Un blog de literatura y de Madrid, de exposiciones y lugares especiales, de librerias, libros y let

lunes, 7 de junio de 2021

De compras por las tiendas centenarias de Madrid

 



Tienda de sombreros La Favorita

 

Algunos sábados nos vamos de compras.

Que aburrido es comprar en este siglo y en las mismas tiendas enormes e impersonales donde todo es parecido. ¿No te parece? 

Pero si, por arte de birlibirloque, nos agachamos un poco para impulsarnos y pegamos un enorme salto, podemos situarnos delante de las tiendas de hace cien años. 

No pongas esa cara, y ten fe, porque no es nada dificil encontrarlas. Solo tienes que darte un paseito por los alrededores de la Plaza Mayor de Madrid, mirar al suelo, y distingir esa placa que desde el año 2006 figura delante de alguna de ellas. Las placas son de bronce, fueron diseñadas por Mingote, tienen los símbolos de la Puerta de Alcalá y el Oso y el Madroño. Además en cada una te dicen la tienda que es y cuando se inauguró. 

Ya solo tienes que imaginarte vestido de principios del siglo XX, dar un paso y entrar. 

El trato suele ser, siempre hay excepciones que confirman la regla, exquisito, personalizado, al detalle. Un placer volver al pasado de su mano.

Entre las que se conservan sus antiguos letreros vemos también como las distinguían: las de color granate eran de hostelería, las de color verde eran mercerías... Aunque ya muchos no los conservan.

 

Y comenzamos el día de compras probándonos unos cuántos sombreros en La Favorita, que data del 1894, que está en los mismos soportales de la Plaza Mayor. Aún la regenta la familia Enguita, ya en su cuarta generación.


Muy cerquita, también en los soportales, sigue existiendo Casa Yustas. Esta se inauguró en el 1886. Tiene muchos objetos militares. Aquí se ha vestido la Casa Real. 

 

Casa Yustas



Después nos acercamos hasta la antigua Relojería de la calle de La Sal, que está bajando desde la Plaza Mayor hasta la Puerta del Sol. Es de 1880. Aquí recordaremos como evolucionaron los relojes, desde aquellos que llevaban las damas colgadas del cuello hasta los de pulsera. Sin olvidar los de pared que se llevarán toda la vida. Tiene un taller en su interior donde los reparan.

Antigua Relojería de la calle La Sal 2


¿Y cómo no pararse en los Sobrinos de Pérez? Con esa placa historica que nos recuerda que Galdós habló de esta tienda de tejidos en Fortunata y Jacinta.

Tejidos Sobrinos de Pérez



Pastelería La Mallorquina

Llegado este punto del centro de Madrid, lo mejor es dejarse llevar, como ratones, por el olor. Pero no del queso, no, de algo mucho más azucarado. Es imposible si pasas cerca, que el olor no te lleve hasta La Mallorquina, en plena Puerta del Sol, con esas típicas napolitanas de crema que se te deshacen en la boca... Ay por favor, yo no tengo voluntad para lo dulce. Aunque si la crema no te va mucho, aunque con la de aquí se puede hacer alguna excepción, siempre están esos torteles o tantos bollitos y dulces que no defraudan. 

También La Mallorquina es centenaria, por supuesto, y visita obligada si te vas de compras a principios del siglo XX por la zona y ya quieres hacer un descansito. Se llama así porque la familia que la fundó era de Mallorca. 

 

 

Y ya con la tripa llena, muy cerca está Casa de Diego, con su espectacular escaparate llenito de abanicos, donde un letrerito te dice "Mañana lloverá" para que pases y te hagas con uno de sus paraguas que duran años y años y años, y donde, además, te los arreglan si te estropea. Y luego están sus mantones, sus peinetas, castañuelas, mantillas... ¿Te acuerdas de todo lo que nos enseñaron sobre el lenguaje del abanico? Qué amables son los dependientes de Casa de Diego.


Tienda de abanicos y paraguas Casa de Diego

 

 

Atraviesas la Puerta del Sol, y te vas hacia la Carrera de San Jerónimo, porque tienes que pasar sí o sí, por el Lhardy. El mítico Lhardy donde hay que comer cocido alguna vez, y que han frecuentado tantos famosos de todos los tiempos. Lo decoró el padre de la conocida María Guerrero, Rafael Guerrero. 

Galdós, Azorín, Gomez de la Serna, todos hablaron del Lhardy. Lo frecuentaba Primo de Rivera, y aquí se decidieron por Alcalá Zamora en tiempos de la República. Qué no habrán escuchado esas paredes... A punto han estado de cerrarlo, pero ha acudido en su ayuda el dueño de Pescaderías Coruñesas, que entre nosotros, no debe andar con una mano delante y otra detras...  Una suerte. Y ahí sigue el Lhardy.

Restaurante Lhardy

 

Después ¡unos caramelitos de violeta! Jacinto Benavente lo frecuentaba mucho. y la Reina Victoria Eugenia también, sí esa a la que tiraron un ramo con una bomba... Pero esa es otra historia.

Hasta Violeta Chamorro, que cómo no va a pedir de vez en cuando unos caramelos que llevan su nombre. 

Y mientras estamos delante del escaparate nos llega el sonido de la voz inconfundible de Sara Montiel: "Como aves precursoras de primavera, en Madrid aparecen las violeteras... Compreme usté este ramito para lucirlo en el ojal."

Tienda de caramelos La Violeta

 

 

Y caminando, caminando otra vez hacia la Puerta del Sol, llegamos a los establecimientos con la fachada o los rótulos de color verde, las mercerías. ¿Quién no ha ido alguna vez a Pontejos? La mercería más grande, la más famosa de todo Madrid, muy cerquita de la Puerta del Sol. Desde el año 1913 ofreciéndonos de todo.


Mercería Pontejos

Almacén de Mercería Comercial Amparo

 

Anoche cenó en la pastelería del Sobrino de Botín, en la calle de Cuchilleros…” Un clásico, entre los clásicos, que aparece en las novelas de Galdós, en las de Indalecio Prieto, en Las Greguerías de Ramón Gómez de la Serna:  "Botín parece que ha existido siempre y que Adán y Eva han comido allí el primer cochifrito que se guisó en el mundo.”. En las de Arturo Barea, Arniches, Hemingway... hasta en las de María Dueñas.

 Casa Botín, fundada en 1725, es el restaurante más antiguo del mundo según el Libro Guinness de los Records y uno de los referentes de la mejor cocina tradicional en Madrid.


Restaurante Sobrino de Botín

 

Y para finalizar podemos ir a rasurarnos a la barbería que dicen es la más antigua de Madrid: El Kinze de Cuchilleros. Porque precisamente está en el núm. 15 de esa calle.

Abrieron el 2 de enero del año 1900. Aunque comenzaron en una vivienda, donde existía lo que se llamaron las “igualas familiares”. Consistía en que por unas 30 pesetas al mes podían ir todos los hombres de una misma familia, una o dos veces a cortarse el pelo o afeitarse.

La barbería más antigua de Madrid está decorada también al modo clásico con las típicas franjas de colores rojo, azul y blanco, que indica que es una barbería: rojo para la sangre, blanco de los vendajes y azul para las venas. Herencia de cuando en las barberías, se hacía algo más que cortar el pelo, acordaos, también se hacía cirujía con las sanguijuelas... En fin, mejor no acordarse.


El Kince de Cuchilleros


Por supuesto éstos no son todos los establecimientos centenarios de Madrid, hay muchos más de todo tipo, donde aún hacemos colas para comprar en la calle Toledo las alpargatas, en doña Manolita el décimo premiado o en las confiterias el dulce que mejor preparen. 

 

Así que, ya sabes, si te aburres de comprar en este siglo y en los mismos centros comerciales e impersonales. Si te hartas de mirar a tu alrededor y ves que todo es parecido, hay muchísima gente y tienes que perseguir a alguna dependienta para que te atienda, te pegas un salto y a principios del 1900 tienes todo tipo de tiendas para elegir.

Solo tienes que dar un paso, empujar la puerta y entrar.

Lo que no sé es cómo les vas a pagar... la verdad. Porque eso de los euros o la tarjeta no se cómo se lo van a tomar. Pero todo es probar...




miércoles, 2 de junio de 2021

Junio

 


Ayer, nada más levantarme, tropecé con junio. 

 Venía radiante, vestido de tardes largas y embriagado de tinto de verano.

- ¿Ya? -le pregunté sorprendida. 

- Claro, ya mayo pasó el testigo y aquí estoy.

-¡Pues anda que habéis dicho nada!

- ¿Cómo dices? 

- Que podíais haber avisado...

- ¿A quién?

-¡A quién va a ser! ¡A mí...!

- ¿Hacía falta? Llevamos toda la vida yendo y viniendo sin avisar, y nunca se nos ha quejado nadie.... 

- ¡Y que tengo yo que ver con nadie! ¿Y quién es nadie? Unos mansos. Pero yo me hago mayor, maniática y protestona. Y si veis que se acerca el día deberíais decírmelo, porque yo ya no tengo la memoria de antes, tengo la cabeza en mil sitios y ¿ves? ni me despedí de mayo, habrá dicho que ¡vaya maleducada! Con lo que se esmeró mi madre en hacerme una mujer de provecho. ¿Será posible? Y la de cosas que tenía yo que haber hecho en mayo, si me hubierais avisado de que te acercabas yo habría espabilado un montón de temas pendientes. Pero claro Junio, tú a lo tuyo, deseando llegar estabas para celebrar fiestas por San Juan, jornadas de verano y vacaciones de los coles... Jarana y más que jarana. Que te conozco bacalao, aunque vengas disfrazado. Pero yo no he nacido ayer ¿eh? bien se que también me arrancarás las ganas de quedarme en casa escribiendo, me las cambiarás por las de quedarme en alguna terracita hasta las mil cuando al día siguiente es laborable, ganas de escaparme unos días al mar, o la tragedia de verme en bañador después de un largo invierno pandémico sin gimnasio. ¡Horror!

- ¿Has dormido mal no?

- Sí.

- Se nota. Pero venga espabila, te traigo 30 días maravillosos para que ventiles todos esos temas que dejaste plantados en mayo. Indolente que no eres más que una indolente.

- Eh junio sin insultar ¿eh? Sin insultar... Que ya voooy.

 

Y comenzamos junio, ese sexto mes de nuestro calendario, cuyo nombre, que heredamos del latín alude a la diosa romana Juno, la mujer de Jupiter.

 Iunius o mes de Juno, tiene un raiz indoeuropea "yeu" que alude a la fuerza juvenil. A ver si se me pega un poco. Juno aludía también a la mujer, la feminidad.

 En fin...

Que ya está aquí y que no nos deje como mayo, con esa vaga sensación de que alguna que otra cosa nos quedó por hacer.

A por él.  


domingo, 23 de mayo de 2021

Prohibido cantar


 

-Si no has llamado a un timbre de una casa cualquiera y has salido corriendo para que no te pillaran cuando abrieran, si no te bañaste nada más comer sin hacer caso a las horas de la digestión cuando tus padres dormían la siesta, si no te ha dado un ataque de risa en misa, si no has hecho alguna vez algo que prohibían, no sabes de ese pinchazo de excitación que te nace en la tripa y te va trepando por dentro haciéndote cosquillas en cada órgano invisible de tu cuerpo.

-Me estás hablando de cosas que se hacen cuando se tienen ocho años, once años, catorce... Por favor te lo pido, no lo hagas.

-¿Pero no lo ves? ¿No ves que de vez en cuando hay que saltarse alguna norma que no vaya en contra de la salud, ni del otro? ¿No ves que estamos vivos?

-Por favor, no me hagas repetírtelo, no lo hagas, nos volverán a llamar la atención, nos volverán a invitar a que nos vayamos, nos prohibirán de nuevo que volvamos.

-¿Y?

-Por favor...

-Yo aún tengo, ¿cómo has dicho? aún tengo ocho, once, catorce años. Los que sean.

-Tienes canas, tienes arrugas, tienes prebiscia... ¿sigo?

-¿Y qué importa? Tengo ocho, once, catorce años, pero en un cuerpo ¿cómo diríamos? ¿Un cuerpo gastadillo?

-Muy bien, sigo: tienes la tensión alta, tienes colesterol, tienes osteoporosis, tienes la próstata... ¡Tienes un montón de años ya!

-¡Lo que tengo es un corazón latiendo! 
 
 
 
-Tenías que hacerlo ¿verdad? No podías dejarlo correr. No, tú como siempre tenías que montar el numerito... ¿Y tenía que ser encima de la mesa? ¿Y tenías que hacer música con la botella y los cubiertos? ¿Tenías que jalear a todo el restaurante para que se pusieran en pie y te hicieran los coros? ¡Que tú no eres ni Sinatra, ni Fred Astaire, Paco! Que un día te encierran, no sé si en el calabozo o en el psiquiátrico, pero te encierran fijo. Y mira si te te tienen que encerrar que lo hagan, pero estas verguenzas Paco, estas verguenzas yo ya no sé si estoy dispuesta a pasar más contigo. ¡Que son 50 años soportando estos numeritos!

-Pero amor de mi vida ¡¿A quién se le puede ocurrir prohibir cantar? ¿Y nos vamos a dejar que nos sigan prohibiendo sandeces? Despues de toda una vida ¿Nos vamos a dejar? Mi vida entiéndelo: Prohibirte cantar es como, cómo te diría yo, ¡como prohibirte respirar! ¿O no?


viernes, 21 de mayo de 2021

Trampantojo o mural. Fin de semana

 

Madrid. Calle Montera. Primavera 2021

Llegaba el viernes y se preguntaba si el fin de semana acabaría siendo un bello trampantojo o un colorido mural.

Se preguntaba si cuando llegara el lunes pensaría que ese par de días no había sido más que una trampa sutil, un engaño precioso, una bella ráfaga de libertad que tan pronto como había venido se había ido, porque no era más que eso, un soplo de viento engañoso, un trampantojo ensuciado de graffitis.

O si en cambio el fin de semana no eran más que dos días a los que pintábamos los labios para que no se parecieran a los días laborales. Dos días a los que intentábamos intensificar con el color que tiene trasnochar, no mirar el reloj, disponer de más tiempo libre para las aficiones o la nada. Dos. Solo dos insignificantes días pintados de colores.

Llegaba el viernes y se preguntaba cómo estiraría el fin de semana para que no le salieran bolas el domingo por la tarde.

Cómo lo doblaría para que no le salieran arrugas.

Cómo lo estrenaría.


Lo único que necesitaba era disfrazarlo de viaje y de fiesta, de celebración e indolencia.

Solo eso.

¿Por dónde empezaría?

 

Teruel. Otoño 2020.

 

Madrid. Primavera 2021

 

 

Teruel. Otoño 2020

 

 

Madrid. Primavera 2021



domingo, 16 de mayo de 2021

De la palabra madrileña: "pichi"

 


Me dices que no puedes dejar que pasen estos días, de fiestas en "Los Madriles", sin hablar de la palabra: "Pichi".

"Y se quedó tan pichi" se te escapa a menudo, cuando después de pasarle algo a alguien, se va tan ufano.

Y corriendo vas al diccionario de la Real Academia, a comprobar, cómo me temías, que no viene ésta acepción tan madrileña.

pichi1

De or. mapuche.

1. m. Chile. Arbusto de la familia de las solanáceas, con flores blancas, solitarias y muy numerosas en el extremo de los ramos tiernos. Se usa en medicina como diurético.

pichi2

1. m. Prenda de vestir femenina, semejante a un vestido sin mangas y escotado, que se pone encima de una blusa, jersey, etc.

 

Efectivamente ves que viene un arbusto de Chile, que por supuesto yo no conocías, y la prenda de vestir, que tanto has utilizado.

Pero ¿y tu "pichi"? 

Sí. Ese que en el lenguaje coloquial te viene a los labios a la primera de cambio. 

¿Dónde se queda, de dónde salió?

Y con una sonrisa, recuerdas que procede de  un chotís incluído en la revista musical madrileña titulada "Las Leandras". Esa tan conocida, y divertida, del Maestro Francisco Alonso, con libreto de Emilio González del Castillo y José Muñoz Román. 

Muy nueva no es... piensas. No nos vamos a engañar. Fue estrenada el 12 de noviembre de 1931 en el Teatro Pavón de Madrid. Ese teatro, que lástima, piensas también, acaban de volver a cerrar. 

En su día la estrenó Celia Gámez, pero la han cantado artistas tan famosas como Lina Morgan, Sara Montiel, Rocío Durcal, María José Cantudo... muchas.

El "pichi" de la obra es el típico chulapo madrileño. Un personaje chuleta, machista... 

Hace poco reparaste en que en la letra aparece Victoria Kent. ¿Te acuerdas? Te pareció curioso. Aunque hay versiones que se ha sustituido por "un pollito bien". 

Pues ya lo sabes, ese es el origen de la expresión. 

De ahí que, como tú, muchos la tengan incorporada al lenguaje coloquial y la saquen a pasear en cualquier conversación.

Te sonríes. 

Y "tan pichi" lo publicas en tu blog.

 



Pichi, es el chulo que castiga
del Portillo a la Arganzuela,
y es que no hay una chicuela
que no quiera ser amiga
de un seguro servidor.

...

viernes, 14 de mayo de 2021

"Las tontas", "Las listas", "las de Santa Clara" y "Las francesas"

 


   «Pronto no habrá, ¡Cachipé! / en Madrid duque ni hortera/ que con la tía Javiera / emparentado no esté». 

 

 

 Estamos en San Isidro, nuestra fiesta madrileña. 

Ya ha llegado el día de nuestro Patrón, San Isidro, el 15 de mayo.

Es tiempo de ir a la Verbena, escuchar y bailar el chotis y ta ta chan:

¡Comer rosquillas!

Ese dulce, que a mí me encanta, que precisamente lleva ese nombre, porque tiene forma de rosca.

Y dicen que fueron los árabes, en el siglo X, quiénes nos las trajeron.

Aquí, en "Los Madriles" para estas fiestas tenemos cuatro tipos de rosquillas: "las tontas", "las listas", "las de Santa Clara" y "las rosquillas francesas".

¿Por qué se llaman así? Porque aquí lo que nos interesan son las palabras. Aunque bueno en este caso si vienen las palabras rodando por encima de alguna rosquilla tampoco nos importaría ¿verdad?

 

Pero bueno, a lo que íbamos:

Lo del nombre en el caso de "las tontas" parece que está muy claro. 

Las rosquillas tontas son las más sencillas, de ahí que se les llame "tontas". 

Simplemente se componen de la masa tradicional: harina, huevo, azucar, aceite y anís. No tienen ningún tipo de cobertura, solo un baño de huevo. Son las más sosas, algo secas, pues eso: "tontas". 

Se cree que son las más antiguas, su receta se remonta a la Edad Media. 

Y claro... siempre que hay algún tonto, no anda muy lejos el listo. 

 

Por eso tenemos las rosquillas listas. Que son las tontas pero con un baño de azucar hecho con claras de huevo y azúcar glass, con sabor a limón. Son, normalmente, esas de color amarillo. 

Cuentan que fueron creadas por una pastelera, que vendía sus rosquillas en ferias y romerías: la “Tía Javiera”. Cuando esta mujer pasó a mejor vida, seguían en algunos puestos ofreciéndolas, haciéndose pasar por familiares de la "Tia Javiera". Así hasta que se convirtió en una tradición. En algunos sitios he leído que era de Fuenlabrada, pero en otros que era de Villarejo de Salvanés.


Después tenemos el tercer tipo:

Las rosquillas de Santa Clara, son las que están cubiertas de un merengue seco de color blanco. 

Su origen parece ser que está en los dulces que hacen las monjas Clarisas, de ahí su nombre, quienes las vendían en el convento para recaudar dinero para la orden.

 

El cuarto tipo:

Las rosquillas francesas, que llevan una cobertura elaborada con almendra picada y azúcar. 

Parece ser que su origen está en la Monarquia. Ya que se dice que a Doña Bárbara de Braganza, esposa de Fernando VI, no le gustaban demasiado las rosquillas tontas porque las encontraba muy simples, así que pidió a su cocinero de la Corte que le preparase otra versión, y así nacieron las rosquillas francesas. 

 

Y buscando y rebuscando, he dado con una especie de quinto tipo de rosquillas:

Las rosquillas ciegas: parecidas a las rosquillas de Santa Clara, pero sin el agujero en el medio.

 

Y claro... ahora lo que procedería es comerse una rosquillita ¿no?

 ¡Pues venga!



sábado, 8 de mayo de 2021

El signo de interrogación


 

A mí me gusta el signo de interrogación.

Es un signo muy estiloso. No me digáis que no. 

Si le echas imaginación hasta podría estar bailando haciendo que se contonee toda la frase... 

Bueno, vale, no le echéis imaginación. Pero...

Y ¿Nunca os habéis preguntado por qué nosotros utilizamos dos signos de interrogación para las frases interrogativas y en otras lenguas solo usan la que se escribe al final?

¿Y por qué tiene esta forma tan original el signo?

 

Pues yo sí me lo había preguntado, y después de mirar por aquí y por allá, más o menos, solo más o menos, porque yo no soy ninguna "entendida" del tema os puedo contar una aproximación a cómo parece que se desarrolló la cuestión ¡y nunca mejor dicho!

 

Parece ser que "la culpa" de todo este jaleo comenzó con los romanos.

Los romanos escribían en papiros. 

Pero los papiros eran caros, así que había que aprovechar al máximo el espacio del papiro. Por eso comenzaron a escribir todos los textos seguidos, desde la esquinita de arriba hasta la de abajo. Y todo bien juntito, sin espacio entre párrafos ni líneas, y sin casi signos de puntuación. Déjate de tildes y comas, escribir, escribir y escribir. 

Y claro después era díficil comprender lo escrito. Por ejemplo se les planteaba dudas entre las frases, cuáles eran interrogativas y cuáles no lo eran. Por eso cuando terminaban una frase interrogativa comenzaron a escribir detrás la palabra "quaestio" o "pregunta". Pero si nos falta papiro y estamos apretando la escritura, encima escribe una palabra más... Así que decidieron acorta la palabra "quaestio" y comenzaron a ponerla solo con la inicial "Q".

Después de los romanos, los que conservaron el latín fueron los monjes de los monasterios de la Edad Media. Los monjes copistas, los amanuenses, eran los que copiaban y copiaban los textos de Virgilio, Cicerón y demás. Y los que iban introduciendo novedades en la escritura.  

A partir de aquí, he encontrado dos posibles explicaciones a la forma del signo de interrogación. 


 

O bien, para ahorrar tiempo y trabajo, se acortó la "Q" dejando sólo la parte derecha. Si escribimos una Q y dejamos sólo la parte donde está el “rabillo”, vemos que efectivamente es el actual símbolo de interrogación.

O bien, con el paso del tiempo questio se redujo a QO. Para no confundirla, comenzaron a colocar la Q sobre la O. Después, la Q se convirtió en un garabato y la O en un punto. Algo que se parece sospechosamente a nuestro actual signo de interrogación “?”. Era el puntus interrogativus, muy utilizado durante el siglo IX para ayudar a interpretar los cantos gregorianos.

 


E incluso, he encontrado que hay quién dice que el signo de interrogación no proviene de los romanos. El Dr. Chip Coakley, de la Universidad de Cambridge asegura haber identificado la versión más antigua del signo. 

Estudiando los documentos de la Biblioteca Británica adquiridos en Egipto en el año 1840, halló los vestigios del singular signo en manuscritos escritos en siríaco (dialecto del arameo) del siglo V. 

Asegura que el signo, llamado ‘zagwa elaya’, podría haber sido un recurso para recordar -a quien leyera la Biblia en voz alta- una entonación de interrogación. Este descubrimiento, podría convertirse en el ejemplo más antiguo del concepto de signo de interrogación.

  

 

Y no hay dos sin tres, porque también está la historia de que Alcuim de York, un ingles intelectual que formó parte de la corte de Carlomagno en el 781 inventó el "puntus interrogativus". 

Como tenía que asesorar a Carlomagno y encontró muchas limitaciones en la puntuación, creó este "punto de interrogación" que consistía en un punto con un símbolo que parecía un relámpago encima de él, que indicaba el tono ascendente de la voz que usamos cuando enunciamos una pregunta. 


 

Pero aunque no sepamos bien, si vino de los romanos, del siríaco, o de Alcuin de York, lo que sí parece ser que sabemos es que: 

En el siglo XV, con la imprenta, se tuvo que crear una puntuación estándar. En 1566, Aldo Manuzio publicó el primer libro de normas de puntuación. Su Orthographiae Ratio (Sistema de ortografía) incluía el punto, la coma, los dos puntos, el punto y coma y el signo de interrogación.

En 1754 (también he leído que fue el 17 de octubre 1753, bueno mes arriba, mes abajo...), la Academia española creó oficialmente el signo de interrogación inicial, que no existe en ninguna otra lengua. Así que fue un invento español.

Se recomendó que se escribiera el signo de interrogación inicial cuando las oraciones fueran largas, para que no hubiera dudas de cuando comenzaba la interrogación. Dejando para las cortas, lo que se venía haciendo, escribir solo la interrogación final.

¿Pero cuándo una frase es larga o corta? La cuestión era peliaguda, y sobre todo demasiado subjetiva.
 
Así que un siglo después, en 1870, la Academia Española tiró por la calle de en medio y decidió que todas las frases interrogativas deberían llevar el signo de interrogación al inicio y al final, independientemente de su longitud.
 
Y por eso en nuestro idioma también se pone el signo delante, no como en la mayoría de los idiomas que solo se pone al final.  
 



 Y después de tanto tiempo y tantos trajines, ahora con el "guasap" pues ahí andamos, "comiéndonos" la interrogación inicial... 

Para matarnos.