Un blog de literatura y de Madrid, de exposiciones y lugares especiales, de librerias, libros y let

miércoles, 8 de julio de 2015

Luis Cañadas, pintor almeriense muy presente aún en Almería



Hoy os quería dejar con una entrada dedicada de nuevo a Almeria, pero más concretamente a Luis Cañadas, pintor almeriense hermano de uno de mis compañeros de tertulia, Aureliano Cañadas, de quién ya os he hablado muchas veces.

Este pasado junio de 2015 he estado por allí de viaje y he podido visitar la obra de este autor, a quién conocí personalmente porque asistió un par de veces a nuestra tertulia literaria Rascamán, ya que en sus últimos años, cuando ya no podía ver bien para pintar, había desplazado su creatividad al relato. Y allí estuvo con nosotros alguna tarde, como uno más, con su talante afable y de buen conversador. En 2010 el IEA publicó ‘Cuentos de un pintor’, su única obra literaria impresa.


Nacido en Almería en 1928, tuvo una infancia y adolescencia especialmente duras. La Guerra Civil primero y el fusilamiento en diciembre de 1939 de su padre, Luis Cañadas Martínez, maestro y prestigioso jurista, activista republicano, marcaron sus primeros años. En ese mismo 1939 ingresó Luis Cañadas en la Escuela de Artes y Oficios de Almería, donde destacó desde los primeros momentos. En 1943 participó en el concurso-exposición de los alumnos de la Escuela, en 1945 entró a formar parte del Movimiento Indaliano y en 1946 recibió muy favorables comentarios por la obra presentada al I Salón Indaliano.

Fue seleccionado en 1947 para la exposición de los indalianos en Madrid y recibió, paralelamente, el Premio Vázquez Díaz por su obra ‘Paisaje de la Joya’. La exposición de Madrid le granjeó comentarios muy favorables a su obra y empezó una serie de muestras en cadena, entre ellas su primera individual, en 1948. Tras una estancia como becario en la capital, siguió su carrera en Almería y diversos premios, entre ellos el ‘Costa del Sol’ y el de Educación y Descanso, lo animaron a trasladarse a Madrid, donde residió hasta su muerte. Su obra ha sido expuesta con regularidad en Madrid, Almería y otras ciudades españolas y extranjeras. 

Mención especial merecen sus murales, que lo colocan entre los principales muralistas españoles del último medio siglo.


En Almería, en la vieja estación del tren y en la vieja estación de autobuses, hay obra de este pintor. 

El edificio de la antigua estación de tren (construída entre 1890 y 1893), en la parte superior de esta entrada, es precioso, pero es triste verlo cerrado y sucio. Lleva más de diez años en desuso, desde que en el año 2005 empezó a funcionar la Estación Intermodal. Hay que mirar los mosaicos de Luis Cañadas desde fuera, asomándote como puedes por los cristales que están llenitos de suciedad. Vamos que tienes que esforzarte para poder admirarlos. Es una obra que refleja el presente, el pasado y futuro del ferrocarril en Almería, mediante escenas vinculadas a los viajeros y paisajes ferroviarios típicamente almerienses, todo ello adornado por piedras naturales y vidrios pintados en teselas irregulares para dar movilidad.




Os dejo esta foto para que podáis comprobar lo mal que se veía...


 Y también he visitado más obra de Luis Cañadas en la vieja estación de autobuses que desde el año 2007 es un Mercadona. Qué curioso ver cómo han procurado conservar los murales dejándolos con sus explicaciones para que puedan ser admirados.

La vieja estación de autobuses es obra del arquitecto Guillermo Langle, de quién supimos en nuestro viaje cuando visitamos el refugio de la Guardia Civil que se puede ver en Almeria, ya os lo contaré en otra entrada del blog. Langle construyó esta estación de autobuses entre el año 1952 y 1962, y las pinturas de Luis Cañadas (acompañado de Francisco García Jiménez "Pituco")  son del año 1954 y 1955. 

En fin... que quería recomendároslas por si algún día pasais por Almería. Me ha gustado mucho poder ver una representación de la obra de Luis Cañadas. Cuando le conocimos en la tertulia me pareció una persona entrañable.  






En el libro podéis observar el detalle de la firma de los autores

lunes, 6 de julio de 2015

Los letreros de las calles - Almería


Como es lunes y cuesta enfrentarse al mundo con algo sesudo... vamos poco a poco. Por eso hoy os traigo otra entrada de la calle, sí, una de esas ligeritas.

En Almería, más concretamente en Mojacar, me topé con ese poema callejero de la foto de arriba en una pizarra a la entrada de una taberna. Muestra del más genuino lirismo callejero almeriense. ¿Cómo no me lo iba a traer? No me digáis que no está bien...

Las fotos de debajo son. La Taberna del letrero, en la plaza del Caño de Mojacar, como os decía.

Y la otra foto es de San José, también en Almería en el Cabo de Gata, una nueva adquisición para nuestra colección de "Los nombres de las tiendas": "Bocata y Fuga". Tampoco me pude resistir.









Ésta última foto está tomada en Carboneras, me hizo mucha gracia que llamaran "Branquias" a un Centro de Buceo, muy ingenioso.

Y venga, ahora que hemos sonreído vamos a seguir con el lunes.

jueves, 2 de julio de 2015

Desde el "Ya no me ajunta..." hasta el "Me ha pedido salir...": Los veranos y los libros


Hubo un tiempo, que todavía palpita en la memoria, donde te sentías morir si alguien que te caía fenomenal había decidido "no ajuntarte", aunque al segundo siguiente y levitando, rozaras el cielo, porque ese mismo alguien, o cualquier otro con los granos más especiales del mundo, "te pedía salir".

Esas expresiones que utilizabas en aquel tiempo remoto y te abrían la puerta del Paraíso o te empujaban al mismo Infierno, se han quedado pegadas con chinchetas invisibles al corcho de tu habitación de entonces. Una habitación, seguramente empapelada de papel pintado, que contaba con alguna que otra litera, o una cama de las que salían de la única pared de tu habitación que no podías alegrar con varios posters de aquellos ídolos abrumados de penas de amor. A Camilo Sexto le dolía Melina, casi al mismo tiempo que Linda hirió a Miguel Bosé. A los Pecos no les quedaban esperanzas ni Aire a Pedro Marín, mientras tú, tarareando a unos y a otros, hojeabas el nuevo número de la SúperPop.

En el espacio entre "el ya no me ajunta" y "me ha pedido salir" sigue latiendo tu primera adolescencia, donde por supuesto que estabas secuestrada por tus emociones, pero donde también en verano tenías todo el tiempo del mundo para aburrirte de leer, aburrirte y leer. 

Leer. Leer y volver a leer. Tardes enteras. Qué felicidad. Y no lo sabías.

La de siestas de aquellos veranos que aprovechaste leyendo. Habías pasado ya por todos los Cursos de Santa Clara de Enyd Blyton en veranos anteriores. Pero en aquellos de tus doce, tus trece, tus catorce años cayeron todos los libros de Agatha Christie uno tras otro como fichas misteriosas de un dominó. Leíste "Lo que el viento se llevó", aunque algunos párrafos de aquella Guerra de Secesión te los leyeras más rápido que los de Rhett Butler y Escarlata O`Hara donde te demorabas a conciencia leyendo y releyendo aquellos fantásticos diálogos. Para continúar devorando, uno a uno, con tiempo y hambre de letras, muchos de los libros que había comprado tu padre y estaban esperándote en el mueble del comedor.

Aquellos veranos donde hacía tanto calor, como en éste o más, porque ¿quién tenía aire acondicionado? Aquellos de melón y abanico. Aquellos de sandía y ventilador. Aquellos donde la sombra más fresca la hallabas bajo los libros, benditos libros, donde podías refugiarte si alguien que te caía fenomenal había decidido "no ajuntarte", y donde siempre, siempre, el héroe "pedía salir" a quién llevaba esperándole una eternidad.

Por aquellos días, por aquellos libros, por los siglos y los siglos de lecturas de tus veranos. Nuestros veranos.



A Ana R. que me recordó cuando no nos ajuntaban...



Ver conjugación ajuntar.
(De juntar).
1. tr. vulg. juntar.
2. prnl. vulg. amancebarse.
3. prnl. ant. juntarse.
4. prnl. ant. Unirse en matrimonio.

martes, 30 de junio de 2015

"El amante japonés" de Isabel Allende


 «Irina Bazili entró a trabajar en Lark House, en las afueras de Berkeley, en 2010, con veintitrés años cumplidos y pocas ilusiones, porque llevaba dando tumbos entre empleos, de una ciudad a otra, desde los quince. No podía imaginar que encontraría su acomodo perfecto en esa residencia de la tercera edad y que en los tres años siguientes llegaría a ser tan feliz como en su infancia, antes de que se le desordenara el destino».



Pues ya me he terminado "El amante japonés", el último libro de Isabel Allende.

Me ha encantado. Volver a Isabel Allende siempre es garantía de volar muy lejos y conocer a personajes entrañables.

Pero en esta ocasión sin duda alguna. Me ha gustado más que sus dos últimos libros. 

El argumento: Irina Bazili, una atractiva joven de 23 años, consigue trabajo en el departamento de administración y asistencia de Lark House, residencia de ancianos lujo situada en las afueras de Berkeley. Alma, anciana de clase alta, le ofrece un trabajo complementario como secretaria personal. Mientras ejerce esta ocupación, llamará la atención de Seth, nieto de su nueva jefa, que inicia las tareas de escribir un libro sobre su familia, como excusa para estar regularmente junto a la joven.
 
Mientras Irina y Seth revisan papeles de Alma para su libro, descubren unas cartas enviadas a lo largo del tiempo por Ichimei. Se trata de un hombre de procedencia japonesa al que conoció durante su infancia, pues era uno de los hijos del jardinero de la mansión de sus tíos, donde ella tuvo que instalarse en 1939, cuando tuvo que dejar a sus padres en Polonia por el miedo a los nazis.

"Habían compartido noches en blanco, bebiendo whisky aguado o fumando marihuana para aliviar la angustia, en las que se contaron sus vidas, desenterraron anhelos y secretos, y llegaron a conocerse a fondo. En esa parsimoniosa agonía no cabían pretensiones de ninguna clase, se revelaron como eran a solas consigo mismos, al desnudo. A pesar de eso, o tal vez por eso, llegaron a quererse con un cariño diáfano y desesperado que requería una separación, porque no habría resistido el desgaste irremediable de lo cotidiano."

 El tema es el amor, claro que sí. La historia de amor maravillosa de Alma, una señorita bien de San Francisco, e Ichimei, el jardinero japonés, que dura toda la vida. Pero después a su alrededor hay otras historias de amor, que no os voy a desvelar, pero que también son para quitarse el sombrero. Y por otro lado, también se habla del desarraigo, de los que se tienen que marchar de su tierra, en todas épocas y en distintas geografías. De la eutanasia. Y de la importancia de los lazos familiares. Así cómo de la vejez y su relación con los más jóvenes.

"Me gustan especialmente tus árboles otoñales que dejan caer sus hojas con gracia. Así deseo desprenderme de mis hojas en este otoño de la vida, con facilidad y elegancia. ¿Para qué apegarnos a lo que vamos a perder de todos modos?"

Como veis es una novela donde se tratan muchos temas muy importantes porque también se toca la pornografía infantil, la homosexualidad, la trata de personas... Temas lamentables. 


Está ambientada en San Francisco aunque recorrerá otras geografías de la mano de sus personajes y en la actualidad (comienza en el año 2010), aunque se rompe la linealidad temporal porque iremos a la Polonia de la Segunda Guerra Mundial o los campos de concentración de Utah.

Esos personajes que tan bien están perfilados por la autora. Como os decía antes nos volvemos a encontrar con personajes entrañables de quiénes conocemos prácticamente su vida entera, de los principales desde luego. Están muy bien retratados, se nos hacen familiares. De los más importantes podríamos decir que son: Personajes femeninos fuertes, con carácter. Y personajes masculinos nobles y tranquilos. 

A mí me ha gustado mucho esta novela. Es verdad que no me ha sorprendido en algunos puntos y me veía venir ciertos giros de la trama. Pero me ha tenido muy, muy entretenida y me ha sumergido en el universo mágico de esta autora, donde siento que me transporta con suavidad a lugares lejanos y donde me presenta a unos personajes muy especiales en su modo de ser y estar en el mundo. Y sobre todo es que me gusta mucho la forma de narrar de esta autora, su forma de contar la vida, lo cotidiano, siempre como algo extraordinario. Ese lirismo, esa forma de conmovernos.


"A los veintidós años, sospechando que tenían el tiempo contado, Ichimei y Alma se atragantaron de amor para consumirlo entero, pero mientras más intentaban agotarlo, más imprudente era el deseo, y quien diga que todo fuego se apaga solo tarde o temprano, se equivoca: hay pasiones que son incendios hasta que las ahoga el destino de un zarpazo y aun así quedan brasas calientes listas para arder apenas se les da oxígeno.»

lunes, 29 de junio de 2015

Faros del Cabo de Gata



Hace muuuuucho calor este verano que acaba de asomar la patita por debajo de la puerta, como decíamos en el cuento de El lobo y los siete cabritillos. ¿Os acordáis? Yo me acuerdo de cuándo nos lo contaba mi madre...

En fin, pues que cómo está ardiendo la calle en este junio de 2015, he pensado que era el mejor momento para volver a nuestras entradas veraniegas (o no) de los faros. 

Me gustan los faros, me gustan mucho. Me parecen muy sugerentes a la hora de escribir, de inventar. Ya tenemos más entradas en este blog de otros con los que me he topado en mis viajes.

Hoy para refrescarnos os voy a dejar con dos nuevos para nuestra particular colección. Están en el Cabo de Gata. El de la foto que encabeza esta entrada y las siguientes son del Faro que está en el mismo cabo. Donde se puede decir que termina el sur oriental de la peninsula. Y ahí también está el Mirador de las Sirenas.

"En 1863 se construyó el faro y ya en el siglo XX el resto de dependencias que lo completan. Se edificó sobre las ruinas del castillo de San Francisco de Paula, que formaba parte de la batería de defensa marítima existente en la costa almeriense y que fue destruido durante la Guerra de la Independencia. Construido sobre un acantilado de 50 metros y con una altura de torre de 18 metros, los destellos del faro son visibles a 30 millas de distancia, unos 45 kilómetros, complementado por una sirena acústica que los días de espesa niebla se activa avisando a los barcos de su presencia."




Y de aquí hasta abajo las fotos son de otro faro: Faro de la Mesa Roldán. 

También está en Almería, muy cerca de la Playa de los Muertos

"El faro se construyó por efecto de una Real Orden de 18 de diciembre de 1857, que colocaba una luz entre Cabo de Gata y Cabo Tiñoso, ya que cuando se doblaba el morrón de los Genoveses se perdía de vista el faro de Cabo de Gata y aún no se veía el de Cabo Tiñoso, haciendo imprescindible colocar un faro entre los dos. El proyecto fue hecho por el ingeniero Antonio Molina en el año 1861, con un presupuesto de 180.131,62 reales."

 He encontrado en internet un documento escrito por el último farero de este faro muy interesante, os dejo el enlace por si os apetece la historia:


No me digáis que estos faros, uno al lado del Mirador de las Sirenas y otro al lado de una playa con ese nombre de Playa de los Muertos, no invitan a inventarse una historia...





"Hasta que en 1863 se inauguró el faro construido en sus inmediaciones, la torre de La Mesa Roldán (1766), se estuvo utilizando para hacer el servicio de señalización de la costa, por medio de una hoguera, que prendía en su cima el vecino de Carboneras Antonio José Belmonte. En 1978 se abrió una cantera en la cima de Mesa Roldan, cuyas continuas voladuras han afectado a la integridad de la torre, la cual se encuentra parcialmente en ruinas, y transformada.
El acceso al exterior es libre. Fue declarada Bien de Interés Cultural (BOE del 29 de junio de 1985)."






Aquí estoy yo haciendo las fotos de esta entrada... Faro de la Mesa Roldán - Junio 2015

 Cuánto de soledad, de inmensidad, de vacío, de altura ¿verdad?


Y por si queréis recordarla os dejo también con el enlace a la entrada que hice el año pasado, también en junio, sobre los faros:



domingo, 28 de junio de 2015

Una de mis cartas de amor para un día Internacional



Hoy es el día del Orgullo Gay.

Buen día para recordar unos de mis relatos.

Es una carta de amor, que me premiaron hace un par de años en Málaga en el XIII Certamen de Declaraciones de amor "Díme que me quieres".



Tengo que hablarte de las leyes de Newton…

 Rocío Díaz Gómez

Tengo que hablarte de las leyes de la dinámica. Tengo que hablarte de Newton. De por qué giran los planetas alrededor del sol. Tengo que hablarte de los principios matemáticos de la filosofía natural. De ti y de mí. De nuestra historia.

Pero ya ves que no sé ni cómo empezar…

Porque si yo fuera alguno de esos tíos de clase que babean tras tu paso, que tienen el cerebro entre las piernas... ¿Neuronas? ¿Qué es eso? Esos bichos aún no deben estar en su cuerpo... Si yo fuera uno de ellos, los que sí tendría, y muy revolucionados serían otros bichitos muy distintos... Si yo fuera uno de esos tíos, no me andaría con explicaciones, ni te hablaría de Newton ni de nada parecido, sino que me haría pajas, eso es lo que haría mientras pienso en ti. Qué fuerte ¿verdad? Y te va a sonar ridículo, o más ridículo "si cabe" como diría la pija de Lengua, pero les pondría hasta tu nombre. Por supuesto, a las pajas. Ya sabes de esta fijación que tengo yo con las palabras. "Carolinas". ¿Suena bien? ¿Qué no? Sí, sí, ríete. Porque seguro que ya estás riéndote. Siempre con esa alegría contagiosa que termina por hacerme reír a mí. Pero es cierto que me haría unas cuántas "Carolinas", cientos, miles... qué se yo, sería incansable. ¿Qué quieres? Puestos a ser uno de ellos, sería tan básica como ellos. No tendría más que imaginarte para, entre las sabanas, comenzar el ritual. Se lo he visto hacer más de mil veces a mi hermano. Te imaginaría en los vestuarios, después de gimnasia, cuando antes de ducharnos te quitas la cinta que llevas en el pelo, y se desparrama en un segundo tu melena sobre tus hombros...  Imaginarte quitándote la camiseta, cuando te quedas en sujetador y tu piel húmeda brilla de sudor y sin querer y sin remedio llega hasta mí a oleadas tu perfume, tu olor... Si fuera uno de esos tíos de clase me bastaría solo eso para empezar a salivar como el perro de Pavlov, el del libro de filosofía... ¡Déjate de campanilla! verte sudando, moviéndote, sonriendo, medio desnuda, eso sí que sería un buen reflejo condicionado... El mejor.


Pero yo no soy uno de esos tíos de clase, hartos de hacerse “Carolinas” a tu salud. No hay más que ver cómo te miran, y como se dan codazos cuando pasas corriendo. Para que veas, si son básicos. No soy uno de ellos, ni tampoco quiero hablar de filosofía, ni de Pavlov, ni de reflejos condicionados. No los necesito. Y porque no lo soy, yo de lo que tengo que hablarte es de Newton y sus leyes fundamentales de la dinámica. Esas, que entraron ayer en el examen y que yo, sin haberlas estudiado, he entendido tan bien, gracias a ti.

Déjame anda, déjame que te hable de la primera ley de Newton porque así empezó todo, así comenzó nuestra historia. Un objeto en reposo permanece en reposo y un objeto en movimiento, continuará en movimiento con una velocidad constante (constante en línea recta) a menos que experimente una fuerza externa neta. Esta es la ley de la inercia.

No es tan difícil de entender ¿verdad? Porque si tú no hubieras llegado nueva a nuestro Instituto. Tan cortada. A primera vista tan frágil. Si tú no hubieras entrado en clase aquella mañana. Sonriendo. Si mi apellido no empezara por la letra “z” y la tutora de este año no tuviera esa manía tan absurda de colocarnos por orden alfabético. Si a mi lado no hubiera quedado un hueco vacío en el último banco, que casualidad, tú no te habrías sentado cerca de mí. No hubiéramos empezado a hablar. Si los primeros exámenes no hubieran estado a la vuelta de la esquina y a ti no te hubieran entrado los agobios por tener los apuntes atrasados. Si no fueras tan buena estudiante. Si yo no hubiera ganado en la competición, entre los que te rodeaban, a tener la letra más clara. Si el camino a tu casa, no hubiera sido pasando por la mía, no habríamos empezado a marcharnos a la vez. A encontrarnos de camino. Si… si… si.

Si todas esas fuerzas extrañas no hubieran actuado sobre mí. Si no hubieran existido cada una de esas premisas que hizo que tu y yo coincidiéramos y nos empezáramos a tratar más, a hacernos casi inseparables, a pesar de la “z” de mi primer apellido y la “d” del tuyo, si la ley de la inercia no se cumpliera. 

Entonces mi cuerpo permanecería en reposo, o moviéndose a una velocidad constante siempre en línea paralela a ti. Sin juntarnos nunca. Porque se supone que además, así debe de ser. Porque ¿No has pensado alguna vez que quizá sea eso la amistad? Dos rectas, contenidas en un plano, que van en la misma dirección, dos rectas que no se cortan y cuyas parejas de puntos más próximos de ellas siempre guardan la misma distancia. Yo sí lo he pensado. No hago más que pensarlo últimamente. La amistad. Dos líneas paralelas. Eso tiene que ser. Piénsalo… te estoy hablando de rectas, y de parejas de puntos, y de distancias. ¿No es eso la amistad? ¿No somos así?

Pero estoy mezclando la matemática con la mecánica, empiezo a parecerme cada vez más a mi abuela que para contarte algo se remonta al origen del hombre… Pero créeme si te digo que aunque te dé esa sensación leyéndome, y empieces a pensar que el verano y los exámenes me están reblandeciendo el cerebro, todo tiene una explicación. Hasta que hable ahora de mi abuela, fíjate, por mucho que te extrañe… 

Porque créeme, si es que a estas alturas no piensas ya que me ha dado algo a la cabeza, o que me he dado un homenaje fin de curso a base de pirulas de colores... No. Te juro que no lo he hecho. Créeme si te cuento que nuestra historia comenzó por eso, porque la ley de la inercia nunca falla. Porque yo ya no tengo reposo, ni sigo un movimiento constante en línea recta, que yo lo que tengo es una agitación interna superior a la que se debe sentir en el océano minutos antes de producirse un maremoto. Porque he experimentado muchas fuerzas, muchas casualidades que te han traído hasta mí. Pero sobre todo porque he experimentado una fuerza distinta a todas, mejor que todas, la tuya.

Por eso nuestra historia ha evolucionado cómo ha evolucionado. Y por eso también, ahora tengo que hablarte de la segunda ley de Newton, o ley de la interacción y la fuerza. Decía el amigo Isaac, porque a estas alturas de la vida, seguro que no le importará que le tuteemos allá donde esté, puesto que le hemos convertido en improvisado narrador de esta historia, que “el cambio de movimiento es proporcional a la fuerza motriz impresa y ocurre según la línea recta a lo largo de la cual aquella fuerza se imprime”. 

¿No te das cuenta? Esta es la ley que cuenta nuestra interacción y tu fuerza. 

Este curso voy a sacar las mejores notas de mi vida. Ya lo sabes. Lo sabe toda la humanidad, bien que me he encargado yo de que lo sepan, solo me ha faltado decirlo por la megafonía del instituto, no lo vas a saber tú… Y cuando te digo esto te ríes, pero es la verdad más absoluta que existe. No me lo creo ni yo. Pero así es. Aunque también sé que el mérito no es solo mío. 

Ha sido muy fácil estudiar contigo. Compartir las clases, los apuntes, la vida en el instituto. Los madrugones y los agobios. Cualquier cosa te hace reír, y con tus risas aplastas mi pesimismo. Siempre ahí. Gracias a ti intento ver las cosas desde el otro lado, el lado en el que siempre salen bien. Sobre mi cabeza siempre amenaza tormenta, mientras sobre la tuya brilla un sol enorme que me calienta. Y eso hace que me sienta capaz, que me lo crea, que no solo voy a aprobar sino además lo haré con nota. Déjate de palabras mágicas como “mierda”. Somos mujeres ¿no? así que con un par de ovarios. Como hemos dicho tantas veces antes de entrar al examen. Y lo mejor de todo, es que luego me salía que te cagas de bien, de lujo. Qué pasada.  

Ha sido muy fácil estudiar contigo. Ha sido muy fácil subrayar, hacer los resúmenes, intentar comprender, y hasta memorizar. Ha sido muy fácil aprender compartiendo el sueño y las coca colas. Los bostezos se mezclaban con tus bromas, y esa forma extraña que tienes de buscar asociaciones donde no las hay para hacer que en el examen nos acordáramos… ¿No te das cuenta? Este curso voy a sacar las mejores notas de mi vida. Tu fuerza ha hecho posible este milagro, como ya predijo Newton hace muchísimos años. Que no sé que hacía este hombre mirando manzanas si hubiera ganado un pastón prediciendo el futuro...

Es cierto, aunque disimule, se ve que me estoy poniendo moña, hoy no hago más que decirte moñadas. Y si se las oyéramos a otra, inmediatamente las dos nos meteríamos los dedos en la boca y doblado el cuerpo y entre risas, simularíamos que esto es de vomitar de bien ridículo que parece todo lo que estoy diciendo. Lo sé. Claro que lo sé. Nunca había dicho tanto, hoy tengo incontinencia verbal. Y he dormido poco. Y sí, tengo muy frescos todos los temas del último examen, el de física. Física ¿No lo ves? Todo coincide... Y es cierto también, viene el verano, y nos iremos de vacaciones cada una por su lado, y te echaré de menos. Sí, todo eso es cierto, tan cierto como cada uno de los principios matemáticos de la filosofía natural. Y como más cierto aún es, que ellos cuentan nuestra historia. Esta historia que ya no sé si es de amistad o de qué es.


Y déjame que te hable ahora de la tercera ley de Newton, también conocida como Principio de acción y reacción. Si un cuerpo A ejerce una acción sobre otro cuerpo B, éste realiza sobre A otra acción igual y de sentido contrario.

Tú me has empujado a estudiar, a aprender, a sentirme mejor conmigo misma. Con tu compañía, con nuestra amistad. Pero nadie me advirtió lo que iba a pasar también. Lo pronto que me iba a acostumbrar a tí y a tus risas. Lo mucho que iba a disfrutar con ellas. Tanto, que no puedo evitar pensar desde donde me llegan. Desde tu piel, desde tu boca.

¿No ves lo que intento explicarte desde hace ya rato? Esta noche, la primera que después de muchos meses estudiando juntas, no estas aquí, te echo mucho de menos. Me faltan tus risas, claro. Pero también, y lo que es peor, me falta tu olor, el roce de tu piel pegada a la mía mientras me corregías los problemas de física, tu calor, tu boca cerca de mí.

¿No entiendes aún lo que trato de decirte? Me duele que no estés aquí. Pero me duele físicamente. Me duele dentro de la nariz, en las yemas de los dedos, en la superficie de toda mi piel. Me dueles en los labios y en la lengua, en la boca del estómago y entre las piernas. Y no lo soporto, no aguanto que se hayan acabado ya los exámenes y las clases y que tú no estés. Que cada vez vayamos a estar menos tiempo juntas.

Porque si yo fuera alguno de esos tíos de clase que babean tras tu paso, tras tu dulce y alegre paso... mientras pienso en ti, me haría “Carolinas”. Una, dos, tres, cientos, miles... No tendría más que imaginarte para, entre las sabanas, comenzar el ritual. Imaginarte sin camiseta, en sujetador, tu piel húmeda brillando de sudor, y sentir como, sin querer y sin remedio, llega hasta mí a oleadas tu perfume… Imaginarte a mi lado, al lado de tu amiga, estudiando. Tú alegre. Tú confiada. Y yo salivando como el perro de Pavlov.

¿Qué me ha pasado Carolina? ¿Qué me está pasando? ¿Qué mierda es ésta que siento? Que no entiendo, que me aturde, que palpita dentro de mí, que hierve. Y no sé cómo dominar.

Tantas veces hemos hablado de tíos. De cuánto nos gustaban. De lo que sentíamos. De hasta dónde llegábamos con ellos. Hasta donde querríamos llegar. Y me doy cuenta que ya no podría hacerlo. No podría escucharte tan tranquila, mientras me hablas del cachas de gimnasia o del gilipollas del Dani, el de cuarto de bachiller. No quiero oírte más. No podría hacerlo.

Tampoco puedo contarle esto a nadie. No sé que hacer con esto que siento que me puede, pero no puede ser. Tía que mi abuela diría que soy “libiana”... Ya te he dicho antes que te hablaría de ella... Este curso voy a sacar las mejores notas de mi vida, este curso que mi vida se ha vuelto un caos y un asco.

Y por eso, por todo eso, déjame que vuelva a la tercera ley de Newton. Principio de acción y reacción. Déjame que te cuente cuánto tenemos nosotras que ver con ella. Si un cuerpo A ejerce una acción sobre otro cuerpo B, éste realiza sobre A otra acción igual y de sentido contrario.

Cuando queremos dar un salto hacia arriba, empujamos el suelo para impulsarnos. Cuando estamos en una piscina y empujamos a alguien, nosotros también nos movemos en sentido contrario, aunque esa persona no nos empuje a nosotros. Cuando tu cuerpo A ejerce esa acción que he intentado explicarte sobre mi indefenso cuerpo B, mi frágil cuerpo B ejerce sobre el tuyo otra acción igual pero de sentido contrario. Tu cuerpo reacciona sobre el mío, y yo tengo que separarme de ti. Distanciarme. Y no lo digo yo. Lo dice la tercera ley de la dinámica de Newton.

Creo que por ahora es lo mejor. Y no solo lo creo, sino que sé que es lo peor. Porque quizás no te estés dando cuenta, pero además de ofrecerte mi confianza, te estoy ofreciendo mi miedo. Y eso es lo peor. Mi miedo. Que me puede y no sé qué hacer con él. Porque ya no seré capaz de ser tu amiga. Porque ya no es como debe ser una amistad: Dos rectas, contenidas en un plano, que van en la misma dirección, dos rectas que no se cortan y cuyas parejas de puntos más próximos de ellas siempre guardan la misma distancia. Yo ya no soy ni recta, ni contenida, ni estoy segura de poder guardar las distancias. ¿No lo ves? Creo que por mi parte esto ya no es solo una amistad.


Carolina. Mi Carolina. Mi alegre amiga. Por eso yo tenía que hablarte de la leyes de la dinámica. Tenía que hablarte de Newton. Y de por qué giran los planetas alrededor del sol. Porque el objeto más liviano está en órbita alrededor del más pesado, y el sol es el más pesado. Soy yo quién está girando a tu alrededor, soy yo la “libiana” y tú el sol, Carolina, aunque no lo sepas.

©Rocío Díaz Gómez




viernes, 26 de junio de 2015

El habla almeriense...


Hoy os dejo una de esas entradas dedicadas al lenguaje. Ya sabéis que en este blog muchas veces nos ocupamos de la forma de hablar de aquí y de allá, es una de nuestras riquezas.

He pasado unos días en el Cabo de Gata, que me ha encantado, por cierto, con sus pitas y su agua transparente. 

Y quería que nos detuviéramos en el habla almeriense, porque ya sabéis que aquí nos gustan esas "cosicas"!1

Andalucía, en lo que se refiere a su lenguaje, tiene una diversidad muy interesante. A todos nos suenan características como por ejemplo la confusión entre "r" y "l" (barcón por balcón) o la pérdida de las últimas "d" intervocálica (callao por callado por ejemplo). O esa utilización del pronombre "ustedes" en lugar del "vosotros".

 Pero Andalucía es muy grande también y por tanto muy diferente por eso decimos "las hablas andaluzas" pues cambia según estés en Huelva o Cádiz, en Granada o en Almería ¡por "poneh" un ejemplo!

Porque precisamente esa es una de las cualidades principales del habla almeriense, esa forma de terminar las palabras en "h": Ellos no van a cenar ni a desayunar, ellos van a cenah, o a desayunah...
 
Y otra característica, que como veis en las fotos estaba muy presente, miraras para donde miraras, es la terminación de las palabras en el diminutivo "ico". Por lo que he leído esta característica es más presente en en el andaluz oriental, como ocurre en Almería.


A mí me gusta encontrarme con el acento y las peculiaridades linguisticas de los lugares a donde viajo. Son intrínsecas a la tierra, le aportan distinción y riqueza. Una riqueza viva y cambiante.

Las tres fotos de la entrada las fui tomando a mi paso. La primera, muy oportunamente, la tomé cuando hicimos una parada. Las de debajo: la del "pollico" es de San José, y la de la calle de Carboneras.