«Pronto no habrá, ¡Cachipé! / en Madrid duque ni hortera/ que con la tía Javiera / emparentado no esté».
Estamos en San Isidro, nuestra fiesta madrileña.
Ya ha llegado el día de nuestro Patrón, San Isidro, el 15 de mayo.
Es tiempo de ir a la Verbena, escuchar y bailar el chotis y ta ta chan:
¡Comer rosquillas!
Ese dulce, que a mí me encanta, que precisamente lleva ese nombre, porque tiene forma de rosca.
Y dicen que fueron los árabes, en el siglo X, quiénes nos las trajeron.
Aquí, en "Los Madriles" para estas fiestas tenemos cuatro tipos de rosquillas: "las tontas", "las listas", "las de Santa Clara" y "las rosquillas francesas".
¿Por qué se llaman así? Porque aquí lo que nos interesan son las palabras. Aunque bueno en este caso si vienen las palabras rodando por encima de alguna rosquilla tampoco nos importaría ¿verdad?
Pero bueno, a lo que íbamos:
Lo del nombre en el caso de "las tontas" parece que está muy claro.
Las rosquillas tontas son las más sencillas, de ahí que se les llame "tontas".
Simplemente se componen de la masa tradicional: harina, huevo, azucar, aceite y anís. No tienen ningún tipo de cobertura, solo un baño de huevo. Son las más sosas, algo secas, pues eso: "tontas".
Se cree que son las más antiguas, su receta se remonta a la Edad Media.
Y claro... siempre que hay algún tonto, no anda muy lejos el listo.
Por eso tenemos las rosquillas listas. Que son las tontas pero con un baño de azucar hecho con claras de huevo y azúcar glass, con sabor a limón. Son, normalmente, esas de color amarillo.
Cuentan que fueron creadas por una pastelera, que vendía sus rosquillas en ferias y romerías: la “Tía Javiera”. Cuando esta mujer pasó a mejor vida, seguían en algunos puestos ofreciéndolas, haciéndose pasar por familiares de la "Tia Javiera". Así hasta que se convirtió en una tradición. En algunos sitios he leído que era de Fuenlabrada, pero en otros que era de Villarejo de Salvanés.
Después tenemos el tercer tipo:
Las rosquillas de Santa Clara, son las que están cubiertas de un merengue seco de color blanco.
Su origen parece ser que está en los dulces que hacen las monjas Clarisas, de ahí su nombre, quienes las vendían en el convento para recaudar dinero para la orden.
El cuarto tipo:
Las rosquillas francesas, que llevan una cobertura elaborada con almendra picada y azúcar.
Parece ser que su origen está en la Monarquia. Ya que se dice que a Doña Bárbara de Braganza, esposa de Fernando VI, no le gustaban demasiado las rosquillas tontas porque las encontraba muy simples, así que pidió a su cocinero de la Corte que le preparase otra versión, y así nacieron las rosquillas francesas.
Y buscando y rebuscando, he dado con una especie de quinto tipo de rosquillas:
Las rosquillas ciegas: parecidas a las rosquillas de Santa Clara, pero sin el agujero en el medio.
Y claro... ahora lo que procedería es comerse una rosquillita ¿no?
¡Pues venga!
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