En los días iguales, cuando los vientos de las prisas y responsabilidades amenazan con descentrarte, cuando no hay sosiego en lo que te rodea y te abruma lo que te espera, eliges no salir. Eliges quedarte dentro de ti.
En los días iguales, cuando tus manos siguen tecleando y tus oídos escuchan y tu boca responde, pero eliges volver allí y mecerte de nuevo en uno de aquellos viejos columpios de la Plaza de la Montaña. ¿Te acuerdas? Había dos, uno enfrente del otro, ambos hechos de hierro y años, bajo los que se hacía un charco que había que saltar en los días lluviosos.
Cuando se estaba terminando de hacer la comida, corrías a montarte en uno de ellos y eras feliz columpiándote sola y tranquila, inventando, meciéndote, dejando que el viento te diera en la cara, te revolviera la coleta, mientras tus hermanos, siempre a la vista, jugaban al balón a unos metros de distancia.
Dentro sigue todo como lo recuerdas. Y sigues viviendo en aquel bloque de pisos delgado que sobresale sobre las casas. Sigues viviendo en un segundo sin ascensor en aquel portal que había mosquitos negros y poca luz. Tu casa sigue teniendo aquella ventanita que comunicaba el comedor con la cocina y aún huele a la canela y el limón de las rosquillas recién hechas.
Por la tarde seguro bajáis toda la calle dando un paseo hasta La Paradeta, y caerá alguna chuchería. Es fin de semana y en el cole de las monjas, por la tarde, hay película en el salón de actos.
No es fácil volver pasado el tiempo. Recorrer ese itinerario particular que recuerdas nítido, y que ahora, o ya no está, o es un poco diferente. En la Plaza de la Montaña ya no hay columpios y el Baulenas ya no existe, al “Ana M” Mogas” le quitaron jardines, y ya no puedes entrar en la primera biblioteca que recuerdas, de la calle Corró, la primera Cueva de Alí Babá.
Es agridulce volver. ¿Qué buscas? Si lo que querrías ya no puedes encontrarlo. Sin embargo, si estás cerca ¿cómo no ir a visitar a quién aprecias? ¿Cómo no volver en procesión a todos esos lugares donde aún te ríes? si dentro, muy dentro, sigues allí, y allí eres más tú que en ningún otro lugar.
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