Un blog de literatura y de Madrid, de exposiciones y lugares especiales, de librerias, libros y let

domingo, 30 de mayo de 2010

Juan Carlos Fernández León: escritor, amigo de letras en la Feria del Libro de Madrid 2010



Aquí Juan Carlos Fernández León, escritor y compañero de "escritura y relatos".

Aquí los lectores de mi blog.


Bueno esta supuesta presentación viene a que hoy tengo que hablar de Juan Carlos Fernández León. Porque hoy he ido a la Feria del Libro de Madrid a que me firmara ¡¡SU LIBRO DE RELATOS!!! Para mí esto es un orgullo y una satisfacción.

A Juan Carlos le conocí en una fiesta de una común amiga y compañera de letras, Juana Cortés, Amunarriz, de quién ya he hablado en este blog ( http://rociodiazgomez.blogspot.com/2009/06/juana-cortes-amunarriz-feria-del-libro.html). Juana ganó entonces el segundo premio de relatos de la Fundación de Cajas de Ahorros (FUNCAS), un premio buenísimo, y para celebrarlo de forma generosa reunió a muchos amigos y compañeros de este mundo literario.

Juan Carlos Fernandez León, es relatista y ahora también novelista. Me une a él la pasión por escribir y la afición a presentarnos a concursos de relatos. Más de una vez nos hemos seguido el uno al otro al ir a recoger el mismo premio, como en el caso del Premio de Relatos de la Asociación de Periodistas de Ávila que él ganó hace dos años y yo el año pasado. Por poner un ejemplo.

Ahora ha ganado el premio de relatos TIFLOS con un libro de relatos titulado "De sotanos y azoteas". Y lo mejor es que se lo ha editado Castalia. Y lo mejor aún es que hoy a las 12 de la mañana estaba firmando en la caseta 305 de Castalia-Edhasa.

¡Cómo no iba a ir!

Juan Carlos Fernández León es antiguo vecino de mi barrio, es profesor de secundaria en un instituto de Madrid, y sobre todo es escritor y ganador de un montón de premios de literatura. Y lo es, porque escribe muy bien y ha dedicado muchas horas a ésto, de eso doy fe.

En cuánto termine su libro, ya estoy contándoslo...


"Tristezas de amor" Marta Rivera de la Cruz



A veces uno busca los libros que se lee, en otras ocasiones llegan hasta uno por la más pura casualidad. Esta vez el libro ha llegado hasta mí tras una cadena de préstamos, la biblioteca se lo prestó a una amiga de mi amiga, esa amiga se lo prestó a la mía y esta segunda decidió que antes de leérselo ella, me lo prestaba a mí. No tiene ninguna importancia, ya lo sé, pero resulta curioso.

El caso es que he aprovechado mis quince días de préstamo para nadar hasta zambullirme entre las lágrimas de amor de personajes de los que todos hemos oído hablar.
“Tristezas de amor. Las pasiones frustradas de personajes inolvidables”.
Marta Rivera de la Cruz.
A estas alturas de este blog todo el mundo sabe que me gusta cómo escribe esta autora. Y me gusta que me cuenten anécdotas que humanizan a los personajes famosos, ya sean de la realeza, actores o escritores. Así que se sumaban en este libro dos aficiones que ya me tenían ganada la voluntad antes de abrir la primera de sus páginas.
Solo quedaba comenzar a leer...
“¿Qué creen ustedes que pueden tener en común Rita Hayworth, Jorge Luis Borges, Coco Chanel y Rainiero de Mónaco? ¿O Bette Davis, Cole Porter y Margarita de Inglaterra? Pues que todos, sin excepción, sufrieron y lloraron por culpa del amor contrariado...” Así comienza la introducción. Y así termina ésta: “Hace tiempo escuché una frase: todas las historias de amor acaban mal, porque todas las historias de amor acaban. No puedo recordar quién la dijo, y lo lamento. Porque seguramente fue esa frase el comienzo de este libro.”
Tiene siete partes: Lágrimas reales, cuando lloran las diosas, hasta que la muerte nos separe, sombras en el paraíso, tan listos y tan tristes, morir por amor, amar a quién no es fiel y un epílogo: una historia singular.
A lo largo de estas siete partes se habla de muchos personajes. En el primer capítulo de algunos personajes de la Realeza como Alfonso XII o los Windsor o Rainiero de Mónaco o incluso nuestra Reina. En el siguiente de algunas de las actrices más bellas, carismáticas o famosas: Ava Gardner, Marilyn Monroe, Rita Hayworth, Bette Davis... Después llegan los dedicados a algunos conocidos actores y escritores.
Confieso que las que más curiosidad me causaban eran las historias de éstos últimos. En algunos casos ya conocía la historia, como en el de Ágata Christie. Ya había leído en su biografía y en distintos libros su desaparición literal de la faz de la tierra a raíz de que su marido le dijera que tenía a otra mujer. Durante diez días nadie supo de ella. Nadie. Pensaban que quizás hasta estaría muerta. Sin embargo estaba viviendo en un hotel con otro nombre. Cuando la encontraron ella dijo que había perdido la memoria y no tenía ni idea de cómo había llegado allí. Algunos dijeron que había sido el shock al enterarse de que su esposo se había ido con una amante, y otros dijeron que era otro de sus planes... Nunca se supo en realidad.
Pero en otros casos no tenía ni idea. Como por ejemplo no sabía que la vida sentimental de Julio Verne no había sido feliz. Aún siendo escritor de casi setenta novelas, y haber obtenido en vida el reconocimiento de cientos de miles de lectores que estaban deseosos de leer sus obras y le escribían agradeciéndoselas desde todas partes del mundo, en cambio, tuvo una vida llena de fracasos amorosos hasta que se casó. Después hizo una boda por interés, aunque en el fondo pensaba que quizás con el tiempo, sería feliz en ella. Sin embargo se pasó la vida lamentando haberse casado con su mujer, que sin embargo, hizo lo posible por ser la mejor esposa para él...
O por ejemplo también desconocía la novia epistolar que tuvo Juan Ramón Jiménez antes de conocer a Zenobia Camprubí. Parece ser que cuando tenía 24 años y publicó el poemario “Arias Tristes” recibió el favor de la crítica y muchas cartas de admiradores, entre ellos una de una joven limeña de veinte años. Esta carta le pareció llena de sensibilidad a Juan Ramón Jiménez y comenzó una correspondencia con ella muy fluida y constante. Con el tiempo las cartas eran cada vez más profundas, más íntimas, tanto que el escritor invitó a la limeña a que viniera a España a conocerle. Claro cuando la invitación llegó a su destino fue todo un bombazo, y no en la destinataria de las cartas, que en realidad no existía, sino en el grupo de jóvenes limeños que admiraban al poeta y le habían enviado esa primera carta firmando con el nombre de una mujer que en realidad no existía con el propósito de que el escritor se sintiese más inclinado a contestar... Por supuesto declinaron la invitación, pero parece ser que el escritor estaba tan decidido a conocer a su supuesta nueva amiga y admiradora, que dijo que entonces iría él a Perú. Al final para deshacer el embrollo, el grupo de jóvenes tuvieron que “enfermar” a la destinataria, y luego incluso “llegar a matarla”... Juan Ramón Jiménez se quedó muy dolido con aquella noticia y escribió una elegía.
Es un libro entretenido, muy entretenido. Yo creo que responde a las expectativas que uno pone en él. Aunque a mí me atrapa más el argumento de una novela. Y si la novela es de Marta Rivera de la Cruz, con esa forma que tiene ella de contar, estoy aún más segura de ello. En este caso no me ha llegado a atrapar tanto, pero es lógico, es otro género literario.
Pero tengo que reconocer que se trata de un libro ameno, que se puede leer muy rápido. Ideal para los trayectos del metro o autobús de los lectores que vivimos en ciudades grandes, porque te da tiempo a comenzar y terminar cada historia en ese transcurso de tiempo. Es entretenido e instructivo, porque se aprenden algunos detalles de esas cuarenta y tres historias sentimentales que cuenta, que uno desconocía o incluso que le sorprenden.

jueves, 27 de mayo de 2010

La palabra "Sólito" que no "Insólito"




Hoy he tropezado con la palabra “sólito”.

Podría parecer a simple vista que la palabra significaría algo así como andar solo por la vida, pero dicho de forma muy cariñosa con ese diminutivo en "ito" y coronándolo de un acento a modo de guinda, para acabar de redondearla más… Podría parecer, sí, pero me temo que no, que no significa eso.

sólito, ta.(Del lat. solĭtus, part. pas. de solēre, soler, acostumbrar).

adj. Acostumbrado; que se suele hacer ordinariamente.

Real Academia Española © Todos los derechos reservados

Ej. Cada tarde se tomaba su “sólito” café…


Efectivamente “sólito” viene del verbo soler. Y es el antónimo de “insólito” que, en cambio, estamos hartos de utilizar y escuchar.

Pero ya veis, aunque no estemos demasiado acostumbrados, resulta que la palabra "sólito" existe. El lenguaje que es así de curioso.

Recital poético en Libertad 8:Aureliano Cañadas y Jose Mª Herranz





El próximo 15 de junio a las 8 de la tarde en Libertad 8 dos poetas y compañeros míos de la tertulia Ruiz, y componentes también de la tertulia del Círculo de Bellas Artes van a recitar sus poemas:
Aureliano Cañadas y Jose Mª Herranz
De ellos ya os he hablado en otras entradas de este blog, os dejo los enlaces por si queréis recordarlo.

Son dos buenos poetas premiados, publicados, y todo lo que acaba en "ados", así que si os apetece un ratito de poesía de la buena, ya sabéis...



http://rociodiazgomez.blogspot.com/2010/01/aureliano-canadas-poeta-y-companero-de.html


http://rociodiazgomez.blogspot.com/2009/10/presentacion-del-libro-de-jose-m.html

martes, 25 de mayo de 2010

¡10.000! entradas y Benedetti y gracias, gracias...



Me dice mi amigo Javier que este blog ya ha llegado a las ¡10.000! entradas. Es cierto.


Quién me lo iba a decir a mí... Quién me lo iba a decir cuando resulta que si algún amigo me proponía que me dedicara a uno pensaba ¿Pero que voy yo a poner en un blog? Pero una tarde, un poco a lo tonto, una se decide... y resulta que es capaz de comenzar uno. Y van pasando los días y comienzas a sentir que sí, que tienes cosas que decir, que contar, que comunicar. Porque en el fondo yo creo que lo que uno busca es la comunicación.

Pero lo mejor no es eso. Lo mejor es que además te das cuenta, después de más de 10.000 entradas, que alguien, ya sea de forma más llamativa, o de forma más anónima, te lee... ¡Te lee! Y eso sí qué es una maravilla.

Y me alegra, cómo no me va a alegrar.

Gracias. Gracias a todos los que que de vez en cuándo os dejáis caer por aquí. Muchas gracias.

No sé que venís buscando, pero a mí me gustaría que encontrárais, eso, eso mismo que buscais, o al menos parte de ello.


Para mí cada entrada es algo así como una botella que tiro a un mar vasto y virtual. Una botella parecida a una de esas de las que hablaba Benedetti...


BOTELLA AL MAR


El mar es un azar
Vicente Huidobro


Pongo estos seis versos en mi botella al mar

con el secreto designio de que algún día

llegue a una playa casi desierta

y un niño la encuentre y la destape

y en lugar de versos extraiga piedritas

y socorros y alertas y caracoles.


lunes, 24 de mayo de 2010

"La piel de la rutina" relato de Rocío Díaz


Hoy es mi santo, así que he pensado que voy a tener un detalle conmigo misma y me voy a dedicar una entrada en el blog. Es bueno mimarse uno a sí mismo un poquito...


Como por otra parte yo os debía uno de mis relatos, lo haré a mi manera, contando. No sé si recordareis que en junio del año pasado os hablé de que me habían premiado el relato "La piel de la rutina" en Ávila (http://rociodiazgomez.blogspot.com/2009/06/xvi-edicion-del-premio-de-narrativa-de.html#comments), concretamente en el XVI Premio de Narrativa de la Asociación de Ávila, pero para no extenderme tanto solo os dejé con el principio de éste... Mi intención era más adelante dejároslo entero, pero la verdad es que con el tiempo ya ni me volví acordar. "Entono un mea culpa y pido perdón".

Así que aprovechando las dos ocasiones, y sobre todo porque rectificar es de sabios, aquí lo tenéis.









LA PIEL DE LA RUTINA

Rocío Díaz Gómez



Los lunes de 9 a 10 Doña Pilar tiene “Lengua”. Por eso desde las nueve menos cinco, ni un minuto de más ni uno de menos, porque la puntualidad es principio de Reyes, norma de caballeros y costumbre de gente bien nacida, ella ya está sentada, en su cuarto de estar, con las piernitas juntas y las gafas en la nariz, al lado del teléfono.

A esa hora ella ya ha hecho su cama, se ha duchado y arreglado con esmero y de arriba abajo, con esas prendas que utiliza para estar cómoda en casa pero abrigada, sin estar de punta en blanco pero presentable, por aquello de si tiene que salir a abrir la puerta. Ya está también desayunada, ya se tomó su pieza de fruta, se hizo las tostadas con aceite de oliva, porque junto a las nueces es lo mejor para la circulación, y ya lo ha acompañado de un delicioso y humeante café, descafeinado por supuesto, que la entone para enfrentar un nuevo día.

A las nueve menos tres doña Pilar ya tiene la agenda en la mano y a las nueve en punto coge el teléfono para ir enlazando una conversación con otra y esta con otra, sin descanso pero sin cansarse, hasta las diez menos un par de minutos de la mañana. Momento en que considera que por el lunes, ya se ha puesto al día en todas sus relaciones familiares y de amistades varias, dando por finalizada la “Lengua”.


La piel de la rutina es dura, cuarteada por los años, claro, pero resistente. Eso cuenta doña Pilar. La piel de la rutina te encorseta, pero a la vez te acuna, te mece, te va guiando. Doña Pilar necesita de esa rutina, y la lleva a rajatabla. Atrás quedaron los años de su recién iniciada jubilación. Atrás quedó la euforia de los primeros meses, cuando se creía liberada de los madrugones y de los niños gritones, del bullicio del colegio y de la esclavitud de los temarios, de las épocas de exámenes y de las tediosas recuperaciones. Atrás quedaron aquellos días en que todo era recreo. Puro y bendito recreo.


Los lunes de 10 a 11 doña Pilar tiene “Matemáticas”. Por eso nada más colgar el teléfono se va hasta la mesa camilla y después de beberse un vaso de agua de la jarrita que siempre tiene a punto, se sienta dispuesta a poner orden en las cuentas de la casa. Repasa los recibos que se han ido acumulando desde el jueves a las 12.15 que dejó las matemáticas, apunta y pone al día los gastos diarios de pan y leche, periódico y demás minucias. Y va repasando, mientras puntea más despacio, la cuenta de la compra del viernes, tomando nota fiel de lo que supusieron los descuentos del 2X1, lo cara que está la vida y lo poquísimo que cunde la pensión. Sabe doña Pilar que el camino de la fortuna depende de tres palabras: trabajo, orden y economía, por eso, aunque lo suyo siempre fueron las letras, no deja esta ingrata labor hasta que puede clausurar el cierre de los cuadernos con un largo suspiro de alivio, tras cerciorarse bien de que son las 11 menos tres minutos.

Los lunes, como los demás días de la semana, de 11 a 11.30 doña Pilar tiene el recreo. Así que nada más terminar las cuentas se levanta de la mesa camilla, y tras beberse otro vaso de agua, porque hay que beber al día no menos de 8 vasos, se va hasta el silloncito de al lado de la ventana. Se sienta en él y mientras se acerca el taburete para estirar las piernas media hora, enciende la radio que tiene allí mismo. Le encanta el programa que a esas horas hay en Radio Nacional de España... Es de cotilleo, es verdad, pero de vez en cuando lo interrumpen con la musiquita pegadiza que acompaña a la voz con que se anuncia “Un minuto para la cultura”, cuando hablan de un disco, un libro, una exposición. Esos destellos que la iluminan de cultura, le ayudan a no sentirse tan mal... Porque no lo puede evitar, le entretienen tanto esos trajines de la farándula... Además al fin y al cabo, piensa, es la hora del recreo ¿no?.


La piel de la rutina te tranquiliza, te cobija, te serena... Por eso pronto se dio cuenta doña Pilar que aquel período loco de recién jubilada había sido un espejismo. Había saboreado aquellos primeros días, aquellos primeros meses sin horarios ni reglas, hasta que dejó de hacerlo. Con lo que había sido ella, pronto se dio cuenta de que cada día se levantaba más tarde porque no había prisa por llegar a ningún lado. Y al levantarse más tarde, se arreglaba aún más tarde o no se arreglaba, qué importaba... No iba a salir... Y podía comer o no comer, porque el no hacer ninguna actividad no le daba hambre. Y como no había comido, al final le entraba el gusanillo y a las cinco atacaba la nevera al asalto, pellizcando de aquí y de allí sin terminar de comer en condiciones... Y luego otra vez a deambular por la casa si no se decidía a salir porque además llovía o hacía frío o quizás demasiado calor. Y por la noche el sueño no se decidía a llegar y qué importaba la hora que fuera, total... no había por qué madrugar. Y a la mañana siguiente vuelta a empezar, solo que empezaba a la hora de casi ya almorzar... Y cada vez más tarde todo... más descontrolado... Que horror... Con lo que había sido ella... Con los poemas que había sabido escribir... Y en ese momento hasta contar su vida, pensar en ella, su vida misma le parecía un ripio absurdo que hacía daño hasta a los propios oídos.

Los lunes de 11.30 a 12.15 doña Pilar tiene “Conocimiento del medio”. Por eso a las 11 y 27 se levanta de su silloncito y tras beberse otro vaso de agua se encamina hasta la terraza. Es el momento de cuidar sus plantas. Le relaja mucho trastear con los tiestos, plantarlos, podarlos, remover la tierra, echarles su medicina... Como los viernes no tiene “Cono”, se sonríe al pensar que aún habla como sus jóvenes alumnos, los lunes es el día que da un repasito más a conciencia a sus niñas, así que decidida va a por la regadera. Sus niñas, como ella las llama... Y como a los de antes, no para de hablarlas, de regañarlas, de llamarlas al orden, de mimarlas... Hasta las 12 y trece minutos en que se va a lavar las manos, a beber otro vaso de agua y se dirige a su nueva tarea.

Los lunes de 12.15 a 1 doña Pilar tiene “Tecnología”. Es un poco tarde para su gusto, pero los horarios son como son, y si no los había discutido en toda su vida, no los iba a discutir ahora, cuando ya rozaba los setenta... En Tecnología doña Pilar da un repasito a la casa, limpia el cuarto de baño, pasa el polvo, friega... total es limpio sobre limpio así que hay tiempo más que suficiente.


La piel de la rutina es cuadriculada, guarda la vida en cajones y la organiza para que esté ordenada y no se nos distraiga la cabeza... Por eso doña Pilar un día lejano se dio cuenta de que no podía seguir así, no podía seguir por ese camino que empezó tras su jubilación. A su edad era más que necesario tener un orden cabal de las cosas, y más a esos años, que le gustara o no, ya iba teniendo y el riego nos puede ir jugando malas pasadas... ¿Cuántas veces había dicho a sus alumnos aquello de “Donde no hay regla se pone ella...”? Y ahora resultaba que ella misma cada vez estaba más desorganizada... Por eso a los pocos meses de jubilarse un día se pasó por el colegio de visita, saludó a los viejos compañeros y entre risas y no risas les pidió una copia del horario de sus alumnos de aquel año. Una vez que lo tuvo en sus manos, sonrió, primorosamente lo dobló y se lo guardó en el bolso. “¡Pobre...! pensaron todos, han sido tantos años...” Pero no era solo eso. No era nostalgia, era su salvación.

Doña Pilar aquella tarde imprecisa, no sabía ya si laborable o no, en aquella hora imprecisa, lo primero que hizo al llegar a casa fue colocar el horario de segundo ciclo de primaria en la puerta de su nevera, para tenerlo bien a la vista. Una vez allí colocado, miró el calendario y comprobó que ya era 6 de febrero, martes, y mirando después el horario que acababa de pegar encontró: “Los martes de 3:45 a 4:30 Plástica”. “¿Plástica?” Se preguntó a sí misma. Y haciendo un recuento mental de todas las labores que tenía a medias desde tiempos inmemoriales, se acercó hasta uno de sus cajones y sacó al buen tun tun una de ellas. “Bueno, pensó, pues ya sabes Pilar hasta las 4 y 25 a darle al ganchillo...”.

Y desde aquella tarde doña Pilar ha ido clavando su vida con unos alfileres invisibles a aquel trozo de papel. De nuevo ha cuadriculado su vida según le iban indicando aquellos apartados: de 9 a 10 Lengua, de 10 a 11 Matemáticas, de 11 a 11.30 recreo... Así se sentía mejor, más segura, mucho mejor.


Hasta el día que llegó a su vida Don Andrés.


Los miércoles de 11.30 a 12.30 doña Pilar tiene Educación Física. Por eso dedica ese tiempo a caminar deprisa de un lado a otro del parque cercano a su casa. Enfrascada en su caminata y sus horarios doña Pilar no ha reparado nunca en aquel caballero en pantalón y zapatillas de deporte que, sin embargo, ya hace tiempo la echó el ojo y la espera cada día sin atreverse a abordarla. Un día cualquiera el buen señor acompasa su paso alegre al de la señora y haciendo de tripas, corazón, le presenta sus credenciales. “Buenos días, don Andrés Pérez para servirla”. Doña Pilar educada como una señora, pero guardando las distancias como la misma señora que además de serlo tiene que parecerlo, le saluda, por supuesto, pero sigue a lo suyo. Don Andrés perplejo, acepta el recelo que cree ver en la actitud de doña Pilar, pero lejos de amilanarse, decide con más empeño buscar su compañía.

Por eso muchos son los miércoles que de 11.30 a 12.30 don Andrés la espera, aunque al final solo sea para llevarse a casa, en un bolsillo, un saludo cortés y fugaz. Muchos son los jueves los que la espera también a esa misma hora, sin que además ella llegue a aparecer, sin que pueda llevarse nada, ni siquiera fugaz. Muchos los viernes, lunes, martes... que tampoco llega. Hasta que un jueves en que don Andrés en la sobremesa iba al médico en la lejanía parece verla... Sorprendido de descubrirla a una hora que él creía no era la habitual, pero muy alegre de haberlo hecho, a rápidas zancadas se acerca hasta ella, para saludarla. “¡Vaya! ¡Cuánto me alegro de verla señora! ¿Ha cambiado usted sus hábitos?” “¿Yooo?” Contesta doña Pilar realmente extrañada... “Sííí, como su hora de caminar era a media mañana...”. “Ah, pero eso son solo los miércoles... ¿me tiene usted vigilada?”. “No por Dios, señora, perdóneme, es solo que yo pensé que tenía cogida esa hora... Como cada uno tenemos nuestra rutina...” Pero mientras don Andrés dice esto, doña Pilar ha continuado con su rápido caminar...

Sin embargo, aún separados por los pasos que ha dado doña Pilar en su caminata, ya prendido a la cabeza de cada uno se ha quedado el ultimo comentario del otro... Doña Pilar aún andando, no ha dejado de escuchar aquella ultima frase de Don Andrés: “Como cada uno tenemos nuestra rutina...”. Y don Andrés no ha dejado de escuchar la de doña Pilar: “Ah pero eso son solo los miércoles”.

La piel de la rutina es cuadriculada, por eso los viernes de 10 a 11 doña Pilar tiene “Educación Física”, como reza el horario. Nunca se ha encontrado con don Andrés a esas horas tan tempranas, sin embargo al día siguiente allí está el caballero con sus pantalones y sus zapatillas de deporte. Allí está esperándola sin que ella lo sepa desde bien, bien pronto. A partir de aquel viernes, don Andrés además de esperarla de la mañana a la noche, va a ir apuntando en un papelito a que hora llega y a que hora se va, hasta que consiga saber exactamente cuales son sus horarios.

Han sido muchos los miércoles, los jueves, los viernes que don Andrés ha hecho “Educación Física”, parque arriba, parque abajo, con doña Pilar hasta ganarse su confianza. Muchos, hasta que ha conseguido que ella le invite a subir a casa a escuchar música los viernes de 11.30 a 12.30.

Porque los viernes de 11.30 a 12.30 doña Pilar tiene “Música”.

Y silbando se va aquel primer día don Andrés a comer a su casa, después de haber estado en la de doña Pilar compartiendo música. Silbando continúa todo ese día, y el siguiente y el siguiente y así cree que seguirá hasta que el miércoles de la siguiente semana, de 11.30 a 12.30, pueda volverla a ver, porque lleva guardados en el bolsillos silbidos para eso y más. Porque sabe que ella necesita de esa rutina, sabe que solo la puede ver en “Educación física” y en “Música”. Y él está tan a gusto a su lado, la aprecia tanto que no quiere perturbar su vida, la quiere tanto que no quiere perturbar sus horarios, sus costumbres, sus rutinas...

Doña Pilar no puede creer que aquello le esté pasando. Ella que ha sido toda su vida tan organizada... Ella, que aún jubilada, sigue viviendo de acuerdo con la rutina que cuelga del horario que tiene pegado a su nevera, ella que tuvo que volver a colgarlo para no perderse... Ella... de pronto otra vez querría volver a saltarse todos los horarios.

Y se desvela por las noches inventando momentos para estar con don Andrés. Se desvela inventando actividades que no están en el horario. Inventando formas de estirar la media hora del recreo diario, pensando si debería incluirlo en las horas de tutoría...

Pero a la mañana siguiente, vuelve a pensar que quizás no. Que quizás debe continuar viéndolo solo en las horas de “Educación Física” para pasear con él. En la hora de “Música” para soñar a su lado... Pero nada más.

Y porque la rutina tiene la piel dura, por las noches, como una adolescente enamorada piensa mil formas de saltarse el horario. Pero porque la rutina tiene la piel dura, por las mañanas piensa que no, que así está bien... Piensa que si corre más deprisa que la rutina, terminará por olvidar quién es.



Rocío Díaz Gómez

viernes, 21 de mayo de 2010

"El hombre inquieto" Henning Mankell




“Algo pasa en esta novela que hace imposible escribir otro libro, aunque Wallander no morirá”

Estas palabras las dijo Henning Mankell, autor sueco conocido en España sobre todo por su serie de novelas policíacas protagonizadas por el comisario Wallander, a propósito del último libro de la serie “El hombre inquieto”.

Confieso que soy una seguidora de Wallander. Me gusta devorar sus libros, sobre todo en verano, no se muy bien por qué, siempre me han parecido muy apropiadas para ese tiempo. Desde el primero que me leí me parecen muy entretenidos y me los acabo en un suspiro.

Me gusta además el personaje de Wallander. No llega a la altura de Lisbeth Salander, la heroína de “Los hombres que no amaban a las mujeres”, que al menos a mí me pareció mucho más profunda e interesante. Pero tiene un poso melancólico y entrañable al mismo tiempo que reflexivo que le vuelve muy humano. Es un inspector de policía en una pequeña población del sur de Suecia y mientras va resolviendo crímenes aparentemente sin explicación, se pasa la vida pensando que debería adelgazar, que debería tener unos horarios más regulares, que le gustaría trasladarse al campo, y está siempre preocupado por su relación con su hija, su exmujer y sus compañeros de trabajo, con los que apenas intima, además de tener un padre huraño y pintor que siempre hace cuadros con un mismo motivo: un urogallo.

Últimamente además he podido ver las minipelículas que se han hecho de este personaje, y creo que están bastante ajustadas a la historia original, además el actor escogido para ser Wallander, el actor Kenneth Branagh me parece un acierto porque sabe representar muy bien esa contención que tiene el personaje en todo momento, tanto en sus palabras como en sus emociones.

En este último de Henning Mankell, por fin Wallander se ha trasladado a vivir a una casita en el campo. Linda, su hija, tiene ya pareja y va a ser madre y él se pasa todo el libro dándole vueltas a la idea de que ya es mayor y está cercana su jubilación. Pero desaparece el suegro de su hija, un oficial de alto rango de la Marina sueca. Y aunque no es él el encargado de su investigación puesto que lo lleva la policía de Estocolmo, no puede evitar implicarse. Todo apunta a la época de la guerra fría, cuando varios submarinos soviéticos fueron acusados de violar territorio sueco.

Como todos las anteriores libros que me he leído de Henning Mankell “Un hombre inquieto” es muy ágil de leer. Y aunque el tema en sí, el de la guerra fría, no es uno de mis preferidos, me parecía tan entretenido como los demás. La novela empieza en 1983 cuando Olof Palme lee un informe acerca de la invasión del país por parte de un submarino soviético dos años antes…

Claro, ahora ya sé por qué probablemente esta será la última novela de Wallander. Y no es porque muera, porque no es así, ni porque se jubile… es por otra razón que se va dejando a ráfagas a lo largo del libro y que termina por definirse al final de éste. Es difícil terminar con un personaje al que has hecho protagonista de varias historias. Pero supongo que es cierto que el tiempo igual que pasa para los estamos al otro lado del libro, pasa también para los que viven dentro de él… Debe ser así.

Pobre Kurt… Fue lo que pensé cuando terminé la novela.