La Biblioteca Pública de Barcelona |
Viajando he conocido preciosas bibliotecas.
Las bibliotecas de Nueva York y de Berlín, de Dublín y de Riga, de Estocolmo, de Washington, de Alejandría, de Lima... Y muchas otras maravillosas, tantas, que guardo en la memoria.
¿Qué puedo hacer si las bibliotecas me roban la voluntad?
No puedo dejar de conocerlas si estoy cerca.
Me gusta el silencio que se respira en ellas.
Me gusta el ambiente acogedor que transmiten.
Me gusta imaginar el vasto tesoro que esconde: los millones de historias que se cobijan y nos esperan en el vientre de tantos libros bien ordenados, con solo abrir sus tapas.
Me gusta saber cuánta felicidad habrán esparcido.
Sin embargo nunca podré volver a la que recuerdo de niña.
Aquella biblioteca antigua, con baldas y pequeñas escaleras de madera, con lamparitas verdes iluminando sus mesas. Aquella biblioteca donde reinaba el silencio, había una luz tenue y un ambiente cálido. Aquella, donde mi madre nos dejó un rato mientras iba a algún recado y mi hermano leía los libros de Tintín que iba escogiendo de una de sus baldas.
Me recuerdo mirando, leyendo en voz baja los títulos, dudando cual escoger.
Allí por primera vez sentí lo maravilloso que es sentir cerca tantos libros que apetece leer.
Saberlos valiosos.
Estaba en un pueblo de Barcelona donde vivíamos.
Cuando de mayor quise volver a visitarla, allí me dirigí con el recuerdo intacto dirigiendo mis pasos.
Pero no la encontré, ya no existía.
Qué íntima desilusión.
Apenas me consoló saber que mientras yo viva,
podré seguir visitándola en mi memoria.
24 de octubre 2020 - Día de la Biblioteca
En la Biblioteca Pública de Nueva York |
En la Trinity de Dublín |
En la Biblioteca Pública Municipal Zenobia y Juan Ramón de Moguer |
En la biblioteca del Instituto Cervantes de Berlín |
La Biblioteca Pública de Estocolmo |