Ojalá cada mes tropezara con un faro.
Uno que aportara luz entre las sombras y las dudas. Uno que, además de ser guía, fuera refugio.
Ojalá que mi faro y el tuyo tontearan con sus luces. Que se reconocieran en la misma orilla y acompasaran la secuencia regular de sus destellos hasta hacerlas mellizas y extraordinarias.
¿Te acuerdas de aquel tiempo y sus luces?
Del verano del 25 traje un montoncito de faros para esos meses en los que no tropezaré con ninguno. Meses de tardes cortas y ausencias largas. Horas que pierdo y me pierdo.
Juego a colocar mis faros de dos en dos por casa, para que intimen y se iluminen de historias de algas y naufragios.
Del verano del 25 traje un tesoro de faros, un haz de luces para mi envés.
Una ofrenda a la nostalgia.

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