Querido señor Palacios:
Una madrileña agradecida.
Un blog para letraheridos. Un blog de literatura y de Madrid, de exposiciones y lugares especiales, de librerias, libros y letras. Un blog donde sentarse a leer mientras te tomas un café.
Querido señor Palacios:
Una madrileña agradecida.
Cuando sales pronto de casa, para ser un domingo y para ir a una visita guiada, piensas que vais a estar tres monos, porque a ver quién va a querer darse semejante madrugoncillo para ir de turista por su propia ciudad, a un lugar que siempre va a estar a tiro de piedra y cuando al día siguiente vas a seguir madrugando y madrugando, dale que te pego, otra larga semana... Vamos, que de primeras piensas: ¿¡Que yo me voy a levantar para ir dónde...!?
Pero luego resulta que llegas y sois un grupito de lo más numeroso. Y dice ¿ves? todos éstos también querían ver las Casas Consistoriales.Y tú creyéndote el único. Anda que...
Porque gracias al programa de visitas gratuitas del Ayuntamiento de Madrid "Pasea Madrid" pues oye vas conociendo lugares a los que nunca habías accedido. Es verdad que hay que estar súper atento al día y la hora en que salen para apuntarse, porque todos los millones de madrileños que nos gusta conocer la ciudad estamos ahí con los dedos sobrevolando las teclas y la mirada clavada en la pantalla, con el ansia viva, esperando el pistoletazo de salida para inscribirnos. Y en cinco minutos ¡zas! todo el pescado vendido, como se suele decir. Así que cuando consigues plaza para alguna es casi como si a uno le hubiera tocado la lotería. Y de verdad, que sin exagerar ni una pizquita así.
Y por eso un domingo te ves visitando "Las casas consistoriales" de Madrid que no se suele poder visitar. El primer Ayuntamiento de Madrid porque era la sede del Concejo de la Villa (también fue prisión municipal), inaugurándose en el XVII, y donde estuvo el Alcalde hasta el año 2007. Típico edificio de la arquitectura de Los Austrias.
Y te cuesta levantarte y dices ¡¿En que hora?! Pero al final pues merece mucho la pena, como siempre. Porque normalmente uno pasa por la Plaza de la Villa y no entra a estos edificios donde mirando a la calle Mayor está el llamado balcón de la Reina. Y ves la Venus original nada más entrar, y algo después la Custodia del Corpus. Y ves el patio con esa vidriera impresionante, o el del original artesonado de madera del ultimo salón; ves la sala de Plenos donde se reunían y tuvieron que dejar de hacerlo porque hacía un frío o un calor inaguantable y donde dejan que te sientes en la tribuna, ves la escalera de cerámica de Talavera, ves las galerías con todos los cuadros de los Alcaldes que hemos tenido, desde los más oscuros hasta el colorido total de Manuela Carmena... Pasas por dentro, por encima del puente, de uno al otro, y, mientras te van enseñando los dos edificios: La Casa de la Villa y la Casa de Cisneros. Los vas recorriendo, hasta terminar en el patio interior de la de Cisneros.
Estuvo chula la visita, y la guía la verdad es que lo explicaba muy bien, amena pero dando mucha información.
Total que a las once y pico de la mañana de un domingo soleado resulta que tú ya has hecho tu visita para instruirte y luego pues te tiras en plancha a unas crujientes porras con un café con leche que te entonan el cuerpo del madrugoncillo, los enlazas con unos paseítos por el Rastro y para terminar te sienta divinamente un vermú rojo en una típica y oscura tasca madrileña y ¡tan ricamente!
Y te sale un domingo bien completo, ¡vamos!, uno para chuparte los dedos.
No es mala manera pasar un domingo por la tarde en una visita guiada cuyo título es "Mujeres singulares". Que ésta transcurra, además, por un melancólico y otoñal cementerio de la Almudena de Madrid le da un punto más de interés. Un cementerio bastante desconocido para mí, y tan grande, con sus 120 hectáreas, que tiene mucha historia que contar.
No, no es mala manera comenzar una tarde otoñal de noviembre, de tímido sol, pisando hojas crujientes, mientras vas aprendiendo y recordando la vida de algunas mujeres especiales. Mujeres importantes que nos precedieron y cuya vida fue única por algún rasgo particular para quiénes llegamos después. También mujeres que abrieron camino en el terreno de las letras y las artes.
También repasamos mujeres tan importantes en el campo de la escritura y las bellas artes como María Moliner, la creadora del diccionario que lleva su nombre, Maruja Mallo, la pintora y una de los cuatro artistas (Dali, Lorca, Margarita Manso y ella) cuyo acto de cruzar la Gran Vía a cabeza descubierta motivó el nombre de "Las sinsombrero" y que figura en su tumba con su nombre real "Ana María Gómez Gonzalez", la escritora Concha Espina, o la famosa actriz María Guerrero, que llegó a tener su propio teatro, y ya sabéis que era abuela de Fernando Fernán Gómez.
Elena, la guía, nos iba contando de estas mujeres que os he nombrado y algunas más, de forma instructiva y amena. Nos las enseñaba en foto con su tablet para que las pusiéramos cara y nos permitía escuchar fragmentos de las canciones que cantaron, si eran artistas. Y estuvo muy bien recordar a las que más he estudiado y aún mejor conocer a algunas que ni tan siquiera me sonaban. La tarde color herrumbre fue dejando caer nombres, caras y vidas que no pasaron sin más por el mundo, sino que dejaron su impronta.
No, no es mala manera comenzar una tarde otoñal de noviembre, de tímido sol, pisando hojas crujientes, mientras vas aprendiendo y recordando la vida de algunas mujeres singulares.
Con motivo de la semana de la Ciencia y la Innovación, el otro día estuve visitando uno de los seis Institutos Históricos que tenemos en Madrid: El Instituto Cardenal Cisneros.
Ahora me sorprendo de que nunca me hubiera dado cuenta de que ese instituto estaba ahí. Esa es una de las cosas que más me gusta de vivir en Madrid, que nunca se termina de conocer. Me apunté a la visita porque se dieron varias casualidades. Vi anunciadas las visitas y coincidía que no conocía ninguno de los Institutos que se podían visitar. Y ahí me empecé a transformar... En este caso, además, la visita era a las 18.30 y yo salía de trabajar a las 18 horas, ¡eureka! Tendría que ir como una bala, pero me daba tiempo a llegar. Y terminé la transformación al ser deseoso de conocer nuevos lugares que llevo dentro. Pero la que soy exteriormente siempre tiene sus reticencias, su lado negativo que piensa "A ver cómo es esto, quién habrá, dónde me meteré... " Buf. Menos mal que la de dentro siempre empuja y así, sin demasiadas expectativas, llegué corriendo a la visita que finalmente me encantó. ¡Lo que me gusta conocer sitios nuevos! y si son relacionados con la cultura, la educación, los libros... más me gustan.
El Instituto Cardenal Cisneros se construyó en 1878. Pues sí ya tiene una edad... Y lo primero curioso es que se hizo solo en diez años. Y no es precisamente pequeño... Está situado en la calle de los Reyes, núm. 4, es decir, en una manzana bien grande que se ubica entre Noviciado y la Plaza de España. El arquitecto fue Francisco Jareño, al que conocemos porque hizo la Biblioteca Nacional y el Hospital del Niño Jesús. Y la de veces que subiendo de Plaza de España yo habrá pasado por esa callecita, por ese Instituto sin saber qué era.
Al principio se llamaba Instituto del Noviciado, estamos hablando de los tiempos de Isabel II. Es de los primeros de Madrid, junto con el Instituto de San Isidro. Se llamaba así porque tenía relación con la Universidad que estaba situada en la calle San Bernardo.
No me quiero enrollar mucho. Ni es plan, ni podría contaros todo lo que vimos y nos enseñaron pero quería daros unas pinceladas sobre su importancia, pues conserva los orígenes de la enseñanza secundaria. Por este Instituto han pasado muchas personalidades en sus tiempos de estudiantes: Giner de los Ríos, Los hermanos Machado, Menéndez Pidal, María Goyri, Santiago Bernabeu, Clara Campoamor...
Es un edificio señorial de tres plantas, con una escalera imperial de mármol de escalones ya muy desgastadillos y preciosas vidrieras. El tercer piso se construyó después de la guerra. Durante el conflicto, estaba tan cerca ese Instituto del frente de la Ciudad Universitaria, que se mantuvo cerrado. Al tercer piso lo llaman "el palomar". Y ahí ya empezó propiamente la visita.
Y así pudimos ver un aula histórica del siglo XIX, una escalonada con bancos corridos y la tarima rodeada de una verja donde estaba el profesor enseñando. Lógicamente en los primeros bancos se sentaba la mujer, o escasas mujeres que acudían a clase. Porque en un principio, hablamos del siglo XIX, solo acudían hombres pero ya en los años 30 del siglo XX había bastantes mujeres. Sin embargo, tras la guerra vuelve a ser masculino, hasta los años ochenta que afortunadamente otra vez es mixto. Curiosísimos me parecieron esos encerados que se podían abrir más.
Curiosísima la boca de riego del 1887, o el hombre clástico. Sí, clástico. Ese hombre desmontable con el que estudiaban las vísceras, las venas, arterias y demás partes, comprado cuando la Exposición Universal en París. El oído que tenían y habían restaurado con un cuidado infinito, los animales con los que estudiaban, el pedazo de pez ¿esturión? pescado en ¿el río Tajo? que ya se extinguió, el herbario hecho también en Francia... No contaba tantas cosas el guía que ahora ya dudo hasta de los detalles. Daba gusto escucharle. Bueno, muy chulo todo el material que conservan y las láminas recién restaurante para las que van a hacer un armario que les costará un dineral, nos decía la Directora para que no cojan polvo y estén bien estiradas, porque en otro caso se volverían a estropear...
En fin, me encantó esta visita. Qué novedosa, qué instructiva. Si tenéis oportunidad y os gustan estos temas, no dejéis de ir, merece mucho la pena.
Un sábado por la tarde y de julio, a priori, no parece el mejor día para ir de visita guiada por Madrid. Un 15 de julio, también es verdad, parece que hubiera apetecido más relajarse cerquita del mar. No seré yo quién lo discuta. Sin embargo, por razones que no vienen al caso, la vida esa tarde se presentó literaria y lo que es mejor, climatológicamente más fresca que las anteriores y hasta ventosa, lo cual ayudaba bastante a que pudiera serlo.
Así que los veintitantos "raros", por qué no decirlo, que nos juntamos en la carrera de San Jerónimo en torno a la figura de Hemingway, nos fuimos a conocer el Madrid del escritor, con quién habíamos quedado para que nos enseñara los lugares que frecuentaba cuando tanto gustaba de visitar nuestra ciudad.
Hay gustos para todo. Pues sí.
La visita comenzó en la Pensión Aguilar, donde se alojó la primera vez que vino a Madrid, hace la friolera de cien añitos. Y ahí sigue la pensión en plena Carrera de San Jerónimo totalmente activa en sus funciones. Nos contaba el escritor encarnado en el cuerpo de la guía que aquí estuvo alojado entre 1923 y 1926 cuando se encandiló de nuestra ciudad.
De ahí salimos para enfrentarnos a ese sol de justicia que lucía a las seis y pico de aquella tarde. Y cuesta abajo, algo es algo, nos encaminamos hasta el Hotel Palace donde también parece ser que había estado hospedado nuestro autor. Ya se nos avisó de que la visita no era cronológica, que tampoco era cuestión de estar dando tumbos por ese Madrid veraniego, la habían ideado para que hiciéramos un círculo que favoreciera la caminata, aunque hubiera que saltar la cronología.
Nos paramos a la sombra de los arboles que hay justo enfrente de las Cortes y allí recordamos libros como Fiesta, y al barman de su libro recordando a Perico Chicote, a quién por aquellos tiempos había conocido nuestro escritor, más que asiduo a los cócteles y las barras. Perico Chicote había sido barman del Ritz, y después de un lujoso lugar cerca del Hotel Palace, codeándose con lo más granado de aquella época (estrellas de Hollywood, toreros, políticos...) para terminar fundando en el primer tramo de la Gran Vía, que entonces se llamaba Conde de Peñalver, el famoso Bar Chicote.
De ahí echamos a andar de nuevo los veintitantos un buen tramo y terminamos en la Plaza de Santa Ana, donde también a la sombra recordamos dos lugares míticos de los que era muy conocedor Hemingway: La Cervecería Alemana de la que opinaba el escritor que era un buen lugar para tomar cervezas y café y el Villa Rosa, un lugar histórico de la noche madrileña. También aquí nos habló la guía de la amistad que tenía Hemingway con dos toreros muy importantes que compartían lazos familiares: Manuel Ordoñez y Luis Miguel Dominguín. A Hemingway la primera vez que vino a España le dijeron que tenía que ir a los toros sí o sí, y que podían ocurrir dos cosas: O no le gustarían nada o le encantarían. Y resultó la segunda de las opciones.
Siguiendo con nuestro círculo por el centro de Madrid persiguiendo el recuerdo de Hemingway por nuestra ciudad y sus libros, nos fuimos hasta el restaurante Botín, a la espalda de la Plaza Mayor en la calle Cuchilleros. Otro clásico de la hostelería, dicen que es el restaurante más antiguo del mundo, y lo frecuentaba y mucho nuestro escritor. También dicen que aquí Goya fregó platos y Hemingway aprendió a hacer paella.
De aquí nos trasladamos, tras otra buena caminata, y ahora cuesta arriba, hasta la plaza del Callao. Esta parte era la que yo ya conocía mejor de la vida de Hemingway. Aquí hablamos de los tiempos de la guerra civil, que coincidieron con la segunda vez que vino el escritor a Madrid. Aquí nos saltamos la cronología y dimos un paso atrás, porque ya habíamos hablado de la primera y la tercera vez que vino, pero nos faltaba esta vez, cuando sabiendo de la guerra quiso colaborar con la República y volvió a nuestro país. Se estuvo hospedando en el Hotel Florida, donde estaban todos los periodistas internacionales, ubicado donde ahora está El Corte Inglés y antiguamente Galerías Preciados. Recordamos cuando a este tramo de la Gran Vía se le llamaba la Avenida de los obuses al estar el frente de la Ciudad Universitaria tan próximo, ser el alto edificio de la Telefónica un blanco fácil y porque, como ya sabíamos también por los libros de Barea, La Forja de un rebelde, durante el tiempo que duró la guerra este edificio sirvió de gabinete de prensa para los corresponsales extranjeros. Y Hemingway, Antoine de Saint-Exupêry y John Dos Passos enviaban sus crónicas desde ahí.
Y de aquí otra vez nos pusimos en marcha, Gran Vía adelante, para llegar hasta el hotel Tryp Gran Vía que presume en su fachada de haber sido uno de los sitios visitados por el escritor quién también le menciona en alguna obra.
Disfrutar de visitas guiadas por Madrid, sea en la estación que sea, siempre está condicionado por los vaivenes de esta bulliciosa y viva ciudad, y como podía ser menos, también tropezamos con un evento. Se trataba de uno programado de Formula 1 en los alrededores de las Cibeles que había esa misma tarde y concentró a un montón de personas, calles cortadas, y muchísimo ruido. Así que la visita, aunque inicialmente tenía que haber terminado en el Hotel Suecia, muy cerca del Círculo de Bellas Artes, concluyó enfrente del Museo Chicote.
Allí hicimos un repaso de la última vez que vino Hemingway a nuestra ciudad, en la década de los años 50, cuando se alojaba en este hotel Suecia, donde además tienen un Coctel bar que lleva su nombre.
En la visita conocimos un escritor estadounidense muy encariñado con nuestra ciudad. Vividor, mujeriego, se casó varias veces, según la guía era muy amigo de sus amigos hasta que se enfadaba con ellos mostrando su carácter colérico y caprichoso. En sus últimos tiempos le pasaron factura los excesos con el alcohol y andaba deprimido, y fue cuando escribió "El viejo y el mar", hasta que se quitó la vida de un disparo en el año 1961.
Me he extendido un poco más de lo que pretendía, pero me parecía que menos podía convertirse en un telegrama del tipo "Pasé por aquí. Besos. Hemingway". En fin. Es dificil dar con la medida perfecta. En cualquier caso, nuestra cita con Hemingway fue mucho más de lo que he contado, por supuesto. Formaba parte de las visitas de "Pasea Madrid", en las que los guías cuenta muchísimos datos y anécdotas, que tampoco era cuestión de transcribir.
Pero espero que para haceros una idea, al menos, sí que os pueda valer. A mí me pareció muy interesante.Si tenéis oportunidad y os apetece quizá para otoño podría estar bien.
No dejes de escribirme para contarme que te pareció el refugio de la guerra civil del Parque del Capricho. Ya lo sé, no era el primero que veías, y en esos casos uno siempre tiende a comparar. Pero cuéntame de todos modos, tengo curiosidad, dicen que es uno de los mejores conservados de Madrid.
Cuántas veces hemos paseado por su superficie admirando el lago, el templete y demás, caminando entre los árboles centenarios y chimeneas semiescondidas, de ese elegante Parque cerca de la Alameda de Osuna, donde íbamos todas las primaveras sin saber que debajo teníamos casi intacto un pedazo de nuestra historia bélica.
Dicen que lo construyeron en 1937 como posible defensa antiaérea. Dicen que se eligió ese lugar por estar alejado del frente de batalla y los bombardeos, por tener el Aeropuerto de Barajas cerca, por ofrecer bajo su arbolado el camuflaje perfecto y porque el Cuartel General del Ejercito Republicano se estableció en el Palacio del Capricho, cuando el general Miaja fijó su residencia y despacho allí, y después el coronel Segismundo Casado.
No dejes de escribirme para contarme que te pareció bajar los 15 metros de profundidad, sentir cómo iba refrescando la temperatura y podías respirar la humedad mientras te ibas adentrando en sus diferentes salas.
Cuéntame que te parecieron las paredes blancas y desnudas de sus siete estancias salvo por sus dos líneas de guía, frente a sus suelos decorados todavía con los azulejos de entonces, en buen estado y diferente dibujo según la sala, para que pudieran orientarse si tenían que recorrerlas en la oscuridad o solo a la luz de una cerilla. Que te pareció la pequeña despensa. Y aquella sala de máquinas con sus paredes negras, no por su uso, sino por su utilización posterior para rodar una película de Drácula.
No dejes de escribirme para confirmarme que aquel refugio nunca fue atacado por el enemigo sino solo por los vándalos que se colaron cuando no estaba tan protegido como en la actualidad. Cuéntame que tras la guerra, el refugio se devolvió a sus propietarios a quiénes se les había expropiado, y después quedó abandonado e inundado. Cuéntame de su uso posterior, cuando llegaron las películas de Marisol, de Dracula, y alguna más, hasta que finalmente el Ayuntamiento de Madrid volvió a ser propietario de todo.
No dejes de escribirme para darme muchos más detalles, para hablarme de sus pesadas puertas, de sus salidas, de los quince días que podrían haber vivido allí de haberse dado el caso para el que fue construido.
Seguro que te gustó conocerlo, que disfrutaste escuchando su historia, la del por qué existe, y la del azaroso paso del tiempo sobre su destino.
No dejes de escribirme para contármelo, bién sabes cuánto me habría gustado ir también contigo.
2 de mayo de 2023. Refugio de la Guerra Civil del Parque del Capricho. Madrid.