"El paisaje no miente pero la mirada lo disfraza, de modo que cada vez el mismo lugar es distinto, como si lo que vemos fuera un reflejo de nuestro estado de ánimo.
Una señal desdibujada junto a la carretera de Toledo indicaba la entrada del pueblo. No era bonito, ni siquiera tenía la igleisa románica que al menos tienen todos los pueblos feos. Pero estaba en el mapa y existía. Su existencia se adivinaba a lo lejos como una mancha pardusca en medio de la nada..."
Termino de leer "Respirar por la herida" de Victor del Árbol, y como en las ocasiones anteriores en las que concluí una de sus novelas casi suspiro de alivio, porque durante las semanas que he estado conviviendo con sus personajes me ha tenido inquieta y revuelta por su compleja trama pero desde luego y al mismo tiempo cautivada por su estilo al escribir.
Desde que le descubrí con "Un millón de gotas" he querido leer todas sus novelas. Sin embargo me obligo a leer historias más sencillas, más ligeras, hasta diría que más superficiales entre cada una de ellas porque sé que la de Victor del Árbol será dura e intensa.
"-Entonces, ¿qué es exactamente? Todos somos algo, en la medida que aquello que hacemos nos explica, ¿no le parece?
A Guzmán le hizo gracia aquella digresión del anciano. Según su teoría, Guzmán debería haber contestado que era un ángel caído, un demonio, una especie de monstruo con apariencia humana. ... "
Pero estoy deseando que ahora en septiembre saque su nueva novela para leerla. Porque creo que hay que leer las novelas de Victor del Árbol.
El argumento de "Respirar por la herida" se nos presenta así: Eduardo,
un pintor para quien nada tiene sentido tras la muerte de su mujer y su
hija, hasta que una famosa violoncelista, Gloria Tagger, le encarga el
mayor reto de su vida: pintar el retrato de Arthur, un empresario de
pasado incierto. Aceptar ese encargo desencadena una espiral de
emociones y acontecimientos trágicos que succiona inevitablemente a
cuantas personas le rodean. Con cada pincelada, Eduardo va abriendo
puertas que habría sido mejor mantener cerradas, pero que, una vez
abiertas, nada ni nadie podrá volver a cerrar.
El tema principal de esta novela es la pérdida. Cómo afrontar las pérdidas de las personas que queremos. Aunque también podríamos decir que está la culpa, los remordimientos, la venganza... las heridas y las cicatrices.
La novela tiene muchas tramas que se van entrelazando, es un puzzle que hay que ir formando donde cada ficha es un personaje con una historia terrible detrás que a su vez se engarza con otro personaje con otra historia tremenda y así una y otra vez. Pero qué bien está construida esa trama, es muy consistente la urdimbre de la novela, qué bien ensambladas las historias para ofrecernos ese mosaico con un hilo común, cómo decíamos, la tristeza por la pérdida.
Cuando comencé a leer esta novela el
ritmo me pareció un poco lento, sin embargo poco a poco te vas sumergiendo en ella y van apareciendo los demás personajes, cada uno con
su cargamento, y comienzas a vislumbrar como el escenario de subtramas
se va ensanchando y se hace grande, y todas las historias comienzan a discurrir en paralelo.
Es un narrador en tercera persona omnisciente el que cuenta la novela. El tiempo no es lineal, va saltando, con lo cual agiliza la historia, y vas conociendo retazos de cada historia que pasaron antes y después. Está ambientado en Madrid y toca Toledo, en la actualidad.
Los personajes están bien construidos. Sabemos bien de su exterior y de su interior. Son personajes que han sufrido, que han sobrevivido, pero que quizás no han superado ese sufrimiento, sin embargo viven. Es una historia coral, porque todos son igualmente importantes y todos influyen en todos. Son personajes que te duelen. Algunos como el Señor Who me ha traspasado, qué buen personaje.
La luz sucia de la bombilla en la pared de ladrillo le sacaba punta a la miseria del callejón como a un lápiz. Un lápiz con el que trazar las cañerías goteantes, los charcos de humedad grasienta, las zonas de penumbra detrás del restaurante de Chang.
Mei tenía la mirada perdida. Nadie podía defenderse de esa mirada.
El estilo del autor es muy cuidado. Su prosa es elegante, no exenta de momentos de mucho lirismo. Descripciones minuciosas, diálogos fluidos. Una prosa que tiene ritmo pero merece la pena que te detengas a saborear sus detalles, que atiendas a los giros del lenguaje, a sus imágenes.
Toda la novela estás "respirando por la herida" como muy bien dice su título. Qué bueno, qué bien elegido. Una novela dura e intensa pero muy bien escrita, porque te llega, trasmite, te duele.
Merece mucho la pena.