A veces uno busca los libros que se lee, en otras ocasiones llegan hasta uno por la más pura casualidad. Esta vez el libro ha llegado hasta mí tras una cadena de préstamos, la biblioteca se lo prestó a una amiga de mi amiga, esa amiga se lo prestó a la mía y esta segunda decidió que antes de leérselo ella, me lo prestaba a mí. No tiene ninguna importancia, ya lo sé, pero resulta curioso.
El caso es que he aprovechado mis quince días de préstamo para nadar hasta zambullirme entre las lágrimas de amor de personajes de los que todos hemos oído hablar.
“Tristezas de amor. Las pasiones frustradas de personajes inolvidables”.
Marta Rivera de la Cruz.
A estas alturas de este blog todo el mundo sabe que me gusta cómo escribe esta autora. Y me gusta que me cuenten anécdotas que humanizan a los personajes famosos, ya sean de la realeza, actores o escritores. Así que se sumaban en este libro dos aficiones que ya me tenían ganada la voluntad antes de abrir la primera de sus páginas.
Solo quedaba comenzar a leer...
“¿Qué creen ustedes que pueden tener en común Rita Hayworth, Jorge Luis Borges, Coco Chanel y Rainiero de Mónaco? ¿O Bette Davis, Cole Porter y Margarita de Inglaterra? Pues que todos, sin excepción, sufrieron y lloraron por culpa del amor contrariado...” Así comienza la introducción. Y así termina ésta: “Hace tiempo escuché una frase: todas las historias de amor acaban mal, porque todas las historias de amor acaban. No puedo recordar quién la dijo, y lo lamento. Porque seguramente fue esa frase el comienzo de este libro.”
Tiene siete partes: Lágrimas reales, cuando lloran las diosas, hasta que la muerte nos separe, sombras en el paraíso, tan listos y tan tristes, morir por amor, amar a quién no es fiel y un epílogo: una historia singular.
A lo largo de estas siete partes se habla de muchos personajes. En el primer capítulo de algunos personajes de la Realeza como Alfonso XII o los Windsor o Rainiero de Mónaco o incluso nuestra Reina. En el siguiente de algunas de las actrices más bellas, carismáticas o famosas: Ava Gardner, Marilyn Monroe, Rita Hayworth, Bette Davis... Después llegan los dedicados a algunos conocidos actores y escritores.
Confieso que las que más curiosidad me causaban eran las historias de éstos últimos. En algunos casos ya conocía la historia, como en el de Ágata Christie. Ya había leído en su biografía y en distintos libros su desaparición literal de la faz de la tierra a raíz de que su marido le dijera que tenía a otra mujer. Durante diez días nadie supo de ella. Nadie. Pensaban que quizás hasta estaría muerta. Sin embargo estaba viviendo en un hotel con otro nombre. Cuando la encontraron ella dijo que había perdido la memoria y no tenía ni idea de cómo había llegado allí. Algunos dijeron que había sido el shock al enterarse de que su esposo se había ido con una amante, y otros dijeron que era otro de sus planes... Nunca se supo en realidad.
Pero en otros casos no tenía ni idea. Como por ejemplo no sabía que la vida sentimental de Julio Verne no había sido feliz. Aún siendo escritor de casi setenta novelas, y haber obtenido en vida el reconocimiento de cientos de miles de lectores que estaban deseosos de leer sus obras y le escribían agradeciéndoselas desde todas partes del mundo, en cambio, tuvo una vida llena de fracasos amorosos hasta que se casó. Después hizo una boda por interés, aunque en el fondo pensaba que quizás con el tiempo, sería feliz en ella. Sin embargo se pasó la vida lamentando haberse casado con su mujer, que sin embargo, hizo lo posible por ser la mejor esposa para él...
O por ejemplo también desconocía la novia epistolar que tuvo Juan Ramón Jiménez antes de conocer a Zenobia Camprubí. Parece ser que cuando tenía 24 años y publicó el poemario “Arias Tristes” recibió el favor de la crítica y muchas cartas de admiradores, entre ellos una de una joven limeña de veinte años. Esta carta le pareció llena de sensibilidad a Juan Ramón Jiménez y comenzó una correspondencia con ella muy fluida y constante. Con el tiempo las cartas eran cada vez más profundas, más íntimas, tanto que el escritor invitó a la limeña a que viniera a España a conocerle. Claro cuando la invitación llegó a su destino fue todo un bombazo, y no en la destinataria de las cartas, que en realidad no existía, sino en el grupo de jóvenes limeños que admiraban al poeta y le habían enviado esa primera carta firmando con el nombre de una mujer que en realidad no existía con el propósito de que el escritor se sintiese más inclinado a contestar... Por supuesto declinaron la invitación, pero parece ser que el escritor estaba tan decidido a conocer a su supuesta nueva amiga y admiradora, que dijo que entonces iría él a Perú. Al final para deshacer el embrollo, el grupo de jóvenes tuvieron que “enfermar” a la destinataria, y luego incluso “llegar a matarla”... Juan Ramón Jiménez se quedó muy dolido con aquella noticia y escribió una elegía.
Es un libro entretenido, muy entretenido. Yo creo que responde a las expectativas que uno pone en él. Aunque a mí me atrapa más el argumento de una novela. Y si la novela es de Marta Rivera de la Cruz, con esa forma que tiene ella de contar, estoy aún más segura de ello. En este caso no me ha llegado a atrapar tanto, pero es lógico, es otro género literario.
Pero tengo que reconocer que se trata de un libro ameno, que se puede leer muy rápido. Ideal para los trayectos del metro o autobús de los lectores que vivimos en ciudades grandes, porque te da tiempo a comenzar y terminar cada historia en ese transcurso de tiempo. Es entretenido e instructivo, porque se aprenden algunos detalles de esas cuarenta y tres historias sentimentales que cuenta, que uno desconocía o incluso que le sorprenden.
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