Un blog de literatura y de Madrid, de exposiciones y lugares especiales, de librerias, libros y let

miércoles, 6 de marzo de 2013

La leyenda de El Ratoncito Pérez




¿Vosotros sabéis cual es el primer personaje ficticio al que el Ayuntamiento de Madrid le ha dedicado una placa?

Pues sí, ¡el ratoncito Pérez!


Tan insigne personaje tiene una placa en la Calle Arenal núm. 8. de Madrid, el mismo lugar donde su creador el Jesuita Luis Coloma le inventó su casa.

¡Cómo me gustan estas historias!

Vale, vale, os la cuento despacio:

Desde Palacio, allá por 1894, pidieron al padre Coloma que escribiera un cuento cuando al Rey Alfonso XIII, que por aquel entonces tenía como se suele decir en los cuentos "la tierna edad de 8 años", se le cayó un diente.

El jesuita, inventó al popular ratoncito Pérez para consolarle. Coloma imaginó a un pequeño ratón que vivía con su familia dentro de una lata de galletas en la entonces famosa confitería Prats, a poco más de cien metros del Palacio Real de Madrid, en la calle Arenal núm. 8, donde ahora está su placa.

El ratoncito Pérez, según palabras de su autor era "un ratón muy pequeño, con sombrero de paja, lentes de oro y una cartera roja colocada en la espalda". Se escapaba de su casa deslizándose a través de las cañerías para llegar con algún regalo al palacio y a las casas de los niños pobres que habían perdido un diente de leche, despistando a los gatos que siempre estaban al acecho.

El personaje iba enseñando a Buby (apelativo cariñoso con el que la Reina María Cristina llamaba a su hijo) la pobreza que existe antes de dejar un toisón en la cama del niño.


El Ayuntamiento de Madrid rindió un homenaje a este ratoncito de leyenda instalando una placa conmemorativa en la calle del Arenal, número 8, de Madrid, el mismo lugar donde el padre Coloma situó la vivienda del roedor, con el siguiente texto: Aquí vivía, en una caja de galletas, Ratón Pérez, según el cuento que el padre Coloma escribió para el niño Rey Alfonso XIII.

Se ha convertido de este modo en el primer personaje ficticio al que el Ayuntamiento homenajea con una placa del Plan Memoria de Madrid. Y por tanto, también es de los pocos personajes de ficción que tiene residencia real conocida





http://sobreleyendas.com/2011/12/02/la-historia-del-ratoncito-perez/
 http://www.muyinteresante.es/iquien-invento-al-ratoncito-perez?utm_source=twitter&utm_medium=socialoomph&utm_campaign=muy-interesante-twitter542


lunes, 4 de marzo de 2013

Paco Caro, poeta en nuestra tertulia Rascamán



Tengo atraso con las entradas que quiero escribir. El tiempo es escaso y las ocupaciones tantas... Pero poco a poco hay que ir haciendo hueco a lo que nos alimenta ¿No es así? Eso decimos en nuestra tertulia que cada uno trabajamos en lo que nos da de comer, pero luego la literatura es lo que nos alimenta.

Precisamente quería hablaros de una visita que tuvimos hace algunas semanas en nuestra tertulia. Sí, hoy la entrada va a ser poética. Pero no, no huyais por favor los que no soleis leer poesía, porque ésta de la que os quería hablar hoy es de esa poesía sencilla, a la par que honda, esa poesía que cualquiera podemos leer porque nos va a llegar, aunque no seamos de aquellos tocados por los versos...

Como os decía hace unas semanas que visitó nuestra tertulia el poeta Paco Caro. Yo quería contaros un poco de aquel miércoles de poesía, porque merece la pena conocer a este poeta. Y si ya se le conoce, merece la pena recordar muchos de sus versos.


Paco Caro (Piedrabuena, Ciudad Real, 1947), es un poeta manchego que se ha ganado la vida como profesor de Historia. Bueno, mejor dicho se la ha ganado de maestro, cómo él nos comentó: "Maestro: palabra que se perdió y se sustituyó por la de "Profesor de EGB", mucho más horrible", nos dijo en su visita. Pero cómo decíamos Paco Caro se ha dedicado a ser profesor de historia en un Instituto, en estos últimos años, de Leganés, y una vez ya jubilado es cuando se ha decidido por la poesía. Sin embargo a pesar del poco tiempo que ha dedicado a hacer versos, éstos son tan maduros como para ganar el reconocimiento que se merecen en un buen número de galardones: Juan Alcaide, Ciudad de Zaragoza, Ateneo Jovellanos, Ciudad de Alcalá…

El primero de sus libros del que nos habló fue "Cuaderno de Boccaccio" (sexto libro suyo y Premio Ciudad de Alcalá,2009), poemario donde buscaba la esencialidad de la poesía. Lo escribió buscando qué es lo que identifica a la poesía. Ese paso de la idea al poema, ese trance le origina al poeta muchas preguntas. Y de este modo se origina este libro donde se desgranan los apuntes conservados por el viejo mercader Massimo Novello sobre las lecciones que impartiera el ya anciano Boccaccio de Certaldo, en su amada Florencia, a cinco jóvenes alumnos, entre los que se encontraba Novello.

También nos habló de su primer libro "Salvo de ti" (Ediciones Vitruvio, Colección Baños del Carmen, nº 96, y que en 2005 fue Premio de la Asociación de Escritores de Castilla-La Mancha), nos habló de la época en que el autor era maestro en la Barcelona de los años 70. Un manchego en Barcelona, nos decía... El mismo autor calificó este libro de amor y de una nostalgia gozosa. Os copio un fragmento de uno de sus poemas de este libro, que también nos leyó:

Barcinos años

Era la ciudad de Jaime Gil
era el solsticio
su nocturna impaciencia
quien extendía
aquel incendio de hogueras prevenidas
por la altura vegetal de las terrazas.

eran brasa san juan y nuestros cuerpos
era la tarde
en que ardían felices multitudes
ríos de cobre
jóvenes de espuma
por el orgullo claro de las calles...


Después hablamos de su libro "Mientras la luz". El blog del poeta lleva éste mismo título: http://mientraslaluz.blogspot.com.es que os invito a conocer. Con respecto al poemario nos contaba el autor que es un libro que surgió en torno a la reflexión sobre los poetas mayores.

Ya lo saben
pasaron a su lado
alguien dijo:
es un poeta viejo.

Nos contaba que le vino a la memoria Jorge Guillén, muy mayor, cuando regresó a morir. E imaginó a un poeta mayor cuidado por una mujer joven. Y tiene reflexiones, cartas de la mujer jóven a la mujer primera...

Al desnudar la casa
poco despues de que Elia muriera...

A continuación nos detuvimos en su libro "las sílabas de noche". Me gustó mucho este poema por eso le grabé, así que le podéis escuchar:

Tic tac
tú y yo, las sílabas de noche
Dos miedos
eso somos.
Cuerpos
Horas
Dos agujas
presas en el reloj
que se distancian.





SABER

Sabe que ha de morir
este yo que envejece
escondido en mi nombre,
mas sigue amando, sabe
que amar es el secreto,
que la muerte no puede
tener
razón en todo.

(De "Las sílabas de noche")

Francisco Caro


Tertuliamos con el poema sobre el acto de escriibr. Nos decía él que buscaba no perderse en las palabras, que no se hallaba a gusto con las palabras que no dicen nada. Y recordaba que lo primero que escribió fue un soneto a un olmo muerto. Fue inevitable recordar el olmo de Antonio Machado...

¿Cómo no comentar aquello de que la poesía es minoritaria?

La verdad es que nos encontrábamos todos tan agusto charlando con este poeta llano, cercano, daba confianza.

Por último también hablamos de su libro "Desnudo de pronombre" (Accésit del Premio Tomás Morales 2008, Cabildo de Gran Canaria, Las Palmas. 2009). Según él, es un libro con una mirada que anota lo ya vivido. Nos leyó el poema de Las avispas.Y también el de El Estío:

ESTÍO
Fui con padre, llevado de su mano,
a un tramo más al norte, curso arriba
de octubre y el molino, serio, iba
el silencio con él
fue el verano
un estío excesivo, seco, llano,
subíamos el cauce, piedra viva;
buscaba la callada, la cautiva,
tristeza de su ayer republicano...

Después, el poeta muy generoso quiso escucharnos leer a nosotros. Algunos de los compañeros de la tertulia leyeron sus textos que él escuchaba atento. 

Para terminar Javier Díaz, el coordinador de la tertulia, le pidió de nuevo a Paco Caro que cerrara él con algunos de sus poemas. Y de entre los que leyó al final os dejo como final el que a mí más me gustó, que os transcribo a continuación:

Me despertó el deseo
su ladrido
que no sabe callar
y que no calla.

No dió tiempo a que nos hablara de los restantes libros que tiene. Pero fue una tarde muy bien aprovechada. Disfrutamos mucho del modo de hacer poesía de Paco Caro y de su compañía cercana. Pudimos conocer más a fondo sus versos y surgió complicidad entre los que allí estábamos. La verdad es que es de agradecer que quisiera pasar la tarde con nosotros. 

Si os apetece ver algunos vídeos más de esa tarde os remito al blog de nuestro Cuaderno de Bitácora:

http://bitacoratertuliagaldos.blogspot.com.es/2013/02/21-jornadavi-ano-miercoles-6-de-febrero.html



sábado, 2 de marzo de 2013

Erotismo en la escritura...


Es fin de semana, es sábado, vamos a relajarnos con una pequeña selección de textos o imágenes relacionados con ellos más o menos "lúdicos".












miércoles, 27 de febrero de 2013

"Para que me cuente" un relato de Rocío Díaz




Hoy os voy a dejar con uno de mis relatos.

Fue premiado con el Primer premio del V Certamen de Poesía y Relato Corto de la Fundación de la Mujer del Ayuntamiento de Cádiz. En el año 2007.
 
Espero que os guste. Va por todos los maestros que he tenido y espero seguir teniendo.

   Para que me cuente


  

Uno recuerda con aprecio a sus maestros brillantes,
pero con gratitud a aquellos que tocaron nuestros sentimientos.
Karl Gustav Jung


 




1.

A Doña Lidia comenzaron a lloverle relatos.

Una mañana abrió el buzón y encontró entre las cartas un sobre más abultado que los demás, un sobre con sus señas casi dibujadas de tan cuidadosamente habían sido escritas. No conocía la caligrafía, ni conocía el remite. No conocía de quién ni de donde llegaba aquel sobre. Extrañada lo abrió con cuidado, y aún más extrañada descubrió lo que guardaba en su interior. Tres o cuatro páginas manuscritas que comenzó a leer con curiosidad, que siguió leyendo con interés, que terminó con un suspiro. Tres o cuatro páginas de las que no levantó la vista hasta que no encontró el fin. Porque así lo llevaba claramente escrito. Porque era un relato. ¡Bendito destino! Un relato... Una historia mágica. Un regalo.

Uno de papel que terminaba con la dedicatoria:
“Para usted Doña Lidia, para que me cuente”

No sabía por qué, pero aquel sobre existía. Y había llegado a su buzón, y tenía su nombre, y tenía sus señas. Era para ella, de eso estaba bien segura. ¿Quién lo enviaría? Y mientras hilvanaba preguntas y más preguntas, mientras descosía respuestas que se torcían, todo el día lo llevó guardadito en el bolsillo. De vez en cuando lo releía y se lo volvía a guardar, a salvo y seguro. Y cuando ya casi de tanto leerlo se lo aprendió, solamente lo tocaba por encima de la tela, y lo acariciaba lento, lento, sabiéndolo allí, sabiéndolo cerca.

Pasaron dos o tres días, y una mañana al abrir el buzón de nuevo otro sobre la sorprendió. El mismo contenido abultado y la misma caligrafía manuscrita. Las mismas señas y la misma dedicatoria. Y entre ellas otro relato, otra historia, otro regalo. El mejor.

Y tampoco casi lo creyó. Y ya eran dos los cuentos que guardaban su bolsillo. Y ya eran dos los que de tanto leer acabó aprendiendo. Dos los que acariciaba por encima de la tela.

A Doña Lidia siguieron llegándole relatos. Cada poco, uno nuevo le daba los buenos días desde su buzón. Y le alegraba la mañana, y le alegraba tanto el alma que casi podía sentirla bailar de puro contento entre aquellas frases. Y el montoncito iba creciendo tanto como su corazón se encogía.

Porque nadie necesitaba ese puñado de relatos como Doña Lidia.

Nadie.




2.

A Doña Lidia se le habían ido encogiendo las letras.

Y sin apenas darse cuenta, como globos parecían habérsele ido volando, tan alto, tanto, que por más que estiraba la imaginación no conseguía alcanzarlos.

Y sin letras no había frases, sin frases no había párrafos, sin párrafos no había historias. Y Doña Lidia había escrito muchas historias, miles y miles, millones de ellas. Y escribiendo había cumplido sueños que nunca soñó cumplir. Y escribiendo había conjurado demonios, había escapado de la existencia vulgar, había idealizado un matrimonio rutinario, había sublimado una agotadora profesión de maestra, que ahora y a menudo sentía desierta y monótona.

Porque escribiendo Doña Lidia había conseguido reinventarse el mundo. Había conseguido sentirse casi feliz.

Nadie necesitaba de ese puñado de relatos como Doña Lidia que empapelaba ese vacío de millones de papelitos. Ideas, comienzos, finales,  personajes y lugares sobre los que escribir. En mitad de una clase, entre el primer y el segundo plato, en plena ducha, había tenido tantas veces que detener lo que estaba haciendo solo para escribir. En un vano afán de capturarlas. Que no se escaparan, no, que algún día servirían. Millones de papelitos que año tras año había ido reuniendo y atesorando con la esperanza de que un día ayudaran a echar a andar de nuevo. Pero ese día no había llegado nunca y habían quedado olvidados en cajas y más cajas en un desván.

Doña Lidia ni tan siquiera sabía porque las letras le habían ido abandonando. Hubo quién dijo que quizás se cansaron de sentirse utilizadas, o que quizás un miedo malvado a la falta de originalidad las paralizó en un lugar remoto de la imaginación. Hubo quién afirmó que todo caudal de agua termina por agotarse, o quién sugirió que quizás la falta de riego terminó por secarlas. Hubo quién, investido de pomposos títulos, le puso nombre de enfermedad; o quién, neciamente, le aconsejó dedicar sus seniles esfuerzos a completar cualquier nueva y rara colección.

Qué mas daba. Un millón de nombres o ninguno. Un millón de intentos o ninguno en poner etiquetas. Qué más daba. El caso es que Doña Lidia dejó de contar.


Y así pasaron tiempos y más tiempos, hasta que a su buzón comenzaron a llegar relatos. Y con una gota, y con dos, y luego tres, termina por llover. Y los bolsillos de Doña Lidia desbordaban historias que iba aprendiendo, y esos regalos de papel arropaban el vacío que habían dejado en ella sus propias letras.






3.

A Doña Lidia le habían sobrado historias.

“¡A ver caballeros! ¿Quién quiere empezar hoy?” Y Juan García, 1º de bachiller del 75, levantaba rápidamente el dedo, moviendo sin parar el culo en el asiento, nerviosito, deseando hablar, loco por empezar. “Señor García deje usted el baile de San Vito que no va a empezar hoy, que eso ya sé que se le da como hongos, no, no estese bien atento que le tocará la ultima frase...” Y así doña Lidia se aseguraba que Juan García, prestara atención durante toda la clase, una hazaña para él mayor que cualquiera de las del Cid Campeador.

“Rodrigo Pérez,  a ver caballero, una frase con “musarañas”, que nos va a dar usted el principio del relato...” Y Rodrigo Pérez, 1º de bachiller del 76, tenía que bajar a todas prisas de su mundo para comenzar la historia... Esa historia que uno a uno, pupitre a pupitre irían inventando...

“¡Germán Sánchez! ¿Cómo es nuestro protagonista? denos a sus compañeros y a mí 5 cualidades”, “¡Cincoooo!, protestaba Germán Sánchez, 1º de bachiller del 77, abriendo los ojos de par en par y elevando el tono de voz como si le hubieran pedido que recitara todos los misterios del Rosario... “Pues tiene usted razón, Germán, todita la razón, contestaba doña Lidia espabilando hasta a las arañas que trabajaban en los altísimos rincones de aquella clase, cinco van a ser pocas, denos mejor diez”. Y Germán Sánchez parsimoniosamente, sin gana ninguna comenzaba la retahíla: “Fumador, holgazán, despistado...” “¡Pero bueno, un momento, un momento, gritaba doña Lidia, ¿Qué hemos aprendido en todo este tiempo...? A ver Felipe Gómez, aproveche ese arte que le ha dado Dios para hacer payasadas, y vaya poniendo los gestos a las características que le vaya diciendo Germán”. Y Felipe Gómez, el gracioso de la clase, iba haciendo mímica y ahora tenía un cigarrillo en la mano, ahora bostezaba, ahora tropezaba...

Y la clase entera estallaba en sonoras carcajadas mientras poquito a poco y sin darse ni cuenta iban aprendiendo a revolver en el trastero de la imaginación. Entre bromas y medio jugando, iban poniendo orden en sus propias historias, vistiendo y desvistiendo al personaje de gestos, iban trayéndole y llevándole por la vida que ellos mismos le estaban inventando.

Y doña Lidia curso tras curso, corría de un pupitre a otro, de una esquina a otra de la vieja clase, señalando, nombrando, espabilando, riendo, aplaudiendo, soñando entre ellos, con ellos, para ellos.

Que sin apenas darse cuenta aprendían a contar.



4.

A doña  Lidia comenzaron a lloverle fotos.

Una mañana abrió el buzón y encontró entre las cartas un sobre idéntico a los que ya tantas veces había recibido. Un sobre con sus señas casi dibujadas de tan cuidadosamente habían sido escritas. Y aunque no era tan abultado como los demás, de éste tampoco conocía la caligrafía, ni conocía el remite. No conocía de quién ni de donde llegaba aquel sobre. Extrañada lo abrió con cuidado, y aún más extrañada descubrió lo que guardaba en su interior. Tres o cuatro fotos color sepia, que comenzó a mirar con curiosidad, que siguió observando con interés, que dejó de ver entre lágrimas. Tres o cuatro de las que no podía levantar la vista, porque le pesaban en los ojos, en la memoria, en el alma.

Porque eran las ideas, los comienzos, los finales, los personajes y los lugares que tantas veces ella había soñado atrapar en papelitos, como quién atrapa raras mariposas y desea clavarlas con alfileres en la memoria. Porque allí estaban, en aquellas fotos. Porque allí estaban las caras imberbes aún, de sus primeras promociones de alumnos. Un puñado de chavales sentados en dos filas sonriendo a la cámara, al lado de una Doña Lidia joven, que les acompaña de pie, les acompañaba. Una Doña Lidia que les enseñó a bucear entre las ideas y a escoger el mejor comienzo. Les enseñó a elegir los finales más inesperados y a crear los personajes más especiales. Les enseñó a inventarse un mundo propio huyendo de lugares comunes.

Allí estaban. Juan García, que había salido movido, si es que no paraba quieto ni un momento, ¡ay el del baile de San Vito!. Rodrigo Pérez, mirando para otro lado, como siempre, pensando en las musarañas... Germán Sánchez, agachado, medio tumbado encima del compañero, demonio de crío, que nació cansado, tuvo su madre el parto de la burra porque no le daba la gana de nacer y siguió luego igual de holgazán... Felipe Gómez, ¡cómo no! haciendo monerías, poniéndole orejas al de delante...

Hasta doña Lidia llegaron sus gestos, sus bromas, su particular forma de crecer. 1975, 1976, 1977... Allí estaban todos. Todos aquellos a los que había enseñado a contar.

Fue dando vuelta a las viejas fotos y descubrió que detrás y a la altura de cada uno de ellos, estaban sus nombres, los que recordaba y los que ya había olvidado, y bajo esos nombres, los títulos de los relatos que había estado recibiendo.

Allí estaban. Los mismos que habían acudido a la fiesta de su jubilación, allí estaban... ¡Ay que bandidos...! Medio calvos ya y todavía a sus espaldas habían conspirado para seguir haciendo travesuras juntos... todos juntos, uno a uno... uno detrás de otro...  ¡Benditas travesuras...!

Y supo que ya nunca volvería a sentir vacíos sus bolsillos. Y dos lágrimas quisieron salir de aquellos ojos con cataratas. Supo que los relatos no dejarían de llegar a su buzón, como gotas, una detrás de otra. Y otras dos lágrimas las siguieron. Porque esas eran las primeras, pero habían sido muchas, muchas las promociones que vio crecer. Y ya no podía parar tantas lágrimas. Porque hay deudas impagables. Deudas de gratitud absoluta.

“Para usted Doña Lidia. Para que me cuente”.


“Demonio de críos...”




©Rocío Díaz Gómez

lunes, 25 de febrero de 2013

"Telaraña" una columna de Manuel Vicent en El País



Mi hermano pequeño, que es "mu grande", el otro día me leía esta columna de Manuel Vicent.

Os la copio porque me gustó mucho. Pero mucho.

"El hombre sin cobertura..."

Telaraña

Se trata de un ser que, adonde quiera que vaya, nunca tiene cobertura y permanece a salvo de cualquier basura mediática

 
 
He aquí la versión actual del hombre nuevo, aquel que, de una u otra forma, ha sido siempre el sueño de todas las revoluciones. 
 
Se trata de un ser que, adonde quiera que vaya, nunca tiene cobertura y por tanto permanece incontaminado, a salvo de cualquier basura mediática. Después de un esfuerzo heroico ha logrado eludir el humillante destino de llegar a este mundo con la única misión de ser un hombre-antena, un repetidor humano solo apto para recibir y trasmitir llamadas, mensajes, correos electrónicos. Este hombre nuevo se niega de raíz a contribuir a la contaminación del espacio con una cháchara idiota, como un insecto más en la telaraña. 
 
Las personas privilegiadas, como esta, son todavía escasas, ya que en ellas se realiza el mito platónico de la invisibilidad, un don de los dioses. Ya no hay playas desiertas ni existen parajes preservados. Todo el planeta ha sido conquistado y sometido a la red social. Es inútil buscar un lugar inaccesible donde refugiarse. La jodida telaraña lo envuelve todo, desde la gélida estratosfera hasta el íntimo sudor del petate y a través de la almohada penetra en el subconsciente desguarnecido de los humanos. 
 
Pero el individuo sin cobertura no tiene necesidad de huir, puesto que él es su propio refugio. El mito del hombre invisible, ese sortilegio que llenaba la imaginación de nuestra niñez, que te confería el poder de atravesar las paredes, de estar a la vez en todas y en ninguna parte, equivale a esa invisibilidad platónica que ostenta hoy el hombre sin cobertura. 
 
Se acerca el día en que lo más snob será que digan de ti: no ha llegado todavía, ya se ha marchado, no se le espera, no lo llames, nunca contesta, está y no está, no existe, esa es su naturaleza. ¿Qué ha hecho este individuo preclaro para merecer el privilegio de estar envuelto en una atmósfera intangible y ser absolutamente real?. Su móvil vibraba cada minuto reclamando más papilla. Ese aparato se había convertido en un testigo de sus miserias, en un delator al servicio de sus enemigos. 
 
 De pronto un día se sintió perseguido y acorralado en la red por una multitud de seguidores y amigos que trataban de devorarlo. 
 
Cortó por lo sano, arrojó el móvil a un pozo y comenzó a vivir por dentro como un hombre nuevo, no como un insecto capturado.
 
 
 

viernes, 22 de febrero de 2013

Edward Gorey un ilustrador hoy en el doodle de google





Me ha gustado mucho el doodle de hoy de google. Ya sabéis que "doodle" es una palabra inglesa que significa garabato. Google de vez en cuando para celebrar acontecimientos o aniversarios transforma su logo y lo hace más creativo versionándolo en función de lo que quiere celebrar.

De vez en cuando me gusta dedicar alguna que otra entrada a la labor de los ilustradores de libros.



En esta ocasión Google celebra el 88º aniversario del nacimiento de Edward Gorey, un dibujante bastante curioso e inquietante del siglo XX. Es reconocido por sus libros ilustrados de un tono macabro pero con cierto sentido del humor.

Nació en en Chicago el 22 de febrero de 1925. Fue a varias escuelas primarias locales entre 1944 y 1946, estuvo en el ejército en Dugway Proving Ground, en Utah y, más tarde, en Harvard, (de 1946 a 1950), donde estudió francés y compartió habitación con el futuro poeta Frank O'Hara.

Desde 1953 hasta 1960, Edward Gorey, vivió en Nueva York y trabajó para el Departamento de Arte de Doubleday Anchor, ilustrando portadas de libros, como por ejemplo: 'Drácula' de Bram Stoker, 'La guerra de los mundos' de H. G. Wells o el 'Libro de los gatos habilidosos del viejo Possum' de T. S. Eliot.

La influencia de Edward Gorey puede encontrarse en algunos artistas contemporáneos como Tim Burton, innegable deudor de la obra del estadounidense.


Os dejo con algunas de sus ilustraciones: