Un blog de literatura y de Madrid, de exposiciones y lugares especiales, de librerias, libros y let

domingo, 2 de febrero de 2025

"Nuestros muertos" en la Sala Cuarta Pared

 



Hará como 25 años, año arriba, año abajo, que descubrí la Sala Cuarta Pared, en la calle Ercilla. Una sala de teatro muy estrecha y profunda, donde tuve la enorme suerte de ver una trilogía que se llamaba "Las Manos" que no se me ha olvidado nunca. La primera de ellas, trataba sobre una generación de jóvenes de los años 40 en el mundo rural, y nos contaban cómo les iba a lo largo de un año según iban pasando las estaciones: la plantación, la recolección, la siega... Las manos. Los espectadores estábamos en dos o tres filas de bancos corridos sentados alrededor del escenario, formando un cuadrado, y ellos, creo que eran seis, se iban deteniendo en cada lado del cuadrado y nos iban enseñando a los que quedábamos enfrente sentados las fotos de un viejo álbum mientras nos hablaban de su familia, amigos, pareja y su vida de trabajadores del campo. Había un velatorio en la obra, nos sacaban pastas y una copita de  moscatel y asistíamos al duelo. Y así todo. Cómo me gustó, tanto, que nunca he olvidado aquella obra de teatro. Después terminaron por ser tres obras de tres generaciones distintas. 

Tenía cierta aprensión de volver a la Sala Cuarta Pared, no sé si había vuelto alguna vez, pero guardo tan buen recuerdo de aquella vez, y en esta ocasión tenía un título tan fúnebre que me decía: Buf, ya verás que alegría va a ser... Y como que el cuerpo y la vida, la verdad, me pedía más alegría. Peeero, fijaos, que fui y me ha vuelto a encantar en otra de sus obras. "Nuestros muertos" superó todas mis expectativas y me gustó mucho. 

Es intensa, dura, dramática, pero también es sensible, profunda y buena. La historia tiene su origen en aquellas reuniones que hubo entre los familiares de las víctimas de ETA y los responsables de las muertes de sus hijos. Pero además, se enlaza con las muertes de la guerra, los fusilados, las cunetas... 

Los protagonistas son una mujer octogenaria que se reúne con quién mató a su hijo, una víctima colateral de un atentado terrorista. Además a esta mujer le fusilaron al padre que había sido alcalde al principio de la guerra. Y además salen otros dos personajes que son ellos mismos de jóvenes, son su memoria y que se van colocando al lado de quién son de mayores. 

Entonces se establece un juego muy bonito en el escenario entre el presente y el pasado con sus voces, unas veces acompañándose, otras solapándose. Y simplemente hay una mesa, dos sillas y los protagonistas pero llenan todo el espacio, saltan en el tiempo, van, vienen, pero crecen y crecen. 

El texto me ha atrapado desde el primer momento cuando el etarra que espera su visita le dice a la madre que no busca su perdón. Y ella contesta: "El perdón no nos corresponde a nosotros". Y ahí comienzan a escucharse, la madre viene a escucharle, a oír lo que tenga que decirle. Y comienza la conversación y ambos se cuentan y cuentan.

Es un texto sobrecogedor, es un viaje al pasado y al presente que no deja de fluir cálido a veces con sufrimiento, a veces con delicadeza, transmitiendo añoranza, rabia, dolor, esperanza... 

Los cuatro intérpretes lo hacen tan bien... Eran todos tan creíbles... Qué buena obra, y qué buenos actuando. Me ha encantado. El teatro bueno en una sala pequeñita se vive tanto... 

La Sala Cuarta Pared nunca me decepciona. 


Texto y dirección: Mariano Llorente
Interpretación: María Álvarez, Carlos Jiménez-Alfaro, Clara Cabrera, Javier Díaz
Vestuario y escenografía: Laila Ripoll
Música: Mariano Marín
Diseño de iluminación: David Roldán
Ayudante de dirección: Héctor del Saz
Producción y distribución: Joseba García
Fotografía y gráfica: Javier Naval
Prensa y comunicación: María Díaz
Grabación obra y teaser: Miguel Ángel Calvo Buttini
Edición teaser: Juan Poveda



sábado, 1 de febrero de 2025

"F" de febrero, de Festejar la derrota de los días

 



Comienza febrero y quizá sea por su "f" inicial, por su horizonte sin una sola fiesta, con otra "f", o por esta necesidad que tengo de festejar, también por "f", la simple y necesaria rutina. 

Comienza febrero y necesito un Faro, con esa "f" mayúscula, para que me ilumine, me ayude a disfrutar, indispensable "f" la del gozoso vocablo,  disfrutar, decía, la derrota de los días.

"Derrota", qué palabra tan bella cuando nos detenemos en el significado que la Real Academia nos muestra:

Camino, vereda o senda de tierra. 

O mucho más bello aún: Rumbo o dirección que llevan en su navegación las embarcaciones o aeronaves.

Por eso acudo al último faro que descubrí, que atrapé para mi colección, que me traje a Madrid: El faro de La Gomera. El hijo único de la Isla de las mil curvas. 

Sé que los faros de las islas vecinas le habían ido con el cuento de que iría en su busca una loca de los faros que, de vez en cuando, se escapa de Madrid para atraparlos. Y lo sé porque sentí que me esperaba. Solitario, silencioso, posando en su lugar privilegiado. 

Necesito que mi último faro alumbre la derrota de los días de este febrero que comienza.

Que no me deje perder el rumbo, que me indique la dirección y me devuelva el corto febrero lleno de palabras, de cariño, de vida. 










martes, 28 de enero de 2025

Cuarenta y tantos años

 



V y A

 

Nos unió el orden alfabético y después el puro y bendito azar. 

Nacidos en el mismo año de la década que más críos engendró nuestro país y seleccionados entre la A y la H de los matriculados aquel lejano curso, fuimos a coincidir en aquella clase de pupitres diminutos, ¿eran verdes?, y grandes ventanales. 

Recién empezaban los 80 en un Instituto de barrio, trece y catorce años, las caras salpicadas de granos y casi todo aún por vivir. 

Ya no recuerdo quién se sentó primero. A nosotras, la timidez nos aplastó al fondo y contra la pared mal pintada de esa clase de 1º A donde los conocimos.  El pelo más oscuro, la cara más redonda, dos adolescentes del montón en el último pupitre de la fila de en medio. 

Ellos, dos flacos chavales, todavía a medio hacer, se sentaron en el pupitre de delante. Al más moreno le comenzamos a llamar por el apellido, era corto y sonoro, y así se quedó para la vida entera, al segundo le acortamos el nombre por la mitad más elegante y victoriosa. Y comenzaron a ser dos con una y griega en medio. Llegábamos de colegios distintos que tampoco estaban cercanos, no nos habíamos cruzado por el barrio, no nos conocíamos de nada, pero por alguna extraña razón ya toda la vida cuando pensara en ellos no podría evitar una sonrisa espontánea de sincero cariño. 

No éramos su tipo y ni ellos los nuestros, qué gran suerte es eso a ciertas edades. Durante dos años cada día de lunes a viernes vimos más sus espaldas que sus caras, pero la espontaneidad y la risa campó a sus anchas en ambas direcciones. “¡Pero tía ¿tú le has oído? ¡Que me ha llamado mandril!” Desde el pupitre de detrás los vimos aterrizar con la voz más grave tras el primer verano, también fuimos testigos mudos de sus azoramientos torpes de amor. Crecíamos. 

Pero aquel lejano 3º de BUP llegó para partir el mundo entre las Ciencias y las Letras. Y unas tempranas decisiones académicas, más o menos acertadas, nos sacaron de la clase con la primera letra del alfabeto. Nuestro destino se ensanchó, se pobló de más caras, de más idas y venidas con otros protagonistas que probablemente nos llenaron o dolieron más y la vida nos dispersó. 

Cómo iba a imaginar yo que tantos años después, se iban a dar las circunstancias para que, junto a más amigos, volviéramos a sentarnos juntos. El pelo más claro en virtud del paso del tiempo o los beatíficos tintes, las arrugas bien salpicadas disimulando aquellos granos que dejaron marcas fuera y dentro, pero intactas las risas que encontraron su camino y otra vez iban y venían entre retazos de conversaciones. Cómo imaginar que volveríamos a compartir una tarde que ni era de Ciencias ni de Letras, mientras descontábamos la vida. 

A veces la vida te echa el brazo por encima de los hombros, te acerca cariñosa a ella, y sientes que vale la pena revivirla. Seguían ahí, detrás de su mirada y su voz. Y tú que no puedes evitar sonreír, sonreír sin más, porque ni tan siquiera necesitas recordar. Simplemente, están, están ahí mismo, como si no hubieran pasado cuarenta y un años.


@Rocío Díaz Gómez


 

 


sábado, 25 de enero de 2025

La Gomera 1

 



Entre un "Lo que pase en La Gomera, se queda en La Gomera" y un "La Gomera me mata" fueron deslizándose siete días impregnados de sonidos y paisajes, olores y voces a los que tendré que encontrar su justo hueco dentro de mí para volver con ánimo a la rutina. 

Abrazada a la "biodramina" he malviajado curva a curva de cada desfiladero de su difícil orografía. Después la isla me compensaba con su interminable océano refrescándome del vértigo y el asombro. Me compensaban también sus crujientes caminos, helechos y laurisilvas, donde pretendimos escapar de la diosa lluvia. Pero ¿Qué nos creíamos? Ay, pobres mortales... Logró alcanzarnos hasta empaparnos de fuera adentro sin remedio. Así nos presentó sus credenciales la dueña de aquel vergel.

Pronto nos dimos cuenta de que una historia de amor tenía La Gomera con el Teide que andaban cuchicheando sobre nosotros mientras carantoñas iban y travesuras venían desde cada rincón de la isla. Vaya dos... La montaña es cómplice, y aunque la isla haya permitido a unos pocos diseminar sus casitas de colores, bañarse en sus ruinas, cultivar sus terrazas, juega con nosotros, atontados forasteros. Sabedora de su poder, haciéndole guiños al vecino Teide, ella es la verdadera dueña de la naturaleza y el clima, de todas las nubes y sus alisios, y anda zarandeándonos de cuándo en cuándo.

Al menos cada noche nos prestan la acogedora Casa Lili, espaciosa, bella, silenciosa, tan canaria ella, para que, descansando, hagamos el consabido cónclave del destino a descubrir el día siguiente. 

Si hiciera sol, si no lloviera... Barajamos cábalas por la noche que se traducirán en la mañana en un montón de "porsicasos" que apenas nos caben en los brazos camino del coche. 

Diminutos mortales. 

Pero si al final la isla mandaba. 

Siempre mandaba.




























viernes, 24 de enero de 2025

Tus pendientes. 24 de enero.

 


Si supieras la de veces que te he escrito... Pero nunca me gustan mis palabras, se quedan cortas, flacas, escasas, y acabo dejándolas volar, volar solas, ya llegarán donde estés.

Pero otra vez es 24 de enero y te habrías tomado el día libre como siempre hacías y pienso que te habría comprado unos pendientes, de esos que cuelgan, geométricos, de plata, con algo turquesa, unos bien bonitos que pegaran con tus ojos. Con los pendientes siempre podía acertar. O con un pañuelo. Y había que ir a lo seguro o corría el riesgo de naufragar con el regalo de cumple. Ya lo sabes, te tocó una cuñada muy pesada con que existieran regalos. Todo lo contrario que tú. 

Sería muy infantil volver a si la vida es justa o injusta. Quizá tomemos cada vez menos azúcar con el café para ir acostumbrándonos a su amargor. Bah. Esta vida es como es. Una pastilla bien gorda que uno aprende a tragar.

Otro 24, pero déjame volver a pensar que te fuiste muy, muy, a destiempo. No te tocaba. No. Me quedaban muchos regalos por comprarte. Muchos. 

Si supieras la de cosas que te contaría... Que aun te cuento. Sintiendo que me contestas con ese sentido del humor socarrón tan tuyo. Tan de todos nosotros. 

El mundo es más feo sin ti, Rosa. 

Pero ahí vamos. 

Queriéndote igual. 





domingo, 12 de enero de 2025

Pegando cromos de "aseos"

 

Cine del Círculo de Bellas Artes

Niños, niñas y niñes, venga acercaos y un poquito de atención que vamos a darle un empujoncito a los cromos de los aseos, porque tenemos la cole durmiendo desde septiembre. Anda que... Y os parecerá bonito. Que si luego, que si mañana, que si nunca. Y no, no, no, esto no puede ser... Ahora mismito, en una tarde de domingo perfecta, nos ponemos al lío. Pues menudos coleccionistas de pacotilla estamos hechos. 

La mayoría de los ejemplares que vamos a incorporar a una de las colecciones estrella de este blog "Aseos del mundo entero que destacan por su creatividad", son regalitos que me han hecho los amigos, así que no podemos echarlos al olvido. Además tenemos un variadito muy bueno, que si de cines, de restaurantes, de mercados, de tiendas y otra vez restaurantes. Hoy no nos falta de ná.

Encabeza esta entrada el que me regalo mi amiga Nati cazado en el cine del Círculo de Bellas Artes de Madrid esta misma navidad, son muy oportunamente cinéfilos.

Pero teníamos pendientes de reseñar otros muy graciosos como los que me envío Chelo de un restaurante, intuyo que asturiano, y otros más así como otros que también me envió ella que llevan el duende muy dentro, como podéis ver ¿Eran de una tasca o un restaurante andaluz? 

Mi amiga Piluca me envió otros que cazó en los baños del Mercado de San Fernando, en Lavapies: "Santos y Santas". Creo que son los primeros que tenemos de un mercado. A continuación tenemos uno que vale para todos, porque el baño era unisex, y que pillé yo misma en el café tan chulo que esconde una conocida tienda de maletas y bolsos "Salvador Bachiller", sí una tienda. Y ya por último los que me traje de un restaurante griego donde fui a comer con mis "Bo Finn girls", otro día ya si eso os lo cuento... Estos últimos son también muy chulos ¿verdad? Como era un griego pues Onassis para los chicos y para las chicas María Callas.

Muchas gracias amigos, vamos creciendo. 

Y con esta tanda creo que nos ponemos al día pegando todos los cromos que teníamos atrasados. ¿Veis? Tanta pereza, tanta pereza... Contra la pereza, diligencia. Si solo era ponerse... 

Ya sabéis que si queréis darles un repaso solo tenéis que abrir la etiqueta de "Aseos" y ahí están todos:

Rocío Díaz Gómez : Resultados de la búsqueda de aseos













viernes, 10 de enero de 2025

"Pescado" de Aureliano Cañadas

 


Hoy me acordé de aquel poema de Aure (Aureliano Cañadas 1936-2024), aquel que siempre le dije que me conmovía, que me calaba muy dentro por su sencillez, por su profundidad, por su ese diminutivo "despacito" que se te va clavando como un eco que no deja de martillearte el corazón mientras se alejan los poquísimos versos.

Se titula "Pescado" y en está su poemario "Doble vida".

Y después de rememorar el poema ya no logré detener ese tropel de recuerdos, envueltos en su voz suave, que llevo semanas evitando: 

Cuando me dijo "Niña hoy te voy a laurear como te mereces" y me trajo aquella maceta con un laurel pequeñito recién plantado. Cuando al principio solo venía para los recitales de fin de curso para participar casi el último y le temblaban la voz y los papeles. Esa forma suya de entrar cada miércoles a la tertulia despacio, en silencio, abrigadito, con su media sonrisa y su carpeta llena de papeles. Cuando me enviaba sus poemas por guasap, y me decía a continuación las correcciones y por qué era así o asá. El jaleo ese que tenía con su fecha de nacimiento. Cuando tomaba la palabra para liarnos en otra aventura con sus ideas para hacer exposiciones o libros. Cuando nos regalaba sus cuadros de flores secas que iba trayendo a poquitos cada vez a un compañero. Cuando esperaba con José Antonio las magdalenas de las 6 en época de pandemia. Cuando hablaba de asonancias y dragones, de traducciones y gorriones. Cuando siempre me decía a solas: "Niña tú tienes que publicar, pero ya, ya tenías que haberlo hecho hace mucho. Venga . Me voy corriendo."

Y se ha ido. Mi blog tiene varias entradas dedicadas ya a los poemas de Aureliano Cañadas, no necesitaba que me faltara para dedicarle el espacio que merecía. Aure fue mi cómplice muchas veces en las letras, me pedía opinión, valoraba mi juicio, y su poesía la sentí siempre certera, elaborada y de verdad. Pero tras su poema, tras los recuerdos, hoy volví a pensar que tenía que escribir una entrada, otra, aunque en el fondo sabía que por el hueco que nos ha dejado se me iban a caer las palabras, las frases, los poemas y tantas ocasiones compartidas. Y así no, así no debía escribir sobre Aure, con tristeza no, porque él era quién nos empujaba, quién nos animaba tanto a pelear por y con la literatura. 

Por eso nada más quería contaros que hoy me acordé de aquel poema de Aure:


PESCADO

Y me enganchó la boca

con el terrible anzuelo de su boca,

me arrastró hasta la luz del sol, el aire,

y me dejó morir sobre la arena,

                                                  despacito. 


Aureliano Cañadas. Poeta. (Almería 1936 - Madrid 2024)