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viernes, 3 de diciembre de 2021

Hasta siempre Almudena

 


 "La Historia inmortal es, a menudo, una historia de amor, y esta, la de dos mujeres que no pudieron amar al mismo hombre durante muchos años seguidos, que no tuvieron tiempo de hartarse de sus ronquidos, que no llegaron a repetir miles de veces las mismas preguntas inútiles, ¿pero que trabajo te cuesta dejar la toalla en el toallero en vez de tirarla en el suelo del baño, vamos a ver?, que no renegaron, que no amenazaron, que no se rindieron en medio de una bronca aburrida ya, de puro idéntica a tantas broncas anteriores, y que tampoco les vieron envejecer. No tuvieron tiempo de experimentar esa extraña ternura del cuerpo conocido que se va arruinando al ritmo de la ruina del propio cuerpo, ese cuerpo que siempre parece el mismo al abrazarlo en la cama, por las noches, pero que no lo es, porque ha cambiado, y su perfil es distinto al de antes, es distinta la textura de la piel, la progresiva blandura de la carne, el volumen que ocupa entre las sábanas, y sin embargo sigue siendo el mismo, porque conserva la memoria de la cintura fina, las caderas redondas, las piernas esbeltas, el vientre liso, los pechos firmes que el propio cuerpo también ha ido perdiendo sin darse cuenta..."

 Ines y la alegría. Almudena Grandes

 

Esta entrada no me va a salir bien. 

Pienso cuando siento que me gustaría escribirla. 

Esta entrada no me va a salir bien. 

Me repito como un mantra que acobarda y retrasa que me ponga a ello. 

Esta entrada no me va a salir bien. 

No, no me va a salir... 

No puede salir bien una entrada del blog en la que escriba sobre Almudena Grandes, sobre lo que ha supuesto su forma de escribir, su literatura, sus libros, en mi vida. Sea como sea, será una entrada escasa, incompleta, regulera...y triste.

Aún así... debo escribirla. 

 

Por esa filita de libros de papel, que con su nombre tatuado en el lomo, languidecen mustios y me piden silenciosos que la escriba; por la otra fila, la invisible, la de sus últimos libros, los digitales, que no me perdonarían si no la escribiera.

Por ti Almudena.

Por todos los buenos momentos que me regalaste como lectora. Por tanto cómo me enseñaste a escribir. Por tus historias, por tu forma de diseccionar los sentimientos, de contar.

Por todos esos personajes que inventaste y que, mientras me los presentabas y yo descubría, parecían estar sentados en mi salón, o trajinando en mi cocina, de lo reales que los sentía. 

Por Malena, por Ana de "Atlas de geografía humana", por Juan de "Los aires difíciles", por "Alvaro" de "El corazón helado". Cuánto me hubiera gustado conocerles de verdad. 

Y por Inés, por Germán, por El Portugués, por todos y cada uno de esos entrañables personajes que entrelazaste en tu saga, y volvieron mi corazón del revés. 

 Por ti.

 

Y por esta entrada que salió escasa, incompleta, regulera y, definitivamente, triste.

 

"—Mamá.
La piel de su rostro, tan fina y arrugada como la de mis zapatillas favoritas, me impresionó menos que su melena desaparecida, el pelo ralo y canoso, corto, que transparentaba ahora el contorno de su cráneo. Pero nada me preocupó más que el volumen que había perdido su cuerpo, la desconocida, huesuda delicadeza de los brazos que me rodeaban, la crueldad del aire que rellenaba el contorno de su cintura, el grito de sus costillas, visibles sobre la ausente redondez de sus caderas. Y sin embargo era ella, seguía siendo ella y estaba allí. Era mi madre y la llamé muchas veces, mamá, mamá, mamá, sólo por escucharme decir esa palabra, por pronunciar dos sílabas idénticas que muchas veces había temido no volver a pronunciar jamás.
—¡Ay, Germán! —musitó mi nombre mientras me abrazaba, y separó su cabeza de la mía para mirarme con una sonrisa abierta, las mejillas empapadas en llanto—. Germán, hijo mío, no sabes cómo me alegro… Ahora ya no me importaría morirme, de verdad te lo digo —y me besó muchas veces en los mofletes, haciendo ruido, como cuando era pequeño—. ¡Ay, cariño! Pero qué bien estás, y qué mayor, si eras un crío cuando… —me tocaba la cara, el cuello, los hombros, como si no pudiera verlos, y se echó a reír, y dejó de llorar—. No me puedo creer que estés aquí, aunque la verdad es que no entiendo…
—tiró suavemente de mí para meterme en el recibidor y, aunque cerró la puerta, su voz descendió en un segundo, como un animal bien domesticado, hasta el volumen de un susurro—. Con lo bien que estabas en Suiza, sigo pensando que no deberías haber vuelto."
 
La Madre de Frankenstein. Almudena Grandes

 

Enlace a las entradas de mi blog de Almudena Grandes:

 http://rociodiazgomez.blogspot.com/search?q=almudena+grandes

 

miércoles, 8 de abril de 2020

"La madre de Frankenstein" de Almudena Grandes


Dice mi blog que ya está bien, que me ponga inmediatamente con las reseñas de los libros que he leído. Bueno me lo ha dicho en mayúsculas, así que supongo que más que decirlo, me lo ha gritado. Que barriobajero se puede llegar a poner, si supierais...

Pero es cierto que tenía un pelín abandonada esta sección. Así que, aunque se podía haber ahorrado las mayúsculas, le voy a hacer caso. 

El asombro (1954)

Cuando el taxi se detuvo ante el portal de Gaztambide 21, sentí que me faltaba el aire. El resto de los síntomas se manifestó muy deprisa, antes de que tuviera tiempo para autodiagnosticarme una dolencia que habría reconocido a tiempo en cualquier otro paciente.
—¿Le pasa algo, señor? —el taxista se volvió a mirarme con el ceño fruncido—. Se ha puesto usted muy blanco. ¿Quiere que le lleve a la Casa de Socorro?
—No, gracias —me esforcé por ralentizar el ritmo de mi respiración aunque sabía que la opresión en el pecho aumentaría—. ¿Cuánto le debo? —así aprendí que al controlar la hiperventilación también se disparaba la frecuencia de las palpitaciones cardíacas.


Así comienza el libro que, hace tres libros y valga la redundancia, me terminé: "La madre de Frankenstein". Que ya sé que lo sabéis, pero he decir que es de Almudena Grandes.

 Es el título que tocaba de la serie "Episidios de una Guerra Interminable". Ya nos leímos "Inés y la alegría", donde estuvimos en el Pirineo de Lerida, después nos fuimos a un cuartel de la Guardia Civil de Jaen con "El lector de Julio Verne". De ahí nos vinimos a Madrid para "Las tres bodas de Manolita" y saltando entre Madrid y Buenos Aires estuvimos con "Los pacientes del doctor García". A mí blog y a mí nos han gustado mucho todos. Cada uno con su historia y sus personajes pero los hemos disfrutado mucho, y eso que esta serie de alegre no tiene mucho. Pero... ya nos hemos encariñado con ella, con esos personajes que esperamos que aparezcan en alguno de los siguientes libros y sobre todo con la forma de narrar de Almudena Grandes con esas descripciones minuciosas con las que transmite tanto.

Bueno, pues le tocaba el turno a "La madre de Frankenstein" donde hemos estado a unos kilómetros de Madrid, en Ciempozuelos. Más concretamente en el psiquiatrico o manicomio de Ciempozuelos. Aunque también nos contará unos años en Suiza. Eso en lo que se refiere a las coordenadas locales.
En cuanto a las coordenadas temporales, como no podía ser de otra forma, hemos avanzado en el tiempo con respecto a las novelas anteriores, y ya estamos situados en los años 50. Más concretamente se va a centrar en el binomio de años comprendido entre el año 1954 y 1956, pero la trama retrocederá hasta los años de la guerra civil, y después saltará hasta el año 1979. Comprende un período extenso de años, eso le da mucha profundidad a la historia y sobre todo mucha agilidad a la narración cuando avanza y retrocede.

Es una historia que se va a desarrollar en torno a la figura de la famosa Aurora Rodríguez. Señora muy culta de su tiempo, idealista, feminista, que se obsesionó con tener a la hija perfecta en la figura de Hildegart. Pero como pasado un tiempo ya no se lo parecía tanto, y se creía dueña de su obra, asesinó de cuatro tiros a su hija cuando a punto de cumplir los 18 ésta le anunció que se iba a marchar de casa. Tremendo sí. Y tranquilos, que no os estoy descubriendo nada porque es un episodio muy conocido de aquel tiempo y desde el que parte la novela.

Los protagonistas de la historia son Germán Velázquez, un psiquiatra, que conoce a Aurora Rodríguez de niño, y la vuelve a encontrar en ese manicomio al cabo de los años cuando vuelve a España para trabajar en Ciempozuelos donde está recluída. Y María Castejón, huerfana y cuidadora de Aurora. Son personajes fascinantes tan bien perfilados que se vuelven reales y te los crees totalmente. Ya sabemos de la maestría de la autora a la hora de crear sus personajes. Siempre en sus libros destacan. Luego el triangulo protagonista de esta novela serían Germán, María y la misma Aurora que orbita entre ellos.
Y si hablamos de personajes tenemos que decir que tropezaremos con algunos muy conocidos y reales de aquella época como son los psiquiatras Antonio Vallejo Nájera, militar y catedrático y Juan José López Ibor, uno de los médicos más radicales y famosos por algunas de sus técnicas para "curar" la homosexualidad. Y por supuesto nos reencontramos con alegría con otros que ya habían aparecido en otras obras de la serie, como Pepe el Portugués de El lector de Julio Verne, o Rita de "Las tres bodas de Manolita" y alguno que otro más. 

"—Mamá.
La piel de su rostro, tan fina y arrugada como la de mis zapatillas favoritas, me impresionó menos que su melena desaparecida, el pelo ralo y canoso, corto, que transparentaba ahora el contorno de su cráneo. Pero nada me preocupó más que el volumen que había perdido su cuerpo, la desconocida, huesuda delicadeza de los brazos que me rodeaban, la crueldad del aire que rellenaba el contorno de su cintura, el grito de sus costillas, visibles sobre la ausente redondez de sus caderas. Y sin embargo era ella, seguía siendo ella y estaba allí. Era mi madre y la llamé muchas veces, mamá, mamá, mamá, sólo por escucharme decir esa palabra, por pronunciar dos sílabas idénticas que muchas veces había temido no volver a pronunciar jamás.
—¡Ay, Germán! —musitó mi nombre mientras me abrazaba, y separó su cabeza de la mía para mirarme con una sonrisa abierta, las mejillas empapadas en llanto—. Germán, hijo mío, no sabes cómo me alegro… Ahora ya no me importaría morirme, de verdad te lo digo —y me besó muchas veces en los mofletes, haciendo ruido, como cuando era pequeño—. ¡Ay, cariño! Pero qué bien estás, y qué mayor, si eras un crío cuando… —me tocaba la cara, el cuello, los hombros, como si no pudiera verlos, y se echó a reír, y dejó de llorar—. No me puedo creer que estés aquí, aunque la verdad es que no entiendo…
—tiró suavemente de mí para meterme en el recibidor y, aunque cerró la puerta, su voz descendió en un segundo, como un animal bien domesticado, hasta el volumen de un susurro—. Con lo bien que estabas en Suiza, sigo pensando que no deberías haber vuelto."


Tengo que decir que lo que menos me ha gustado de esta obra ha sido el final. Me ha resultado un poco atropellado el ritmo en las últimas páginas. Y además me hubiera gustado que terminara de otra forma. Pero bueno, no es que esté mal escrito, por supuesto, sino que yo quería otro destino para los protagonistas. En fin, no siempre los finales nos tienen que gustar.

En cualquier caso, es una novela muy recomendable, como todas las de Almudena Grandes. Yo la he disfrutado tanto como las anteriores, porque es muy emotiva. Está impecablemente escrita, en primera persona pero contada por distintos narradores, un multiperspectivismo que resulta muy esclarecedor y ahonda en el perfil psicológico del personaje que lo cuenta. Ya he resaltado sus descripciones minuciosas, el diseccionamiento que logra la escritora de los sentimientos. También hay que resaltar ese humor que palpita bajo el ambiente gris que quiere trasmitir. La ironía que subyace en muchas escenas. En conjunto tiene la virtud de trasladarte totalmente a aquel ambiente de los años 50 en Madrid y su provincia, que no debía ser la verdad ni muy alegre ni muy espontáneo. Y al mismo tiempo logra que te enamores de sus personajes, que vivas con ellos todo el tiempo que dura la lectura de la novela y a los que ya estás echando de menos cuando en las últimas páginas ves que los vas a perder de vista. Lo bueno de esta autora es que puede volver a traer a alguno de ellos en la próxima que ya estamos esperando.


#Almudena Grandes
#Novela

lunes, 12 de febrero de 2018

"Los pacientes del doctor García" de Almudena Grandes





Terminé de leer “Los pacientes del Doctor García” de Almudena Grandes, con la sensación de haber estado fuera de mi vida mucho tiempo. Porque además de tener muchas páginas, me ha tenido muy atrapada con los avatares de esa época de la guerra civil y la postguerra.

Para lo que me duran a mí las novelas, ésta me ha durado más de lo normal. Pero yo disfruto mucho con la forma de escribir de esta autora.

Esta es la cuarta entrega de esos “Episodios Nacionales” que ella se ha propuesto escribir, que comenzaron con “Inés y la alegría”. Me los leo todos porque me gusta su forma de escribir densa, con esas frases de aliento largo llenas de imágenes que duelen y porque creo que sus novelas están bien documentadas, independientemente de su posicionamiento claro al respecto.

El argumento nos cuenta como se entrecruzan las vidas de dos hombres que llegarán a ser muy buenos amigos, el doctor Guillermo García Medina y el diplomático republicano Manuel Arroyo Benítez a quién el primero le salvó la vida en el año 1937. Tras la victoria de los nacionales, El doctor García tiene que cambiar de identidad, gracias a la que le consigue Manuel Arroyo que está en el exilio. Pasan los años, y mediados los años 40 ambos se ven envueltos en la red de evasión de criminales de guerra y prófugos del Tercer Reich, que desde Madrid dirige Clara Stauffer. Paralelamente iremos conociendo la vida de Adrián Gallardo Ortega, boxeador profesional que terminará alistándose en la División Azul.

Os lo he resumido mucho para ser tantísimas páginas. Pero yo prefiero siempre que no me cuenten mucho de las novelas. Cómo veréis está ambientada en un largo período de años, desde antes de la guerra civil española hasta los años setenta. Y está ambientada en España, Alemania y Argentina.

Es una novela muy ambiciosa, muy bien documentada, donde los personajes reales se entrecruzan con los ficticios para contarnos esas décadas fascinantes de nuestra historia.

Los personajes de esta autora siempre están muy bien perfilados, y consigue que esté deseando saber de ellos. En este caso también me ha ocurrido con los dos protagonistas. Estaba deseando saber que era de sus vidas, y no podía dejar de leer. Ese es un mérito que siempre le otorgo a esta escritora, cómo inventa esos personajes por los que logra que sientas una natural empatía. También ha sido muy instructivo profundizar en algunas personas reales de ese momento, como Clara Stauffer o Negrín. O en algunos episodios como por ejemplo lo del banco de sangre, que me llamó mucha la atención, o lo de las colonias de nazis en Cercedilla. Pero volviendo a sus personajes, creo que es de lo mejor de Almudena Grandes, esos personajes que parecen de carne y hueso, a quiénes no puedes evitar casi odiar o querer, porque duelen. Son de lectura muy agradable también, esos guiños a los lectores que hemos leído las demás novelas de esta saga cuando de pronto te encuentras con personajes de las demás, entrelazándose las historias. Aquí hablan, por ejemplo, de Manolita o de Pepe el Portugués.

Es una novela que toca muchísimos acontecimientos históricos trascendentes en nuestra historia: Nuestra guerra civil con sus bombardeos y su racionamiento, el franquismo, Pilar Primo de Rivera y la sección femenina de la Falange; las acciones de los republicanos en el exilio, la red de evasión de los criminales de la segunda guerra mundial a través de España, las colonias de nazis en Cercedilla, la II Guerra Mundial, el nazismo, los campos de concentración, la batalla de Stalingrado, la División Azul, Los aliados, la vía diplomática de los republicanos para conseguir la atención de estos aliados… por citar algunos porque son muchísimos y todos muy interesantes.

Confieso que quizá el abordar un período tan largo de nuestra historia y tan rico en detalles, ha dado lugar a que en ocasiones esta novela se me haya hecho un poco larga. Me atrevería a afirmar de hecho que quizá le sobren algunas páginas. En la historia del boxeador Adrián que necesitábamos conocerla por lo que ocurre más adelante, se podría haber detallado menos para que el resto fuera más ágil. No es una novela fácil de leer, partiendo ya del hecho de que algunos personajes tienen hasta tres o cuatro identidades distintas.

Pero para mí ha merecido la pena el esfuerzo. Creo que hay que subrayar el trabajo de la autora de documentación para ambientar sus historias. Hay mucho recorrido previo detrás de cada una de ellas. Y si haces una lectura profunda y pausada, con atención, pues no te terminas perdiendo, cosa que podría ocurrir si lees a la ligera. Es una novela profunda con una trama principal pero muchas subtramas que enriquecen la historia sí, pero también la bifurcan y la hacen más compleja.

En fin, que en cuánto saque esta escritora el quinto libro de la saga pues ahí me tenéis leyéndolo para saber qué ha sido de la vida de un montón de personajes.

 

miércoles, 25 de octubre de 2017

"Las tres bodas de Manolita" de Almudena Grandes







"En los buenos tiempos, las jovencitas se casan por amor. En los malos, muchas lo hacen por interés. Yo me casé con un preso en los peores, por dos multicopistas que nadie sabía poner en marcha. Tenía dieciocho años, y hasta que a mi hermano se le ocurrió complicarme la vida, ni siquiera sabía que existieran máquinas con ese nombre.
—¿Pero tú estás tonto, o qué? —le interrumpí a voz en grito—. ¡Sí, hombre, como si no tuviera yo ya bastantes...!
Problemas, iba a decir, pero Toñito se levantó de un salto para sujetarme la cabeza con una mano mientras me tapaba la boca con la otra.
—¡Que no chilles! —susurró, con tanta violencia como si pudiera triturar cada sílaba entre los dientes—. ¿Tienes una idea de la cantidad de policías que puede haber ahí abajo? —asentí con la cabeza, los ojos cerrados, y me fue soltando muy despacio—.
Tú sí que estás tonta, Manolita. "

 


Tenía pendiente escribir la reseña de la última novela que he terminado. Y resulta que casi tengo ya que hacer la siguiente, así que voy a ello rápidamente.

“Las tres bodas de Manolita” de Almudena Grandes me ha parecido una novela absolutamente recomendable.

Forma parte de esa saga que la autora está escribiendo sobre la guerra civil, “Episodios de una guerra interminable” que nos recuerda, salvando todas las distancias, a los “Episodios Nacionales” de Galdós. Los dos libros anteriores también están reseñados en el blog. Cuando vi que Almudena Grandes ya iba a sacar el cuarto, me apresuré a leer el tercero que todavía lo tenía por leer.

Lo cierto es que ha superado mis expectativas para bien. Cada una que leo me parece más entretenida e intensa que la anterior.

El argumento os lo resumo en tres líneas: Manolita, una joven de dieciocho años, recién terminada nuestra guerra civil tiene a su padre y su madrastra encarcelados, mientras que su hermano mayor, Antonio, está escondido en un tablao flamenco, por lo que tiene que hacerse cargo de su hermana Isabel y de otros tres más pequeños. A Antonio se le ocurrirá una manera desesperada de prolongar la resistencia en los años más terribles de la represión: utilizar unas multicopistas que nadie sabe poner en marcha para la propaganda clandestina. Y querrá que sea su hermana Manolita, la señorita “Conmigo No Contéis”, quien visite a un preso que puede darles la clave de su funcionamiento. Poco puede imaginar Manolita lo importante que llegará a ser este preso en su vida.

El tema de esta novela es la pobreza y la tristeza que se respiraba recién terminada la guerra civil española. Las desigualdades y  la lucha por la supervivencia. La resistencia antifranquista y el abuso de poder. Las ganas de vivir y la solidaridad. Aunque hay que reseñar que lo más triste es el tema del abuso sobre los niños. El tema es la posguerra española desde el punto de vista de los perdedores. Pero tampoco trata en ningún momento de ser una novela objetiva sobre aquel tiempo.

 No todo es ficción en esta novela. La autora lo ha dicho ya en múltiples ocasiones. También lo dice al final de la novela donde nos dice que existió de verdad uno de sus personajes: Isabel Perales. A quién conoció porque se acercó a ella en una ocasión para contarle su historia. Isabel Perales es la hermana pequeña de Manolita que sufre abusos por parte de algunas monjas en el colegio donde estuvo internada en Bilbao. Por otra parte muchas escenas están también sacadas de la realidad, como también otro de los personajes. Todo lo cuenta al final de la novela la autora.  

 Doscientas pesetas, un kilo de pasteles y un cartón de tabaco por cada pareja, todo multiplicado por dos, porque si no había padrinos, no había boda. Era muy caro, pero desde hacía unos meses, por cuatrocientas pesetas, dos kilos de pasteles y dos cartones de tabaco, dos mujeres podían comprar una hora a solas para encontrarse con dos presos de Porlier. Aquel negocio, que estaba haciendo rico al capellán de la cárcel y a los funcionarios conchabados con él, era un puro invento, una fachada que no comprometía a nada. No hacía falta aportar papeles, no se celebraba ninguna ceremonia y no quedaba constancia alguna de aquellos simulacros de matrimonio.» (Página 241)


Como os decía está ambientada en los años cuarenta en adelante y en la ciudad de Madrid. No es lineal, sino que hay muchos saltos en el tiempo, tanto para contar la vida de cada uno de los personajes (su pasado, su presente) como la de la propia Manolita que sí linealmente avanzará según va transcurriendo la novela.

Es una novela coral. Tenemos muchos personajes, a cual más rico y poliédrico. Tengo que rendirme siempre ante los personajes de Almudena Grandes. Qué vidas inventa… absolutamente atractivas. Además hace un análisis de cada personaje tan exhaustivo, sobre todo en su interior, que te permite conocerlos tanto que podrías tanto enamorarte de alguno de ellos como aborrecerlo intensamente. Entre mis preferidos de esta novela estarían Palmera o Eladia.

Eso es parte del estilo de esta autora, ese acierto en su forma de contar que trasmite tanto. A mí es una de las características de su escritura que más atractivas me resultan: ese poder que tiene para partir de la emoción y trascenderla hasta tal punto que tú percibes esa emoción. Los personajes de Almudena Grandes duelen. Y su forma de contar diseccionando los sentimientos hace que vuelva a ella cada vez que publica una nueva novela.

Por otra parte hay que reseñar que en este libro la autora hace un homenaje al libro de Robinson Crusoe. Recordareis que en la segunda entrega de esta saga “El lector de Julio Verne”, se aludía a este autor. Aquí en cambio incide sobre Robinson cuando llega a la época de Cuelgamuros, o lo que ahora conocemos como el Valle de los Caídos donde muchos presos redimieron condena trabajando.

A mí me parece que esta novela, que no creo que sea una más sobre las consecuencias de la guerra civil, es absolutamente recomendable. Porque a pesar de contar tanta desgracia y penuria, no es una novela triste. La autora quiere contar, quiere partir de algunos datos y personas reales para escribir ficción y contar muchas cosas que se han callado. La autora habla de nuestra guerra civil, pero lo que en esa se cuenta podríamos extrapolarlo a cualquier otra guerra civil de otro país. Cómo perviven más allá de la paz años y años, porque es una guerra entre personas, entre amigos, que ya se conocían de antes de la contienda. Y parece mentira cómo eso las hace aún más sangrientas y dolorosas.

Y desde luego la forma de contar de Almudena Grandes yo la recomiendo siempre, porque sus novelas además de estar bien escritas con un lenguaje elaborado y muy rico, siempre emocionan.

"...con el tiempo comprendí que la alegría era un arma superior al odio, las sonrisas más útiles, más feroces que los gestos de rabia y desaliento."

martes, 16 de febrero de 2016

"Los besos en el pan" de Almudena Grandes


"Por lo demás, en septiembre empieza el curso, en diciembre llega la Navidad, en abril brotan las plantes, en verano el calor, y entretanto pasa la vida.
Vengan conmigo a verla. ..."



Ayer terminé de leer "Los besos en el pan" de Almudena Grandes. 

Para empezar diré que yo me leo todos los libros de Almudena Grandes, me gusta mucho la forma de narrar de esta autora. Su forma de diseccionar los sentimientos, de plasmar a sus personajes. 

En este caso tengo que decir que no es la novela suya que más me ha gustado, pero sí que es cierto que me ha parecido muy entretenida y la he leído con gusto.

En ésta ocasión la autora ha cambiado su forma de enfocar la historia en varios puntos. Por primera vez no hay un solo protagonista sino que hay un conjunto de ellos. Es una novela coral, donde los protagonistas son vecinos de un mismo barrio. 

El tema de la novela es la crisis actual, y cómo ha incidido en las distintas personas. La crisis se muestra en la burbuja inmobiliaria, la caída de la construcción, las estafas bancarias, el desmantelamiento de la sanidad, las "mareas", el hambre infantil...

La novela se estructura en tres partes: Antes, Ahora y Después. La primera parte la de "Antes" es un prólogo. Los personajes aparecen en la segunda parte. Y la tercera parte es un año después que la segunda.

Los personajes son muchos. Aunque algunos tienen un poquito más de protagonismo que otros, pero son bastantes. Al principio cuesta un poco identificarlos, pero enseguida te haces con ellos. Son personajes cómo decíamos de un mismo barrio, aunque de tres generaciones diferentes, lo que aporta mucha frescura a la narración y agilidad con el cambio de tantas voces contando y sus diferentes puntos de vista. Hay más personajes femeninos y pertenecen tanto a la clase media como a la popular. En realidad cada uno encarna un rol de los que se ayuda para abordar los distintos subtemas de la crisis. 

A mí los personajes de Almudena Grandes siempre me han gustado mucho, siempre me han parecido muy creíbles, muy naturales, muy bien perfilados. En esta ocasión, sin embargo, hay algunos de ellos que me parecen demasiado estereotipados, demasiado acordes con las ideas políticas de la autora, como es el caso de la abuela de Luna, que no me parece muy creíble, la verdad; o quizás el de la compradora compulsiva. Pero también es verdad que son los menos. Quizás peque la autora de que sean demasiados buenos la mayoría. Aunque lo mejor es que también he encontrado esos personajes suyos que me encantan, sentimentales, profundos, casi humanos: Como Pepe, la prima Andrea, la abuela Adela, el chico que multiplicaba decimales, la peluquera Amalia... Algunos de éstos me gustan mucho. Aunque claro al ser muchos, no les conocemos tan bien como en otras novelas.

El ritmo de la narración es ágil, como os comentaba, con tanto cambio de personaje que lleva aparejada su propia historia. Ello imprime ritmo, y hace la lectura entretenida y amena.

La novela tiene forma de puzzle, y cada persona es una pieza que va buscando su lugar. Eso me gusta mucho. Es un crisol. 

Está ambientada totalmente en la actualidad, el aquí y el ahora, el Madrid de hace un par de años en cualquier barrio, aunque en este caso está concretado en la zona de Malasaña, Tribunal. Y eso está muy logrado, muy bien ambientada: tenemos la peluquería, el bar, el consultorio médico, los bloques de casas, el cole... Y cronológicamente dura un año.

El título de esta novela creo que es un acierto. A todos nos lleva a otros años, a aquellos en los que "se besaba el pan". Qué gesto tan evocador, tan profundo, con tanto significado. Aunque a las generaciones actuales no les diga mucho. De hecho la dedicatoria de este libro es:

"A mis hijos
que nunca han besado el pan"

En conclusión, yo siempre recomiendo leer a Almudena Grandes. Aunque esta novela no me ha gustado tanto como otras, literariamente me parece que está escrita cómo más deprisa, en mi opinión la autora es desde luego una de nuestras mejores narradoras. También en esta novela su prosa tiene párrafos tan logrados como siempre y algunos de sus personajes, salvo algunos que he comentado, "están vivos" y son de nuevo entrañables. Es entretenida.



jueves, 30 de agosto de 2012

"El lector de Julio Verne" de Almudena Grandes



     "-Mercedes -mi padre estaba muy despierto.
       - Qué -ella le respondió sin embargo con una voz pastosa, rescatada del sueño.
       -Me preocupa Nino -y a partir de ese momento, ni ellos ni yo, que estaba al otro lado de la pared, pudimos dormir.
     - ¿Nino? ¿Por qué? Don Eusebio dice que va muy bien en la escuela.
     - No, si el chico listo sí es, muy despejado, eso ya lo sé. Pero crece muy poco.
     - Ya crecerá más.
     - O no. Y lo que me da miedo... Si sigue así, no va a dar la talla, Mercedes. Y si no da la talla, no va a poder entrar en el Cuerpo."

Y Nino es el protagonista del último libro que terminé de leer: "El lector de Julio Verne". Y resulta que ya me estoy terminando otro y no os había hablado de él.

Me encantó. Me gustó mucho. Me dio mucha pena que se terminara y yo no pudiera saber más de Nino, ni de Pepe el Portugués, ni de todos esos personajes que viven entre esas páginas.

El argumento: Nino, hijo de guardia civil, tiene nueve años, vive en la casa cuartel de un pueblo de la Sierra Sur de Jaén, y estamos en el verano de 1947. Un verano que le cambió la vida. Ha llegado al pueblo Pepe el Portugués, un forastero misterioso, que acaba de instalarse en un molino algo alejado del pueblo. Y Nino es hijo de guardia civil, pero a medida que se convierte en su amigo, que comparten la pesca y las conversaciones, deseará que su vida de adulto se parezca más a la de Pepe el Portugués que a la de su padre. Ese padre que quiere que aprenda mecanografía y acaba haciéndolo en el cortijo de las Rubias, donde una familia de mujeres solas, viudas y huérfanas, resiste en la frontera entre el monte y el llano. Y donde también leerá a Julio Verne...

El tema de la novela es la guerra que no termina, la represión, el valor de los que luchan por su ideales. Pero también es un homenaje a la literatura, que está por encima del momento en que se vive, de la realidad, que te permite volar. 

Está ambientada en España, en la Sierra Sur de Jaén y es en el tiempo de los maquis, de Cencerro, de una guerra que se supone que había terminado pero sigue estando.

“En los malos tiempos, los niños crecen de prisa. Los de mi infancia fueron los peores, y a los nueve años yo ya tenía muy claro que no quería ser guardia civil, y no quería volver a viajar esposado, que no quería vivir en una casa cuartel, que no quería darle miedo a la gente, ni saber que escupían al suelo en cuanto te daban la espalda, ni que hicieran la pelota al alguacil, ni…”. 


¿Y de dónde surge la novela? Almudena Grandes lo cuenta y da las claves en las primeras páginas del libro: "En un viaje de 2004 mi amigo Cristino Pérez Meléndez, hijo de guardia civil, me contó una historia de su infancia en la que yo vi inmediatamente una novela. El lector de Julio Verne es esa novela, la novela de Cristino, que aquella noche me habló de los que se echaron al monte y de Cencerro, de su valor, de su arrogancia, de la leyenda de los billetes firmados y de su muerte heroica en la Sierra Sur de Jaén, y me contó cómo era la vida del hijo de un guardia civil en una casa cuartel como la de Fuensanta de Martos, donde las paredes no sabían guardar secretos y los gritos de los detenidos llegaban hasta las camas de los niños, igual que llegó hasta sus oídos, una noche, la preocupación de su padre por un hijo tan bajito que no iba a dar la talla de mayor, y al que por eso obligó a aprender a escribir a máquina".

A mí me ha gustado mucho, la verdad. Siempre me gustan los libros de Almudena Grandes porque me gusta mucho su estilo de escritura, con esas frases largas, con un lenguaje muy cuidado, casi poético a veces. Creo que se nota, libro a libro, cómo ha ido mejorando en su forma de escribir. Me gustan sus historias largas, más que sus artículos. Y esta historia, me gusta además, por lo que tiene de amor a los libros y a la literatura. Yo también leí cuando tenía más o menos los años de Nino, esos libros de clásicos juveniles donde estaban todos los de Julio Verne, y tantos otros.

Además Almudena Grandes, en su forma de contar, es especialista en diseccionar los sentimientos. Sabe crear personajes que parecen de carne y hueso. Que palpitan, que los sientes. Están siempre muy bien perfilados. Quizás en este caso se le podría decir que Nino parece muy maduro para tener solo nueve años. Pero a mí tampoco me importa eso demasiado. También creo que no es igual un niño de nueve años en el año 1947, un niño de posguerra, que a la fuerza tendría que madurar más rápido, que un niño de nueve años de la actualidad.

Este libro de Almudena Grandes es el segundo volumen del ambicioso proyecto de la escritora, bajo el título genérico de Episodios de una guerra interminable, una especie de Episodios Nacionales inspirados en los de su admirado Benito Pérez Galdós, sobre los capítulos menos conocidos de la guerra civil española.

En fin, que yo os recomiendo mucho esta novela.

Os dejo también un enlace con el programa cultural El ojo crítico, de Radio Nacional de España hablando de ello:


lunes, 16 de julio de 2012

"Inés y la alegría" de Almudena Grandes


"La Historia inmortal es, a menudo, una historia de amor, y esta, la de dos mujeres que no pudieron amar al mismo hombre durante muchos años seguidos, que no tuvieron tiempo de hartarse de sus ronquidos, que no llegaron a repetir miles de veces las mismas preguntas inútiles, ¿pero que trabajo te cuesta dejar la toalla en el toallero en vez de tirarla en el suelo del baño, vamos a ver?, que no renegaron, que no amenazaron, que no se rindieron en medio de una bronca aburrida ya, de puro idéntica a tantas broncas anteriores, y que tampoco les vieron envejecer. No tuvieron tiempo de experimentar esa extraña ternura del cuerpo conocido que se va arruinando al ritmo de la ruina del propio cuerpo, ese cuerpo que siempre parece el mismo al abrazarlo en la cama, por las noches, pero que no lo es, porque ha cambiado, y su perfil es distinto al de antes, es distinta la textura de la piel, la progresiva blandura de la carne, el volumen que ocupa entre las sábanas, y sin embargo sigue siendo el mismo, porque conserva la memoria de la cintura fina, las caderas redondas, las piernas esbeltas, el vientre liso, los pechos firmes que el propio cuerpo también ha ido perdiendo sin darse cuenta..."


Este fin de semana terminé de leer "Inés y la alegría", la última novela de Almudena Grandes, y me ha gustado mucho.

Comentaba el otro día con una amiga que la forma de escribir de esta autora es de distancias largas, escribir para novelas. Nos gusta más en ellas que en sus artículos.

Desde luego a mí esta me parece que está muy bien construída. Un novelón como los de antes.
La autora ha dicho muchas veces que es la primera novela de un conjunto de seis en total, a la manera de la literatura de Galdós, a quién admira. Un proyecto de largo aliento.

En este caso el argumento que aborda es la muy poco conocida historia de la invasión del Valle de Arán, en un intento de reconquistar España por la UNE, ejército compuesto por republicanos que habían luchado en Francia contra los alemanes.Monzón, convertido en el hombre fuerte del Partido Comunista, está convencido de que, tras el desembarco aliado y la retirada alemana, es posible establecer un gobierno republicano en Viella. Cuenta para ello con el factor sorpresa por un lado y con el convencimiento de que serán apoyados por la población civil cuando la Unión Nacional Española vaya reconquistando el territorio. Con el fin de evitar una respuesta concentrada del ejército franquista, la invasión se inicia desde tres puntos diferentes en la madrugada del 19 de octubre de 1944.

El libro es también la historia de amor de una mujer de familia conservadora que se une al ejército de guerrilleros españoles, montada sobre un caballo y provista de cinco kilos de rosquillas.

En la novela hay tres narradores. Uno omnisciente, que es la visión de la propia autora sobre este episodio histórico, su interpretación de aquellos hechos. Y dos narradores ficticios en primera persona: Inés y Galán.

De este modo la historia real se va entremezclando con la ficticia de estos personajes.

La linealidad se rompe constantemente, el argumento va hacia adelante y hacia atrás. Otorgando a la narración un ritmo ágil.

Hay muchos más personajes claro, además de Inés y Galán, los protagonistas. Y todos están muy bien perfilados, muy conseguidos, muy creíbles. Personajes, que más tarde o más temprano vuelven a salir a lo largo de la historia, que abarca treinta y tantos años.

A mi me ha gustado mucho, como todas las últimas de Almudena Grandes, aunque reconozco que me interesaba más el plano ficticio que el histórico. Aunque también es cierto que éste último me ha interesado porque yo desconocía este episodio histórico. Pero la novela me resultaba mucho más entretenida cuando los narradores eran los personajes ficticios. Setecientas y pico páginas que me he leído casi de un tirón.

Me gusta mucho la forma de escribir de esta autora, disfruto mucho mientras la leo y advierto su dominio del lenguaje, su oficio en la escritura: todas las repiticiones que hace al narrar nos devuelve una prosa, en ocasiones, bastante poética. Gusta leerla, no solo por lo que te está contando, sino por cómo te lo cuenta, con esa prosa tan cuidada. Ves a los personajes, hueles todos los ingredientes de esas comidas que hace la protagonista cocinera, sientes lo que están sintiendo. Son cercanos esos personajes, palpables casi.

"—Pero, tú, ¿qué es lo que quieres, aceite? Pues te vas a hartar, hija mía, porque, mira... En Fuensanta de Martos no tendremos otra cosa, ¿sabes?, pero lo que son olivas... Para aburrirse de verlas, no te digo más.
Aquella misma noche, escribió una carta, una semana más tarde, recibió otra, y a la mañana siguiente vino a decirme que estaba todo arreglado. No le había costado ningún trabajo convencer a un amigo de su pueblo, muy apañado, para que se acercara a una almazara a comprar aceite a precio fuensanteño, y buscara después la manera de mandarlo a Madrid, desde donde otro amigo suyo, igual de apañado que él y empleado en una empresa de transportes, nos lo mandaría en cuanto que encontrara un hueco en un camión. Yo sonreí, le di las gracias, y no me creí ni una palabra, pero doce días más tarde, en la despensa de Casa Inés había noventa litros, más que apañados, del extraordinario aceite de oliva que produce la Sierra Sur de Jaén."


Personajes reales conviviendo con los ficticios. Los amores de Pasionaria con Francisco Antón, de Jesús Monzón con Carmen de Pedro primero y luego con Aurora Gómez Urrutia y de Inés con Galán... Es una forma de escribir donde se translucen los sentimientos. Una novela histórica, intensa y emotiva que pone el énfasis en las relaciones humanas, en las historias individuales.

Como dice la autora muchas veces a lo largo de la narración:  La Historia inmortal hace cosas raras cuando se cruza con el amor de los cuerpos mortales. 





Almudena Grandes (Madrid, 1960) se dio a conocer en 1989 con Las edades de Lulú, XI Premio La Sonrisa Vertical. Desde entonces el aplauso de los lectores y de la crítica no ha dejado de acompañarla. Sus novelas Te llamaré Viernes, Malena es un nombre de tango, Atlas de geografía humana, Los aires difíciles, Castillos de cartón y El corazón helado, junto con los volúmenes de cuentos Modelos de mujer y Estaciones de paso, la han convertido en uno de los nombres más consolidados y de mayor proyección internacional de la literatura española contemporánea. Varias de sus obras han sido llevadas al cine, y han merecido, entre otros, el Premio de la Fundación Lara, el Premio de los Libreros de Madrid y el de los de Sevilla, el Rapallo Carige y el Prix Méditerranée. Su novela más reciente, Inés y la alegría, ha merecido el Premio de la Crítica de Madrid, el Premio Iberoamericano de Novela Elena Poniatowska y el Premio Sor Juana Inés de la Cruz. Con ella inauguraba la serie Episodios de una Guerra Interminable, cuya segunda entrega es El lector de Julio Verne.

sábado, 23 de enero de 2010

Almudena Grandes "Las estaciones de un tren eléctrico"

Os dejo con un artículo-cuento que salió hace dos domingos en el suplemento de El País. Quizás ya lo habréis leído. Yo no. Un amigo me había hablado de él, y no había podido leerlo. Ahora que lo he hecho me ha gustado mucho, por eso quiero dejároslo aquí. Por si acaso.

Es de Almudena Grandes, otra de mis escritoras preferidas. Siempre me ha gustado mucho cómo cuenta los sentimientos. Cómo sabe plasmarlos, deshacerlos en palabras, de tal forma que al leerlos parece que hasta los puedes sentir.




ALMUDENA GRANDES ESCALERA INTERIOR

Las estaciones de un tren eléctrico

ALMUDENA GRANDES 17/01/2010

Primero tuvo que encontrarlo. Eso fue lo más arduo, lo más difícil de todo. Tanto, que aplazó el proyecto un año entero.

Desde que se quedó viudo, sólo había una cosa que le doliera tanto como mirar hacia los maleteros de los armarios, y era subir al trastero para enfrentarse con una prodigiosa arquitectura de cajas y más cajas de todos los tamaños, perfectamente precintadas y etiquetadas con aquella letra elegante y picuda que su mujer había aprendido de pequeña, en el colegio, para no perderla jamás. Por eso, y aunque sabía más o menos dónde estaba, el año anterior había renunciado a buscar su tren eléctrico, pretextando ante sí mismo que su nieto mayor aún era demasiado pequeño para apreciarlo.

Este año, sin embargo, se armó de valor y bajó con él a mediados de septiembre, antes de que aflojara el calor. Nunca podría decir que fue fácil, y sin embargo, al depositarlo sobre la mesa del comedor, se felicitó a sí mismo por aquella hazaña. Mientras iba sacando de la caja los vagones, las vías, las estaciones, sintió una misteriosa sensación de convalecencia, la contraseña física de una melancolía templada y diferente, y las yemas del niño que había sido en las puntas de los dedos.

No existía otro tren como aquél en el mundo. Su madre nunca habría logrado reunir el dinero suficiente para comprárselo, pero su padre, en la cárcel, tenía mucho tiempo. Él fue quien le hizo aquel tren poco a poco, pieza a pieza, con retales de hojalata que iba llevándose del taller ferroviario donde redimía pena por haber cumplido con su deber. Capitán de Ingenieros, muy buen dibujante y muy habilidoso, fue copiando los vagones del natural y nunca estuvo solo. Sus compañeros se dieron cuenta enseguida de lo que se traía entre manos, y todos colaboraron, haciendo cada uno lo que sabía. Así, durante años, su madre le fue trayendo de la cárcel las primeras piezas de aquel tren, vías, puentes, locomotoras primorosas, hechas, montadas y pintadas a mano, cada una con sus imperfecciones, y unas admirables estaciones de madera, obra de quien había sido el mejor carpintero de la provincia de Segovia antes de convertirse en un preso más.

Después, cuando su padre cumplió su condena, se reunía los domingos por la tarde con los coautores de aquel prodigio, y entre todos lo electrificaron, pegaron las vías sobre un tablero plegable de madera y le pusieron pasos a nivel, túneles, montañas. Disfrutaban igual que él, tal vez más, y por eso el dueño del tren, tan desordenado y destrozón como cualquier niño, fue siempre muy cuidadoso con aquel juguete. Tanto que cuando su propio hijo tuvo nueve años, lo quitó de en medio porque tuvo la sensación de que no lo apreciaba. Su mujer se lo reprochó, no seas así, hombre, si no es más que un niño, pero él fue inflexible. Cuando quieras jugar con él, le dijo, lo sacamos y jugamos juntos, pero mientras tanto prefiero guardarlo…

Ahora, aquel niño que había llorado tanto por el destierro de aquel tren exiliado en el trastero era el padre de otro niño, y su abuelo, con esa blandura inexplicable de su condición, había decidido convertirle en el propietario de aquel extraño y precioso juguete. Después estuvo más de dos meses arreglándolo, reparando los desperfectos, pintando los desconchones, comprando, y probando, y ajustando nuevos mecanismos para aquellas viejas y maravillosas locomotoras. Y el día de Reyes volvió a meterlo todo en su caja de madera, lo envolvió con papel de regalo, le puso un lazo y se fue con él, a la hora de comer, a casa de su nuevo propietario.

Lo que ocurrió después no fue en absoluto lo que había calculado, pero en cierta manera fue mucho mejor. Al verle llegar con aquella caja tan grande, su nieto se puso como loco, y cedió el turno a sus hermanos, a sus primos, antes de cogerla entre las manos. Su abuelo no había comprado ninguno de los regalos que hizo aquel día. De eso se había encargado su hija pequeña, que le dio dos bolsas muy grandes al llegar, para que las repartiera. Y todos sus regalos tuvieron mucho éxito, porque la compradora se había encargado de que respondieran a peticiones expresas, escritas en sus cartas. Todos, menos aquél, su tren eléctrico, que por el tamaño parecía una videoconsola, pero no lo era.

Y sin embargo, la decepción de su nieto, que le dio las gracias con desgana, obligado por los pellizcos que le propinaba su madre desde atrás, no le afectó tanto como la alegría de su padre, aquel niño que no había sabido apreciarlo cuando tenía la edad del frustrado videojugador, y que le miró con los ojos húmedos, las manos temblando y un silencio más elocuente que cualquier palabra, antes de darle un abrazo tan fuerte que le hizo daño.

El resto de la tarde lo pasaron los dos jugando con el tren, en el comedor, y él pensó que a su padre no le habría disgustado el final de esta historia.