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miércoles, 1 de febrero de 2023

"Paraules sobre vidre" Granollers 2022-2023. Enero 2023

 


En el pueblo de mi infancia tropiezo con poemas escritos en los escaparates.

La buena poesía es como un ave exótica que de pronto deja que la contemples, pero puede echar a volar en cualquier momento. Como tantas veces ocurre con las cosas que más queremos.

En el pueblo de mi infancia tropiezo con la poesía. 

Supongo que había más versos pintados en el último Sant Jordi, pero yo atrapé al vuelo estos tres poemas que tienen música y vienen escritos en esa lengua a la que tengo tanto cariño porque la escuchaba a todas horas cuando me recuerdo feliz. 

 


 




jueves, 16 de septiembre de 2021

Poema de Joan Margarit: Profesor Bonaventura Bassegoda

 

 



PROFESOR BONAVENTURA BASSEGODA

Le recuerdo alto y grueso,
procaz, sentimental. Usted, entonces,
era una autoridad en Cimientos Profundos.
Inició siempre nuestra clase así:
Señores, buenos días.
Hoy hace tantos años, tantos meses
y tantos días que murió mi hija.
Y solía secarse alguna lágrima.
Teníamos veinte años, más o menos,
y el hombre corpulento que usted era
llorando en plena clase,
nunca nos hizo sonreír.
¿Cuánto hace ya que usted no cuenta el tiempo?
He pensado en nosotros y en usted,
hoy que soy una amarga sombra suya
porque mi hija, ahora hace dos meses,
tres días y seis horas
que tiene sus profundos cimientos en la muerte.

Joan Margarit

 

 


 

jueves, 18 de junio de 2020

De un poemario y una flor. Regalos. Juan Calderón.



Hay regalos que te salvan un día, una semana, un mes.

Regalos con los que vuelves a su etimología: "agasajar", "tratar bien", "mimar". 
Y te dejas acariciar por ella.

Regalos que de pronto aparecen en tu buzón o en tu patio, discretos, silenciosos, pero únicos y brillantes y te hacen olvidar los sinsabores de los últimos días.

Los libros y las flores. Etereos, grandes.

Sillas invisibles de Juan Calderón, poemario que ya has reseñado aquí y que guarda tesoros en forma de versos a los que volver cualquier día. Ya tienes tu ejemplar con esa preciosa dedicatoria. Gracias, gracias, gracias.

Y uno de tus cactus,  pequeño, peligroso pero que te tenía reservada ese despliegue de color y belleza.

La belleza está en las cosas pequeñas, en las cosas cotidianas, en el día a día.

Hay regalos que te salvan un día, una semana, un mes.






AMISTAD
Para mi querido Juan Bautista Raña
que me hace agradable la existencia.
Porque me pones alas
en aquellos momentos
en los que dejo de sentirme pájaro,
y eres frescor de lluvia
cuando mi voz se agosta
entre los pentagramas
de tristes melodías,
o te conviertes en epístola
para poner calor
en el iglú de mi buzón vacío.

Porque te sientas a tejerme abrigos
con madeja de sueños,
y me abrazas de frente
cuando sabes que el mundo
pretende asesinarme por sorpresa,
he decidido que tu nombre
sea en mi propio diccionario
la definición más hermosa
de todas las palabras.
 
Juan Calderón
Sillas vacías
 
Editado por Los Libros del Mississipi.
2020 




#Regalo
#Poemario
#Cactus

miércoles, 6 de septiembre de 2017

"¿Dónde estará la Guillermina?" Pablo Neruda










Y de repente escuchas por primera vez un poema. Y resulta que es de un poeta que nunca te ha gustado demasiado, pero alguien lo comienza a leer en voz alta y nada más reparar en el primer verso ya te ha atrapado. 

Ese estilo narrativo, esa cadencia lenta, esa nostalgia que rezuma (esos años lentos como paquidermos), esos versos "y luego y luego y luego y luego"...

Un descubrimiento.







Dónde estará la Guillermina? de Pablo Neruda

Cuando mi hermana la invitó
y yo salí a abrirle la puerta,
entró el sol, entraron estrellas,
entraron dos trenzas de trigo
y dos ojos interminables.

Yo tenía catorce años
y era orgullosamente oscuro,
delgado, ceñido y fruncido,
funeral y ceremonioso:
yo vivía con las arañas
humedecido por el bosque
me conocían los coleópteros
y las abejas tricolores,
yo dormía con las perdices
sumergido bajo la menta.

Entonces entró la Guillermina
con dos relámpagos azules
que me atravesaron el pelo
y me clavaron como espadas
contra los muros del invierno.

Esto sucedió en Temuco.
Allá en el Sur, en la frontera.

Han pasado lentos los años
pisando como paquidermos,
ladrando como zorros locos,
han pasado impuros los años
crecientes, raídos, mortuorios,
y yo anduve de nube en nube,
de tierra en tierra, de ojo en ojo,
mientras la lluvia en la frontera
caía, con el mismo traje.

Mi corazón ha caminado
con intransferibles zapatos,
y he digerido las espinas:
no tuve tregua donde estuve:
donde yo pegué me pegaron,
donde me mataron caí
y resucité con frescura
y luego y luego y luego y luego,
es tan largo contar las cosas.

No tengo nada que añadir.

Vine a vivir en este mundo.

Dónde estará la Guillermina?

martes, 11 de abril de 2017

¡No les perdono bajo ningún pretexto que no sepan volar...!




Hay un anuncio ahora en televisión que habla de este poema. Me estoy refiriendo a uno de un banco, el ING. La primera vez que lo vi, me dije ¡anda si es el poema aquel de las mujeres que saben volar! Cada vez que lo veo pienso que tengo que volver a leerlo, porque me gusta mucho.

Aquí os lo dejo para recordarlo.

Es del poeta argentino Oliverio Girondo.




No se me importa un pito que las mujeres...

No se me importa un pito que las mujeres
tengan los senos como magnolias o como pasas de higo;
un cutis de durazno o de papel de lija.
Le doy una importancia igual a cero,
al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisíaco
o con un aliento insecticida.
Soy perfectamente capaz de sorportarles
una nariz que sacaría el primer premio
en una exposición de zanahorias;
¡pero eso sí! -y en esto soy irreductible- no les perdono,
bajo ningún pretexto, que no sepan volar.
Si no saben volar ¡pierden el tiempo las que pretendan seducirme!
Ésta fue -y no otra- la razón de que me enamorase,
tan locamente, de María Luisa.
¿Qué me importaban sus labios por entregas y sus encelos sulfurosos?
¿Qué me importaban sus extremidades de palmípedo
y sus miradas de pronóstico reservado?
¡María Luisa era una verdadera pluma!
Desde el amanecer volaba del dormitorio a la cocina,
volaba del comedor a la despensa.
Volando me preparaba el baño, la camisa.
Volando realizaba sus compras, sus quehaceres...
¡Con qué impaciencia yo esperaba que volviese, volando,
de algún paseo por los alrededores!
Allí lejos, perdido entre las nubes, un puntito rosado.
"¡María Luisa! ¡María Luisa!"... y a los pocos segundos,
ya me abrazaba con sus piernas de pluma,
para llevarme, volando, a cualquier parte.
Durante kilómetros de silencio planeábamos una caricia
que nos aproximaba al paraíso;
durante horas enteras nos anidábamos en una nube,
como dos ángeles, y de repente,
en tirabuzón, en hoja muerta,
el aterrizaje forzoso de un espasmo.
¡Qué delicia la de tener una mujer tan ligera...,
aunque nos haga ver, de vez en cuando, las estrellas!
¡Que voluptuosidad la de pasarse los días entre las nubes...
la de pasarse las noches de un solo vuelo!
Después de conocer una mujer etérea,
¿puede brindarnos alguna clase de atractivos una mujer terrestre?
¿Verdad que no hay diferencia sustancial
entre vivir con una vaca o con una mujer
que tenga las nalgas a setenta y ocho centímetros del suelo?
Yo, por lo menos, soy incapaz de comprender
la seducción de una mujer pedestre,
y por más empeño que ponga en concebirlo,
no me es posible ni tan siquiera imaginar
que pueda hacerse el amor más que volando.



He encontrado en internet, rastreando el poema, cómo cuenta el creativo del banco en cuestión cómo se le ocurrió la idea. Os dejo el enlace por si os interesa:



lunes, 9 de enero de 2017

Octavio Paz - Primero de Enero


9 de enero.

¿Arrancamos?

Pues venga, aquí va un poema.


PRIMERO DE ENERO

Las puertas del año se abren,
como las del lenguaje,
hacia lo desconocido.
Anoche me dijiste:
mañana
habrá que trazar unos signos,
dibujar un paisaje, tejer una trama
sobre la doble página
del papel y del día.
Mañana habrá que inventar,
de nuevo,
la realidad de este mundo.
Ya tarde abrí los ojos.
Por el segundo de un segundo
sentí lo que el azteca,
acechando
desde el peñón del promontorio,
por las rendijas de los horizontes,
el incierto regreso del tiempo.
No, el año había regresado.
Llenaba todo el cuarto
y casi lo palpaban mis miradas.
El tiempo, sin nuestra ayuda,
había puesto,
en un orden idéntico al de ayer,
casas en la calle vacía,
nieve sobre las casas,
silencio sobre la nieve.
Tú estabas a mi lado,
aún dormida.
El día te había inventado
pero tú no aceptabas todavía
tu invención en este día.
Quizá tampoco la mía.
Tú estabas en otro día.
Estabas a mi lado
y yo te veía, como nieve,
dormida entre las apariencias.
El tiempo sin nuestra ayuda,
inventa casas, calles, árboles,
mujeres dormidas.
Cuando abras los ojos
caminaremos, de nuevo,
entre las horas y sus invenciones
y al demorarnos en las apariencias
daremos fe del tiempo y sus conjugaciones.
Abriremos las puertas de este día,
entraremos en lo desconocido.

Octavio Paz