¡¡Ahora resulta que llevamos siglos diciendo "cocodrilo" y en realidad lo más culto sería decir "crocodilo"!! Y la culpa la tiene la "metátesis". ¿Que qué es la metátesis? ¿No me digais que no lo sabíais? Con la cantidad de veces al día que utilizamos la palabra "metátesis"...
Es broma. Yo acabo de conocer la palabra: "Metátesis". Cómo acabo de conocer que llevamos siglos diciendo mal "cocodrilo"... Pero es que "crocodilo" qué mal suena ¿verdad? Pues así los dicen los franceses y los ingleses... Porque así colocada venía la "r" desde el latín... Qué cosas.
Bueno pues es lo primero que he aprendido este año...
Leed, leed...
Por qué cocodrilo y no cocreta?
Por Pedro Álvarez de Miranda
Cierto interlocutor se me mostraba hace poco extrañado, y hasta escandalizado,
por el hecho de que el diccionario de la Academia recoja las formas almóndiga
y almondiguilla, remitiendo para ellas, en las definiciones, a albóndiga y albondiguilla,
respectivamente. Las explicaciones parcialmente justificativas que le ofrecí —almóndiga y almondiguilla son
variantes históricas bien documentadas de las formas etimológicas
con -b-, y harto conocido el trueque de esa consonante bilabial por
la también bilabial m— no parecieron convencerle, ni
siquiera aunque le recordara el caso de vagabundo y vagamundo (con
mutación fonética apoyada además en la etimología
popular) y añadiera, para su tranquilidad, que el Diccionario panhispánico
de dudas de la misma institución desaconseja expresamente el empleo
de almóndiga por ser propio «del habla popular de algunas
zonas».
«Ya solo falta», se lamentaba mi amigo, sin salir del terreno
culinario, «que la Academia recoja cocreta». Reprimí las
ganas de decirle que, sin pretender yo en absoluto que semejante cosa ocurra,
un diccionario históricamente descriptivo debería sin la menor
vacilación hacerse eco también de la existencia de esa variante
del nombre del delicioso bocado, variante hoy considerada tan irremediablemente
vulgar.
Produce un cierto regocijo que las mismas personas que descargan toda su santa
ira contra cocreta estén siendo «víctimas» inconscientes
de una idéntica confusión cuando utilizan la palabra cocodrilo.
Pues cocodrilo, en efecto, era en latín crocodilus,
y esa -r- sigue en su sitio tanto en francés (crocodile)
como en inglés (crocodile; se escribe igual que en francés,
pero naturalmente se pronuncia de otro modo), mientras que en italiano (coccodrillo),
como en español, ha saltado dos sílabas hacia delante. La tendencia
a dar ese salto, llamado metátesis, existió, en realidad, ya
en el latín mismo, cocodril(l)us, y también en francés
e inglés se documentan formas con -r- en la tercera sílaba.
A la inversa, hay ejemplos españoles e italianos antiguos de crocodilo, crocodillo.
Lo que la norma culta pudo en las lenguas de Molière o Shakespeare —o
en la de Camões, por cierto— no lo consiguió en las de
Dante o Cervantes. Qué se le va a hacer. No tiene mayor importancia.
Lo que quiero decir es que mostrar casos como este ayuda a relativizar las
cosas; o, dicho de otro modo, que iluminar los problemas desde la historia
de la lengua debería llevar a la convicción de que no merece
la pena rasgarse las vestiduras por casi nada.
Ya que estamos con croqueta, digamos algo de la historia de este
galicismo (francés croquette). El primer texto en que documentamos
la palabra es una carta de Moratín escrita en París el 24 de
mayo de 1819: «Unas veces callando y hablando otras, y siempre engullendo
ricas croquetas, pureas, fricandoes y ragúes». En un poema de
don Leandro escrito por las mismas fechas leemos: «Perdices y tocino,
/ croquetas y pichón, / ternera, pavo y vino / será mi colación».
Y de nuevo en una carta, dos años posterior y remitida esta vez desde
Barcelona: «Hoy como en villa, y me han prometido croquetas».
En 1869 la palabra entró en el diccionario académico, al que
se había adelantado, recogiéndola, el de Domínguez (1846).
Pero lo verdaderamente interesante para nuestro propósito es que resulta
fácil documentar la forma con metátesis, «cocreta»,
en numerosos textos impresos del siglo xix (menos ya en el xx, salvo por broma
o con deliberada intención de reflejar un modo de hablar). Cierto que
en el Diario de Avisos de Madrid correspondiente a diversas fechas
de 1830 y 1831 se anuncia que en «la hostería nueva de la Aurora,
calle de Toledo» se despacha «frito de croquetas» a dos reales
y medio. Pero antes, el 8 de diciembre de 1827, el mismo periódico había
anunciado que «en la acreditada bollería de Herman y compañía»,
en la calle de Tudescos, podían comprarse «cocretas de varias
clases». En libros de cocina decimonónicos, como el Nuevo
arte de cocina, el más completo que ha visto la luz pública (1864), La
gran economía de las familias. Arte de arreglar y componer lo sobrante
de las comidas de un día para otro (1869) o El libro de las
familias. Novísimo manual práctico de cocina española,
francesa y americana (varias ediciones) se enseña a hacer «cocretas»,
aunque en el último de los citados alternan esa forma y la correcta, «croquetas».
El traductor de las Memorias de Víctor Hugo, por un testigo de su
vida (1863), Nemesio Fernández Cuesta (lexicógrafo, por
más señas, autor de diccionarios bilingües hispano-franceses),
no tiene empacho en escribir «cocretas» —¿o será lapsus
del editor?— donde el texto francés decía «croquette».
(«Agotaba la imaginación de su cocinero, haciéndole inventar
nuevos guisos de patata. Estas tomaban mil formas, y cada plato era
una sorpresa.
Se servía una chuleta, era de patatas; un pescado, era de patatas;
cocretas,
siempre de patatas». Texto francés: «Il épuisait l’imagination de son
cuisinier à inventer aux parmentières des assaisonnements et des
aspects variés. La parmentière prenait toutes les formes, et chaque
plat était une surprise. On vous servait une côtelette: c’étaient des
pommes de terre; un poisson: c’étaient des pommes de terre; une
croquette de riz: toujours des pommes de terre»).
Hubo, en suma, una relativa pugna, o si se quiere un conato de contienda,
entre croqueta y cocreta, que se saldó con el triunfo
de la primera. La presión del habla educada hizo su trabajo. Pero téngase
en cuenta, al menos como posibilidad teórica, que podría haber
triunfado la segunda, del mismo modo que la forma más culta crocodilo no
pudo con cocodrilo, o así como crebar (latín crepare)
sucumbió ante quebrar.
En una comedia de los Quintero, La musa loca (1905), un personaje
comenta que «un ministro que ya es académico de la lengua dice a
por y dice riyéndose». A continuación de
lo cual se establece el siguiente diálogo:
Cabra: Pues un gobernador de provincia, protector mío, que en paz descanse,
a las cocretas las llamaba croquetas.
D. Abel: Y las llamaba bien.
Cabra: ¿Bien? ¿Pero no son cocretas?
D. Abel: No señor.
Cabra: Pues es un error en que llevo cincuenta años.
Urrutia: Y..., y mi portera con usted
Pobre hombre. ¿Le consolaría saber que en otros, como el de cocodrilo o
el de quebrar, llevamos todos varios siglos?
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