, entretenida, plácida.



#reseña
#novela

jueves, 16 de abril de 2020

"Temporada de avispas" de Elisa Ferrer





"La superheroina imbatible que era de niña ha perdido sus poderes. Esta mañana que me encantaría volar, viajar, desaparecer en el tiempo, detenerlo, solo siento un pinchazo espantoso en la cabeza, el regusto ácido de las copas de ayer. Ha sonado el teléfono y mi madre me ha despertado antes de las ocho de la mañana con su urgencia por hablar conmigo, aunque no tuviera nada que decirme: Nuria, cariño, ¿Todo bien? Me ha costado levantarme, no sentirme culpable por tener a Juan respirando en mi nuca, ahogándome con su brazo de cuchara. Me ha costado no enfadarme porque me prometí no volver a liarme más con él. Y al final me cabreo, porque respondo cuando me llama, porque voy a verle, aunque ya no quiera. Me ha costado darme una ducha, salir de su casa, que, aunque hace un tiempo fue mía, ahora me es ajena, lejana, triste, meterme en el metro, en el ascensor. Pensar en encerrarme en el sarcófago de la oficina."

  
Pues ya tengo otra vez fila de reseñas.
A la que me descuido, ya leí mas que reseñé.

Venga, voy a poner orden aquí. 

Bueno pues ahora el turno le toca a "Temporada de avispas" de Elisa Ferrer. Que comienza con el párrafo que os he copiado al principio de la entrada.

Me atrajo mucho la portada de este libro. El título me sonaba a verano, como la foto claro, a días al aire libre, al calor, a comidas en el campo, a familia. Y por supuesto la foto le hace justicia al título, es una foto que te hace recordar los veranos de la infancia. Y también me llamó la atención porque se ha llevado el último premio Tusquets de Novela.

Y la historia que nos cuenta es un pedacito de vida de una treintañera. Pero qué pedacito, en el que descubre que su vida, algunos puntales de su vida, no eran cómo ella creía que eran y le hace replantearse su existencia.

La protagonista de la novela es Nuria,  que ya os he dicho que está en la treintena, y a quién acaban de despedir de la noche a la mañana de una revista en la que trabaja como ilustradora. Arrastra una relación con Juan, con quién se ve de vez en cuando, tiene sus buenos amigos y se lleva regular con su madre. Cuando de pronto se entera de que su padre, quién les abandonó cuando era pequeña, está en cuidados intensivos en un hospital.  Más o menos ese es el argumento.

El tema de la novela son las relaciones familiares y la identidad. Cómo te ves a ti mismo en tu casa, qué papel tienes. Y cómo ves a tu padre, a tu madre, a tus hermanos. Qué relaciones tienes con cada uno de ellos, y si ha cambiado con el tiempo. Y sobre todo qué queda en ti de aquella personita que eras cuando eras pequeño.

Es una historia cotidiana, de gente normal y corriente a quién vemos a través de los ojos de su protagonista Nuria. Ella nos cuenta en primera persona la historia. Es un narrador testigo, solo sabemos lo que ella nos cuenta. Tiene un gesto muy peculiar, el de dibujar avispas cada dos por tres. Está muy logrado por parte de la autora, el otorgarle este gesto que la caracteriza tanto, nos ayuda a verla mucho mejor. Y en muchas ocasiones esas avispas conllevan cierto simbolismo. Es un personaje bien perfilado.

El resto de personajes son su hermano y su madre, sus amigos... Y varios personajes que irán saliendo más pero no quiero desvelaros. A todos estos personajes, a pesar de que los vemos a través del sesgo de sus ojos,y aparecen bastante menos en la novela, también les vemos bien, nos resultan creíbles.

El libro está contado rompiendo la temporalidad, la acción va hacia adelante y hacia atrás, pues la protagonista nos va a contar muchas escenas, recuerdos, de cuando era pequeña, de antes de que se fuera su padre y de después. 

La novela tiene cierta forma de puzzle. Las escenas del ayer van salpicando el presente y así se nos va contando la historia desde el punto de vista de Nuria. Las conocemos como ella las vivió. 

Aunque creo que a la novela le sobran unas cuántas páginas, porque al menos yo tardé un poco en entrar en lo que me ha parecido más interesante. No sé qué opinarán los demás lectores, pero me ha parecido mucho más interesante la novela según iba avanzado, más interesante la segunda parte. 
Sin embargo me ha parecido muy oportuna la forma de estructurarlo para contar lo que quería. Tiene una prosa sencilla y cuenta una historia cotidiana. Y ese puzzle de escenas corrientes, esos saltos en el tiempo, esa frescura y naturalidad al contar que tiene nuestra protagonista, su lenguaje coloquial, no exento de tacos, te hace muy ágil la trama, va fluyendo.

Es una novela intimista pero salpicada de diálogos y escenas que no te la hacen opresiva, te la devuelven si acaso más profunda. Se lee bien, rápido. Y me ha gustado el giro en el argumento que descoloca a la protagonista. Está bien. Creo que eso y la forma de contar la historia es lo que se podría destacar, en mi opinión.

Cómo os decía no es muy larga, y se lee bien. El tono va cambiando. Tiene pinceladas tristes, pero también hay humor e incluso ternura. 

Habrá que estar atentos a las siguientes novelas de esta autora.







Temporada de avispas. Elisa Ferrer. Premio Tusquets. Tusquets, 2019. 231 páginas. 18 euros.

martes, 14 de abril de 2020

Día X de confinamiento. Madrid y sus Murales y sus calles y...


A veces vuelvo a ser la que yo era y paseo por Madrid. 

Todavía es esa ciudad que huele al perfume de quién te adelantó deprisa y ya no ves más que su espalda, huele a los churros que acaban de servir en la barra de la cafetería y al café de puchero que está haciendo la del bajo de aquel bloque antiguo y se escapa volando por entre los botones de su bata. 

Madrid todavía huele a metro abarrotado, a coche que frena, a pises de perros. 
Todavía huele a prisa, a semáforo, a vida.

Madrid todavía huele y suena, 
suena a sirena, a afilador, a colegio, a frenazo, máquina tragaperras y gente que toca en el metro. Suena a vida.

Vuelvo a pararme a hacer fotos de los murales con los que tropiezo. Me encanta el de la calle de Fuencarral, ese de la chica que acarrea sus libros y sus plantas por el mundo. 

Una vez, no hace tanto, yo también tuve una casita de madera para pájaros colgada en mi patio. Y no una vez, sino muchas, he ido por la vida acarreando libros y plantas con esa mirada nostálgica de quién no se acaba de ir y ya está echando de menos lo que deja atras.


A veces vuelvo a ser la que yo era y paseo por Madrid.
 
Y descubro placas de escritores que no tenía en mi colección y aprendo un poquito más de la vida de los que tanto admiro por lo que dejaron escrito. 
Y todavía camino, solo camino, intentando encontrar calles por las que aún no anduve nunca. 

Pero sobre todo, a veces, vuelvo a ser la que yo era y sigo atrapando atardeceres naranjas. 

Si no conoces Madrid, solo por ver cómo se oscurece deberías venir. 
Madrid se deshilacha al ponerse el sol. Hebras naranjas, rosadas, moradas van entretejiéndose unas con otras por detrás de la Almudena y el Palacio Real, por detrás de las cuatro torres, por detrás de todos sus perfiles, hasta cubrir su cielo. 
Madrid se deshace desde arriba y nos va arropando despacio.

Y nos arropa a todos, a los que trabajamos de día y a los que lo hacen de noche. A los que tenemos casa y a los que duermen entre cartones. A los que procuramos vivir, y a los que solo sobreviven. A todos.


Tengo tantas ganas de volver a pasear por Madrid.
Pero tantas.






#Confinamiento
#Madrid

domingo, 12 de abril de 2020

"La piel de la rutina" Relato de Rocío Díaz



Y me dice Roberto que por qué no cuelgo uno de mis relatos. Y sin querer se me escapa una sonrisa.

En éstos días no se escapan muchas. 

Y viéndola delante de mí, la cazo en el aire y la tomo entre mis manos.
Y aún palpitante me la guardo en el bolsillo, 
que nunca se sabe.
 

Dicen otros que en éstos días de confinamiento, entre las mil y una recomendaciones que debemos tomar, es bueno tener una rutina. 

Espero que os guste "La piel de la rutina". Fue premiado con el primer premio en el V Certamen de Relatos Federico García Lorca, organizado por el Ayuntamiento de Parla, en el año 2004.





La piel de la rutina


 Rocío Díaz



Los lunes de 9 a 10 Doña Pilar tiene “Lengua”. Por eso desde las nueve menos cinco, ni un minuto de más ni uno de menos, porque la puntualidad es principio de Reyes, norma de caballeros y costumbre de gente bien nacida, ella ya está sentada, en su cuarto de estar, con las piernitas juntas y las gafas en la nariz, al lado del teléfono.

A esa hora ella ya ha hecho su cama, se ha duchado y arreglado con esmero y de arriba abajo, con esas prendas que utiliza para estar cómoda en casa pero abrigada, sin estar de punta en blanco pero presentable, por aquello de si tiene que salir a abrir la puerta. Ya está también desayunada, ya se tomó su pieza de fruta, se hizo las tostadas con aceite de oliva, porque junto a las nueces es lo mejor para la circulación, y ya lo ha acompañado de un delicioso y humeante café, descafeinado por supuesto, que la entone para enfrentar un nuevo día.

A las nueve menos tres doña Pilar ya tiene la agenda en la mano y a las nueve en punto coge el teléfono para ir enlazando una conversación con otra y esta con otra, sin descanso pero sin cansarse, hasta las diez menos un par de minutos de la mañana. Momento en que considera que por el lunes, ya se ha puesto al día en todas sus relaciones familiares y de amistades varias, dando por finalizada la “Lengua”.


La piel de la rutina es dura, cuarteada por los años, claro, pero resistente. Eso cuenta doña Pilar. La piel de la rutina te encorseta, pero a la vez te acuna, te mece, te va guiando. Doña Pilar necesita de esa rutina, y la lleva a rajatabla. Atrás quedaron los años de su recién iniciada jubilación. Atrás quedó la euforia de los primeros meses, cuando se creía liberada de los madrugones y de los niños gritones, del bullicio del colegio y de la esclavitud de los temarios, de las épocas de exámenes y de las tediosas recuperaciones. Atrás quedaron aquellos días en que todo era recreo. Puro y bendito recreo.


Los lunes de 10 a 11 doña Pilar tiene “Matemáticas”. Por eso nada más colgar el teléfono se va hasta la mesa camilla y después de beberse un vaso de agua de la jarrita que siempre tiene a punto, se sienta dispuesta a poner orden en las cuentas de la casa. Repasa los recibos que se han ido acumulando desde el jueves a las 12.15 que dejó las matemáticas, apunta y pone al día los gastos diarios de pan y leche, periódico y demás minucias. Y va repasando, mientras puntea más despacio, la cuenta de la compra del viernes, tomando nota fiel de lo que supusieron los descuentos del 2X1, lo cara que está la vida y lo poquísimo que cunde la pensión. Sabe doña Pilar que el camino de la fortuna depende de tres palabras: trabajo, orden y economía, por eso, aunque lo suyo siempre fueron las letras, no deja esta ingrata labor hasta que puede clausurar el cierre de los cuadernos con un largo suspiro de alivio, tras cerciorarse bien de que son las 11 menos tres minutos.

Los lunes, como los demás días de la semana, de 11 a 11.30 doña Pilar tiene el recreo. Así que nada más terminar las cuentas se levanta de la mesa camilla, y tras beberse otro vaso de agua, porque hay que beber al día no menos de 8 vasos, se va hasta el silloncito de al lado de la ventana. Se sienta en él y mientras se acerca el taburete para estirar las piernas media hora, enciende la radio que tiene allí mismo. Le encanta el programa que a esas horas hay en Radio Nacional de España. Es de cotilleo, es verdad, pero de vez en cuando lo interrumpen con la musiquita pegadiza que acompaña a la voz con que se anuncia “Un minuto para la cultura”, cuando hablan de un disco, un libro, una exposición. Esos destellos que la iluminan de cultura, le ayudan a no sentirse tan mal... Porque no lo puede evitar, le entretienen tanto esos trajines de la farándula... Además al fin y al cabo, piensa, es la hora del recreo ¿no?.


La piel de la rutina te tranquiliza, te cobija, te serena. Por eso pronto se dio cuenta doña Pilar que aquel período loco de recién jubilada había sido un espejismo. Había saboreado aquellos primeros días, aquellos primeros meses sin horarios ni reglas, hasta que dejó de hacerlo. Con lo que había sido ella, pronto se dio cuenta de que cada día se levantaba más tarde porque no había prisa por llegar a ningún lado. Y al levantarse más tarde, se arreglaba aún más tarde o no se arreglaba, qué importaba... No iba a salir. Y podía comer o no comer, porque el no hacer ninguna actividad no le daba hambre. Y como no había comido, al final le entraba el gusanillo y a las cinco atacaba la nevera al asalto, pellizcando de aquí y de allí sin terminar de comer en condiciones. Y luego otra vez a deambular por la casa si no se decidía a salir porque además llovía o hacía frío o quizás demasiado calor. Y por la noche el sueño no se decidía a llegar y qué importaba la hora que fuera, total... no había por qué madrugar. Y a la mañana siguiente vuelta a empezar, solo que empezaba a la hora de casi ya almorzar. Y cada vez más tarde todo... más descontrolado... Que horror. Con lo que había sido ella... Con los poemas que había sabido escribir. Y en ese momento hasta contar su vida, pensar en ella, su vida misma le parecía un ripio absurdo que hacía daño hasta a los propios oídos.

Los lunes de 11.30 a 12.15 doña Pilar tiene “Conocimiento del medio”. Por eso a las 11 y 27 se levanta de su silloncito y tras beberse otro vaso de agua se encamina hasta la terraza. Es el momento de cuidar sus plantas. Le relaja mucho trastear con los tiestos, plantarlos, podarlos, remover la tierra, echarles su medicina... Como los viernes no tiene “Cono”, se sonríe al pensar que aún habla como sus jóvenes alumnos, los lunes es el día que da un repasito más a conciencia a sus niñas, así que decidida va a por la regadera. Sus niñas, como ella las llama... Y como a los de antes, no para de hablarlas, de regañarlas, de llamarlas al orden, de mimarlas. Hasta las 12 y trece minutos en que se va a lavar las manos, a beber otro vaso de agua y se dirige a su nueva tarea.

Los lunes de 12.15 a 1 doña Pilar tiene “Tecnología”. Es un poco tarde para su gusto, pero los horarios son como son, y si no los había discutido en toda su vida, no los iba a discutir ahora, cuando ya rozaba los setenta. En Tecnología doña Pilar da  un repasito a la casa, limpia el cuarto de baño, pasa el polvo, friega... total es limpio sobre limpio así que hay tiempo más que suficiente.


La piel de la rutina es cuadriculada, guarda la vida en cajones y la organiza para que esté ordenada y no se nos distraiga la cabeza... Por eso doña Pilar un día lejano se dio cuenta de que no podía seguir así, no podía seguir por ese camino que empezó tras su jubilación. A su edad era más que necesario tener un orden cabal de las cosas, y más a esos años, que le gustara o no, ya iba teniendo y el riego nos puede ir jugando malas pasadas. ¿Cuántas veces había dicho a sus alumnos aquello de “Donde no hay regla se pone ella...”? Y ahora resultaba que ella misma cada vez estaba más desorganizada. Por eso a los pocos meses de jubilarse un día se pasó por el colegio de visita, saludó a los viejos compañeros y entre risas y no risas les pidió una copia del horario de sus alumnos de aquel año. Una vez que lo tuvo en sus manos, sonrió, primorosamente lo dobló y se lo guardó en el bolso. “¡Pobre...! pensaron todos, han sido tantos años...” Pero no era solo eso. No era nostalgia, era su salvación.

Doña Pilar aquella tarde imprecisa, no sabía ya si laborable o no, en aquella hora imprecisa, lo primero que hizo al llegar a casa fue colocar el horario de segundo ciclo de primaria en la puerta de su nevera, para tenerlo bien a la vista. Una vez allí colocado, miró el calendario y comprobó que ya era 6 de febrero, martes, y mirando después el horario que acababa de pegar encontró: “Los martes de 3:45 a 4:30 Plástica”. “¿Plástica?” Se preguntó a sí misma. Y haciendo un recuento mental de todas las labores que tenía a medias desde tiempos inmemoriales, se acercó hasta uno de sus cajones y sacó al buen tun tun una de ellas. “Bueno, pensó, pues ya sabes Pilar hasta las 4 y 25 a darle al ganchillo...”.

Y desde aquella tarde doña Pilar ha ido clavando su vida con unos alfileres invisibles a aquel trozo de papel. De nuevo ha cuadriculado su vida según le iban indicando aquellos apartados: de 9 a 10 Lengua, de 10 a 11 Matemáticas, de 11 a 11.30 recreo... Así se sentía mejor, más segura, mucho mejor.


Hasta el día que llegó a su vida Don Andrés.


Los miércoles de 11.30 a 12.30 doña Pilar tiene Educación Física. Por eso dedica ese tiempo a caminar deprisa de un lado a otro del parque cercano a su casa. Enfrascada en su caminata y sus horarios doña Pilar no ha reparado nunca en aquel caballero en pantalón y zapatillas de deporte que, sin embargo, ya hace tiempo la echó el ojo y la espera cada día sin atreverse a abordarla. Un día cualquiera el buen señor acompasa su paso alegre al de la señora y haciendo de tripas, corazón, le presenta sus credenciales. “Buenos días, don Andrés Pérez para servirla”. Doña Pilar educada como una señora, pero guardando las distancias como la misma señora que además de serlo tiene que parecerlo, le saluda, por supuesto, pero sigue a lo suyo. Don Andrés perplejo, acepta el recelo que cree ver en la actitud de doña Pilar, pero lejos de amilanarse, decide con más empeño buscar su compañía.

Por eso muchos son los miércoles que de 11.30 a 12.30 don Andrés la espera, aunque al final solo sea para llevarse a casa, en un bolsillo, un saludo cortés y fugaz. Muchos son los jueves los que la espera también a esa misma hora, sin que además ella llegue a aparecer, sin que pueda llevarse nada, ni siquiera fugaz. Muchos los viernes, lunes, martes... que tampoco llega. Hasta que un jueves en que don Andrés en la sobremesa iba al médico en la lejanía parece verla... Sorprendido de descubrirla a una hora que él creía no era la habitual, pero muy alegre de haberlo hecho, a rápidas zancadas se acerca hasta ella, para saludarla. “¡Vaya! ¡Cuánto me alegro de verla señora! ¿Ha cambiado usted sus hábitos?” “¿Yooo?” Contesta doña Pilar realmente extrañada. “Sííí, como su hora de caminar era a media mañana...”. “Ah, pero eso son solo los miércoles. ¿Acaso me tiene usted vigilada?”. “No por Dios, señora, perdóneme, es solo que yo pensé que tenía cogida esa hora. Como cada uno tenemos nuestra rutina...” Pero mientras don Andrés dice esto, doña Pilar ha continuado con su rápido caminar.

Sin embargo, aún separados por los pasos que ha dado doña Pilar en su caminata, ya prendido a la cabeza de cada uno se ha quedado el último comentario del otro. Doña Pilar aún andando, no ha dejado de escuchar aquella ultima frase de Don Andrés: “Como cada uno tenemos nuestra rutina...”. Y don Andrés no ha dejado de escuchar la de doña Pilar: “Ah pero eso son solo los miércoles”.

La piel de la rutina es cuadriculada, por eso los viernes de 10 a 11 doña Pilar tiene “Educación Física”, como reza el horario. Nunca se ha encontrado con don Andrés a esas horas tan tempranas, sin embargo al día siguiente allí está el caballero con sus pantalones y sus zapatillas de deporte. Allí está esperándola sin que ella lo sepa desde bien, bien pronto. A partir de aquel viernes, don Andrés además de esperarla de la mañana a la noche, va a ir apuntando en un papelito a que hora llega y a que hora se va, hasta que consiga saber exactamente cuales son sus horarios.

Han sido muchos los miércoles, los jueves, los viernes que don Andrés ha hecho “Educación Física”, parque arriba, parque abajo, con doña Pilar hasta ganarse su confianza. Muchos, hasta que ha conseguido que ella le invite a subir a casa a escuchar música los viernes de 11.30 a 12.30.

Porque los viernes de 11.30 a 12.30 doña Pilar tiene “Música”.

 Y silbando se va aquel primer día don Andrés a comer a su casa, después de haber estado en la de doña Pilar compartiendo música. Silbando continúa todo ese día, y el siguiente y el siguiente y así cree que seguirá hasta que el miércoles de la siguiente semana, de 11.30 a 12.30, pueda volverla a ver, porque lleva guardados en el bolsillos silbidos para eso y más. Porque sabe que ella necesita de esa rutina, sabe que solo la puede ver en “Educación física” y en “Música”. Y él está tan a gusto a su lado, la aprecia tanto que no quiere perturbar su vida, la quiere tanto que no quiere perturbar sus horarios, sus costumbres, sus rutinas.

Doña Pilar no puede creer que aquello le esté pasando. Ella que ha sido toda su vida tan organizada. Ella, que aún jubilada, sigue viviendo de acuerdo con la rutina que cuelga del horario que tiene pegado a su nevera, ella que tuvo que volver a colgarlo para no perderse... Ella...  de pronto otra vez querría volver a saltarse todos los horarios.

Y se desvela por las noches inventando momentos para estar con don Andrés. Se desvela inventando actividades que no están en el horario. Inventando formas de estirar la media hora del recreo diario, pensando si debería incluirlo en las horas de tutoría.

Pero a la mañana siguiente, vuelve a pensar que quizás no. Que quizás debe continuar viéndolo solo en las horas de “Educación Física” para pasear con él. En la hora de “Música” para soñar a su lado. Pero nada más.

Y porque la rutina tiene la piel dura, por las noches, como una adolescente enamorada piensa mil formas de saltarse el horario. Pero porque la rutina tiene la piel dura, por las mañanas piensa que no, que así está bien... Piensa que si corre más deprisa que la rutina, terminará por olvidar quién es. 

Sin darse cuenta, quizá sea feliz.


#Relatos
#RocíoDíaz
 

viernes, 10 de abril de 2020

Palabras de Semana Santa: De Potaje y garbanzos, bacalao y torrijas.




En estos días quién no tiene algunas palabras haciendo chupchup en sus cocinas.

En un Viernes Santo como hoy, Viernes de Cuaresma, como consecuencia de la directriz religiosa de no comer carne basada en el sacrificio de la abstinencia y el ayuno, toda la vida ha sido tradición comer el Potaje de Vigilia, o de Cuaresma. Y por ese que vamos a empezar con el menú.

La palabra "Potaje" en español se escribe con "j". Etimológicamente parece que sí que procede del frances, de la palabra "potage". Ésta a su vez vendría de unir el sufijo "aje" o "age" con "pot". Pot sería una palabra del latín vulgar, y se referiría al recipiente en el que se echan los alimentos para que hiervan, ya sea una olla o un puchero. Luego potaje se referiría a los alimentos variados que se mezclan y se cocinan en ese "pot", esa olla.
En fin, lo hemos explicado a grandes rasgos, pero es la idea. 

Y si estamos en Semana Santa y tenemos que hacer un potaje "como Dios manda", no hay potaje sin garbanzos. La palabra garbanzo resulta que es de etimología desconocida. No procede de ninguna parte conocida. Lo único que parece es que su sufijo es de origen preindoeuropeo, quizá de unos pueblos que -por lo visto- hablaban corinto o laberinto. 

Pero lo tenemos tan arraigado en nuestra gastronomía, son tan tradicionales en nuestra alimentación que quizá venga de ahí el resumir en ellos la comida, la manutención, el alimento necesario, y por tanto el sustento necesario. De ahí el origen de la frase hecha:
buscarse alguien los garbanzos:
1. loc. verb. coloq. Sustentarse con el producto de su trabajo.

¿Y qué os parece si para acompañar a los garbanzos le acompañamos de las sabrosas tajaditas de bacalao?. La palabra bacalao parece ser que viene del  neerlandés ant. bakeljauw, y ésta sería una variante de otra palabra con el mismo origen kabeljauw. Aunque nuestro diccionario de la Real Academia también señala como origen una palabra vasca bakailao.

El bacalao desecado servía para alimentar a los esclavos que trabajaban en las plantaciones de caña de azúcar de las regiones caribeñas. A la hora de la comida, los pobres esclavos hacían fila para recibir su ración. ¿Y quién era el que repartía? Pues el capataz era el encargado de trocear el bacalao y repartirlo. De esta práctica colonial proviene el dicho de "El que corta el bacalao", o sea el que manda.

Y nos falta el postre por excelencia. Yo no sé vosotros, pero a mí que por nada del mundo me dejen sin torrijas.

La palabra "torrija" estaría formada a partir de la unión del sufijo "ija" que se usa para algo de poco valor o despectivo, con la palabra latina "torrar" que sería tostar. Parece ser que en un principio las torrijas no eran fritas sino tostadas al horno. Y luego se les añadía la miel. 

Ls torrijas son un postre casero muy, muy antiguo. Ya se habla de torrijas en recetarios de los siglos IV y V. Ya las comían los Romanos en el siglo I. Lo de hacerlas también con huevo y azúcar, llegó a Europa con los arabes. Igual que lo de la leche, es muy posterior. Se les daba mucho a las parturientas por aquello de que "de lo que se come, se cría". Otro día os lo cuento mejor.


Bueno pues hasta aquí con el menú de hoy. Mañana más y mejor.


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