El pasado fin de semana se ha llevado a cabo en Madrid, en el
Círculo de Bellas Artes, el Festival Eñe de Literatura.
De este Festival ya os he hablado en este blog, cuando se llevó a cabo la primera edición. Durante dos días se suceden los eventos de muchos autores del momento en distintas estancias de este edificio. Se alternan las conferencias, con mesas redondas con debates, con conversaciones entre dos autores… Por supuesto no te interesan todas, pero siempre hay algunas a las que me apetece ir.
Esta vez pude asistir al diálogo entre Juan Cruz, uno de los periodistas más conocidos del ámbito cultural, con el escritor gallego Manuel Rivas.
Como coincidió con la muerte de Luis García Berlanga pues el diálogo comenzó con un pequeño homenaje a este director, en el que se leyeron algunas de sus frases más contundentes y conocidas.
Y después ya comenzó propiamente el diálogo. Habían sorteado quién comenzaba. Juan Cruz naturalmente había pedido Cruz. Así que Manuel Rivas le preguntó ¿Cómo fue tu primer miedo?
Juan Cruz con esa naturalidad que le caracteriza y esa jovialidad contestó que sus primeros miedos llegaron con los miembros de su casa. Hasta que no los contaba por la noche y verificada que estaban ya todos en casa no se aliviaba de ese miedo a la soledad. Cada dedo un alma, decía Manuel Rivas…
El miedo a ser abandonado tiene mucho que ver con la literatura, comentaron. Está presente y es muy común en los cuentos infantiles…
Pero ahora el efecto de la moneda se acabó dice Juan Cruz y me toca preguntar a mí, que quiero que hablemos de tu obra.
Lo primero que le viene a la cabeza es la imagen literaria con la que el escritor gallego expone el miedo en la Lengua de las Mariposas. Ese estupor en los ojos del Maestro. Rivas asiente, y dice que uno llega un momento en que se da cuenta de que todo en la vida está tejido con hilos invisibles.
Es cierto, como te pasa a ti con los cuervos. ¿Qué pasa con ellos? Le pregunta Juan Cruz.
Y entonces es cuando Manuel Rivas empieza a desgranar sus recuerdos con ese acento tan característico de Galicia, ese hablar parsimonioso, irónico y ameno que ya le había descubierto en otras ocasiones y que os dejo aquí para que lo podáis disfrutar vosotros mismos y os hagais una idea de cómo se iba desarrollando la conversación...
Fue muy agradable escucharles. Ambos eran muy amenos. Por supuesto, ya lo habéis oído, Rivas es mucho más lento hablando, se recrea más en cada palabra... Juan Cruz es más ágil, iba apostillando... Pero me gustaba escucharlos, era interesante, y de vez en cuando decían frases como las que ya os he subrayado tan especiales...
Manuel Rivas desgranaba recuerdos de su niñez. Y mientras hablaba de lo que él llama "la boca de la literatura". Le decía Juan Cruz que siempre andaba buscándola, y que claro a veces no estaba en los libros.
Y Manuel Rivas le dice que sí, que la primera vez que descubrió la boca de la literatura fue cuando su madre recitaba poemas cuando él era niño, poetas de autores gallegos. Entonces la boca de la literatura estaba en la boca de la vida. Coincidían... Otra vez que encontró esa fusión entre ambas fue la primera vez que escuchó leer a su hermana María (algo más mayor que él) por primera vez...
Era gracioso cuando hablaba de un profesor suyo que les hacía repetir la frase "Los pájaros de Guadalajara tienen la boca llena de trigo" para quitarles el acento gallego. Y decía Manuel Rivas que aquel profesor no sabía que ellos llevan el acento en los zapatos como decía Cesar Vallejo.
Despues aludió a sus visitas clandestinas a la biblioteca cuando ya era adolescente. Cuando descrubrió esa alegría orgánica que le transmitían las palabras. Porque se le alegraban los ojos, y la piel... al ir leyendo...
Para terminar nos recitó un poema. Uno que tenía que ver con el ser humano, con la vida, con el lenguaje. Decía que con los tres hacemos una masa y cuando esa masa fermenta con la imaginación ocurre algo, algo que no es ni más ni menos que la literatura.
En fin... Claro no puedo aquí copiaros cada frase que iba diciendo. Ni él ni Juan Cruz. Pero como podeis ver a Rivas en el discurso se le escapaba cada dos por tres el poeta que lleva dentro e iba intercalando en el discurso algunas frases, algunas imágenes muy bellas. A mí me gustaba mucho escucharle.
Sí. Daba gusto...