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viernes, 15 de agosto de 2025

15 de agosto.

 


Tu voz soplándome que eche más cebolla al sofrito, que estará más rico. Que venga, que espabile que este dolor de cabeza no es nada, una aspirina y a la calle a distraerme y ya veré como se va pasando. Que no me olvide de regar que hace mucho calor, pobres plantas. Y que no sea tonta, que "eso", tan cotidiano, tan insignificante, la frase, el gesto, la ausencia, solo tiene la importancia que uno le quiera dar. 

Tu voz trenzándose con el tiempo. Pero el tiempo no hace que duela menos, sino que duele distinto. 

Siempre suenas dentro, acompañando mi paso.   

Pero yo no te contaría las penas porque siempre me las supiste sin que yo las hiciera palabra. Aunque ojalá todavía pudiera volver a casa para contarte el día a día, el ahora resbaladizo. Que ayer, en aquel restaurante donde nos juntamos había colgada una jaula, y dentro de la jaula, un globo terráqueo, y era bonita y terrible la metáfora, pero llamaba la atención. Te habría gustado ese sitio. Que el chico de Correos siempre me dice que qué bonita letra y esta afición, que espera darme suerte y me hace sonreír. Que el espejo me grita que me hago mayor. Y que a veces, solo a veces, abro la puerta al lobo, porque no trae enharinada la patita como en el cuento que me contabas.

Ya ves que escribir sigue consiguiendo que levante las plantas de los pies y flote, mis dedos necesitan la teclas como tú necesitabas la aguja y el hilo. Pero a nadie le alegraban mis buenas noticias como a ti, a nadie, ni siquiera a mí. Eso también lo echo de menos: Tu genuina alegría con todo lo mío. Mucho.

El tiempo no hace que duela menos, solo duele distinto. 



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