Un blog de literatura y de Madrid, de exposiciones y lugares especiales, de librerias, libros y let

lunes, 8 de abril de 2019

"El último barco" de Domingo Villar


- Esto no es un colegio, inspector. Aquí se aprenden oficios, de esos que permiten combinar trabajo y afición si se tiene un poco de talento y mucha suerte. Algunos descubren tarde lo que les gusta y otros solo vienen por intuición, sin saber bien si lo van a encontrar -dijo, adornando con gestos cada palabra-. Lo malo no es entregarse a una pasión con más o menos años. Lo terrible es morirse sin haberla buscado. Por desidia o porque la vida no le haya permitido a uno hacerlo. 
Caldas miró el camelio y pensó en la vocación tardía de bodeguero de su padre.



Tenía tantas ganas de volver a pasar unos días con Leo Caldas, que en cuánto me enteré de que iba a estar dentro de "El último barco" hice todo lo posible por viajar con él por las páginas del último libro de Domingo Villar.

Años llevaba esperando el tercer libro de este autor, después de leerme "Ojos de agua" y "La playa de los ahogados". Quería volver a encontrarme con el Inspector Leo Caldas y su compañero Rafa, con el padre de Leo, y pasar de nuevo unos días por Galicia acompañándoles en un nuevo caso.

La espera ha valido la pena porque "El último barco" me ha gustado mucho. Pero mucho.


El argumento que podemos leer por todas partes sobre esta novela es el siguiente:



"La hija del doctor Andrade vive en una casa pintada de azul, en un lugar donde las playas de olas mansas contrastan con el bullicio de la otra orilla. Allí las mariscadoras rastrillan la arena, los marineros lanzan sus aparejos al agua y quienes van a trabajar a la ciudad esperan en el muelle la llegada del barco que cruza cada media hora la ría de Vigo. Una mañana de otoño, mientras la costa gallega se recupera de los estragos de un temporal, el inspector Caldas recibe la visita de un hombre alarmado por la ausencia de su hija, que no se presentó a una comida familiar el fin de semana ni acudió el lunes a impartir su clase de cerámica en la Escuela de Artes y Oficios. Y aunque nada parezca haber alterado la casa ni la vida de Mónica Andrade, Leo Caldas pronto comprobará que, en la vida como en el mar, la más apacible de las superficies puede ocultar un fondo oscuro de devastadoras corrientes."


Volvemos a disfrutar con esta novela del tandem policial de este autor, formado por el gallego Leo Caldas y el maño Rafael Estevez. Están muy bien perfilados estos dos personajes. Leo es un gallego tristón, reflexivo, concienzudo, algo solitario. Y a Rafa hay que atarle corto porque tiene un carácter endemoniado, y no lleva nada bien la idiosincrasia gallega de no definirse que tan bien retrata Villar. Pero están tan bien descritos que los vemos perfectamente, los vemos moverse, y cómo son. Yo confieso que a Leo Caldas le veo con la cara de Carmelo Gómez desde que vi la segunda novela en película. Y qué bien me cae. El autor consigue que empaticemos mucho con este personaje principal.

En general todos los personajes resultan creíbles y están muy bien caracterizados con rasgos que solo tienen ellos. Encontramos también al padre de Leo Caldas, que es también un tipo de lo más interesante. En esta novela tenemos también a otros que resultan muy atractivos como Camilo o Andres "el Vaporoso".

Cuando Camilo notó que el inspector se le aproximaba, se estremeció: cerró los ojos, incrementó el balanceo y contrajo el rostro en una mueca de espanto, como si le faltara la vida. Su boca entreabierta permitió ver a Leo Caldas unos dientes grisaceos, desordenados sobre las encías, como salpicaduras de agua sucia en una pared.
- No voy a hacerte daño, Camilo -le dijo Caldas con suavidad, sorprendido por la reacción del muchacho-. Solo necesito que me digas si la has visto.



Es una novela con un ritmo muy lento, pero su prosa rica y con imágenes destacables, está salpicada de diálogos serenos que agilizan mucho y que nos aportan otra visión de la relación de los personajes, de cómo interactúan. Me encantan algunos diálogos entre Leo y Rafa, y entre Leo y su padre.

- Pero eres tú el que está asustado, no yo -dijo el padre, sin apenas alzar la voz-. Cuando llamas por teléfono te interesas por si estoy acompañado o solo: ahora me hablas de poner rejas... Tú eres policía Leo, es lógico que te preocupen esas cosas, pero a mí me preocupa que las viñas arranquen bien y que llueva lo que tiene que llover cuando llegue la primavera. Puedo convivir con el miedo a morirme, pero no quiero tener también miedo a vivir.
Caldas miró el reflejo de su padre en el cristal y lamentó haber mencionado el asunto. 



No lo hemos dicho aún porque ya se sabe, pero no está mal que recordemos que está ambientada temporalmente en la actualidad y espacialmente en la ría de Vigo. Estas novelas, y en concreto ésta de la que estamos hablando, es una muestra constante de amor a la tierra del autor, a Galicia. También se ha tomado mucho trabajo en describirnos el amor al artesano, ya sea de instrumentos musicales, como de la ceramica. El amor a las cosas que se hacen con infinita paciencia como este libro.

En fín, que os la recomiendo, como todas las anteriores. Pero ésta novela desde luego creo que aún más.


-Espera un momento -le pidió el padre, y desapareció dentro de la casa.
Regresó trayendo en la mano el libro que compartían.
-Llévatelo, Leo -dijo entregándoselo a través de la ventanilla abierta.
-Todavía te lo estás leyendo tú -repuso Caldas.
-Da igual -inisitió el padre-. Tú eres quién necesita que los buenos ganen.
Leo Caldas tragó saliva y le dio las gracias.
-Te lo devuelvo en cuanto termine.
-No hay prisa -dijo el padre- yo mientras puedo ir soñando otro final.




sábado, 6 de abril de 2019

Lectura "Cuenta conmigo" de Javier Díaz y Rocío Díaz en el Café María Pandora


No caben en un puñado de fotos y vídeos lo que fue la tarde de aquel lunes 1 de abril.

No cabe el sentimiento de gratitud para con todos los que nos acompañaron, no cabe su silencio al escucharnos, su atención, ni por supuesto sus risas.

Tampoco cabe la complicidad con el mejor profesor del mundo, el mejor compañero de lecturas. 

Gracias a María Pandora por poner a nuestra disposición sus colores, su ambiente de biblioteca y café, el mejor marco para nuestras historias y versos.

Gracias, gracias y gracias a todos por hacernos más felices.























#Café María Pandora
#Javier Díaz Gil
#Rocío Díaz Gómez
#Poesía y relatos

jueves, 4 de abril de 2019

De Nombres de tiendas y Murales en Madrid


Aquella noche por Lavapies, ese barrio multicultural y alegre, llenito de salas pequeñas de teatro, nos regaló una noche especial en esa esquina "Donde da la vuelta el viento".

Una noche tan, tan especial, que nos fuimos a casa sintiendo que entre los adoquines de aquellas viejas calles del centro estaban creciendo flores y sueños.


Vamos a empezar abril con una entrada doble de colecciones, porque vale para "Nombres de las tiendas" y "Murales y trampantojos". 
Ambos en Madrid, la mejor ciudad del mundo.



domingo, 31 de marzo de 2019

1 de abril "Cuenta conmigo". Lectura compartida de Javier Díaz y Rocío Díaz en el Café María Pandora


Nosotros contaremos para vosotros. 
Y vosotros podéis contad con nosotros.
Para entre todos 
cambiar el lunes 1 de abril de 2019.



¿Nos inventamos un lunes diferente?

¿Uno en el que transformemos la rutina en cuentos y poemas?

Javier Díaz y yo estamos dispuestos a intentarlo.

Venga ¿Os animais?

El sitio es chulo, la libreria champanería María Pandora, en Las Vistillas en Madrid. 

Los poemas de Javier serán bastante narrativos, y os aseguro que os conmoverán.

Y yo, leeré algunos de mis cuentos más cortos, más poéticos, más nuevos.


Estaremos encantados de compartir esta nueva lectura con vosotros.

Sí, a las 19.30 horas.

Será un regalo veros allí.





#Lectura Javier Díaz Gil y Rocío Díaz Gómez
#Librería Champanería María Pandora

martes, 26 de marzo de 2019

De Letreros de la calle y faltas de ortografía, del Potaje y las Torrijas



Quizá en el letrero de encima de éste párrafo no haya una falta ortográfica, quizá lo escribiera un frances... Porque en ese idioma sí que se dice "potage". Podríamos quizá pensarlo. Pero cómo no parece muy probable, diremos que hemos cazado un letrero de alguien que tenía un "potaje" sí, pero uno bien bueno y en la cabeza, con la palabra "potaje". 

Porque la palabra "Potaje" en español se escribe con "j". Etimológicamente parece que sí que procede del frances, de la palabra "potage". Ésta a su vez vendría de unir el sufijo "aje" o "age" con "pot". Pot sería una palabra del latín vulgar, y se referiría al recipiente en el que se echan los alimentos para que hiervan, ya sea una olla o un puchero. Luego potaje se referiría a los alimentos variados que se mezclan y se cocinan en ese "pot", esa olla.
En fin, lo hemos explicado a grandes rasgos, pero es la idea. 

¿Y si fuera que nuestro escritor del letrero de arriba no es que fuera ni frances, ni despistado con la ortografía, sino que tuviera una buena "torrija" cuando lo escribió?  Porque si estamos en tiempos de potaje, también lo estamos ya casi en el de las torrijas. Pero las otras, las de las dulces.

La palabra "torrija" estaría formada a partir de la unión del sufijo "ija" que se usa para algo de poco valor o despectivo, con la palabra latina "torrar" que sería tostar. Parece ser que en un principio las torrijas no eran fritas sino tostadas al horno. Y luego se les añadía la miel. 

Ls torrijas son un postre casero muy, muy antiguo. Ya se habla de torrijas en recetarios de los siglos IV y V. Ya las comían los Romanos en el siglo I. Lo de hacerlas también con huevo y azúcar, llegó a Europa con los arabes. Igual que lo de la leche, es muy posterior. Se les daba mucho a las parturientas por aquello de que "de lo que se come, se cría". Otro día os lo cuento mejor.

Pero en esta entrada y por el momento ya hemos hecho un buen potaje entre los letreros de la calle, las faltas de ortografía y las comidas más habituales de estos tiempos de Cuaresma.

Ahora a degustarlas se ha dicho.





jueves, 21 de marzo de 2019

"Voces prestadas a León Felipe" por Juan Calderón, Juan B. Raña y Manuel Sanz



El pasado lunes, 18 de marzo, asistí a un recital homenaje de esos que sales deseando conocer y leer más poemas del autor homenajeado. 

Juan Calderón, Juan B. Raña y Manuel Sanz prestaron sus voces a los versos del poeta León Felipe y lo hicieron con tanta pasión que nos tuvieron a todos los allí presentes hipnotizados durante todo el tiempo que duró el recital.  

Los bolsillos del poeta y los ángeles. El violín y ese nombre suyo acortado por el que le conocemos. Las boticas, Dios y su búsqueda, su indagación, a través de la poesía. Muchas pinceladas de la vida y el universo poético del singular León Felipe nos mostraron con sus voces y sus gestos Juan Calderón, Juan B. Raña y Manuel Sanz.

Ellos lo vivían y nos lo hicieron vivir a nosotros. Y lo hicieron con tanto acierto que todos salimos transformados del recital. Después, unos buscamos versos y otros los compusieron. 

Nos devolvieron un lunes diferente en ese marco tan especial de la Biblioteca Eugenio Trías del Retiro de Madrid. 

Ahora no queda más que esperar su próximo recital, sabemos que no nos defraudarán.

Os dejo con algunas fotos y algunos pequeños vídeos del recital.
























martes, 19 de marzo de 2019

19 de marzo



Te recuerdo sentado, frente a un caballete, pintando. 
Tú con bata de estar en casa y yo con dolor de oídos. 
Los dos malos, sin muchas ganas de hablar, 
haciéndonos compañía, 
esperando que llegara mamá de la compra. 

Que llegara ya, con su voz y su fortaleza.
Y nos cuidara, nos consolara. 
Escucharle decir: "Venga que eso no es nada, te voy a traer algo rico.".

Recuerdo aquel maletín de madera lleno de tubos de pintura al óleo a medio gastar, 
aquel maletín que pronto se quedó sin dueño. 

Te recuerdo rodeado de tantas visitas,
familia, compañeros, vecinos. 
Te recuerdo charlando y sonriendo con ellos en aquella casa
que tenía una ventanita que comunicaba el comedor y la cocina.
Aquella casa con un pasillo muy largo con una cortina roja en medio,
donde jugábamos a las tinieblas.
Qué miedo.

Qué miedo tantas cosas.

Atesoro tan pocos recuerdos,
que ojalá solo recordara los buenos.

Ojala te hubiera visto envejecer.
Echo de menos aquellas conversaciones
de libros, de nosotros, de la vida,
que nunca tuvimos.

Me habría gustado,
tanto,
conocerte mejor.


Rocío Díaz Gómez