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lunes, 2 de octubre de 2023

"Galdós enamorado 2023" Una neolectura teatral en el Fernán Gómez Centro Cultural de la Villa

 


Comenzamos octubre volviendo al teatro. ¡Qué buen comienzo!

En verano se aparca un poco esta afición, no hay tantas obras y parece que apetece más estar al aire libre. Pero llega octubre, y aunque por ahora se trate de uno distinto y veraniego, una se alegra de retomar el teatro y más si los protagonistas de la obra son María José Goyanes y Emilio Gutierrez Caba.

 "Galdós enamorado 2023. Una neolectura teatral", solo ha estado en Madrid cuatro días representándose en el Fernán Gómez Centro Cultural de la Villa. En este teatro que me gusta tanto, ya sea por su ubicación, ya porque nunca me decepcionan sus obras sean en la sala que sean, y mucho menos sus mullidas butacas negras en la sala Guirau, o la cercanía si se trata de la pequeña, la Jardiel Poncela.

Yo tenía que ver esta obra que solo duraba en cartel los días previos y siguientes a mi cumpleaños. De hecho, y por razones que no vienen al caso, si me descuido hasta casi me junto con dos entradas en vez de una. Está claro que era mi destino, ya os decía. 

Enseguida que la vi anunciada me atrajo. La trama giraba en torno a la relación que mantuvieron Emilia Pardo Bazán y Benito Pérez Galdós, su relación intelectual y sentimental, además de las vicisitudes de sus famosas cartas de amor. Las de ella, que todavía se conservan en la Casa Museo de Pérez Galdós en Las Palmas de Gran Canaria, y las de él que se perdieron en la noche de los tiempos. Y más, cuando como os decía, los protagonistas eran Emilio Gutierrez Caba y María José Goyanes que son pura experiencia sobre las tablas, acompañados de Marta Gutierrez-Abad, a quién no conocía, pero me pareció que actuaba con bastante naturalidad.

Por supuesto Gutierrez Caba y Goyanes, no me defraudaron. Su interpretación me pareció absolutamente creíble, rápidamente se nos metieron en el bolsillo. La de ella más expansiva, más ruidosa, más alegre y la de él más contenida, más silenciosa, tal y como la historia nos ha dibujado las formas de ser de la Pardo Bazán y de Pérez Galdós. Creo que el papel de la escritora es mucho más agradecido y lo cierto es que Maria José Goyanes lo borda.

La obra, que titulan de "Neolectura teatral" me pareció original. Ambientada en los días previos a una futura función que se va hacer, en los momentos esos previos de ensayos en los que los actores han recibido los textos y los están haciendo suyos. 

Dividida en diez escenas, va saltando en el tiempo, navegando entre lo que realmente sabemos por la historia, y lo que cuenta la ficción que ha inventado Alfonso Zurro, autor y director. 

A mí reconozco que sobre todo me gustaron las escenas en las que los protagonistas representan a los dos escritores, éstas me parecieron entrañables. Las otras, que no quiero destripar, me hicieron cierta gracia, no me las esperaba, tienen su punto gracioso, curioso, original, pero la verdad es que prefería las primeras. Pero bueno en conjunto yo creo que están todas bien ensambladas y el ir saltando de una a otra te mantiene muy atento sin saber muy bien dónde uno va. Finalmente pensé que era un artefacto curioso el resultado.Y desde luego sales del teatro con una sensación muy agradable. Y por cierto, el teatro hasta arriba de público. Qué gusto.

Así comenzó la nueva temporada de teatro con muy buen estreno.

sábado, 30 de septiembre de 2023

Septiembre. Los Picapiedra y los podcast, los viajes y los cumples.

 


Tal día como hoy, un 30 de septiembre, pero de 1960 se emitió en Estados Unidos el primer capítulo de Los Picapiedra. 

¡La de aventuras en blanco y negro que yo vería de pequeña de Pedro y Vilma, Pablo y Betty, Pebbles y Bang Bang. Viene volando desde lejos la conocida sintonía mientras me aguanto las ganas de chillar como una loca: ¡Vilmaaaaaa! 

El 30 de Septiembre también se celebra el dia del podcast. ¡La de podcast que habré escuchado yo mientras voy caminando por la calle! 

Cuando yo llegué a este mundo Los Picapiedra ya llevaban tiempo en nuestras casas. Empezó a emitirse en España en el año 1964. Cuántos septiembres distan desde aquellos dibujos animados de Los Picapiedra que veía yo sentada, en el suelo y frente a la tele, escoltada por mis hermanos y con mi bocadillo entre las manos, hasta los entretenidos e interesantes podcast que ahora voy escuchando por la calle mientras la pulsera de mi muñeca va registrando fielmente mis pasos.

Mucho, muchísimo, ha cambiado el mundo y mi vida. 

Sin embargo, cada uno de esos septiembres guarda el tesoro de un viaje. Unas veces a un destino más cercano, otras a algunos más exóticos y lejanos, pero siempre, siempre, llegado este mes, desde que empecé a disfrutar viajando, no he dejado de hacerlo. 

Septiembre me tiene reservado siempre un viaje y un cumpleaños. Septiembre me los atesora todos y así he ido viviendo cada septiembre de mi vida, viajando y soplando velas. Y cuando no hay velas se inventan, como en este último, que mientras mis sobrinos me improvisaban con los dedos los números romanos de la cifra que cumplia, yo soplaba la llama de un encendedor.

Aunque al final para que, igual que se me olvidaron las velas, se me olvidara pedir el deseo.

No tengo remedio.

Tampoco es la foto en la que salgo más favorecida, pero ¿importa? Importa el dulce momento, e importan todas las felicitaciones y cariños que recibí a cuenta del cumple. Gracias a todos.

Hasta dentro de un año, querido septiembre, qué bien te has portado siempre.


 


jueves, 28 de septiembre de 2023

De palabras y confesiones: Mesarse, levar, cuidaos y...

 



Confieso Padre que, a veces, me equivoco. 

Me equivoco y pienso que "mesarse" los cabellos es acariciárselos despacio mientras los ojos contemplan distraídamente el horizonte. Confieso que me extraña averiguar que lejos de ese significado, "mesarse" es arrancárselos con las manos, o tirar de ellos. ¿Y de dónde me saqué yo que era acariciarlos? ¿De dónde? Y muy violento ¿no? esto de "mesarse". Yo hacía el significado de "mesarse" como algo más sosegador, más terapéutico incluso. ¡Oh tamaño error!

Confieso Padre que, a veces, me equivoco. 

Y tengo que pensar dos veces que no se trata de "elevar" anclas sino de "levar" anclas. Que esto sí que lo sabía Padre, pero tengo que repensarlo despacio para no errar. 

¡Ay Padre! que me equivoco.

Y confieso que me gustan las "R", ¿por qué será? Y muchas veces cuando me despido se me escapa un "¡Cuidaros!" que rápidamente tengo que corregir quitando esa "r" que se empeña en aparecer y despacio ya escribo "¡Cuidaos!".

Confieso Padre.

Y soy en exceso generosa con las mayúsculas, que reparto con la alegría que algunos echan la sal en los guisos. Tan generosa como, en cambio, soy rácana con los acentos. O quizá incluso debería decir que no soy rácana sino "locacentuada", y los reparto por aquí y por allí según vaya usted a saber, si por la estación del año, la digestión o la conjugación de los planetas. Y de ahí esta manía que me ha entrado de acentuar la palabra "incluido", que parece que esa "i" latina me pide a gritos un acento, fíjese usted, y luego resulta que no, que no lo lleva la fastidiosa palabrita...

¡Ay!...

Confieso Padre que, a veces, me equivoco.

Que me equivoco. Y mucho. 

 


 






martes, 26 de septiembre de 2023

"Máquinas y maquinaciones" de Ana García-Pineda

 


 Revolviendo entre carpetas de fotografías de exposiciones he vuelto a topar con una instalación que me encantó.

La descubrí hace unos años, no tantos, en el 2021 (aunque la instalación era mucho más antigua y había sido premiada). Estaba expuesta en la sala de exposiciones de la Tabacalera, ya sabeis, entre Lavapiés y Embajadores, en Madrid. 

 Era de una artista llamada Ana García-Pineda y se titulaba "Maquinas y maquinaciones". 

Se trataba de un enorme panel tapizado de muchos folios y notas donde la artista había "maquinado" posibles máquinas, valga la redundancia, que se podrían inventar. 

Me resultó muy ingenioso. E hice fotos a muchas de ellas porque las leía y era como si la imaginación despertase de una sacudida y a la vez no podías evitar sonreírte con la ocurrencia.

"Máquina para que tu jersey favorito crezca contigo", "Máquina para que haya más letras después de la zeta". "Máquina para saber que quieres decir con "la cosa", "eso" y "ya me entiendes". "Máquina para que el alzheimer solo afecte a tus recuerdos tristes"... Algunas eran buenísimas.

Ojalá se pudieran inventar muchas de esas máquinas.


#madrid #exposiciones #artistas  









sábado, 23 de septiembre de 2023

Palacio de Adanero de Madrid

 


 Una vez trabajé en un palacio. 

Llevaba el nombre de la Condesa que había comprado un solar a principios del siglo XX en una parte del terreno donde había estado ubicada la Real Fábrica de Tapices. La Condesa era viuda ya para entonces, pues su marido había muerto de una caída de caballo. Para sus hijos y para ella misma, encargó construirse un palacio en esa zona de Madrid conocida como "el ensanche" según el plan Castro. Tras dos años se haría realidad un palacete que hacía esquina en el número 7 de la calle Santa Engracia. 

El palacio solo había resisitido como vivienda familiar de la nobleza madrileña unas décadas, desde el año 1913 hasta los años cuarenta del siglo XX, cuando tras las vicisitudes de la guerra civil, se lo vendió al Estado.  

Sin embargo, más de ciento diez años después, cuando yo lo conocí, conservaba el aire palaciego en la enorme entrada para carruajes y en los suelos de madera pulidos y abrillantados que se quejaban bajo nuestras pisadas, en los motivos ornamentales de los techos y en la preciosa escalera que subía a la planta noble con una barandilla decorada con motivos modernistas. Conservaba el aire palaciego en las chimeneas de las habitaciones y en una vistosa y gran cristalera, en los pesados radiadores labrados y en la sala larga de reuniones que un día había sido el salón de baile de la planta baja donde los ventanales eran enormes para poder lucirse de cara a la calle. 

Era un edificio señorial y estaba muy bien cuidado. Todavía seguía siendo un palacio de la nobleza de principios del siglo XX en múltiples detalles que Patrimonio no dejaba que se perdieran y con los que convivíamos los que trabajábamos o habíamos trabajado en él. 

De todo él yo me quedaba con el tesoro de una biblioteca de madera oscura en la planta baja que me encantaba y cuyo silencio yo respiraba siempre que podía asomarme entre los grandes cortinajes que la protegía de la luz y las miradas. Me quedaba también con su historia, esa que arrastraba una noticia antigua del año 1927, de la fatídica tarde que al yerno de la Condesa lo mató de un golpe en la cabeza el ascensor que aún conservaba el edificio. 

Para mí ese lugar siempre será muy especial, el tiempo que estuve allí trabajando lo viví con intensidad y de él guardo preciosos momentos y afectos. Con ese poso escribí un relato, mitad realidad mitad ficción, que de vez en cuando reescribo. Un relato que irá creciendo conmigo poco a poco, porque mucho de él, para mí, también ocurrió. 

Aquella vez trabajé en un palacio. 

El palacio de la Condesa de Adanero de Madrid. 






domingo, 17 de septiembre de 2023

Peristeres, otro faro griego

 

A esa distancia en la que ya no se distinguía lo que era cielo o mar te percibí a lo lejos. Quizá fueras una gaviota, o un barco. A lo peor no serías nada, a lo mejor un faro que salía a nuestro encuentro.

Saqué mi cámara e intentando mantener el equilibrio mientras nuestro barco no dejaba de avanzar, me encomendé a su zoom. Y de pronto, enfocando con mucho cuidado: ahí estabas. Coronando un pelado islote. También de roca y aún en pie, ahí apareciste: solitario, único.

Aunque desmoronándote.

Daba un poco de pena verte. No te voy a engañar. No eras más que las ruinas del que debiste ser un día. 

¿Cuál era tu historia? me pregunté. Pero tuve que seguir mi camino, no era más importante, pero sí lo suficientemente urgente como para dejarte para más adelante.

Ya en casa, pasados los días, me acordé de ti. Me descargué las fotos y ahí estabas, aguantando el tipo, e incluso hubiera dicho que posando lo más marcial que podías. En el porte se te notaba que habías sido un faro atractivo, aunque ya era evidente que no estabas en uno de tus mejores días. Se te está comiendo la maleza, qué lástima.

Mientras te contemplaba de cerca, te presentaste al fin: Peristeres, señora, para servirle.

Con lo poco que me gusta que me llamen "señora". Empezamos bien, me dije. Pero no quise descortés, tampoco te pedí permiso para fotografiarte de frente y perfil, así que yo también me presenté. Y entonces, a pesar de las evidentes dificultades entendiendo tu griego, pude enterarme de que te habían construido los británicos en 1828, cuando dominaron las islas Jónicas. Eras de los más antiguos. Marcabas el comienzo de la parte más estrecha del canal que separa Corfú de Albania. 

O al menos eso me pareció entender de la parrafada que me dijiste. Ya te digo que mí el griego se me hace un pelín árido... Su caligrafía me parece una preciosidad pero al oído... en fin.

Parece ser que tu declive llegó por terremotos y bombardeos alemanes en la segunda guerra mundial. Y así quedaste.

¡Ay Peristeres! qué mal aspecto te ha dejado el paso del tiempo. Pensé. Aunque tienes un nombre muy bonito "Peristeres", y te lo dije, nunca sobra un comentario agradable. 

Muchas gracias. Significa "Las Palomas", contestaste.

Sí, definitivamente, me gusta tu nombre. Me confirmé. Aunque fíjate que casi más en dicho en griego.

Encantada Peristeres, te dije, un placer haberte conocido. Ojalá vuelva por aquí algún día y de nuevo coincidamos. 

Aquí la espero señora, contestaste ceremonioso. Este Peristeres... y dale con llamarme "señora"... Pero solo te contesté:

"Ojalá, Peristeres, ojalá."








viernes, 15 de septiembre de 2023

Corfú

 


 "En algún lugar entre Calabria y Corfú es donde el azul empieza de verdad" Lawrence Durrell.


Y mientras el avión iba ascendiendo nos alejábamos, con un pellizco de nostalgia, de un Corfú que se había vestido de gala para despedirnos. Un bello Corfú que se estiraba perezoso bajo un luminoso sol mientras sus orillas las bañaba el mar más azul que habíamos visto.

No pude evitar pensar que lo hacía adrede. Quería estar deslumbrante para que la echáramos de menos. Eso, y lo de haberse mostrado lloviendo durante tres días seguidos, para no permitirnos ir a Paxos y Antipaxos. Lástima. Dicen que siempre hay que dejarse algo para volver. Corfú se había asegurado de que nos lo dejábamos. Se había asegurado nuestra vuelta.

No es ya el Corfú de los Durrell, no en vano hacía unos noventa años que estuvieron, aunque buscamos su rastro afanosamente por la isla. Tampoco es ya la isla de la que se enamoró Sissí antes de construirse su palacio. Más pude entender perfectamente que Poseidón se enamorara de la ninfa Korkyra, la secuestrara, y la trajera a esta isla otorgándole su nombre.

Kerkyra en griego. 

La isla de los feacios. 

Corfú.

Esa mancha verde sobre el azul precioso del Jónico. Esa isla alfombrada de miles de olivos y cipreses, que guarda la huella de los venecianos que la poblaron. Terrible y bellamente decadente en sus casas, con su precioso casco viejo y su faro, también tiene a Kanoni, esa península coronada por un blanco monasterio rodeado de agua, que no puedes evitar fotografiar una y otra vez.

Corfú hoy suena a todos los aviones que no dejan de entrar y salir. Aunque entre ellos no deja de escucharse el eco de Ulises arribando a ella tras su larga Odisea.

Corfú palpita sin estridencias, llena de contrastes, y se muestra como la isla tranquila y discreta que, sin embargo, tal y como me temía te seduce.